Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cada nuevo desastre demuestra que la industria nuclear y los gobiernos mienten para «evitar pánico», para preservar el mito de la energía nuclear «segura y limpia» y para apoyar los subsidios gubernamentales. Tanto Tokio como Washington ocultaron los riesgos de radiación de Fukushima y -al enfrentarse a evidencias innegables- simplemente elevaron los niveles de riesgo «aceptable» para que correspondieran a mayores niveles de exposición.
El libro Nuclear Roulette [Ruleta Nuclear] desmantela los argumentos cruciales tras el «Renacimiento Nuclear» del complejo nuclear-industrial. Aunque algunas críticas son familiares -la energía nuclear es demasiado costosa, demasiado peligrosa y demasiado inestable- otras son sorprendentes: Nuclear Roulette saca a la luz vínculos históricos con las armas nucleares, impactos en las tierras y vidas indígenas y las maneras en que la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) a menudo se orienta según la industria, reescribiendo reglas para asegurar que incluso plantas con problemas lleguen a cumplirlas. Nuclear Roulette cita registros de NRC que muestran cómo las corporaciones postergan rutinariamente el mantenimiento y enumera «fallas por poco» en EE.UU., que promedian más de una por mes.
Truthout entrevistó al autor del libro, Gar Smith:
Mark Karlin : La primera parte de su libro cubre 24 argumentos contra la energía nuclear. Hablemos de un par, comenzando por uno que incluye un poco de la mayoría de los demás. ¿Cuáles son los peligros catastróficos de las plantas nucleares que detalla en el Capítulo 4?
Gar Smith: La energía atómica no es práctica desde numerosos puntos de vista. La energía nuclear ha resultado demasiado costosa para sobrevivir sin masivo apoyo gubernamental y rescates con dineros públicos. La energía nuclear es inherentemente poco fiable porque los reactores deben detenerse regularmente para reemplazar combustible. Los reactores también sufren «detenciones no planificadas» lo que significa que pueden estar desconectados más de un 10% del tiempo. En 2011, los propios registros de la NRC revelaron que por lo menos un 75% de los reactores de EE.UU. filtraron rutinariamente tritio radiactivo.
Los reactores nucleares no son eficientes desde el punto de vista energético. Producen mucho más calor del que pueden llegar a utilizar. Se necesitan hasta 1.900.000 litros de agua por minuto para mantener frías esas instalaciones. Incluso entonces, se desperdicia cerca de dos tercios del calor y hay que verterlo en vías acuáticas cercanas o en la atmósfera. Un reactor es como un coche deportivo construido para viajar a 1.000 kilómetros por hora en un mundo en el cual el límite de velocidad es de 100 km/h. Para operarlo con seguridad, hay que apretar continuamente el pedal del freno. Y ¡buena suerte! si los frenos fallan.
El mundo ha vivido tres sucesos catastróficos en tres décadas con explosiones, incendios y fusiones accidentales, en Three Mile Island, Chernóbil y Fukushima. A esto hay que agregar la creciente cantidad de accidentes cuando los reactores obsoletos de EE.UU. y todo el mundo siguen agrietándose, filtrando y fallando. Guste o no a la industria, es inevitable que los accidentes nucleares aparezcan en las noticias.
La industria nuclear habla mucho de nuevos y mejores reactores. ¿Cuál es la realidad tras esa afirmación?
Aunque hay nuevos diseños, hasta ahora ninguno de ellos se ha construido o se ha comprobado totalmente. Es probable que la mayoría de los reactores de la denominda Generación IV nunca se construyan. Los nuevos reactores AP1000 que se construyen en Georgia y Carolina del Sur tienen errores básicos de diseño que llevaron al antiguo presidente del NRC a votar en contra de que se les otorgara una licencia. La construcción de los dos reactores AP1000 Vogtle (apoyada con miles de millones de dólares en garantías de préstamos respaldadas con fondos públicos) ha estado plagada de construcción de mala calidad y materiales de segunda.
Aparte de los nuevos reactores propuestos (que operarían a temperaturas dos o tres veces mayores que las plantas existentes), el Departamento de Energía está suministrando fondos para dar el puntapié inicial a algo llamado un pequeño reactor modular. Esas «mini-plantas nucleares» podrían instalarse en un garaje para dos coches, pero probablemente se colocarían bajo tierra. La dispersión de esos pequeños reactores por doquier aumentaría los riesgos de seguridad, magnificaría los peligros de suministro y transporte y no haría nada para reducir el peligro de accidentes de los reactores ni la liberación rutinaria de radiactividad.
