La obra ‘Los ricos de Franco’, de Mariano Sánchez Soler, relata el tránsito de los grandes magnates de la dictadura hacia la democracia sin que nada ni nadie les hiciera rendir cuentas por su pasado.
«La historia de España durante el siglo XX es también la historia de un enriquecimiento perpetrado en condiciones excepcionales». Así de contundente arranca la obra Los ricos de Franco del investigador y periodista Mariano Sánchez Soler. A partir de esta afirmación por la obra desfilan decenas y decenas de apellidos simples y compuestos reconocibles por la mayor parte de la ciudadanía. Apellidos de presuntos emprendedores, de esos que la prensa define como hechos a sí mismos, y cuyas fortunas familiares se forjaron al calor de la dictadura franquista y cuyo pasado parece haber desaparecido en medio del espíritu de la Transición que confundió reconciliación con amnesia.
Se trata de los Koplowitz, Fierro, Meliá, Fenosa, Banús y también de muchos de los hijos y sobrinos de los gerifaltes del régimen, como los Cortina o Alcocer. Grandes fortunas que, como explica el autor, fueron «amasadas durante el franquismo» y han mantenido su impronta durante la democracia y continúan, después de dos generaciones, entre las familias más ricas de España.
«El pasado es testarudo. Más de cuatro décadas después, las más rutilantes familias que frecuentaban el palacio de El Pardo siguen ocupando un lugar destacado en el mundo financiero español«, explica Sánchez Soler. Hablamos de empresarios, de falangistas de clase media, de nobles industriosos, de banqueros y de ministros instalados en las puertas giratorias. Para muestra, un dato: hasta 43 ministros de la dictadura se convirtieron en destacados ejecutivos del sector bancario.
La unión del sector bancario y del régimen fue visible desde el incio. El 18 de julio de 1936, los dirigentes de la banca española ya habían tomado partido por el alzamiento militar. Muchos de ellos incluso llegaron a competir en el Ejército de Franco, como los Oriol y Urquijo, los Ybarra, los Arteche, los Gamazo, el hijo del conde de los Gaitanes, Luis de Ussía y Gavaldá, o Juan Claudio Güell Churruca, conde Güell.
«Los grandes financieros españoles se enfrentaron a la República por miedo a que cristalizara un proceso revolucionario, para impedir la aplicación de la Ley de Reforma Agraria, el establecimiento de un impuesto sobre la renta que incluía un tipo impositivo del 7,7% en las rentas superiores al millón de pesetas, y otras normas de carácter social», explica el autor.
También fue este el caso del conocido como último pirata del Mediterráneo, el contrabandista de tabaco Juan March, aunque probablemente su caso es muy diferente al resto. Él hizo fortuna con el régimen, sí. Pero sin su ayuda económica y participación decisiva en el golpe de Estado del 18 de julio probablemente nunca hubiera existido el régimen franquista. «En la actualidad, la fortuna de los March se sitúa en 5.000 millones de euros, participan en el accionariado de 150 empresas y comandan un grupo empresarial que ha sido vanguardia en España en cuanto a bancos de negocios y que goza de una gran liquidez. Los nietos del hombre más rico de España supieron navegar por el proceloso mar del cambio político y salieron fortalecidos, como si el pasado no tuviera nada que ver con ellos», escribe Sánchez Soler.
El matrimonio de la banca con el poder franquista
El Estado franquista y la gran banca formaban parte de una misma voluntad que giraba y giraba y siempre caía en las mismas manos. Tiempo después de la Guerra Civil, ya en los 60, los consejos de administración de las más importantes empresas del Instituto Nacional de Industria, que sumaban un capital desembolsado de 50.444 millones de pesetas, tenían presidentes, vicepresidentes y consejeros que pertenecían, simultáneamente, a las direcciones de los grandes bancos.
¿Ejemplos? «La Empresa Nacional Bazán, la Refinería de Petróleos de Escombreras (Repesa) y la Empresa Nacional de Electricidad estaban presididas por banqueros privados. La empresa Nacional de Hidroeléctrica del Ribagorzana (Enher) tuvo su presidencia hasta finales de 1968 nada menos que a José María Aguirre Gonzalo, entonces vicepresidente del Banesto y consejero de 38 empresas más», escribe el autor.
