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Respuestas a un joven brasileño

Fuentes: Rebelión

A partir de intensas jornadas de diálogo en 2017 con un joven brasileño que venía por vez primera a Cuba, el carioca comenzó a conocer sobre la realidad insular. Queriendo saber más y quedándole poco tiempo para aprehender un entorno tan rico como novedoso para él, propuso enviarme vía correo electrónico un grupo de preguntas […]

A partir de intensas jornadas de diálogo en 2017 con un joven brasileño que venía por vez primera a Cuba, el carioca comenzó a conocer sobre la realidad insular. Queriendo saber más y quedándole poco tiempo para aprehender un entorno tan rico como novedoso para él, propuso enviarme vía correo electrónico un grupo de preguntas para que las respondiera cuándo y cómo quisiera. Aquí mis respuestas.

1.-PREGUNTA: Delio, ¿cuál es su relación y su sentimiento por Manzanillo, por Cuba y por su pueblo?

RESPUESTA: Desde el punto racional el hombre se construye en una triada bio-psico-social; o sea, esas tres variables son necesarias para su construcción y entendimiento. Es como el teorema matemático: solo habrá hombre sí y solo sí están presentes estas aristas, si falta alguna ya no será hombre, tal vez un enajenado, un enfermo mental, pero no un «homo sapiens» creador y transformador.

Ahora bien, desde una perspectiva más emotiva, sentimental, quizás desde los resquicios de la mentalidad -para decirlo a la manera de la escuela francesa de los Annales-, un hombre no es de donde nace sino de donde se hace, también de donde le hacen bien y mal, y como en Manzanillo me he hecho y me han hecho, de Manzanillo soy. En esta «patria chica» coseché amores, afectos, fe, amigos y hasta cierto tipo de adversarios; aquí he encontrado sentido a mi vida (cuestión determinante) pues si no se sabe para que se vive, la existencia de nada vale; sería algo así como emular cerdos en el corral o ganados en el potrero. Incluso, desde la mística de la poesía hay razones para rechazar cualquier distanciamiento sobre estos predios existenciales; pues, a decir del vate Eliseo Diego, «uno no nace en un sitio por azar, sino, para dar testimonio».

José Martí, el Padre Espiritual de la Nación Cubana y quien más ha contribuido a mi estatura sentidora después del Cristo, dijo tres meses antes de morir: «Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce mejor, y más naturalmente, en aquello que conoce, y de donde le viene inmediata pena o gusto: y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el inexpugnable concepto de la patria». Y como conozco bien a Manzanillo y para curar es preciso conocer, pues de aquí soy y a los hombres y mujeres que viven en la ciudad ofrezco la pasión que me anima y la cuota de talento que me me toca; pero no para hacer gala fatua de saberes históricos y culturales; sino, para evitar «[…] que con el engaño del santo nombre (Patria) se defienda a monarquías inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas y hambronas, ni porque a estos pecados se de a menudo el nombre de patria, ha de negarse el hombre a cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca. Esto es luz, y del sol no se sale. Patria es eso.» Esto es Manzanillo para mi y como para amar la «patria grande» primero es preciso amar la chicha (no se puede amar al ser humano si no se aman los padres, los hijos, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, aquellos que junto a tí sueñan, pelean, sufren, viven y mueren) entonces, por lógica derivación, tales sentimientos se extienden a esa entidad espiritual y sentimental llamada Cuba que va más allá, para mi, de fronteras físicas, aunque estas últimas la contienen y distinguen en el actual orden mundial.

Finalmente, desde una óptica intelectual, mi relación, sentimientos y vocación de servicio para con Manzanillo y Cuba tienen explicación en el aserto de Jorge Mañach -uno de los más lúcidos ensayistas cubanos, escribió la primera gran biografía sobre José Martí- cuando afirmó: «[…] hay siempre una misteriosa sanción, una pérdida de dignidad y hasta de sustancia, para la obra del intelectual que, por ambición o por soberbia, se fuga de su propio medio o se torna de espaldas a él.»

