Hace 15 años en un instituto público de un pueblo del norte de Madrid conocí a unos alumnos trillizos de 2º de Bachillerato: buenas personas, brillantes, comprometidos con las causas justas. Les fui siguiendo la pista: hicieron sus carreras y doctorados. Hace poco me encontré con su familia y me contaron que el físico estaba […]
Hace 15 años en un instituto público de un pueblo del norte de Madrid conocí a unos alumnos trillizos de 2º de Bachillerato: buenas personas, brillantes, comprometidos con las causas justas. Les fui siguiendo la pista: hicieron sus carreras y doctorados. Hace poco me encontré con su familia y me contaron que el físico estaba en una universidad argentina, el ingeniero informático en una universidad de USA y la bióloga en un centro de investigación en Francia. No es una anécdota, cualquiera podría citar otros casos. Es una metáfora de lo que está pasando en España: un nuevo exilio laboral que afecta a unos 300.000 jóvenes cualificados desde que empezó la crisis.
Nos vendían que apostábamos por otro modelo de crecimiento, por el I+D+i, por la formación de calidad, que podíamos estar en el grupo de los poderosos (G-20). Pero la crisis, el golpe de estado financiero, son la gran coartada para acabar con nuestros sueños.
Los recortes presupuestarios y la reforma laboral del Gobierno apuntan al modelo de un país en vías de desarrollo que basa su competitividad en bajos salarios, un débil Estado de Bienestar, un derecho del trabajo inexistente y un sistema educativo clasista y, por ello, mediocre. Para que las empresas ganen dinero sin modernizarse. Va a ser la reforma laboral de los 6 millones de parados y la única vía del Gobierno del PP para su reducción es la emigración.
Esto explica la ofensiva contra una educación pública de calidad. En la lógica neoliberal, no interesa gastar en formación para empujar después a la generación de jóvenes más brillante y preparada de nuestra historia a que se vayan del país, presentando la emigración como si fuera una fiesta.
Todo tiene coherencia, el sistema educativo, el mercado de trabajo y el modelo de sociedad al que nos quieren llevar: excelencia para unos pocos y el resto peones y trabajadores precarios y mal pagados en una sociedad cada vez más dual y polarizada. Es evidente que la lucha por una educación pública de calidad y por la derogación de la reforma laboral es la misma y la marea verde no puede faltar a la huelga general del 29 de marzo. Para que no les roben el futuro ni a los jóvenes ni al país.
Agustín Moreno es Profesor de Secundaria
Fuente: Revista ESCUELA, Núm. 3.938 (486), 22 de marzo de 2012