«Gobernar a base de miedo es muy eficaz. Si usted amenaza a la gente diciéndoles que les va a degollar, y luego no les degüella, entonces les puede azotar y explotar. Y la gente dice «bueno, no es tan grave». El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante. […]
«Gobernar a base de miedo es muy eficaz. Si usted amenaza a la gente diciéndoles que les va a degollar, y luego no les degüella, entonces les puede azotar y explotar. Y la gente dice «bueno, no es tan grave». El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante. El miedo es, desgraciadamente, más fuerte que el altruísmo, que la verdad, más fuerte que el amor. Y el miedo nos lo están dando todos los días en los periódicos y en la televisión«
(José Luis Sampedro)
La soez y escandalosa forma de provocación del jefe de los empresarios, Juan Rosell, es cada vez más esperpéntica. Ya incluso no da ni miedo, porque llueve sobre mojado. Este señor tiene el récord de provocar a casi todos los colectivos, creo que no le falta ninguno. Ha arremetido contra los jubilados, contra los trabajadores, contra los funcionarios, contra los jóvenes, y cómo no, con especial saña contra los parados y paradas. Su última perla, aunque no es la primera vez que habla del tema, es la que argumenta que «muchas amas de casa y amos de casa se apuntan al paro con la pretensión de cobrar algún subsidio«. En esta aparente y simple frase, se esconden ataques muy flagrantes y muy sonoros desde varios puntos de vista, que denotan, además de mala fe, una ignorancia intolerable y escandalosa para todo un dirigente de la patronal. Aunque, visto lo visto, no parece que podamos exigir grandes listones para estos personajes.
En primer lugar, la mención de «amas y amos de casa» queda ya desfasada. Afortunadamente, no estamos en los tiempos de la dictadura franquista, que quizá añore el señor Rosell, donde se usaba esta terminología, y las señoras, por ejemplo, cuando se les preguntaba sobre su profesión, tenían que indicar la consabida y clásica expresión: «Sus Labores», que además muchas veces se abreviaba como S.L. Señor Rosell, debería usted no ser tan ignorante, o al menos disimularlo en público, dado su cargo, y utilizar otras expresiones, digamos, más actualizadas, que no falten al respeto a ciertos colectivos a los que usted se refiere. Pero creo que el señor Rosell es de los que seguirá llamando «maricones» a los homosexuales masculinos, y «tortilleras» a las femeninas. Ya no existen amas y amos de casa, sino personas que han de cuidar de su hogar, como parte de su entorno, porque además han de cuidar de terceras personas (hijos, nietos, personas dependientes, abuelos), o porque simplemente no tienen otra opción.
Otra indigna expresión que usa el señor Rosell es la de «apuntarse al paro». Bajo esta despectiva expresión se esconde un desprecio absoluto no ya hacia las personas en situación de desempleo, que también, sino hacia la labor de los servicios públicos de empleo, y recién últimamente de los privados, porque no sé si el señor Rosell se ha enterado de que la función principal de los servicios públicos de empleo (SEPE Estatal y delegaciones en todas las Comunidades Autónomas) está siendo cada vez más traspasada, como objeto de aplicación de la última Reforma Laboral del PP, tan aplaudida por la gran patronal, a las clásicas agencias de colocación privadas, y a las agencias de trabajo temporal (ETT). El tono despectivo con el que el señor Rosell habla de «apuntarse al paro» hace aparecer a todos los desempleados/as como auténticos vagos y aprovechados del sistema, que a modo de parásitos del mismo, están al acecho de todas las situaciones de las cuales puedan sacar tajada, esto es, puedan obtener algún beneficio económico. Parece mentira que el máximo representante de los empresarios de este país ignore el significado de estar en paro, y de que nadie se «apunta al paro» como quien se apunta a un sorteo, sino que es un proceso rigurosamente controlado, temporalmente confirmado, y dinámicamente vinculado no sólo al derecho a una posible prestación económica, sino y sobre todo, a proporcionar un trabajo estable y de calidad a esta persona (humana) que lo necesita.
Quizá el señor Rosell alude a esta actitud, a esta práctica de «apuntarse al paro» y a esta picaresca de «conseguir un subsidio» porque nunca se ha visto en los duros tragos que está atravesando la inmensa mayoría de gente en este país, pues estamos ya en una situación donde no sólo es que exista un elevadísimo desempleo, sino que además, las personas que consiguen un empleo continúan en situación de pobreza, porque ese «empleo» no les garantiza suficientemente los ingresos mínimos para una vida digna. Precisamente, junto con el Gobierno, el colectivo del que el señor Rosell es el máximo representante se está encargando de ello, es decir, de que los empleos en este país sean cada vez más precarios, más temporales, más limitados, más parciales, más insuficientes, más indignos, más inestables, más indecentes, por lo cual, quizá a estas personas que «se apuntan al paro» no les merece mucho la pena demandar un empleo, sino asegurarse una prestación mínima del sistema, que les permita mendigar un poco al Estado, vivir de su indigencia social, sobrevivir con la limosna que hoy día suponen las ayudas sociales.
Y por ejemplo, mientras en Alemania se acaba de aprobar definitivamente un salario mínimo interprofesional de 8,5 euros la hora, el nuestro es justo la mitad, y aún proponen los empresarios a los que representa el señor Rosell su reducción, incluso su eliminación. Quizá ello tiene su explicación en que la gente como el señor Rosell nunca pasará por esa situación, nunca vivirá esa precariedad, porque seguramente disfrutará de un patrimonio personal que le garantice que siempre tendrá los riñores bien cubiertos. Pero, también quizá, para comprender las necesidades de esos ciudadanos/as que se «apuntan al paro», bien le vendría por un tiempo despojarse de todos sus bienes, de todo su patrimonio personal, de todos sus beneficios empresariales, de todas sus rentas, y experimentar durante algún tiempo la angustia vital que se siente cuando has de llegar a fin de mes, respondiendo a tus deudas, y además cubriendo las mínimas necesidades de tu familia. Así que, señor Rosell, le pedimos simplemente un poco de respeto y consideración hacia el colectivo de los desempleados/as, un poco de empatía y comprensión con la gente que lo está pasando muy mal, aunque no sabemos si será usted capaz de dicho ejercicio, porque como dice el refrán, no se le pueden pedir peras al olmo.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.
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