2.-P: En los últimos días se conmemoró un año de la muerte de Fidel, y hubo también el fallecimiento de Armando Hart. ¿De que manera estas pérdidas de líderes históricos se reflejan en las nuevas generaciones? ¿Y como está la formación de nuevos líderes políticos?

R: La muerte de Fidel se produjo de forma natural y cuando ya estaba separado del poder activo desde hacía una década. Esta circunstancia y lapso de tiempo permitió a la nación asimilar el hecho natural de que algún día tendría que partir, dándole la oportunidad de comenzar a desprenderse del estigma hereditario de sus líderes; o sea, comprender que los hombres -por buenos o virtuosos que hayan sido-, son mortales y falibles y la vida seguirá a pesar o sin ellos. Queda lo más importante: un pensamiento consecuente y un testamento político (el concepto de Revolución) que, de aplicarse creadoramente -cuestión difícil por muchas razones-, podría ahorrar al país no solo dolores y sufrimientos innecesarios, sino, pergeñar una estrategia para mantener y acrecentar lo mejor de la Revolución -es lo menos malo que le ha sucedido a Cuba-, enmendar lo dañado y desterrar los equívocos. Para ello es preciso entender que la revolución no es el fin, el fin es el país y este no es un mapa o un cuadro en la pared; el país son los hombres y mujeres que lo habitan.

En cuanto a Armando Hart, fue un revolucionario consecuente, cubano leal y estudioso del devenir histórico de la nación; empero, la tardía implementación de la educación ciudadana, los problemas que asedian al país, los cambios epocales, el esquematismo y una enseñanza que aún no logra enseñar a pensar, producen anécdotas como esta. Hace dos años atrás daba una conferencia a estudiantes de 10 mo. grado en un Pre Universitario de Manzanillo sobre el Día de la Cultura Cubana (Armando Hart fue Ministro de Educación y de Cultura por muchos años con decisiones felices en este último sector) y cuando le pregunté a los educandos si lo conocían, silencio absoluto y eso que aún dirigía la Oficina del Programa Martiano.

No soy tremendista respecto al poco deseo de una parte de la juventud cubana para involucrarse en el destino del país y trabajar por su rediseño; pero soy realista en cuanto al esfuerzo colosal que será preciso desplegar para forjar y empoderar líderes honestos, honrados, humildes, humanos y con huevos (corajudos), sobre todo cuando han sido impactados negativamente por carencias, dificultades materiales y visto frustrados sueños y aspiraciones, buscando entonces en la emigración la materialización de sus anhelos. Eso sin contar los esfuerzos que hace la burocracia funcionarial para coartar sus posibilidades de acceder al poder; pues en ello -no hay que dudarlo-, les va la vida a quienes llevan la Revolución en la boca para vivir de ella y no en el corazón para morir por ella o -como se decía en tiempos pre-revolucionarios-, hacen de la política o el gobierno la segunda zafra.

3.-P: ¿Que significan el fidelismo y el martianismo para Cuba?

R: Dos formas de pensar la nación y obrar por ella. El pensamiento martiano resulta una ensoñación más plural, diversa e inclusiva del conjunto humano nacional, con énfasis en el reconocimiento de la individualidad como parte del todo, favorecido por el hecho de haber muerto en combate, cuestión esta que lo elevó casi a condición marmórea en los años de la República (1902-1952) sirviendo de inspiración lo mismo a legítimos revolucionarios, enteros patriotas (aquel que ama a su país y procura todo su bien) que a arribistas de todo tipo.

Por otro lado, el pensamiento de Fidel Castro, heredero del grueso del ideario martiano -especialmente el vinculado a la independencia nacional, el antimperialismo, el papel de la educación y la cultura como elementos de emancipación humana y la elección de los más humildes como destino de la Revolución-, junto a características personales y el hecho de haber derrocado una funesta tiranía, logró injertarse de manera cierta en el espíritu de muchos cubanos, siendo común escucharles decir: «Yo no soy comunista, soy fidelista».

