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A 87 años del asesinato de la gran revolucionaria polaca

Rosa Luxemburgo

Fuentes: PTS

El artículo inédito que aquí reproducimos forma parte de una obra más extensa sobre mujeres revolucionarias, de próxima aparición.      «El socialismo dejó de ser un esquema, una bonita ilusión o un experimento realizado en cada país por grupos de obreros aislados, cada uno librado a su propia suerte. Programa político de acción común para […]

El artículo inédito que aquí reproducimos forma parte de una obra más extensa sobre mujeres revolucionarias, de próxima aparición.   

 

«El socialismo dejó de ser un esquema, una bonita ilusión o un experimento realizado en cada país por grupos de obreros aislados, cada uno librado a su propia suerte. Programa político de acción común para todo el proletariado internacional, el socialismo se vuelve una necesidad histórica resultado del accionar de las propias leyes del desarrollo capitalista.» [1]

 

Rosa Luxemburgo

 

 

Corría el año 1871. Días antes de que los obreros franceses proclamaran la Comuna de París[2], el 5 de marzo, nació Rosa Luxemburgo en el seno de una familia judía en Polonia, una mujer cuya vida estuvo signada por la revolución. En esa época Alemania y Rusia se disputaban el territorio polaco. En 1874, su familia se trasladó a Varsovia. Para rusificar el país, el zarismo prohibió hablar polaco. El uso clandestino de esa lengua se convirtió en la forma de protesta de los estudiantes; las escuelas eran núcleos de agitación contra el absolutismo. Ya al terminar sus estudios, a Rosa se le negó la medalla de oro, a causa de su actividad clandestina. A los dieciséis años, Rosa militaba en el Partido Revolucionario Socialista Proletariat, influido por el marxismo. Bajo el terror zarista, en 1889, se creó la Federación de Trabajadores Polacos, en la que también participó. Una huelga convocada en la ciudad de Lodz concluyó con la masacre de cuarenta y seis obreros, asesinados por la guardia zarista. La persecución política obligó a Rosa a exiliarse en Zurich, donde ingresó en la universidad.

Rosa y León Jogiches[3] con Proletariat, la Federación de Trabajadores Polacos y dos grupos escindidos del Partido Socialista Polaco (PPS) fundaron el nuevo partido socialista polaco, que en 1893 comenzó a editar en París el periódico Sprawa Robotnizca (La Causa Obrera). Rosa tenía tan sólo veintidós años. Cuando el partido pidió su adhesión a la IIº Internacional[4], ella redactó el informe, revelando su gran capacidad dirigente. De esa época es su planteo de que la autodeterminación de los pueblos era una herencia de la revolución burguesa, no una tarea socialista, diferenciándose de Lenin, que sostenía el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas.[5]

En 1896, en Silesia, Rosa fue la voz del SPD para la agitación política entre los mineros polacos y, entonces, demostró la capacidad de transmitir y llegar a las masas obreras con un mensaje revolucionario. Los trabajadores le llevaban flores y le rogaban que los ayudara en sus luchas. En 1903 fue juzgada y condenada por insultar al Kaiser.

 

1898: Reforma o Revolución

 

En 1898, Rosa escribe Reforma o Revolución, un folleto polémico contra las posiciones reformistas de Eduard Bernstein[6], uno de los dirigentes del SPD. Esta fue su entrada en escena en el partido. Bernstein planteaba que se podían obtener mejoras para el nivel de vida de las masas trabajadoras, sin necesidad de hacer la revolución. Para Rosa, integrante del ala izquierda de la IIº Internacional, la lucha por las reformas era un medio para conseguir un fin: la conquista del poder político por parte de la clase obrera. Para Bernstein, por el contrario, «El objetivo final sea cual fuere, es nada; el movimiento es todo»[7]. Para él, en ese momento en Europa occidental, no se podía hablar de reacción: la situación de los obreros estaba mejorando. Las consecuencias de su caracterización son contundentes. Bernstein constituyó el brazo teórico de las tendencias oportunistas dentro del SPD, que años después llevaría a la traición histórica de votar los créditos de guerra, avalando la masacre imperialista.[8]