Entiéndase bien: las plantas nucleares no generan electricidad. Producen solo tres cosas: vastas cantidades de calor (que se utiliza para hacer girar las turbinas que generan electricidad), contaminación radiactiva (en la forma de filtraciones «permisibles» que se han relacionado con tumores de la tiroides y leucemia infantil) y toneladas de basura radiactiva.
Recientemente, la energía nuclear se ha promovido como una alternativa limpia a los combustibles fósiles, pero incluso si la energía atómica estuviera libre de carbono (y no lo está), depender de ella para eliminar aunque sea la mitad de las emisiones de CO2 del mundo que calientan el clima requeriría la construcción de 32 nuevos reactores al año. Y eso no va a suceder.
En los años cincuenta y sesenta, hubo un gran movimiento antinuclear europeo y estadounidense que incluyó protestas masivas contra bombas y plantas nucleares. ¿Qué pasó? No se puede decir que la energía nuclear siga siendo un tema en las noticias excepto cuando hay una fusión como la de Fukushima.
Ahora bien, muchas de esas protestas se hicieron para impedir la construcción de nuevos reactores. Una vez que los reactores fueron terminados y funcionaban, las protestas perdieron su motivo. En cuanto a la carencia general de noticias críticas, esto tendría algo que ver con el hecho de que las principales redes son corporativas y se han consolidado en unas pocas con el paso de los años. Sus intereses son corporativos.
Cuando el escape radiactivo de Fukushima llegó a la Costa Oeste, se aseguró al público que el yodo-131 en el agua de la lluvia tenía una vida media radiactiva de «solo» seis días. Pero si se quiere saber realmente cuánto tiempo sigue siendo peligoso un isotopo, hay que multiplicar la vida media por diez.
Truthout publicó recientemente un pasaje de Nuclear Roulette sobre relaciones públicas de la industria y del gobierno para promover la energía nuclear. ¿Cómo se manifiesta algo semejante?
Un ingeniero nuclear señaló una vez: «La energía nuclear puede ser segura y puede ser barata. Pero no las dos cosas al mismo tiempo». Los desastres nucleares de Pensilvania, Ucrania y Japón han demostrado una reacción común de la industria y del gobierno, un modelo de arrogancia, negación y engaño. La premisa básica es que la tecnología nunca puede fallar. Cuando falla, se niega que exista un problema. Finalmente, cuando el problema se sale de control, se recurre al engaño para no tener que rendir cuentas.
Después de las fusiones de Fukushima, la Casa Blanca aseguró falsamente al publicó que la lluvia radiactiva nunca llegaría a EE.UU. La Agencia de Protección del Medioambiente (EPA) no publicó la evidencia de que sus monitores RadNet detectaron yodo y cesio radiactivos en el agua de lluvia de la Costa Oeste. En Japón, cuando los niveles de radiación aumentaron por sobre los niveles «seguros», Tokio respondió aumentando la exposición «permisible» a la radiación. EE.UU. hizo lo mismo. EE.UU. ha reducido su monitoreo de la contaminación de detección diaria a pruebas trimestrales. Como las fusiones de Fukushima aún no se han contenido, es algo indefendible.
¿Cuál es la posición actual del presidente Obama sobre el desarrollo de la energía nuclear?
El que trató de crear un «renacimiento nuclear» acelerando la autorización de reactores y prometiendo a la industria miles de millones de dólares de apoyo gubernamental fue George W. Bush. El presidente Obama superó inicialmente a Bush, ofreciendo duplicar el monto del rescate nuclear del gobierno. Aunque Obama ha hecho compromisos importantes con el financiamiento de programas de energía renovable, sigue siendo un aliado del lobby nuclear. Fukushima es el ejemplo más ilustre.
Después de la triple fusión, Tokio cerró todos sus reactores. (Dos se reiniciaron despúés, pero sus días están contados ya que se ha descubierto que se encuentran sobre una falla activa en transformación). Japón anunció públicamente planes de cerrar permanentemente todos sus reactores hasta 2030, pero de repente hubo un abrupto cambio de opinión. ¿Qué pasó? Según informes de Nikkei News Service, la secretaria de Estado de EE.UU., Clinton, informó al entonces primer ministro Yoshihiko Noda de que el plan antinuclear de Japón planteaba un problema a la «estrategia energética» de EE.UU. y le aconsejaron que no abandonara la pista nuclear.