4.-P: ¿Es el fidelismo más grande que el marxismo en Cuba? ¿De que manera es eso positivo o negativo?

R: Sí, el fidelismo es más grande que el marxismo en Cuba y ello por razones históricas en varios sentidos. El primero, la penetración del anticomunismo en una sociedad con lazos de dependencia a los Estados Unidos en los años de la República; segundo, los errores del Partido Comunista que incluso se manifiestan después del triunfo de la Revolución (el Sectarismo y la Micro-fracción) y finalmente, la recepción acrítica de un marxismo esclerosado después del triunfo de la Revolución que demostró su incapacidad teórica para salvar el socialismo construido a partir de 1917 en la URSS y luego los países socialistas, vertiendo en la isla errores de bulto que hoy complican notablemente el panorama socio-político.

El «fidelismo», entendido como práctica política, es endógeno, con influencia del pensamiento martiano, legitimado en un hombre que lidera una Revolución social; la cual, si bien se reconoce socialista, adecua la connotación al trópico dándole una identidad un tanto diferente a la práxis desarrollada en el antiguo campo socialista. Por ejemplo, el gobierno liderado por Fidel Castro no sofoca la sublevación en Hungría, y aunque se pone del lado de la URSS en la invasión a Checoslovaquia, lo hace solo para conservar la unidad del campo socialista, declarando al mismo tiempo que la invasión soviética es punible desde el punto de vista ético. Al contrario, soporta con hombres y armas proyectos de liberación nacional en África y América Latina y cuando las condiciones varían, entonces envía médicos, profesores y constructores, embajadores estos que hacen posible la masiva condena al bloqueo por casi la totalidad de la comunidad internacional. Es fácil decirse entre un marine que invade o un médico que cura, un maestro que enseña y un constructor que edifica.

El «fidelismo», más que teoría es práctica; aunque, hace dos aportes importantes a la ideología de la revolución social:

1.-Al llamar «pueblo» al agente activo de la Revolución, elimina las dificultades que la tradicional definición de «proletariado» arroja para la comprensión de las fuerza sociales revolucionarias en otras partes del mundo no desarrollado: artesanos, campesinos, religiosos, estudiantes, empleados, incluso, sectores de la pequeña burguesía que tan importante papel jugaron en la Revolución Cubana.

2.-Cuando en mayo del 2000 ofrece su concepto de Revolución, está dándole al sustantivo una amplitud mucho mayor que revuelta armada que trastoca el orden social; o sea, está ofreciendo la conceptualización que faltó a la experiencia del llamado «Socialismo Real» que no puedo encontrar las vías de superación al estanco que lo llevó definitivamente al fracaso.

Y sí, por lo menos en Cuba, el «fidelismo» -a pesar de los pesares-, ha demostrado ser más positivo en la práctica que el marxismo, por lo menos el manualesco difundido a través de la ex-Academia de Ciencias de la URSS y su cohorte de segundones. Su fundador entendió el apotegma martiano (y ello resulta cardinal porque José Martí es el Padre Espiritual de la Nación Cubana) de que a los pueblos de América le es más útil la historia de los Incas acá que la de los arcontes y polemarcas de Grecia; quizás también hizo suya la sentencia de José Carlos Mariátegui cuando afirmó que el marxismo no debe ser copia y calco; sino, creación heroica.

5.-P: La apertura económica es necesaria hasta qué punto y para dónde llevará la economía cubana? ¿Supone usted el surgimiento de representantes de clases de la pequeña y media burguesía en las asambleas y otras instancias políticas?

R: La apertura económica, más que necesaria, resulta inevitable y no solo por razones de estrategia política; sino, pautas existenciales. Ya nadie discute el papel determinante -mas no el único- de la generación de bienes materiales para el soporte de la vida: sin pan no vive el hombre, se afirma desde Los Evangelios y los tiempos modernos demandan, aparte del histórico alimento, vivienda, medicinas, transporte, aseo personal, vestido, comunicaciones y otros servicios indispensables; los cuales, sin dinero, tecnología y mercado resultan inalcanzables en el sistema mundo actual.

