La Conferencia Internacional Cities for Rights concluyó este martes en Barcelona poniendo sobre la mesa las ciudades y el municipalismo como espacios de lucha contra la actual proliferación de los discursos xenófobos, intolerantes y del miedo. Las ciudades como contrapoder global a la extrema derecha y la vulneración de los derechos humanos. La conferencia, organizada […]
La Conferencia Internacional Cities for Rights concluyó este martes en Barcelona poniendo sobre la mesa las ciudades y el municipalismo como espacios de lucha contra la actual proliferación de los discursos xenófobos, intolerantes y del miedo. Las ciudades como contrapoder global a la extrema derecha y la vulneración de los derechos humanos.
La conferencia, organizada con motivo del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y organizada por el Área de Derechos de Ciudadanía, Cultura, Participación y Transparencia del Ayuntamiento de Barcelona, ha contado con la participación de figuras significativas de varias ciudades que han compartido experiencias.
Una de las charlas más esperadas ha sido la que ha tenido como protagonista el tema del momento: el auge de los partidos de extrema derecha. En el debate, donde han intervenido los escritores y filósofos Santiago Alba Rico y Djamila Riberiro, el concejal de Charlottesville (Estados Unidos) Wes Allamy, y la concejala de Feminismos y LGTBI del Ayuntamiento de Barcelona, Laura Pérez, se ha hecho énfasis en cómo se manifiesta la extrema derecha a través de los diferentes discursos del odio contra diferentes colectivos, se han compartido experiencias de resistencia al discurso fascista y se ha insistido en la idea de que para hacer frente a este reto global se deben dar respuestas locales.
¿De qué hablamos cuando hablamos de extrema derecha?
Intentando dar una visión global de lo que significa el auge de la extrema derecha y cómo se la puede combatir, los cuatro ponentes han puesto el énfasis en diferentes aspectos de la lucha. Pérez ha hecho énfasis en la dimensión antifeminista del fenómeno: «Quieren recuperar la centralidad del hombre en la sociedad. La extrema derecha apela a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y los papeles que cada uno, tradicionalmente, ha tenido en la sociedad. Y desde el feminismo nos lo miramos con miedo». Ha hecho una interpelación a la implicación de los hombres para luchar contra la violencia machista. Interpelación que ha recogido Wes Bellamy, concejal de Charlottesville: «No sólo se nos debe interpelar a los hombres, sino que se nos deben proponer retos».
Pérez identifica a las ciudades como espacios privilegiados para luchar contra los discursos del miedo y el odio que se propagan debido a la manipulación de la información y la necesidad de luchar contra la construcción de la identidad del ‘nosotros’ y el ‘ellos’ que propone la extrema derecha. «Quieren crear un muro entre un ‘nosotros’ único y uniforme y un ‘otros’ que en realidad no existe. Es nuestra obligación hacer de las ciudades un espacio para construir identidades solidarias y de acogida».
Para Wes Bellamy la extrema derecha es sinónimo de lo que tiene más cerca y a lo que ha tenido que hacer frente más veces, siendo él un ciudadano afroamericano: el supremacismo blanco. «La lucha contra el supremacismo blanco es una carrera de fondo, una maratón. Y debe quedar claro de que no es un problema de ayer, o hace dos meses o hace dos años, sino que es un problema generacional. Por otra parte, se debe fomentar la lucha institucional contra la extrema derecha y continuar cuestionando, desde las instituciones, pero también individualmente, el discurso del odio y el miedo. Por último, también debemos cuestionar a nosotros mismos y hacer crítica de nuestras conductas, sobre todo los hombres».
Un escenario donde el neofascismo es posible
Santiago Alba Rico, por su parte, se pregunta qué ha cambiado en los últimos años para encontrarnos ante una Europa tan radicalizada. «Sólo un 2% de la comunidad musulmana apoyaría al Estado Islámico (EI), si lo comparamos con la popularidad de la extrema derecha en Europa y sus resultados electorales, es Europa quien se está radicalizando». Para el filósofo, la historia es la distancia entre el lugar donde vivimos y el lugar donde se decide nuestra vida, este último lugar, «cada vez más opaco». «Hemos devuelto al siglo XX y ahora nos encontramos en un escenario donde el neofascismo es posible». Alba cree que estamos ante un nuevo desorden global que reproduce las guerras imperialistas de principios del siglo XX y tiene la sensación de estar viviendo en el periodo de entreguerras.
