La publicación de unas caricaturas de Mahoma, en un diario danés, ha provocado violentas reacciones entre los musulmanes. La reacción, a primera vista, parece fanática. Mirada con detenimiento sobre la situación política y los valores religiosos, no tanto. Prohíbe el Corán representar el rostro del Profeta. Ningún musulmán lo ha hecho nunca. Hacerlo significa zaherir […]
La publicación de unas caricaturas de Mahoma, en un diario danés, ha provocado violentas reacciones entre los musulmanes. La reacción, a primera vista, parece fanática.
Mirada con detenimiento sobre la situación política y los valores religiosos, no tanto. Prohíbe el Corán representar el rostro del Profeta. Ningún musulmán lo ha hecho nunca.
Hacerlo significa zaherir un valor esencial de su religión. Atropellar lo más profundo de sus creencias. Pero, aún teniendo en cuenta tal sentimiento, no es la única explicación.
Es también expresión del repudio que les merece la política occidental hacia ellos. Dos países musulmanes, Afganistán e Iraq, están ocupados por (y en guerra contra) EEUU.
Otro país islámico, Irán, está gravemente amenazado por Europa y EEUU. El pueblo palestino lleva sesenta años sufriendo la ocupación israelí, apoyada por Occidente.
A esos agravios debe sumarse la memoria del periodo colonialista, la obscena presencia militar extranjera, la invasión cultural, las tiranías sostenidas para controlar el petróleo…
Demasiadas ofensas acumuladas demasiado tiempo. La burla a su fe es gota que colma el vaso. La reacción es comprensible. Occidente ahoga. En Oriente asoma la rebelión.