La Cuba de hoy posee una economía tercermundista heredada de un pasado colonial que generó dependencias terribles; se resiente hasta los huesos por las falencias en la construcción social socialista: «socialismo mutante» -así le llama Alexander Buzgalin en su ensayo El futuro del socialismo-, y es acosada por el bloqueo económico, financiero y mercantil norteamericano que, cual verdugo moderno, le niega el derecho natural al desarrollo por elegir ser un electrón libre. Estos factores sitúan la Revolución Cubana en una dramática encrucijada: cambia y sobrevive o no cambia y perece. La elección no tiene discusión, el colapso soviético y los desastres de la Revolución Cultural China dan fe inequívoca de cuanto daño provoca el inmovilismo, la cerrazón y el desconocimiento de las señales de los tiempos. Si algo hay que admirar en la Iglesia Católica, como institución social, es su capacidad de mutar y adaptarse para perdurar; en tanto, asistió activamente a la destru cción definitiva del Imperio Romano de Oriente, fue el centro espiritual del Medioevo y hoy soporta en pie los embates del racionalismo y el ateísmo desde cualquier denominación.

El reto olímpico para la isla está en conocer, llegar y nos traspasar el punto crítico de contención; o sea, lograr que la apertura económica esté en función de la vida humana y no al revés. La racionalidad económica no puede ser la meta, el fin de la apertura será el bienestar de muchos y no la opulencia de unos pocos; aunque, por diversas razones: capacidad financiera lícita, iniciativa, trabajo, constancia o talento, un sector de la población sea capaz de generar y disfrutar de un porcentaje mayor de bienestar que la mayoría. Entre dos males se escoge el menor y mientras no sea posible obtener lo óptimo (falta todavía mucho para ello), lo bueno posible es lo que vale. Por otro lado, como la Revolución aún está en el poder, tiene a su disposición un arsenal de herramientas para coartar la acumulación mal habida, organizar con equidad la distribución y proteger personas; lo que nunca debe hacer por miedo, prejuicios o desconfianza, es negar, dilatar, constreñir o prohibir el desarrollo de las fuerzas productivas encerradas en los cubanos -como lamentablemente se hace en algunos casos-; pues, mientras hay territorios, oficios o áreas productivas que son permitidas, en otros emplazamientos de la misma entidad geopolítica resultan ignorados o desconocidos. La justicia será toda o no será.

Creo que la llegada de representantes de «clases de la pequeña y media burguesía» a las Asambleas del Poder Popular y otras instancias políticas es inevitable. En primer lugar, son cubanos y si disfrutan de los mismos derechos públicos y políticos que los demás, no hay argumentos éticos, morales o jurídicos para constreñirles ese derecho. Cuando España le conculcó a los hacendados cubanos -«creadores» de la riqueza nacional- los derechos políticos, estos se rebelaron e iniciaron las luchas por la independencia nacional. Entiendo el temor a que el dinero, la corrupción, el soborno y la defensa de mezquinos intereses personales prostituyan, socaven y destruyan el espíritu de justicia social proclamado y en no poca medida conseguido; sin embargo, en estos momentos la sociedad cubana se enfrenta a un tipo de corrupción no plutocrática; sino, a partir del disfrute de puestos y cargos públicos. La manera de conjurar, no de forma absoluta pero si efectiva ambos temo res, está contenida en la próxima respuesta.

6.-P: Una frase suya: «El sistema debe continuar siendo el mismo, pero la forma de gobernar es la que debe cambiar». ¿Cuáles serían las nuevas maneras de gobernar donde no se tenga espacios a la subversión estadounidense ni a la penetración de las ideologías consumistas e individualistas?