Sánchez Soler explica que el sistema económico desarrollado por la dictadura convirtió desarrollo y corrupción en las dos caras de un mismo proceso: el de consolidación de un capitalismo español y la forja de las grandes fortunas. Así, de aquellos polvos llegaron a la democracia y hasta nuestros días los lodos de una manera de hacer negocios, de corrupción, de tráfico de influencias, de enriquecimientos ilícitos, puertas giratorios y pelotazos. En definitiva, un capitalismo de amiguetes acostumbrado a encontrar en el Estado a un amigo y aliado para negocios privados.
Como prueba, un dato: hasta 43 ministros de la dictadura se convirtieron en destacados ejecutivos del sector bancario. La banca y la dictadura, en último término, tenían una unidad de destino. Y con la llegada del 20 de noviembre de 1975 y la muerte del dictador poco cambió en la esfera económica. El autor explica que para que todo siguiera como estaba, para que el poder político-financiero no cambiara de manos, era preciso que cambiara el régimen político para poder preservar el sistema económico.
Así, la nueva promoción de políticos democráticos de derechas llegaba directamente de la cúpula franquista. Muchos de los ministros del Gobierno de UCD salido de las elecciones de junio de 1977 llegaban de las estructuras franquistas, pero también de los consejos de administración de las empresas más importantes del país. Como consecuencia, tras los comicios de 1977, 52 diputados de las derechas estaban directamente relacionados con la banca y con las compañías financieras.
«Solo habían transcurrido 18 meses desde el 20 de noviembre de 1975, en que se repartieron las cartas decisivas de una partida histórica en la que los antiguos franquistas se aplicaron a sí mismos la ley de la ventaja. Hasta donde pudieron. Hasta donde les dejaron», apunta Sánchez Soler.
Una tradición que continúa en democracia
La puerta giratoria tan habitual en el franquismo ha continuado siendo una tradición en la España democrática. Sucedió en los grandes partidos: UCD, PSOE y PP, pero llama especialmente la atención en las derechas y en los parlamentarios del Partido Popular que acabaron desembarcando directamente desde su puesto o escaño hasta la presidencia de algunas de las más importantes y estratégicas empresas de España.
«La relación resultaba abrumadora: Rodolfo Martín Villa en Endesa, César Alierta en Telefónica, Xavier de Irala Estévez en Iberia, el excomisario Marcelino Oreja Aguirre en FCC, Pablo Isla en Altadis…», explica Sánchez Soler, que señala que «hasta 57 exministros de PP y PSOE participan o han participado en consejos de administración de empresas vinculadas al sector ministerial del que ellos fueron responsables, o con el que tuvieron una relación como altos cargos».
También muchos hijos y nietos de quienes fueron destacados dirigentes franquistas han mantenido un papel dirigente en la sociedad de hoy. Empresarios y banqueros como Alberto Cortina y Alberto Alcocer, a quienes se les calcula según la obra una fortuna de 950 millones de euros; o Juan Abelló, que tiene una fortuna de 250 millones.
En esta lista de descendientes de altos cargos de prohombres del régimen también estaría José María Aznar, pero no solo. Entre los ministros de la derecha española en democracia han brillado apellidos vinculados al poder franquista como Pio García-Escudero, cuyo padre era procurador en las Cortes franquistas; Jesús Posada, hijo de gobernador civil; Federico Trillo-Figueroa, cuyo padre también fue gobernador civil en diferentes provincias españolas, alcalde de Cartagena y procurador en Cortes; Rafael Arias-Salgado, hijo del exministro franquista Gabriel Arias-Salgado; o la exministra de Justicia Margarita Mariscal de Gante, hija de Jaime Mariscal de Gante Moreno, juez especial del Tribunal de Orden Público.
«Después del pacto de silencio sellado durante la Transición por sus antecesores, para los últimos dirigentes de la derecha española ya no se trata solo de perder voluntariamente la memoria y pasar página. Adentrados en el siglo XXI, quieren poner de moda la ausencia de pasado. Surgir de la nada. La simulación total. Legitimarse a sí mismos sin necesidad de pactos ni consensos. Y, de este modo, si no se tiene pasado, tampoco es necesario esforzarse en explicarlo. ¿Tabla rasa? Como escribió Augusto Comte, muchas veces los muertos nos gobiernan con sus ideas. Incluso cuando nos juran que no las tienen«, sentencia Sánchez Soler.
Fuente: https://www.publico.es/politica/ricos-poderosos-gracia-franco-bendicion-democracia.html