Las ideas de Rosa se difundieron a partir de este trabajo, abriendo una discusión teórica profunda en el seno del SPD y de la IIº Internacional, incluso llegaron a aprobarse resoluciones de repudio a Bernstein que fueron votadas por él mismo; pero tan formalmente que Bernstein y sus aliados permanecieron dentro del SPD. La unidad de las distintas alas dentro del partido obrero mejor organizado, mantenida hasta la revolución de 1918, tuvo un costo político enorme: el proletariado alemán se vio privado de una dirección revolucionaria decidida, a la que no le temblara el pulso a la hora en que la clase obrera estuviera en condiciones de tomar el poder.[9]

 

Entre las guerras y las revoluciones

 

La revolución rusa de 1905 tuvo también sus brotes en la Polonia oprimida por la Rusia imperial.[10] Comenzó con la huelga general en repudio a la masacre del Domingo Sangriento. A partir de entonces se sucedieron las huelgas obreras en Varsovia, Lodz y Sosnovitz por la reducción de la jornada laboral y por aumento de salario en la industria metalúrgica, la construcción, telefónicos, hilanderías, imprentas, obreros del calzado, entre muchos otros. Entre una y otra huelga, entre la cárcel y el lock-out patronal o estatal, los trabajadores organizaron los primeros sindicatos en la clandestinidad.

En la IIº Internacional sólo Rosa se interesaba por las cuestiones rusas y por la escisión en el partido ruso que estaba afiliado a la Internacional, el POSDR[11] y, una vez estallada la revolución, escribe numerosos artículos y pronuncia conferencias ante los obreros alemanes, mientras la burocracia del SPD miraba con mejores ojos a los kadetes[12] y los eseristas[13]. Esto le costó una condena por incitación a la violencia y una temporada en prisión. Al salir, en diciembre de 1905, se traslada clandestinamente a Varsovia, todavía en guerra, a pesar de los consejos de sus camaradas de no hacerlo porque opinaban que era peligroso para una mujer. Al llegar desplegó una febril actividad, a pesar de su frágil estado de salud: desde la redacción de folletos, artículos y proclamas hasta empuñar el revólver para obligar a los  impresores a editar los materiales de su partido; desde la participación en huelgas y manifestaciones hasta pronunciar discursos a las puertas de las fábricas, diciendo que era necesario un levantamiento general.

Mientras tanto, el zarismo ruso, derrotado por Japón en la guerra, y ante la acción revolucionaria de las masas, se vio obligado a reconocer algunos derechos políticos básicos y tuvo que convocar a elecciones. En la división que se provocó dentro del partido ruso entre mencheviques y bolcheviques, Rosa Luxemburgo se mantuvo equidistante. Su concepción de la «organización como proceso» se enfrentaba a la tesis leninista de la necesidad de un partido dirigente, organizado conforme a los principios del centralismo democrático.[14] No eran ésos los fundamentos de la socialdemocracia alemana, sólo preocupada por los recuentos electorales. Contra el conservadurismo político de esa organización, Rosa puso el acento en el papel de las masas obreras en acción, en los pasos que eran capaces de dar sin dirección consciente. Estaba profundamente impresionada por la capacidad revolucionaria de la clase obrera en la acción. Creía que las masas tenían que desbordar y barrer a los dirigentes conservadores y crear organizaciones revolucionarias nuevas. Su postura partía de una errónea interpretación del concepto de autoemancipación del proletariado formulado por Marx: «La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos». Este gran revolucionario demostró, mediante un análisis económico y social científico, que en el sistema capitalista la única clase social capaz de revolucionar la sociedad es la clase obrera. Pero también llegó a formular que para cumplir ese rol histórico, la clase obrera debe tener su propio partido político independiente de la burguesía y de la pequeñoburguesía. Por lo tanto, la autoemancipación del proletariado es válida a nivel histórico, pero no como estrategia política. En su obra Marxismo contra dictadura Rosa escribe «no pueden existir departamentos estancos entre el núcleo proletario consciente, sólidamente encuadrado en el partido, y las capas envolventes del proletariado, ya adiestradas en la lucha de clases, y entre las que aumenta cada día más, la conciencia de clase». Para ella, las masas se volvían revolucionarias en el transcurso de la lucha y en ese momento se creaban las condiciones para que superaran a sus direcciones conservadoras (léase, para ella, la socialdemocracia). En 1906, en su folleto Huelga de masas, partido y sindicatos sostiene que «En la movilización revolucionaria de las masas, la lucha política y la económica se funden en una, y la frontera artificial entre sindicalismo y socialdemocracia como dos formas de organización del movimiento obrero independientes entre sí es barrida por la marea.» [15].