R: Es importante entender que el estado resulta la estructura básica y el instrumento para ordenar y dirigir las sociedades modernas y se asienta sobre principios ideológicos, políticos, económicos y jurídicos; mientras el gobierno resulta ser la forma práctica mediante la cual se aplica y hace efectivo el poder. El estado es una construcción histórica dilatada, el gobierno es circunstancial y de su eficacia y eficiencia práctica depende el orden social y el funcionamiento del sistema de ideas que sustentan al estado; así pues, un gobierno justo, inclusivo, participativo y democrático será más aplaudido y defendido que uno solamente justo; pero, cuyos mecanismos de participación estén muy reducidos, menguados o controlados por un grupo que, sintiéndose por encima del soberano («La Nueva Clase», así los denominó Milovan Djilan) aniquilen -como sucedió en la Unión Soviética- la fe y el entusiasmo que demanda la construcción socialista.

Con frecuencia se recuerda la frase del Che de que no se puede construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo; sin embargo, el centralismo en muchos de los espacios públicos y administrativos, verticalismo con débil participación ciudadana en la toma de decisiones importantes, falta de control real por parte de la ciudadanía hacia estructuras decisoras, altas cuotas de poder concentradas en un solo funcionario y pobres rendiciones de cuentas, confirman que estamos intentando construir el socialismo con armas que por el uso continuado han perdido el filo y ya no resultan útiles para cortar y deshacernos de la parte gangrenada. Se impone entonces horizontalizar y ciudadanizar el poder, hacerlo más inclusivo y participativo, crear mecanismos efectivos para auditar los gobernantes y de ser necesario revocarlos de sus cargos, lograr rendiciones de cuentas medibles y verificables, habilitar los canales que permitan no solo denunciar o criticar; sino, accionar en funci ón de los intereses populares. Desde inicio de siglo hasta hoy algunos logros son visibles en este campo; empero, su lenta y dispar concreción los hacen insuficientes.

Ahora bien, el nudo gordiano estriba en cómo solucionar el problema porque, cuando las propuestas no parten desde los centros de poder, estas son miradas con recelo, en algunos casos descalificadas o ignoradas y la mayoría de las veces tachadas de «estrategias capitalistas» diseñadas para terminar por la vía blanda o pacífica con la Revolución; es natural, el disfrute del poder -en cualquier tiempo, lugar y sistema- otorga privilegios y la pérdida de estos preocupación, desasosiego y reacciones para preservarlo. Por ejemplo, cuando el Presidente Raúl Castro anunció en el Palacio de las Convenciones que los cargos gubernativos serían desempeñados por un período de 5 años y con una sola oportunidad de reelección, además de fijar el límite de edad para formar parte del Comité Central en 60 años con el objeto de promover cuadros jóvenes y que a cierta edad, en virtud de leyes naturales de la vida, los que ocupaban puestos de dirección debían pasar a retiro y dedicarse entonces a ocupaciones menos estresantes; el silencio con el cual fueron recibidas sus palabras -muestra de disgusto-, fue tal, que se oía volar una mosca en el recinto; por ello; el líder tuvo que morigerar sus palabras diciendo que no se privaría al país de la experiencia y que tales medidas no se tomarían tan a la ligera.

A estas alturas, las propuestas no han sido legisladas y el General Presidente (como lo llama un afamado historiador cubano), abandonará la presidencia en abril del 2018. Sí la resistencia a los cambios se manifiesta con tal fortaleza respecto a lo expuesto por el actual Presidente de la República -no perdamos de vista que es un hombre del Asalto al Cuartel Moncada, expedicionario del yate Granma, Comandante de la Sierra Maestra y por ello poseedor de una autoridad histórica innegable-, ¿qué pueden esperar entonces las opiniones y propuestas de aquellos que, desde su humilde cargo de ciudadano, sin autoridad o influencia política alguna, apuestan por un cambio para revolucionar la Revolución y evitar su disolución?

No obstante, solo a los buenos cubanos de cualquier militancia toca trabajar por su país, no importa el precio que deban pagar porque como dice el papa Francisco: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir» Y a estas alturas te preguntarás, por fin, ¿cuáles son los cambios que propones en la forma de gobernar? He aquí algunos de ellos, no las razones explicativas de su implementación porque haría muy largo el análisis, solo los posibles resultados y algunos beneficios de su puesta en práctica.