En Nuclear Roulette, usted trata los peligros de los reactores anticuados. ¿Cuál es la magnitud de este peligro en EE.UU.?
En 2008, un estudio del gobierno estableció que las «condiciones degradadas» en los reactores estadounidenses anticuados eran responsables de n 70% de los «problemas potencialmente graves de seguridad» de la industria. A pesar de esas advertencias, la industria nuclear presionó con éxito a la NRC para que comenzara a ampliar los 40 años de vida operativa de 52 reactores anticuados de EE.UU. a 60 años. En junio de 2012, la NRC se reunió para considerar la extensión de algunos permisos de operación hasta 80 años, el doble de la vida operativa de los reactores.
¿En qué medida se acomoda la NRC a la industria que regula?
Como candidato a presidente en 2008, Barack Obama calificó a la NRC de «agencia moribunda… cautiva de la industria que regula». Hay gente buena en la NRC pero, demasiado a menudo, la NRC (como otras agencias gubernamentales) actúa menos como un vigilante que como un facilitador. Gracias a este complejo regulador-industrial, la NRC ha reescrito repetidamente las reglas para permitir que las plantas que fallan sean aprobadas.
Una investigación de 2011 de Associated Press reveló que la NRC ha estado «trabajando estrechamente con la industria de la energía nuclear para mantener operativos dentro de los estándares de seguridad los reactores anticuados de la nación, debilitando repetidamente esos estándares, o simplemente al no imponer su cumplimiento».
Tiene un capítulo sobre fallas por poco e increíbles contratiempos. ¿Cuáles son algunos de estos?
Ha habido más de 50 desastres nucleares importantes en todo el mundo en los últimos 60 años, incluidos incendios, explosiones y fusiones que causaron muertes, evacuaciones masivas y contaminación permanente de tierras corriente abajo. Por lo menos 11 trabajadores han resultado muertos en accidentes de reactores en EE.UU. Tres técnicos del ejército murieron en una explosión en un reactor del gobierno en Idaho en 1961 (hubo que enterrar sus cadáveres en ataúdes forrados de plomo). Otros ocho trabajadores murieron en una serie de tres explosiones durante un período de 14 años en el reactor Surry en Virginia.
Aparte de esas fatalidades ha habido numerosas fallas por poco. En 1975, un trabajador que utilizaba una vela para buscar fugas de aire provocó accidentalmente un incendio en la planta Browns Ferry en Alabama. El incendio duró más de siete horas y uno de los dos reactores sufrió una casi fusión.
En 1981, dos reactores de San Onofre, en California, se cerraron para reparar 6.000 tubos de vapor dañados de los generadores. Durante el reinicio, la planta comenzó a arder, destruyendo uno de los dos generadores de emergencia de la planta. En febrero de 2012, un problema similar de tubos de vapor causó una liberación de gas de hidrógeno radiactivo que volvió a cerrar los reactores de San Onofre. A pesar de una segunda filtración de hidrógeno en octubre, los operadores de la planta han solicitado permiso a la NRC para reiniciar un reactor y operarlo durante cinco meses al 70% de su capacidad para «ver si es seguro».
En 2002, los inspectores de Ohio descubrieron un «agujero en la cabeza» de la vasija del reactor en la planta Davis-Besse. La corrosión era tan amplia que planteaba un peligro inminente de explosión masiva y emanación de radiación.
Es importante señalar que los reactores de Fukushima fueron diseñados y construidos por General Electric, y que 23 de esos reactores «al estilo de Fukushima» están actualmente instalados en 16 sitios en 12 Estados de EE.UU. Cuando la Supertormenta Sandy afectó la Costa Este, paralizó cinco reactores a su paso, incluidos tres reactores al estilo de Fukushima. El reactor de Nine Mile Point fue cerrado, el reactor Fitzpatrick comenzó a arder y la inundación en el reactor Oyster Creek llegó a 15 centímetros de incapacitar las bombas de enfriamiento de la piscina de combustible gastado. (Si hubieran fallado, el «arreglo» recomendado por la NRC era utilizar una «manguera de incendios» para enfriar la planta.)
La energía nuclear es exponencialmente más peligrosa que cualquier otra fuente de energía. Los reactores se diseñaron para operar en un planeta más benigno, no en un mundo desgarrado por grandes terremotos, épicas erupciones solares, huracanes extremos, inundaciones, incendios y sequías.
