El pulso que un amplio colectivo de organismos populares, conjuntamente con un grupo combativo de ciudadanas y ciudadanos, están manteniendo por preservar el recuerdo de los sucesos del 78 en Iruña (Pamplona), centrados en conseguir que la estela colocada desde aquel año en el lugar donde cayó asesinado Germán Rodríguez sea repuesta por el Ayuntamiento, […]
El pulso que un amplio colectivo de organismos populares, conjuntamente con un grupo combativo de ciudadanas y ciudadanos, están manteniendo por preservar el recuerdo de los sucesos del 78 en Iruña (Pamplona), centrados en conseguir que la estela colocada desde aquel año en el lugar donde cayó asesinado Germán Rodríguez sea repuesta por el Ayuntamiento, resulta paradigmático del esfuerzo general que se está haciendo en el conjunto del Estado español por recuperar la memoria de la guerra civil, de los cuarenta años de dictadura franquista y desenmascarar la versión oficial sobre la denominada «transición democrática». Lejos de constituir un asunto meramente localista, esta reivindicación cobra un especial significado por cuanto en estos momentos vemos cómo el futuro del impulso de cambio democrático y de superación de una situación de conflicto entre el Estado y el movimiento de liberación vasco, vuelve a tener en Navarra uno de sus elementos claves.
Por ello el objetivo de reponer una estela enlaza, por un lado, con un pasado inmediato que no conviene olvidar y sobre el que es preciso reflexionar y, por otro, explica el peso geopolítico que Navarra -igual que entonces- tiene actualmente en el panorama político del Estado.
En el momento de escribir este artículo, y a casi un mes desde la celebración de las elecciones forales, aún no se ha constituido el Gobierno navarro, y su futuro, como dice un amigo, sólo lo saben cuatro, y de ellos tres no son de Navarra. La actual situación está desenmascarando tanto las posiciones políticas de la derecha (Unión del Pueblo Navarro, Partido Popular) como las de los socialistas, concretadas en sus respectivos eslóganes: «Navarra no es moneda de cambio» y «En Navarra decides tú», como las más falsas y mentirosas que se hayan dicho en una campaña política, superando incluso a los «500.000 puestos de trabajo» de Felipe González.
Antes de referirnos a lo que pasó el 8 de julio de 1978 en Iruña, conviene hacer una referencia al contexto de ese año.
El año 1978, el año de la reforma política
Desde la muerte del dictador y coincidiendo con una profunda crisis económica, los sustentadores del poder económico y político en el Estado español están obligados a afrontar cambios sustanciales en sus formas de dominación.
Después de tímidos intentos de utilizar los viejos aparatos fascistas, y ante su fracaso, los cambios consistieron en la introducción de formas parlamentarias con presencia de partidos y el ordenamiento de unas libertades políticas básicas recortadas. Eso era en suma la Ley para la Reforma Política de Adolfo Suárez.
El objetivo era mantener prácticamente intacto el ejercito y el aparato policial configurados en la dictadura; conservando, con leves modificaciones los tribunales y el arsenal legislativo, situando en la cima del andamiaje institucional al Rey, como árbitro supremo entre las clases, partidos e instituciones del Estado.
Pero este proceso reformista encuentra serios obstáculos en su camino. El primero de ellos la resistencia popular a aceptar las limitaciones que conllevaba. Y de otra parte, las resistencias del propio aparato franquista.
Los acontecimientos de Vitoria y Montejurra representan la culminación del fracaso de la versión reformista impulsada por Arias-Fraga, y llevan a una situación de crisis generalizada, en el marco de un deterioro progresivo de la situación económica y de un renovado ascenso de la movilización popular.
Esta situación se solventa con la entrada y colaboración en la operación reformista de partidos como el PSOE y el PCE. Así, ante los efectos del incremento del paro y de la inflación, el estancamiento de la producción industrial y de las inversiones, la reestructuración de plantillas, se firma el Pacto de la Moncloa, auténtico pacto social que supuso el respiro para los empresarios, mientras que los trabajadores aguantaron todas las consecuencias de la crisis económica, desmovilizándolos.
