Sin embargo, la huella de la revolución bolchevique está ahí, y se encuentra en los territorios cotidianos conquistados por las mujeres y en las leyes que aseguraron los derechos de los trabajadores (en la reducción de las horas de trabajo diarias y en el derecho a vacaciones pagadas, en la asistencia sanitaria gratuita y en […]
Sin embargo, la huella de la revolución bolchevique está ahí, y se encuentra en los territorios cotidianos conquistados por las mujeres y en las leyes que aseguraron los derechos de los trabajadores (en la reducción de las horas de trabajo diarias y en el derecho a vacaciones pagadas, en la asistencia sanitaria gratuita y en los permisos de maternidad, en el derecho a tener pensiones y en la jubilación a una edad antes impensable), como se encuentra en la derrota del monstruo nazi y en el proceso que dio inicio de la emancipación de las colonias que los países capitalistas oprimieron, y en los espacios de libertad contemporánea que se salvaron por el esfuerzo soviético de ser enterrados en la cal viva del nazismo.
Higinio Polo (2017)
Estábamos en las aproximaciones de Samir Amin a la revolución de Octubre [1]. Dijimos que el gran marxista egipcio no se cortaba ni un pelo, con la máxima claridad: «la Humanidad entera debe mucho a la Unión Soviética surgida de esta revolución, pues fue el Ejército Rojo, y solo él, el que derrotó a las hordas nazis». No sólo eso: «El modelo de la Unión Soviética, el de un estado plurinacional basado en el apoyo aportado por los menos necesitados a los más necesitados, sigue a día de hoy sin haber sido igualado».
Seguimos, la penúltima entrega de la serie «aminiana», con algunas de sus reflexiones más importantes. Los asuntos están indicados en negrita:
1. Revolución nacional popular
«Al final del ciclo soviético, a estas alturas ya cerrado, se impone hacer balance. No es ciertamente ni un balance «globalmente positivo» ni, a a inversa, «globalmente negativo». La URSS, y después de ella China e incluso los pequeños países de la Europa oriental, han construido unas economías autocentradas modernas como ningún país del capitalismo periférico ha conseguido hacer. La razón de ello es, según mis análisis, que la burguesía soviética ha sido producida por una revolución nacional popular (llamada socialista), mientras que las burguesías del Tercer Mundo, constituidas en a estela de la expansión mundial del capitalismo, son, en su naturaleza dominante, de tipo compradores«.
2. Flujo de capitales.
«El flujo de capitales en la URSS iba desde las regiones avanzadas hacia las periferias pobres, exactamente lo contrario de lo que caracteriza al mundo capitalista. La Unión Soviética inventó la «ayuda internacional» y puso realmente en práctica este principio, mientras que el discurso occidental relativo a la ayuda internacional es un discurso falaz, acompañado en la realidad por el pillaje de los recursos de las periferias dominadas y la sobreexplotación de su trabajo.
La destrucción de la Unión no ha constituido, por tanto, de ninguna manera un progreso que haya permitido a las naciones supuestamente oprimidas liberarse del yugo colonial ruso, como repiten los medios de comunicación imperialistas… El pueblo de Alemania del Este fue brutalmente desposeído de sus riquezas en beneficio exclusivo de un puñado de oligarcas financieros de la Alemania occidental».
3. Totalitarismo.
«El discurso sobe el «totalitarismo», en sus versiones universitarias pretenciosas (al estilo Arendt) o en las versiones infantilizadas por los medios de comunicación (para hacer pasar al adversario como «el imperio del mal», la expresión utilizada por un presidente norteamericano, que no se ha querido relacionar con el discurso del ayatolá Jomeini, que al final solamente utilizaba expresiones de este mismo estilo), no tiene más consistencia. ¿Se ha olvidado lo que pretendía ese discurso: que la sociedad, devenida amorfa, no podría jamáss liberarse de este tipo de despotismo?
Yo he criticado desde el primer momento -es decir, desde mediados de la década de 1960- las propuestas hechas por los reformadores soviéticos. Yo veía en ellas una tentativa de superar el callejón sin salida del estalinsimo por la derecha y no por izquierda».
4. El viejo sueño «saint-simoniano».
«Este viejo sueño saint-simoniano de la gestión científica de la sociedad, retomado por la socialdemocracia alemana (Engels fue el primero en ver en él el sueño de un capitalismo sin capitalistas), expresa, llevado a sus límites extremos, la alienación economicista de toda la ideología burguesa, ctyo carácter irreal y utópico trataba de demostrar el materialismo histórico.