El filósofo se ha mostrado muy crítico con las redes sociales y ha destacado el uso que mandatarios como Mateo Salvini o Donald Trump hacen, saltándose todos los protocolos institucionales. «Lo que queda escrito se contagia y va de un lugar a otro, pero vivimos en una época en la que ya no cuenta lo que se dice sino quién lo dice». También se ha mostrado pesimista respecto al papel que está teniendo la izquierda: «La izquierda progresista no tiene ninguna alternativa» y ha hecho una mirada necesaria al pasado: «Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, Europa construyó un enemigo común: los judíos; ahora el enemigo es la comunidad musulmana (…) Nos encontramos ante una crisis múltiple, lo que sí parece evidente es que estamos ante una situación de inseguridad muy grande, porque nos estamos cara a cara con el neofascismo. La extrema derecha está haciendo un camino de ‘vuelta a casa».
El Brasil de Bolsonaro, campo de pruebas
Brasil es el quinto país del mundo en violencia contra las mujeres y feminicidios y el quinto país en número de matrimonios infantiles. Cada 23 minutos una persona negra es asesinada y en los últimos diez años los asesinatos contra las mujeres han aumentado un 54%. La criminalización contra los pobres continúa imparable y la población indígena se ha reducido de tres millones a 800.000 personas. Djamila Ribeiro, escritora y filósofa brasileña, ha puesto el blanco en el programa político de Bolsonaro, quien recientemente ha ganado las elecciones en Brasil con la adherencia de la Iglesia y con un programa de extrema derecha.
«La persecución y las amenazas a los derechos humanos, el discurso del odio contra las minorías, la política neoliberal y la intención de controlar la ideología en las escuelas y las universidades públicas son algunos de los puntos del programa con el que Bolsonaro ha ganado las elecciones, pero en el ámbito social se está trabajando en iniciativas a pequeña y mediana escala para garantizar los derechos de los brasileños y brasileñas, como el acompañamiento y asesoramiento a la comunidad trans y LGTBI. Desde las comunidades locales estamos poniendo en marcha una serie de estrategias, fuera de la esfera pública, para luchar contra la vulneración de los grupos desfavorecidos».
Una lucha que también genera dudas
Para Pérez, la lucha contra la extrema derecha presenta dudas respecto al marco legal. «Ahora que la extrema derecha avanza con el discurso del odio, ¿debería tener límites la libertad de expresión? En el Ayuntamiento se nos pide que se prohíban determinados actos, pero aún no tenemos respuestas».
Santiago Alba, por su parte, se mostró muy cauto a la hora de legislar o modificar los delitos de odio y la libertad de expresión, ya que como se ha visto recientemente, «en bastantes ocasiones estas leyes se nos han girado en contra (…) Además, soy contrario que haya un delito de odio tipificado. Tenemos derecho a odiar, pero no tenemos derecho a que ese odio nos lleve a hacer una agresión, porque eso sí que no se puede permitir «.
Dar herramientas para hacer prevalecer los derechos
En esta edición del Cities for Rights (la primera se celebró también en Barcelona en 1998), se han llevado a cabo diferentes talleres con diversas temáticas y objetivos. Así pues, desde la organización del congreso se han ofrecido las herramientas necesarias para denunciar acoso inmobiliario o para conocer las estrategias políticas y comunicativas para combatir el perfil étnico en el ámbito policial.
Se ha hablado abiertamente del racismo institucional, del rol de la sociedad civil en la prevención de la proliferación del extremismo violento, de la necesidad de poner en marcha procesos de introspección de los factores y los códigos ocultos que fomentan el antigitanismo y se han dado herramientas para luchar contra la vulneración de derechos en contextos de protesta, entre otros.