Uno de los frontis contra el que choca el proyecto de la Reforma es Euskadi. Los derechos políticos y culturales de un pueblo oprimido, el cese de la represión, la libertad de los presos… era demasiado para los estrechos márgenes de la Reforma. Romper Euskadi era el objetivo y para ello no bastaba la colaboración del PCE y PSOE, eran precisad medidas policiales, medidas institucionales y la colaboración del PNV.
Al inicio del año 78, el preautonómico vascongado era un hecho y el debate constitucional acababa de iniciarse en las Cortes surgidas de las elecciones del junio de 1977. El régimen preautonómico había traído un Consejo General Vasco dejando a Navarra en la cuneta. El proyecto de Constitución que se estaba consensuando se basa, entre otros, en la negación de derechos democráticos como el de autodeterminación, en la negación de la territorialidad de Euskal Herria y en la salvaguarda de la sacrosanta unidad de la nación española.
Por un lado se trabaja en la mesa política haciendo que partidos como el PNV, PSOE, PCE acepten los antidemocráticos límites que impone la derecha, y por otro la represión es una constante durante todo el año 78 en Euskadi. En Iruña mueren Viñaspre y Sarasola militantes de ETA, junto al inspector de policía Baena. «Dos a uno a nuestro favor», dice Martín Villa a la sazón ministro de Interior. En una manifestación contra la central de Lemóniz es asesinado por la Guardia Civil, David Álvarez. En el primero de mayo hubo cantidad de heridos por brutales intervenciones policiales.
Las actuaciones de las bandas de fascistas era otra de las notas características de ese año. El ultra Blas Piñar, presidente del partido falangista Fuerza Nueva visita Iruña en febrero y dice: «Si a Navarra le hacen falta refuerzos, llamadnos». El 9 de mayo tiene lugar una manifestación de la derecha en Iruña, (al igual que 29 años después), con actuación de incontrolados y policía en el Casco Viejo. El día 10, a raíz de un enfrentamiento es herido un ultra que resulta ser miembro de la Guardia Civil, llamado Eseverri, que moriría una semana después. Los ultras intentan asaltar la sede de la Liga Comunista Revolucionaria (LKI); más tarde es la propia policía la que toma el local, deteniendo a todos los allí concentrados.
Este es el contexto en el que se desarrollaron los acontecimientos del 8 de julio de 1978, un año clave para la situación política que hoy conocemos y que finalizó con el NO rotundo de Euskadi a la Constitución española.
El 8 de julio
Como ya se ha mencionado, el denominado «caso Eseverri» polariza la movilización popular durante el mes de julio del 78. El tal Eseverri había sido herido en un encontronazo cuando formaba parte de un grupo de agresores fascistas en el mes de mayo. Tras su muerte se producen detenciones y el día 3 de julio, ocho personas se encierran en el Ayuntamiento de Iruña exigiendo la libertad de los detenidos, muchos de ellos, miembros de peñas sanfermineras.
Comienzan las fiestas de San Fermín, y el chupinazo debe lanzarse el día 6 desde el primer piso del Ayuntamiento, dado que en el segundo y desde donde tradicionalmente se lanza, se encontraban encerrados familiares y amigos de los detenidos.
El día 7 de julio, tres peñas salen al final de la corrida de toros, con sus pancartas plegadas y entonando el Eusko Gudariak.
Así se llega al fatídico día 8. Hasta el final de la corrida no ocurre nada, pero una vez finalizado el festejo taurino, unas cincuenta personas bajan al ruedo y despliegan una pancarta donde se lee: «AMNISTIA TOTAL. PRESOAK KALERA. SAN FERMÍN SIN PRESOS».