Rosa concebía la conciencia de clase del proletariado como una consecuencia mecánica de su situación en el modo de producción capitalista. No comprendió que entre la conciencia histórica del proletariado (encarnada en el partido) y su conciencia inmediata existe una relación contradictoria. No contempla las rupturas que se producen en la conciencia de la clase obrera en su camino desde las luchas económicas hasta las luchas políticas, producto de derrotas físicas, de desvíos, de cooptación de las direcciones y de sectores enteros del proletariado. Subestima el poder de la burguesía que detenta el aparato ideológico del Estado encarnado en las escuelas, las universidades, los medios de comunicación, la Iglesia. Y sobreestima la capacidad de la clase obrera de poder liberarse de la influencia de ese aparato ideológico por sí misma, a pesar de las condiciones de opresión y explotación en las que vive. Lenin, por el contrario, concebía al partido revolucionario como la conexión indispensable entre el movimiento de masas y la teoría de la revolución. La construcción del partido debía ser una decisión política consciente. Luchó por forjar un partido que reconociera que al capitalismo hay que derrotarlo en la lucha y comprendiera que la clase obrera debía ser dirigida por una organización capaz de mantenerse en pie bajo la presión del combate, que durante años se prepara para el papel que deberá desempeñar en las luchas decisivas, que comprende la necesidad vital de una organización y dirección conscientes.

Pero volviendo a Rosa, en 1907, también participó en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, informando de la labor de la Oficina Socialista Internacional, de la que era la única mujer miembro.

Ante los preparativos de la Primera Guerra Mundial, las críticas contra Rosa arreciaron en las propias filas del SPD. Era presentada por la prensa como «la polaca sanguinaria». Como testimonio quedaron algunas cartas entre Bebel[16] y Adler[17]: «La perra rabiosa aún causará mucho daño, tanto más cuanto que es lista como un mono (blitzgescheit), mientras por otra parte carece de todo sentido de responsabilidad y su único motivo es un deseo casi perverso de autojustificación»[18]; «Con todos los chorros de veneno de esa condenada mujer, yo no quisiera que no estuviese en el partido»[19] Pero también había camaradas que la admiraban. Dijo Ledebour (que no era amigo de Rosa): «La camarada Luxemburgo ha entrado frecuentemente en conflicto conmigo… [Pero] las manifestaciones de masas contra la guerra y los belicistas, como las que han ocurrido, no son realización de Müller y del ejecutivo… sino de la camarada Luxemburgo, gracias a sus críticas.»[20]

Rosa reunía características poco favorables para una sociedad opresiva y discriminatoria: era mujer, judía, discapacitada físicamente y extranjera, pero lo que más contribuyó a que los problemas la persiguieran hasta dentro de su partido fue su espíritu revolucionario. A los veintisiete años, replicó los insultos de la redacción del diario Vörwarts que censuraba sus artículos porque llamaban a la huelga general y a la insurrección. Acusó a los «falsos socialistas» con epítetos como el que sigue: «Existen dos tipos de seres vivos, los vertebrados que gracias a eso pueden andar y, en ocasiones correr, y los invertebrados, que solamente pueden reptar y vivir como parásitos.»[21]