1.-Renombrar el «Partido Comunista de Cuba» por «Partido Martiano Socialista y Revolucionario de Cuba» y modificar sus estatutos. Esto permitiría ampliar la base política del ente rector de la sociedad, democratizar su funcionamiento, evitar la «partidocracia» que tanto daño produjo en la antigua URSS y al mismo tiempo esquivaría el pluripartidismo, sistema que divide la sociedad y en política, el que se divide se suicida.

2.-Iniciar la elección mediante voto libre, secreto y directo de los Presidentes, Vice-Presidentes y Presidentes de las Asambleas Municipales del Poder Popular. Teniendo como cantera los Delegados electos por el pueblo, la decisión extendería la democracia participativa más allá de las elecciones de base, daría mayor alcance al voto popular en la zona nuclear de la democracia (el municipio) y aumentaría el interés ciudadano por un proceso que ha venido sufriendo, con el trascurso del tiempo, un desgaste y desinterés evidente.

3.-Gerenciar administrativamente las provincias cubanas a través de un Consejo Provincial de Gobierno compuesto por los Presidentes y los Vice-Presidentes de los distintos municipios que las componen. Esta forma de gobierno conjunta horizontalizaría el poder en dichas estructuras contribuyendo a disminuir la brecha del desequilibrio territorial en el desarrollo; permitiría, al discutir de forma colegiada y consensuada, mejores decisiones en beneficio de los territorios; disminuiría la verticalidad gubernativa que hoy se padece y propendería a una distribución más justa y equitativa de los recursos financieros y materiales. La Dirección del Consejo Provincial sería protempore, como en los Organismos Internacionales.

4.-Crear la figura del Defensor del Pueblo como poder independiente al Ejecutivo, el Legislativo y Judicial. Tal figura, elegida por voto libre, secreto y directo, vendría a constituir un Cuarto Poder en la maquinaria estatal con la función de ser contrapartida del aparato funcionarial y asumiría el papel que hoy se le ha asignado a la Fiscalía. En su desempeño trabajaría muy cercano y auxiliado de la prensa. Recuérdese: todo poder necesita ser controlado por otro poder.

5.-La prensa, pública siempre, responderá solo a los intereses del soberano sin ser controlada por entidad política o gubernativa alguna. Tal decisión facilitará no solo la labor del periodismo; sino, que podría abrirle las puertas para ascender al escaño de un Quinto Poder. Su funcionamiento será regulado por una Ley de Prensa.

6.-Actualizar, modificar y adecuar a los nuevos tiempos la Constitución de la República. Este imperativo jurídico no solo confirmaría la sociedad cubana como un Estado de Derecho; sino, dejaría garantizado para el porvenir, en letra impresa, tres principios básicos que surcan con nitidez innegable la historia de Cuba: justicia social, libertad individual y soberanía nacional.

7.-Favorecer la aparición de elementos de la Sociedad Civil no prohijados por el estado. Tales asociaciones, con personalidad jurídica propia, ayudarían a despertar una conciencia ciudadana que ha sido tutelada por demasiado tiempo; además, posibilitaría la cohesión social no dirigida a partir de la congregaciones de personas con intereses, aficiones y gustos comunes. La diversidad de la condición humana es un hecho innato a su naturaleza y promoverla en un entorno de moralidad, respeto al semejante, orden social y bien común, sería beneficioso para todos.