Al mismo tiempo que las puertas de la plaza se abren para dar entrada a los pequeños de las peñas que no pueden entrar durante la corrida, irrumpen con ellos 40 miembros de la policía armada, con el comisario jefe Rubio al frente, cargando y disparando pelotas de goma y botes de humo contra la plaza y los tendidos de la plaza.
Desde los tendidos se responde a la agresión policial arrojándoles botellas y almohadillas. A partir de ese instante, la policía usa sus armas de fuego, causando siete heridos por bala, que van desde uno en la parte más alta de la plaza, hasta otro en el mismo ruedo.
La policía es obligada a retirarse y con refuerzos vuelve a entrar en la plaza causando más de treinta heridos.
Una vez que la policía se retira de la plaza y es posible su abandono, la rabia popular se desata en la ciudad y las barricadas se suceden; incluso el mismo Gobierno Civil es sitiado.
La policía, con refuerzos llegados de Logroño, recibe la orden de despejar la ciudad disparando, sin que «OS IMPORTE MATAR». Y así lo hacen, disparando de forma indiscriminada, llegándose a contabilizar los disparos de más de 5.000 pelotas de goma, más de 1.000 botes de humo, más de 1.000 botes lacrimógenos, más de 100 proyectiles de 9 milímetros «parabellum» y más de 50 proyectiles de 9 milímetros «corto».
Hacía las 10 horas 20 minutos de la noche, en la confluencia entre las Avenidas de Carlos III y Roncevalles, un grupo de policías que se encontraban en la cercana calle Paulino Caballero, dispara ráfagas de sus ametralladoras Z-10, y un disparo alcanza en la frente a Germán Rodríguez que muere prácticamente en el acto, también otro joven es herido por bala en la axila en el mismo lugar.
En total aquella jornada arroja un balance de un muerto, diez heridos por disparos policiales y 170 heridos por pelotazos, botes, golpes…etc.
Las fiestas fueron interrumpidas y el día 11 de julio, en una jornada de lucha celebrada en Euskalerria, Joseba Barandiarán es asesinado en Donostia (San Sebastián), por la policía armada cuando se encontraba en una barricada.
Nadie ha sido juzgado por aquellos sucesos. La Comisión Investigadora creada por las peñas se estrelló contra la negativa judicial a investigar y procesar a algún responsable. También en el Congreso se estrelló con la posición del Gobierno de UCD («lo nuestro son errores y lo de los demás, crímenes» dice el inefable Martín Villa), y la aquiescencia del PCE y PSOE (Carrillo llegó a afirmar que la investigación del Gobierno y la información facilitada a la Comisión de Interior del Congreso eran impecables, cuando en el informe presentado se dice textualmente que «Germán Rodríguez no murió a consecuencia de los disparos de la policía»).
La estela de Germán, símbolo de nuestra resistencia
Desde el primer momento, en la Avenida de Roncesvalles, donde cayó muerto Germán, sus camaradas de LKI, amigas y amigos construyeron una especie de jardín donde colocaron cantidad de flores y una pancarta que rezaba: «Aquí fue asesinado nuestro camarada Germán. Gogoan Zaitugu»
Y seguidamente se colocó una estela en ese mismo lugar. El 9 de octubre del 78, la estela es atacada y rota a golpes. No obstante el día 10 de octubre volvió a ser colocada atando sus trozos con alambres y un cartel que decía: «La colocaremos tantas veces como la rompáis, txakurrak, ¡que se vayan!».
Hasta tres veces ha sido objeto de ataques, y otras tantas veces ha sido repuesta, permaneciendo en ese lugar durante cerca de 29 años.
Se trata de una sencilla estela colocado por gentes del pueblo después de los sucesos de sanfermines del 78, para mantener su recuerdo, exigir justicia y castigo a los culpables, y, también, como barrera para impedir que agresiones de ese tipo se pudiesen repetir.