En los inicios de la Primera Guerra Mundial, el 4 de agosto de 1914, el bloque de diputados de la socialdemocracia votó casi unánimemente los créditos de guerra, con la honrosa excepción de Karl Liebknecht[22]. La primera conferencia internacional antibélica fue organizada por mujeres socialistas. Rosa debía acompañar a Clara Zetkin[23] para hacer los arreglos finales de esta conferencia, pero el 18 de febrero de 1915 fue detenida. Se le abrió un primer juicio por incitación a la insubordinación de las tropas, en el cual Rosa acusó al militarismo alemán. El fiscal pidió un año de prisión y el encarcelamiento inmediato; Rosa replicó que si al fiscal le pidieran un año de cárcel, huiría, pero ella no iba a echar a correr: podían encarcelarla o hacer con ella lo que quisieran porque jamás claudicaría en sus convicciones. Su condena levantó una oleada de indignación y sus denuncias del militarismo, el rearme y la guerra imperialista encontraron cada vez más auditorio. En este campo, Rosa encontró a su aliado más fiel, Karl Liebknecht, con el que también coincidía en el internacionalismo. Juntos crearon, en enero de 1916, la fracción dentro del partido socialdemócrata con el nombre de Espartaco, en honor al legendario jefe de la rebelión de los esclavos romanos.

 

1918: el año de la revolución en Alemania

 

Las oleadas de la revolución rusa llegan a Alemania: comienza la revolución en uno de los países centrales y el derrumbe del régimen imperial. El 28 de enero de 1919 se declara la huelga general y se inicia la formación de los Consejos Obreros. El proletariado mejor organizado del mundo se había lanzado a la batalla: como nunca antes estaba en juego el futuro de la revolución mundial.

El 31 de enero la huelga es prohibida y se declara el estado de sitio. La represión comenzó. En marzo son encarcelados Rosa Luxemburgo y otros espartaquistas que difundían propaganda revolucionaria en el ejército. Entre el 15 y el 17 de abril se producen huelgas de masas en Berlín. En septiembre los dirigentes reformistas del SPD deciden participar en el gobierno. El 1º de octubre la Liga Espartaco realiza una Conferencia Nacional y efectúa un llamamiento para formar Consejos de Obreros. El 20 de octubre, Liebknecht es liberado de la prisión de Luckau y es recibido en Berlín por más de veinte mil trabajadores. El 30 de octubre se producen los primeros motines en barcos de la marina de guerra. Son reprimidos y cuatrocientos marinos caen prisioneros. El 1º de noviembre, una gran asamblea de marinos en Kiel exige la libertad de los detenidos. El 3 de noviembre se producen nuevos motines y sus dirigentes son encarcelados. La consecuencia es una marcha que, en su recorrido, consigue desarmar a varios oficiales y diversas patrullas militares. También en Munich hay una manifestación revolucionaria. En Kiel nuevas unidades militares se suman a la rebelión: ya son veinte mil marineros y soldados. Se organizan en Consejos de Soldados -los primeros de la revolución alemana- presididos por el marinero Artelt. Los dirigentes revolucionarios de las grandes empresas hacen un llamamiento a la huelga general. En Stuttgart hay una manifestación a favor de la República Socialista. El día 5 todo Kiel está en huelga. Todo el poder pasa a manos de los Consejos de Obreros y Soldados.

El ministro Noske[24] promete amnistía a cambio de que todo vuelva a la normalidad. El 6 de noviembre, los obreros abandonan las fábricas y, tras algunas escaramuzas con soldados, toman el control de la ciudad. Lo mismo sucede en Bremen, Cuxhaven y otras ciudades. El día 7, la revolución y la formación de Consejos de Obreros se extienden a Munich, Wilhemshaven, Schwerin, Hannover, Colonia y Brunswick. El 8 de noviembre, las masas revolucionarias llegan a las puertas de la prisión de Breslau (Polonia) y liberan a Rosa. Ese día la marea de la revolución y la formación de Consejos de Obreros llega a Oldenburg, Rostock, Magdeburg, Halle, Leipzig, Dresden, Chemitz, Düsseldorf, Frankfurt, Stuttgart, Darmstadt y Nürnberg. Friedrich Ebert, dirigente socialdemócrata, se comunica con el canciller Max de Bade y le dice: «Si el emperador no abdica, la revolución social es inevitable. Tampoco yo deseo la revolución. Para mí es como un pecado.»[25]

