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Río + 20: Mucho ruido y pocas nueces

Fuentes: Aguasfuertes Ambientales

Cayó el telón sobre la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable (Río+20), las pocas luces que la iluminaron, se apagaron lentamente ante el fracaso generalizado y los muy escasos aplausos de los amanuenses de siempre o de aquellos que con un jarro en la mano tratan de obtener un subsidio, vender algún […]

Cayó el telón sobre la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable (Río+20), las pocas luces que la iluminaron, se apagaron lentamente ante el fracaso generalizado y los muy escasos aplausos de los amanuenses de siempre o de aquellos que con un jarro en la mano tratan de obtener un subsidio, vender algún proyectito o la financiación para alguna ONG.

En el gran escenario circense montado, más allá de la frustración y la desilusión de muchos, sin dudas que entre bambalinas, los encargados, productores y directores del montaje, champaña en mano, podrán decir con un dejo de satisfacción: «el objetivo está cumplido».

El maquillaje y la pintura verde sólo alcanzan para teñir un poco, cambiar algunas cosas, para que en realidad nada nada cambie.

Las últimas cumbres de las Naciones Unidas «para salvar el Planeta», ya sea en Copenhague, Cancún o Río de Janeiro, entre tantas, sin excepciones y más allá de algunas consignas loables, declamaciones y apelaciones vacías, desde el punto de vista de los avances concretos han tenido menos eficacia que un embargo por teléfono y la Tierra y los que en ella moran, siguen sufriendo en silencio y no tanto.

Durante más de un año, previo a la misma, se dilapidaron fondos, esfuerzos, congresos, jornadas, encuentros discusiones encendidas, propuestas, para que todo acabara en la crónica de una muerte anunciada, para colmo en una muerte deslucida, ajada, estéril y sin nada de heroísmo.

Eso sí, las crónicas oficiales nos notificaron que representantes de casi 200 países con 12.000 funcionarios, miembros de aproximadamente 9.800 ONG., cerca de 100 jefes de Estado y 4.075 periodistas asistieron a la misma, y con un total de más de 60 toneladas de basura acumulada en los ámbitos donde se desarrolló el evento.

Miles de millones de dólares malgastados, sumados a las esperanzas y utopías desgarradas, para que los sospechosos de siempre arribaran a una destemplada e insustancial declaración final denominada pomposamente «El Futuro que Queremos», que a nadie convence y que menos solucionará los graves problemas ambientales en ciernes.

Al igual que en las recurrentes crisis económicas y financieras del capitalismo, que lo primero que se intenta salvar es a los bancos, en la actual crisis ambiental y por medio de estas conferencias, lo que se pretende es el mantenimiento de las políticas neoliberales y la continuidad de un sistema productivo insustentable, irracional y agresivo, cuyo único objetivo es que los menos sigan ganando la mayor cantidad de dinero, en el menor tiempo y con la menor inversión posible.

En 283 párrafos o ítems, la declaración final, que pocos deben haber leído íntegramente, es un compendio de buenas intenciones, ineficacia cómplice y el reconocimiento palmario de la falta de voluntad política para cambiar las reglas de juego que han llevado al mundo al estado actual de situación.

Para colmo y como viene ocurriendo en otras conferencias, pese a todas las apelaciones a la necesidad de financiamiento, nadie mete la mano en la billetera, ni se compromete seriamente en aportar los fondos necesarios que posibiliten un cambio efectivo en las técnicas, tecnologías y sistemas productivos, de cara al futuro.

Los muchachos de barrio si leyeran o escucharan estas cosas, con sorna y a los gritos, dirían: «basta de versos, dejen de mentir y que aparezca la plata».

Mientras tanto y a la par que todavía resuenan los ecos de los discursos encendidos, apelando a la responsabilidad de todos para salvar el futuro común, la industria armamentista aumenta sus presupuestos a niveles astronómicos para matar con mayor eficiencia y celeridad, y las mineras, petroleras, bancos y los casinos globales se derraman por toda la geografía planetaria, en una danza de billones que nos arrastra en su torbellino devastador.

Se dice bien, que: «el hombre es el único animal que choca más de una vez con la misma piedra» y así es, efectivamente, no aprendemos, seguimos asistiendo y haciendo la corte en estos foros una y otra vez, convalidando la concentración de la riqueza, el deterioro ambiental y la inequidad social.

Bajo la bandera de la economía verde, se consagra el saqueo, la apropiación del patrimonio común y la mercantilización de la naturaleza se hace realidad.

Lo dejo para que lo piense y me despido hasta la próxima Aguafuertes.

Ricardo Luis Mascheroni

Docente