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Revoluciones, golpes y movimientos

Fuentes: Rebelión

No es mi propósito dar aquí una lección de historia. Cualquiera que esté interesado en el asunto puede buscarla y recibirla de In­ter­net. En estos tiempos, por esto mismo están demás los erudi­tos y con mayor razón los sabiondos. Lo que deseo ahora es sólo dar un pantallazo del panorama: quizá despierten algunos espíri­tus dor­midos […]

No es mi propósito dar aquí una lección de historia. Cualquiera que esté interesado en el asunto puede buscarla y recibirla de In­ter­net. En estos tiempos, por esto mismo están demás los erudi­tos y con mayor razón los sabiondos. Lo que deseo ahora es sólo dar un pantallazo del panorama: quizá despierten algunos espíri­tus dor­midos y quizá comprendan que la izquierda, las iz­quier­das, están obligadas a renunciar a la sobreactuación y a pro­tago­nismos perso­nales excesivos, para centrarse en su deseable unión frente a los dominadores de hace siglos…

Por vía de resumen y dejando a un lado otros posibles avatares de la misma o parecida índole, he aquí un cuadro sucinto de los tres fenómenos sociológicos más destacados que se han produ­cido en el Viejo continente a lo largo de los dos últimos siglos…

En Europa ha habido dos grandes Revoluciones políticas, con efectos profundos sociales, y tres revoluciones sociales, con efec­tos políticos mucho más limitados

La primera Revolución política, fue la de 1789 en Francia, que su­puso el final definitivo del feudalismo y del Absolutismo del An­tiguo Régimen, y culminó en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La segunda Revolución tuvo lugar en Rusia en 1917, que acaba con el Absolutismo de los zares.

La primera revolución estrictamente social fue en París, en 1830. Impulsada por sectores de la sociedad civil y liberales, des­emboca en la restauración del Absolutismo monárquico. La se­gunda en 1848, impulsada por la burguesía y por el Movi­miento obrero, en la que fueron determinantes las comunicacio­nes (telé­grafo, ferrocarril) en el contexto de la Revo­lución Industrial, acaba con la Europa de la Restauración anterior. Iniciada también en Francia, se difundió rápidamente por Alemania, Austria, Hungría e Italia. La tercera, en 1968, que apunta en distintas direc­ciones nacida asimismo en Francia. Co­mo se ve, salvo la Re­volución Rusa, las demás, sea la otra polí­tica y las sociales, han estallado en Francia, siempre a la cabeza del humanismo y de la in­trepidez…

Las de 1830, 1848 y 1968 son revoluciones sociales desde arriba. Las de 1789 y 1917 son revoluciones políticas desde abajo.

En cuanto a los golpes de Estado, salvo el de 1926 en Portugal, los demás tuvieron lugar en España: 1874, 1923, 1929, 1932, 1936, 1981. Todos, excepto uno, golpes militares. El de 1874, a cargo del general Pavía, acabó con la primera República de 1873 y el gobierno republicano federal. El de 1923, a cargo del gene­ral Primo de Rivera, trajo el autoritarismo, el conservadurismo, el na­cionalismo español y el militarismo. El de 1929, a cargo del polí­tico conservador José Sánchez Guerra, cuya finalidad era po­ner fin a la dictadura de Primo de Rivera, fracasó. El de 1932, a cargo del general Sanjurjo, fue el primer levantamiento del ejér­cito contra la Segunda República desde su instauración en 1931, pero asimismo fracasó. El de 1936, a cargo del general Franco contra esa misma República, condujo a una guerra civil y a una dicta­dura hasta la muerte del dictador en 1975. El de 1981, a cargo del coronel Tejero, no lo cuento porque estoy conven­cido de que fue una farsa, un preparado a la carta para robuste­cer la monarquía y la figura del monarca introducido en el sis­tema por la puerta de atrás de una Constitución cocinada por juristas más o menos fran­quistas pero en todo caso ninguno de ellos de procedencia popu­lar.

Los Movimientos sociales, todos populares, se iniciaron con el movimiento obrero en el siglo XIX. A él siguieron en el espacio de más de un siglo el movimiento su­fraguista, en reivindicación del voto femenino; el feminista, en reivindicación de la igualdad de derechos de la mujer equipara­bles a los del hombre; el paci­fista, contra el belicismo; el ecologista en defensa de la Natura­leza; el antiglobalización, en de­fensa de las economías naciona­les; ahora balbucea el que de­nuncia el cambio climático. El último movimiento social es de Mayo de 1968. También nacido en Francia, como desa­rrolla Joaquín Estefanía, «acunó muchas cau­sas diferen­tes como el ecologismo, la libertad sexual, la educa­ción igualita­ria o el fe­minismo y todas fueron impulsadas como nunca antes. El mayo francés transformó ideas y valores mo­rales, no cambió el poder ni el sistema. Fue una eclosión de li­bertades y causas. Los dere­chos civiles, el antinuclearismo, la re­volución sexual, el antibeli­cismo tuvieron cobijo bajo un para­guas que reclamaba una nueva moral y una nueva sexualidad. Las perspectivas liberta­rias se canalizaron posteriormente en el feminismo, la eco­logía, la lu­cha contra el racismo. El espíritu de Mayo del 68 servía contra todas las discriminaciones». Sus esló­ganes fue­ron abundantes y apuntaban en todas direcciones:

No a la revolución con corbata

Seamos realistas, pidamos lo imposible

Leer menos, vivir más

La escuela está en la calle

En los exámenes responde con preguntas

Cuanto más hago el amor, más deseo hacer la revolu­ción

Asaltar los cielos

Prohibido prohibir

Queremos todo y lo queremos ahora

Los Movimientos sociales, por sí mismos no son violentos aun­que a menudo tienen efectos colaterales violentos. Las revolu­cio­nes son cruentas y suponen una fractura del sistema rein­ante, aun­que tarde o temprano, por la ley física de acción y re­acción acaba haciendo acto de presencia el espíritu reacciona­rio. Los golpes de Estado no necesariamente son cruentos. Pero el último en España, el de 1936, por sus efectos y la deriva hacia la apertura de nuevos horizontes que bullían en la sociedad muy alejados de lo que había intentado ser políticamente la sociedad española, también fue una Revolución por arriba ultraconserva­dora. Revolución de esa clase cuyo espíritu y sus tambores de guerra vuelven a amena­zar el presente histórico y el inminente que va a vivir este país. Pues si la inmensa mayoría del pueblo es­pañol no reacciona y cie­rra filas, abandonando la propensión tan al necio protagonismo frente al mayor poderío en recursos económicos, mediáticos e ins­titucionales de quienes vie­nen hace mucho tiempo preparándolo, si no en ésta sí en la si­guiente legis­latura nos volverá a atenazar sin apenas ruido un Régimen similar al del franquismo tardío, esta vez refren­dado por las ur­nas, como lo fue el partido nazi en la Alemania de 1932.

Jaime Richart, Antropólogo y jurista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.