En Munich, el Consejo de Obreros y Soldados va al Parlamento, declara el fin de la dinastía de Baviera y proclama la República destituyendo al gobierno monárquico. El 9 de noviembre, la revolución llega a Berlín. La policía abandona sus puestos y los cuarteles son abiertos a las masas, los soldados se muestran neutrales o se unen al movimiento. El canciller Max de Bade anuncia la renuncia del emperador y del príncipe heredero. Entonces, los dirigentes socialdemócratas del SPD proponen a los socialdemócratas independientes la formación de un gobierno común. Max de Bade renuncia y Ebert, socialdemócrata, es nombrado canciller del reich. A las dos de la tarde, Scheidemann proclama la República Alemana en el Reichstag. Se nombra un Consejo de Comisarios del Pueblo integrado por seis miembros: tres del SPD y otros tres socialdemócratas independientes. Los espartaquistas editan ese día el primer número del periódico Die Rote Fahne (Bandera Roja).

El día 10, Ebert es nombrado jefe del Consejo de Comisarios del Pueblo y se pone inmediatamente en contacto con el Estado Mayor para preparar la lucha contra lo que denominaba el «bolchevismo». El 12, el Consejo de Comisarios del Pueblo saca un conjunto de leyes que entre otras cosas promete la implantación de la jornada laboral de ocho horas a partir del 1º de enero de 1919. El día 22 los Consejos de Soldados de Hamburgo deciden apoyar al nuevo gobierno. Les siguen otros consejos. Del 16 al 21 de diciembre se reúne el Primer Congreso de los Consejos de Obreros y Soldados de Alemania.

El programa que los espartaquistas defendieron se basaba en reclamar todo el poder a los Consejos de Obreros y Soldados, la disolución del Consejo de Comisarios del Pueblo presidido por Ebert, el desarme de la contrarrevolución y dotar de armamento al proletariado, formando además la Guardia Roja, y un llamamiento internacional a los proletarios de todo el mundo para la formación de Consejos de Obreros y Soldados para llevar a cabo la revolución socialista mundial. Pero el Congreso adoptó el programa socialdemócrata sin discutir los puntos que planteaban los espartaquistas. El programa aprobado se basaba en dar todo el poder al Consejo de Comisarios hasta que la Asamblea Constituyente estuviese formada, reservando al Consejo Central de los Consejos de Obreros y Soldados un papel de «supervisión parlamentaria».

Se decide adelantar las elecciones para la Asamblea Constituyente al 19 de enero. Mientras tanto, la burguesía trataba de reorganizar sus fuerzas armadas y contraataca en varias ciudades, formando «Cuerpos de Seguridad».

 

Fui, soy y seré

 

La traición de la socialdemocracia se evidenciaba plenamente. Entonces, de las mismas filas espartaquistas surge el Partido Comunista Alemán (KPD), el cual se instituye en un Congreso celebrado entre el 30 de diciembre de 1918 y el 1º de enero de 1919: nacía el primer partido comunista en un país económicamente desarrollado. Rosa fue quien redactó el programa de la nueva organización revolucionaria que se aprobó en el Congreso fundacional.

El 1º de enero es desarmado uno de los regimientos revolucionarios más importantes en Bremen. El día 4 es destituido el jefe de policía de Berlín, Eichhorn, miembro del ala izquierda de los socialdemócratas independientes. Se suceden las manifestaciones contra esta destitución. El día 5 se forma una comisión entre los socialdemócratas independientes y el Partido Comunista para seguir luchando contra la destitución de Eichhorn con un llamamiento a la huelga general y a una gran manifestación el 6, a las once de la mañana. Los revolucionarios van ocupando todos los diarios.

