La práctica de las Instituciones Financieras Multilaterales es opuesta a su discurso, también en relación a la crisis climática. Frente a una realidad preocupante, éstas crean oportunidades para lucrar más y más. En noviembre de 2008, el presidente de Bolivia, Evo Morales, escribió una carta abierta titulada «Cambio climático: es preciso salvar al planeta del […]
La práctica de las Instituciones Financieras Multilaterales es opuesta a su discurso, también en relación a la crisis climática. Frente a una realidad preocupante, éstas crean oportunidades para lucrar más y más.
En noviembre de 2008, el presidente de Bolivia, Evo Morales, escribió una carta abierta titulada «Cambio climático: es preciso salvar al planeta del capitalismo». En ella, Morales expresa las demandas y preocupaciones de muchos pueblos, movimientos y organizaciones en trono a la crisis climática y a las decisiones que están siendo tomadas por aquellos que se hacen llamar «nuestros líderes». Cuando una de las principales soluciones señaladas es fortalecer el papel de Instituciones Financieras Multilaterales (IFMs) -como el Banco Mundial-, fundamentales en la elaboración e implementación de las mismas políticas responsables por la crisis, no es posible evitar preguntarse sobre si el objetivo es salvar al planeta o al capitalismo.
La sobre-explotación de los recursos naturales y el sobre-consumo, principalmente por parte de los países del Norte, son las causas del cambio climático. Como resultado de las actividades humanas, cambios extremos en el clima, sequías e inundaciones, disminución de la productividad agrícola, perdida de especies y destrucción de ecosistemas, aumento en el nivel del mar, la desaparición de territorios, el severo aumento de refugiados ambientales y otros conflictos sociales, pueden ser parte de nuestro vida cotidiana, si transformaciones radicales no son implementadas ya.
La sequía en la Amazonia en 2005 -región que detenta más del 20% del agua dulce de la Tierra-, que afectó a más de 250 mil personas en los estados de Amazonas y Pará, es un claro ejemplo de esta presente amenaza (1). Pero, como si esto fuera poco, el agua, la tierra y las culturas tradicionales serán convertidas en mercadería. Ahora, hasta el calentamiento global se convirtió en negocio. Es un negocio lucrativo.
Contradicciones que se repiten
Falsas soluciones, como el mercado de carbono, los agrocombustibles, las hidroeléctricas y la energía nuclear, están siendo cada vez más promovidas. Los que más contaminan no están interesados en cumplir con los pocos compromisos asumidos. Hasta 2006, las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) aumentaron en torno del 9,1% en relación a los niveles de 1990 (2). Además de eso, las propuestas presentadas priorizan mecanismos de mitigación y adaptación que, en el fondo, evitan reducciones reales en las emisiones y abren el camino para más negocios. Uno de los líderes de este proceso es el Banco Mundial.
Históricamente, este Banco ha sido uno de los mayores financiadores de grandes hidroeléctricas, termoeléctricas, de agronegocios, de proyectos de combustibles fósiles y de la privatización del sector de energía; todos los que, de una forma u otra, contribuyen al calentamiento global. El Banco continúa invirtiendo entre 2 y 3 mil millones de dólares por año en proyectos de energía, responsables por emisiones de GEI. Aunque el «Análisis de las Industrias Extractivas», realizado por el propio Banco Mundial, había recomendado en 2004 que «el Grupo Banco Mundial debe reducir gradualmente las inversiones en producción de petróleo hasta 2008», en 2007, su apoyo financiero para proyectos de combustibles fósiles, en verdad, aumentó. Por otro lado, en el año fiscal 2006, los préstamos del Banco para proyectos de energía renovable representaban menos del 4% de sus U$S 4,4 mil millones en préstamos para el sector de energía (3).
Un ejemplo en la Amazonia
Las emisiones de GEI resultantes de la deforestación representan el 20% de las emisiones globales y en Brasil el 75% de las emisiones nacionales. Mientras que en Brasil la principal fuente de deforestación es la ganadería extensiva, la Corporación Financiera Internacional (CFI), brazo del Banco Mundial, que financia al sector privado, aprobó, al inicio de 2007, un préstamo por 90 millones de dólares para el frigorífico Bertim, con el objetivo de duplicar la capacidad de abastecimiento anual en Marabá (Pará) y expandir sus actividades en Rondonia y Mato Grosso (4). Es decir, la CFI está financiando la emisión de CO2 resultante de la deforestación y del metano proveniente de la cría de ganado.
Sin embargo, el Banco Mundial continúa proclamando su preocupación en torno al cambio climático y lidera el lucrativo mercado internacional de carbono. Antes de lanzar el Fondo de Inversiones para el Clima, en julio de 2008, el Banco ya administraba diez diferentes fondos globales totalizando más de 2 mil millones de dólares, en nombre de 16 gobiernos y 64 empresas privadas, con un ganancia del 13% sobre cada transacción (5).