Ahora bien, esta filosofía está en el centro del conjunto de las concepciones reformistas desde Kruschov a Gorbachov, pasando incluso por sus versiones edulcoradas de la época de Breznev. La historia ha demostrado que estas concepciones eran insostenibles y que la deriva a la derecha tenía que llegar a su fin: la transformación de la burguesía normal, propietaria privada».
5. La nueva guerra fría.
«La guerra fría prosigue, pues, pese a la restauración del capitalismo en Rusia, por la única razón de que el Estado ruso, ahora en manos de Putin, no acepta el estatus de potencia dominada que Estados Unidos había conseguido imponerle durante los años de la presidencia de Yeltsin. Y eso pese a que el sistema económico de Rusia sigue estando dominado por una oligarquía que, ella sí, aceptaría sin poner mucha resistencia el estatuto de clase dominante compradore sometida a las exigencias de la mundialización imperialista vigente. El conflicto entre esta clase y las ambiciones de Putin de reconstruir una forma independiente de capitalismo de Estado están por tanto condenada a ampliarse. La prosecución de la guerra fría contra Rusia debería hacer comprender que el objetivo de Washington y de sus aliados subalternos en Europa es simplemente imponer al mundo entero -y en beneficio exclusivo de la tríada Estados Unidos/Europa occidental/Japón- el estatus de periferias dominadas».
6. Intervenciones extranjeras.
«Los objetivos de la intervención soviética más allá de las fronteras de Yalta son más difíciles de definir. A mi modo de ver, las intervenciones en la URSS no expresaban una voluntad agresiva de «exportar la revolución» y de imponer su dominio por la vía de los hechos, sino más bien una estrategia defensiva en posición de debilidad relativa, pese a la paridad adquirida en materia de disuasión nuclear.»
7. Praxis.
«La intervención directa del pueblo trabajador a todos los niveles, desde la empresa a la nación, tiene que ser inventada por la práctica política en marcha. Ni la autogestión de la empresa por parte de sus trabajadores, ni la planificación autoritaria del estado nacional constituyen respuestas suficientes al desafío, aunque hay elementos de una y otra en el sistema puesto en marcha para avanzar por la ruta del socialismo.
En cualquier caso, el punto de partida ineludible es la nacionalización/ estatalización de la propiedad de los principales medios de producción.
Pero esta definición negativa (la abolición de la propiedad privada) no constituye más que la condición que permite eventualmente la socialización progresiva de la nueva propiedad de los trabajadores.
(…) El criterio de apreciación de una planificación socialista cualquiera, en cada etapa de su despliegue, tiene que ser este: ¿hace avanzar o no la socialización de la gestión de la vida económica, social y política? La planificación soviética o china tiene que valorarse en cada una de las etapas de su historia en función de este criterio.
Con esta idea, el principio de la planificación es proclamado por Lenin al día siguiente mismo de la revolución de octubre y el Gosplan es creado en 1921. Sin embargo, su puesta en prácica efectiva es retrasada por la Nueva Política Económica (NEP)»
Podemos dejarlo aquí por el momento. En la próxima entrada, cierro la aproximación de Samir Amir, una reflexión que, en mi opinión, está llena de buenas ideas e intuiciones, algunas de las cuales exigirían mucho trabajo empírico de contrastación y meterse con más detalle en la historia de la Unión Soviética, cuya irrupción y desarrollo fue, sin ninguna duda, una esperanza para todos los trabajadores del mundo. Por ejemplo, para mi padre. Resistió durante el fascismo español pensando en aquello. Para no ocultar su posición, el bigotes, él le llamaba así, era para él alguien que infundía temor al capitalismo y los capitalistas. Un amigo, por tanto, de la clase obrera.
Nota:
1) Tomo pie en Samir Amin, Octubre 1917, Vilassar de D’Alt, El Viejo Topo, 2017 (traducción de Josep Sarret), Samir Amin, La revolución de octubre. Cien años después, Vilassar de Dat (Barcelona), El Viejo Topo, 2017 (traducción de Josep Darret) y en Samir Amin, Rusia en la larga duración, Vilassar de D’Alt, El Viejo Topo, 2017.
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