Se le otorgan plenos poderes a Noske para frenar el movimiento. Él contesta: «Bien. Uno de nosotros debe ser el perro policía. No temo esa responsabilidad.»[26] El propio Noske escribió más tarde, rebasando sobrado cinismo: «Si las masas hubiesen tenido jefes decididos, con objetivos claros y precisos, en lugar de pronunciar hermosos discursos, al mediodía de aquella jornada habrían sido completamente dueñas de Berlín.»[27]

Se realizan huelgas de solidaridad con los revolucionarios berlineses en diversas ciudades. Hay enfrentamientos en las calles de Berlín y Spandau. El día 11, los locales del diario socialdemócrata Vorwärts, ocupados por los revolucionarios, son asaltados por las tropas. Noske hace una demostración de fuerza desfilando por las calles de Berlín. El 15 de enero, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron asesinados por soldados que cumplían órdenes del ministro socialdemócrata Noske. El día 25 es el entierro de Liebknecht y de los demás combatientes revolucionarios asesinados. Pero el cadáver de Rosa aún no había aparecido.

El 16 es prohibido el diario espartaquista Bandera Roja. A partir de la celebración de las elecciones a la Asamblea Constituyente el 19 de enero el gobierno se consolida, mientras los consejos son despojados de su poder. Del 20 al 23 de enero se producen huelgas de protesta por el asesinato de Rosa y Liebknecht. El 23, el gobierno declara el estado de sitio en Hamburgo. El 3 de marzo se declara la huelga general en Berlín, reclamando el reconocimiento de los Consejos de Obreros y Soldados, la libertad y el sobreseimiento de todos los presos políticos, la formación de una Guardia Obrera Revolucionaria y la disolución de las fuerzas represivas, además del establecimiento de relaciones económicas y políticas con la Rusia revolucionaria. El gobierno declara el estado de sitio, que continuará hasta el 5 de diciembre. Se dan choques armados en Berlín hasta el día 6, en que las tropas de Noske ocupan la prefectura de la policía. Fracasa la huelga general y se reanuda el trabajo en toda la Alemania central a partir del día 8. El día 10 Leo Jogiches es encarcelado y la policía anuncia que ha muerto al intentar escapar. Nuevos combates  se producen entre el 15 y 18 de abril, día en que las tropas causan mil doscientos muertos al disparar contra las manifestaciones de marineros y trabajadores. Recién el 31 de mayo se encuentra el cadáver de Rosa Luxemburgo.

El Partido Comunista y todas sus publicaciones son prohibidos. A lo largo de 1919 se suceden las luchas y las huelgas, cada vez enfrentadas a un ambiente de mayor represión y persecución por parte del gobierno y las tropas de Noske. El 7 de abril se proclama la República de los Consejos de Baviera, que dura hasta el 4 de mayo cuando las tropas de Noske penetran en Munich y desencadenan una feroz represión. Son fusilados decenas de dirigentes y militantes revolucionarios. La represión se prolonga hasta junio. Las luchas acabaron con el fin de la huelga de los metalúrgicos de Berlín, el 11 de noviembre.

El 5 de diciembre se levanta el estado de sitio en Berlín. La revolución ha sido derrotada, pero no ha muerto. Y sin embargo, esta derrota tuvo un terrible costo para la revolución mundial: el primer estado obrero de la historia, la Unión Soviética, no pudo contar con el vital auxilio del proletariado alemán, uno de los más fuertes de Europa. No contó ni con su capacidad tecnológica ni con su cultura.

Los dirigentes más reconocidos de esta revolución alemana fueron Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Junto a ellos cayeron en las calles miles de obreros revolucionarios; otros inauguraron los primeros campos de concentración. Dicen que todavía se repite una pintada en los muros de los barrios obreros alemanes, que es muy habitual: «¡Trotzalledem!». (¡Adelante a pesar de todo!), la frase que pronunció Liebknecht al enterarse de las amenazas de muerte que pendían sobre ellos.