Los primeros proyectos de comercio de carbono -como captación de metano de depósitos de basura tóxica y el descarte de carbono a partir de plantas genéticamente modificadas- resultaron de grandes lucros para empresas de los respectivos sectores y comisiones para el Banco Mundial. Por otro lado, éstos han demostrado eficiencia limitada en reducir las emisiones, además de promover otros problemas socioambientales.
Tales proyectos, que otorgan a las corporaciones «el derecho a contaminar», no modifican las prácticas de producción y consumo necesarias para lidiar con el problema de forma estructural. Ahora, el Banco será el administrador -lo que significa más préstamos- de más de 50 mil millones de dólares. Este valor será destinado a los países del Sur para que se adapten al cambio climático. En otras palabras, más deuda externa ilegítima, más condicionalidades, más ganancia para las transnacionales del mercado y un aumento de la deuda ecológica y social que el Norte ya debe al Sur.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) también ya incorporó el cambio climático en su discurso. Sin embargo, otra vez, el camino entre el discurso y la práctica es largo. El BID ya está, por ejemplo, incorporando en sus planes y proyectos la condición de que el país incluya un fondo para cubrir los riesgos climáticos. De esta forma, además de no prohibir, o por lo menos evitar los riesgos climáticos, cualquier riesgo es cubierto por el tomador del préstamo y no por el Banco.
Una crisis conduce a otra
Con una contribución inicial de 20 millones de dólares, el BID lanzó, en agosto de 2007, el Fondo de Energía Sostenible y Cambio Climático, dirigido principalmente al financiamiento de los agrocombustibles y las iniciativas de mitigación y adaptación (6). La producción de los agrocombustibles, a ser utilizados en los automóviles de los países del Norte, ocurre a costa del aumento de los precios de los alimentos y, de esta manera, de la soberanía alimentaria, en un contexto en que ya se vive una grave crisis de alimentos. Cuando ocupan áreas de cultivos, expulsando a la agricultura familiar, destruyen tierras que son depósito de carbono, como los bosques.
De esta misma forma, los proyectos de asistencia técnica del Fondo Monetario Internacional (FMI) para los «desafíos macroeconómicos, fiscales y financieros del cambio climático», son acompañados de condicionalidades que violan el derecho soberano de los pueblos de determinar su propio futuro.
«Nuestros líderes» deberían reconocer a los países del Sur como acreedores de una abultada deuda ecológica y garantizar reparaciones y restituciones por los crímenes climáticos cometidos. En la medida que el 90% de las emisiones de carbono provienen de las corporaciones y de los países del Norte, las poblaciones que más sienten las consecuencias están en los países del Sur. Los culpados por tales crímenes deben ser responsabilizados, y no fortalecidos. Los proyectos y programas orientados a tratar la crisis climática deben ser pagados por los gobiernos del Norte, por las corporaciones y por la elite global, no por los pueblos.
En el fondo, la única solución real es atacar las causas estructurales del cambio climático. Como dice el presidente Evo Morales: «el cambio climático ha colocado a toda la humanidad frente a una gran disyuntiva: continuar por el camino del capitalismo y de la muerte, o construir el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida». ¿Que camino vamos a elegir? Si el clima continúa en manos de las IFMs ya sabemos la respuesta.
Fabrina Furtado es economista y secretaria ejecutiva de la Red Jubileo Sur
Este artículo fue publicado originalmente en portugués en la revista Contra Corriente: «¿Quien gana con la destrucción de la Amazonia?», editada por Rede Brasil sobre Instituciones Financieras Multilaterales y presentada en ocasión del Foro Social Mundial de 2009. – Tomado de Choike.
Notas al pie de la páginas:
(1) De Souza Braga, Osvaldo e Zanchetta, Ines. Sequía en la Amazonia: Alguna cosa está fuera del orden. Octubre, 2005. Disponible en: www.brasiloeste.com.br/noticia/1654/seca-amazonia
(2) Morales, Evo. Salvemos al planeta del capitalismo. Noviembre, 2008. Disponible en: www.alternativabolivariana.org/modules.php?name=News&file=article&sid=3749
(3) SEEN. How the World Bank Energy Framework Sells the Climate and Poor People Short. Setiembre, 2006. Disponible en: www.seen.org
(4) IFC. Latin America and the Caribbean: Project Information. 2007. Disponible en: www.ifc.org/ifcext/lac.nsf/Content/Project+Information
(5) WORLD BANK. Carbon Funds and Facilities. Disponible en: www.worldbank.org
(6) BID. Fondo de Energía Sostenible y Cambio Climático del BID (SECCI) apoya esfuerzos de Brasil-Estados Unidos para promover biocombustibles en América Central y el Caribe. Enero, 2008. Disponible en: www.iadb.org/news/detail.cfm?language=SP&id=4371