Estos cambios debieron haberse implementado tiempo atrás cuando había muchas más reservas cívicas, menos desencanto, la gente se focalizaba más en la construcción colectiva y no en proyectos meramente individuales con el beneficio agregado de que la dirección histórica de la Revolución gozaba de mayor vitalidad; no obstante, de nada vale llorar sobre la leche derramada y sería imperdonable no actuar ante una oportunidad como la actual: el estrambótico gobierno de los Estados Unidos deja claro como nunca antes su posición respecto a la isla; por tanto, los cambios no serían vistos como una concesión, sino, como capacidad autógena de mejoramiento. Beneficio adicional en este punto de giro sería poder realizar los cambios cuando aún late la vida en algunos de los revolucionarios originales y más importante que ello, se tiene el poder en las manos, condición sine qua non para controlar hasta dónde podemos ir para evitar el desorden, el caos, la traición, la penetraci ón del adversario y los antivalores. Estamos, como ya dije, en una encrucijada dramática, tal vez no lo parezca pero así resulta porque en el gobierno la palabra de orden es prever y luego, en consecuencia con lo previsto, obrar. Crimen sería -entonces-, por indecisión, prejuicios o intereses no cambiar todo lo que debe ser cambiado. Cuando en el 2005 Fidel Castro se refirió en la Universidad de La Habana a la probabilidad de destruir la Revolución desde dentro, en su reflexión contemplaba no solo la abdicación de los principios que la rigen; sino, la incapacidad de enmendar los errores en una construcción que tiene más de pasión, entrega y sacrificio que de ciencia exacta; pero, que para vivir necesita como combustible lo único eterno en el universo: el cambio.

7.-P: Finalmente, ¿qué espera de las elecciones presidenciales después de la salida de Raúl Castro? ¿Es Miguel Diaz Canel un hombre de una renovación?, ¿cuál será la relación del pueblo con un líder que no ha participado de la guerra revolucionaria?

R: Esta última indagación resulta la más subjetiva de todas porque habrá que opinar sobre acontecimientos que aún no han sucedido; sin embargo, a partir de lo visto, escuchado y la palpación del espíritu ciudadano, la situación que se avecina resulta interesante y útil para el futuro del país.

La salida de Raúl Castro del poder implica, en primer lugar, el cumplimiento de la palabra empeñada, timbre o cualidad invaluable en el gobierno de hombres; por otro lado, el hecho de seguir ostentando el cargo de 1er. Secretario del Partido inaugura una práctica saludable que debe mantenerse en el futuro pues evita la concentración de poderes en una persona con todo lo negativo que ello implica. Finalmente, esta transición de poder, ordenada y sin sobresaltos, sienta un precedente válido para el porvenir y resulta el primer paso de una caminata que, de lustro en lustro, permita ajustar, consolidar, mejorar y perfilar el crecimiento de una obra que cada vez más necesita ser con todos y para el bien de todos.

Del mismo modo que ningún hombre es igual a otro, cada generación tiene sus particularidades y si bien es cierto que Miguel Diaz Canel proviene de una escuela rectorada por la antigua forma de dirigir, aires nuevos -producto de la inevitable negación generacional-, habrá de imprimir a su mandato. Ojalá el binomio Castro Ruz-Diaz Canel combine experiencia, sabiduría y creatividad para llevar a vías de hecho los cambios necesarios y demandados en la hora actual de Cuba.

El hecho de que el supuesto próximo Presidente de los Consejos de Estado y Ministros de la República de Cuba no sea un hombre de la Sierra Maestra, es un hecho inevitable y, lo que más molesta a la población -al menos esos son los comentarios- no es su falta de autoridad histórica en el sentido de que no haya participado en la guerra revolucionaria (el grueso de los cubanos no asistió a ese instante y sin bien es cierto que el entusiasmo originario se ha ido apagando, es la voluntad y el deseo mayoritario de los mismos la clave que mantiene en pie el proyecto socio-político iniciado el 1ro. de enero de 1959), sino, la forma indirecta de su nombramiento. Tal vez durante su mandato logre implementar la misma propuesta que más arriba se hace en torno a la elección directa de los Presidentes del Poder Popular en los Municipios para, quien lo suceda en las riendas de la nación, sea aupado a la primera magistratura después de haber sido electo de forma directa en dos ocasiones, primero como Diputado y luego como Presidente. Mientras eso sucede, trabajemos por la Patria, celebremos en este año el 150 Aniversario del Grito de Independencia en Demajagua -a escasos 10 km de Manzanillo- y hagamos llegar al próximo regente nacional los más sinceros deseos de éxitos en su misión. Que así sea.

Delio G. Orozco González es historiador y vicepresidente de la UNEAC en Granma y Manzanillo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.