No han muerto en vano. Las lecciones de la revolución alemana y sus protagonistas contribuirán a la emancipación del proletariado mundial. Pero hay quienes hemos tomado el relevo en la lucha por una sociedad sin explotación ni opresión. En nuestros oídos aún resuenan las palabras finales del artículo El orden reina en Berlín, escrito por esa pequeña mujer que fue una revolucionaria gigante, Rosa Luxemburgo, en la víspera de su asesinato: «‘¡El orden reina en Berlín!’, ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya ‘se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto’ y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!»[28]

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[1] Utopías pacifistas, de Rosa Luxemburgo.

[2] Ver Louise Michel, en el capítulo I de este mismo libro

[3] Leo Jogiches (1867-1919): Fue uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata Polaco y de la Liga Espartaco. Compañero de Rosa Luxemburgo, fue arrestado y asesinado por la policía un mes después de la muerte de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.

[4] La IIº Internacional, fundada en 1889 como sucesora de la Iº Internacional, en sus inicios fue una asociación libre de partidos nacionales laboristas y socialdemócratas, en la que se nucleaban elementos revolucionarios y reformistas.

[5] Rosa Luxemburgo sostenía que era era incorrecto que los revolucionarios afirmaran el derecho incondicional de todas las naciones a la autodeterminación, dado que eso podría fortalecer a los movimientos nacionalistas dirigidos por la burguesía nacional. Sus posturas están desarrolladas en el folleto Junius y en el texto La Revolución Rusa. A estas afirmaciones, Lenin replicaba que es incorrecto afirmar que no puede lograrse la autodeterminación bajo el capitalismo, como lo demostró Noruega, cuando en 1905 obtuvo la independencia de Suecia con la ayuda de los obreros suecos. Por otro lado, si bien es cierto, como decía Rosa, que las clases dominantes se oponen con el discurso contra la explotación y la opresión, los revolucionarios debemos demostrar en la acción a las minorías nacionales oprimidas y explotadas que nuestras consignas no son huecas, como las de los capitalistas. Un gobierno socialista puede ganar como aliadas a las minorías oprimidas solamente si está dispuesto y es capaz de demostrar su apoyo incondicional al derecho de ese pueblo de formar un estado separado si así lo quiere.

[6] Eduard Bernstein (1850-1932): Fue uno de los fundadores y más destacados dirigentes de la socialdemocracia alemana. A la muerte de Engels, inició y encabezó un movimiento revisionista del marxismo tanto en su teoría como en la práctica. Tras abandonar la vía revolucionaria, abogó por la reforma gradual y pacífica del sistema capitalista.

[7] Citado por Rosa Luxemburgo en Reforma o Revolución.

[8] La política de la socialdemocracia alemana se reducía al parlamentarismo -presentarse a elecciones y obtener bancas a costa de grandes concesiones políticas- y al sindicalismo -los socialdemócratas que trabajaban en el movimiento obrero temían a cualquier lucha que fuera más allá de las exigencias de aumento de salario o mejoras en las condiciones de trabajo. 

[9] Como escribió Trotsky años más tarde, un partido leninista de combate, su dirección, sus cuadros, su programa y su experiencia no se pueden improvisar en la hora de la revolución.

[10] La revolución rusa de 1905 surgió del descontento creado por la guerra ruso-japonesa y el despotismo zarista. Comenzó en enero con la masacre de una manifestación pacífica, conocida como el «Domingo Sangriento», y desató una oleada de huelgas que culminaron en la formación de un incipiente poder dual en los soviets (Consejos Obreros). El más importante fue el de San Petersburgo. Fue derrotada en diciembre del mismo año.