Pero asímismo la estela ha sido y es algo que nos ayuda a preservar nuestra dignidad. No por tantas veces repetida, deja de ser verdadera, la afirmación de que los pueblos que olvidan su historia pierden su identidad. Y en ese sentido la estela de Germán ha sido un pequeño faro que ha mantenido durante veintinueve años el rescoldo del rechazo del pueblo de Iruñea al atropello de que fue objeto en el año 78.
Porque, a pesar de la desidia de los partidos políticos, hay personas: amigas y amigos de Germán; antiguos camaradas; peñas, organismos populares…..que no estamos dispuestos a que estos hechos caigan en el olvido, y seguiremos defendiendo el mantenimiento de nuestra memoria. Igual que con los más de 3.000 fusilados en Nafarroa en el 36; los cientos de muertos en la cárcel de exterminio de San Cristóbal; o los cuarenta años de represión y negación de libertades del franquismo
No admitiremos nunca que aquellos acontecimientos fueran fruto de la casualidad; de una orden mal entendida, o de un cúmulo de circunstancias trágicas.
Seguimos manteniendo que detrás de toda estas actuaciones violentas existía el objetivo de romper Euskal Herria, introducir la Constitución, el Estatuto Vascongado y el Amejoramiento del Fuero.
Queremos que esta memoria no se pierda. Queremos transmitirla a la juventud que no la vivió, pero la padece. Seguimos exigiendo que los hechos se aclaren, así como el castigo a los culpables y una satisfacción al pueblo de Nafarroa y al resto de Euskal Herria.
Las promesas rotas
En el año 2005, con motivo de unas obras de urbanización en la Avenida de Roncesvalles, el Ayuntamiento de Iruña ha retirado la estela en recuerdo a Germán.
Una vez finalizadas las obras de urbanización, no ha repuesto la estela, y así la mayoría municipal de Unión del Pueblo Navarro quiere robarnos nuestra memoria, para quebrarnos más fácilmente.
Los que atacaron despiadadamente en plenas fiestas, causando muerte y desolación, son los que desean que desaparezca todo vestigio que recuerde su barbarie. Así Germán, Joseba y sanfermines del 78, pasarían a formar parte de esa historia oculta y silenciada que tantos y tantos capítulos va acumulando.
Desde entonces se ha creado un colectivo denominado Hilarria que reivindica la reposición de la estela a su lugar, logrando aglutinar el apoyo de más de 42 colectivos populares, organizando movilizaciones todos los días ocho de los meses del año 2007.
Con motivo de la celebración de las recientes elecciones municipales, este colectivo logró el compromiso escrito de todos los candidatos al Ayuntamiento, incluyendo al Partido Socialista, para que la estela estuviese presente este 8 de julio en su lugar.
Los resultados electorales obtenidos, hacían presagiar que ello sería posible, dado que Unión del Pueblo Navarro no ha obtenido la mayoría absoluta y los que firmaron el compromiso constituyen mayoría.
Sin embargo, una vez más, los partidos mayoritarios no han estado a la altura de las exigencias populares, y convirtiendo su firma en papel mojado, sobre todo el PSN, no han cumplido y la estela no ha sido repuesta este 8 de julio.
No obstante, la comisión Hilarria si cumplió, y en el 29 aniversario del asesinato de Germán, en medio de una significativa concentración popular, colocó una nueva estela, que ha sido inmediatamente retirada por el Ayuntamiento, ante el vergonzoso silencio de la oposición, con excepción de ANV.
No romperán nuestras ilusiones, y estamos convencidos que, más pronto que tarde, la estela se repondrá, nuestra confianza se cifra en el impulso y en la lucha popular, y con ello tenemos la mejor garantía de que ganaremos.
La estela de Germán ha estado veintiocho años sin contar con el apoyo de ninguna institución, únicamente sostenida por el aliento de miles y miles de personas de Iruña que desean preservar su memoria y su dignidad. En este empeño seguiremos hasta lograrlo.