Concluye con una sección sobre las alternativas a la energía nuclear. ¿Cuáles son algunas de las principales y por qué no avanzamos hacia ellas?
Me alegro de que haya formulado esa pregunta. A pesar de toda la atención a los aspectos negativos de la energía nuclear, es importante señalar que la tercera parte del libro está dedicada a las soluciones.
La energía eólica es el sector energético de más rápido crecimiento en el mundo. Se estima que el potencial de la energía eólica basada en tierra es 20 veces mayor que el consumo actual de energía eléctrica del mundo. Mientras que se tardó 24 años en construir el último reactor estadounidense, una turbina eólica de 1,5 megavatios puede instalarse en un día y estará produciendo electricidad en cosa de semanas. En California, 100.000 paneles solares en los techos están generando más de un 1 gigavatio de electricidad limpia.
Estas tecnologías son favorecidas por nuevos enfoques estructurales que van de micro-redes de tecnología mixta a propiedad y producción municipal. Y hay opciones de política que prometen aumentar la eficiencia, reducir el consumo y conducir a una era de «democracia energética» en la cual la energía es producida localmente por dueños de casas en lugar de servicios comerciales.
Basta con mirar a Alemania. La canciller Angela Merkel fue una propugnadora de la energía nuclear hasta el accidente de Fukushima. Ahora ha cerrado ocho de los 17 reactores del país y planifica que se complete la transición de la energía nuclear hasta 2022. Alemania ha agregado más de diez gigavatios de energía solar a la red y ha abierto poderosas granjas eólicas en la costa.
¿Cuál es el obstáculo? Una poderosa y consolidada elite domina la política energética de EE.UU. La creciente disparidad de la riqueza ha transformado EE.UU. Nuestra democracia en dificultades ha sido reemplazada por una plutocracia estranguladora. Como cualquier otro proveedor corporativo de energía, la industria nuclear está profundamente arraigada en la vida económica y política de EE.UU. Cada vez que se permite que se acumule gran riqueza y poder, los que se benefician de esa concentración tratan inevitablemente de defender y ampliar su control sin que importe el coste para la salud pública, la democracia o incluso el bienestar del planeta a largo plazo.
Ernest Callenbach y Jerry Mander escriben en el prólogo de Nuclear Roulette: «sería un inicio auspicioso del nuevo siglo que pudiéramos alentar un movimiento revitalizado para detener toda la producción nuclear y cerrar de inmediato toda instalación nuclear, militar y civil. Entonces podremos dedicar nuestra pericia y nuestros recursos a encontrar verdaderas soluciones a los desafíos reales de nuestra época: desarrollar una sociedad sostenible, consciente de la energía, y pacífica». ¿Qué posibilitaría una transformación semejante de nuestra vida cultural y política?
Hay individuos que ya han iniciado la transición de combustibles fósiles a limpios renovables. El enfoque de excavar/quemar/desechar de la energía está siendo cuestionado por las nuevas tecnologías que producen energía limpia y gratuita que viene del cielo en la forma de rayos de sol y brisas.
Al mundo no solo se le están acabando los combustibles fósiles a bajo coste; también se nos acaba el mineral de uranio de alto grado. Algún tipo de transición es inevitable porque todos esos recursos minerales son limitados. La única pregunta es ¿cuánto daño podremos infligir mientras tanto a la salud humana y al planeta?
Realmente tenemos que concentrarnos en sacar del servicio activo nuestros reactores. No cabe duda, la eliminación del servicio activo es un proceso largo y costoso, pero es infinitamente más asequible que la limpieza después de una sola fusión nuclear. Sacar del servicio activo un reactor puede costar 10.000 millones de dólares durante diez años, pero se cuenta con que la limpieza del lío de Fukushima durará 30 años y costará 137.000 millones.
¿Qué futuro nos espera? Mirad hacia Arabia Saudí. Incluso la familia real saudí puede ver las señales. El reino anunció recientemente planes de instalar 54.000 megavatios de energía limpia, renovable, durante los próximos 20 años.
Mark Karlin es editor de BuzzFlash en Truthout. Sirvió como redactor y editor de BuzzFlash durante diez años antes de unirse a Truthout en 2010. BuzzFlash ha obtenido cuatro Project Censored Awards.
rCR