[11] Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. En el Congreso de 1903, realizado en Londres, se originó una debate sobre al tipo de organización revolucionaria que debía construirse. Lenin obtuvo la mayoría:  desde entonces se conoció a su tendencia con el nombre de «bolchevique» que significa mayoría en ruso, que sería la dirección de la Revolución Rusa de 1917. La otra fracción, la «menchevique» (minoría, en ruso)  se opuso a la Revolución de Octubre. Lenin en su obra Un  paso adelante, dos atrás da cuenta de esta polémica.

[12] Kadetes es el nombre con el que se designa a los miembros del KDT (Partido Constitucional Demócrata). Partido burgués de Rusia fundado en 1905, dirigido por Miliukov, apoyó la monarquía constitucional, luego se inclinó hacia una república. Participó en el Gobierno Provisional de 1917, trabajó por la derrota del Gobierno soviético después de la Revolución de Octubre. Después de la Guerra Civil existió sólo en la emigración.

[13] Eseristas es el nombre con el que se conoce a los miembros del Socialismo Revolucionario, partido pequeñoburgués en Rusia, que surgió a comienzos de 1902 como resultado de la unificación de diferentes grupos y círculos populistas. Las concepciones de los eseristas constituían una amalgama ecléctica de las ideas del populismo y el revisionismo; los eseristas intentaban, según expresión de Lenin, «arreglar los desgarrones del populismo con remiendos de la ‘crítica’ oportunista en boga del marxismo.»

[14] Lenin y los bolcheviques defendían la necesidad de un partido centralizado de revolucionarios conscientes. Contra la concepción menchevique de una organización laxa, sin límites definidos, Lenin sostenía que para ser miembro del partido era indispensable demostrar un compromiso a través de llevar adelante las resoluciones tomadas por la organización. La disciplina estaba basada en una discusión interna democrática. Esa forma de organización les permitió mantener la actividad revolucionaria incluso en los momentos de mayor reacción, con los dirigentes presos o en el exilio. Los mencheviques, por el contrario, estaban constituidos por un grupo de líderes y una base amplia sin poder real en la toma de decisiones.

[15] Este libro estaba dirigido a enfrentar el creciente oportunismo de la socialdemocracia alemana que escindía las huelgas económicas de la lucha política, restringida a proponer leyes en el Parlamento alemán que mejoraran las condiciones de vida de la clase obrera.

[16] August Bebel (1840-1913): Fue uno de los fundadores y dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán y de la IIº Internacional. Fue autor de La mujer y el socialismo.

[17] Víctor Adler  (1852-1918): Físico y político socialdemócrata, dirigente de la sección austríaca.

[18] Víctor Adler a August Bebel, 5 de agosto de 1910.

[19] Respuesta de Bebel a Adler, 16 de Agosto de 1910. Ambas correspondencias están recopiladas en Rosa Luxembug  de Peter Nettl.

[20] Citado en Rosa Luxemburgo, la liberación femenina y la filosofía marxista de la Revolución, de Raya Dunayevskaya.

[21] Artículo publicado en 1898 en la Leipziger Volkszeitung, revista de la socialdemocracia alemana.

[22] Diputado socialdemócrata cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Aunque acató la disciplina partidaria y votó los empréstitos de guerra el 4 de agosto de 1914, no tardó en repudiar esta política pro-bélica y estuvo encarcelado de 1916 a 1918 por esa razón.

[23] Ver Clara Zetkin, en este mismo libro.

[24] Dirigente del ala derecha de la socialdemocracia alemana. Fue ministro de asuntos militares y responsable político de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

[25] Friedich Ebert (1870-1925): Dirigente del bloque socialdemócrata en el parlamento alemán, chovinista durante la guerra. Asumió el gobierno en 1918 para impedir la revolución y salvar la monarquía. Luego fue premier del gobierno previsional y primer presidente de la república.

[26] Declaraciones ante el parlamento alemán.

[27] Notas de Noske citadas en el artículo «Rosa Luxemburgo y la revolución alemana de 1918-1919», de Jesús María Pérez.

[28] Escrito en alemán por Rosa Luxemburgo el 14 de enero de 1919, la víspera de ser asesinada por los soldados de la Caballería de la Guardia del gobierno del SPD.