El filósofo mediático Fernando Savater ha insultado recientemente a los indignados catalanes llamándoles «hatajo de mastuerzos», o sea calificándolos de tontos, torpes y tarugos. Es difícil reconciliar este exabrupto con la evidencia de su compleja y democrática organización «asamblearia», su estrategia y acción pacífica claramente mostrada en las masivas manifestaciones del pasado 19 de junio, […]
El filósofo mediático Fernando Savater ha insultado recientemente a los indignados catalanes llamándoles «hatajo de mastuerzos», o sea calificándolos de tontos, torpes y tarugos. Es difícil reconciliar este exabrupto con la evidencia de su compleja y democrática organización «asamblearia», su estrategia y acción pacífica claramente mostrada en las masivas manifestaciones del pasado 19 de junio, el impulso hacia una mejora del sistema representativo, la crítica de los medios de comunicación actualmente existentes, la defensa del Estado Social, el efecto en las elecciones del 22-M y el boicoteo de varios desalojos, y el cambio de tono que preside las propuestas de algunos políticos por nombrar sólo algunas de las propuestas y logros conseguidos hasta el momento por los «indignados». Más que tontos o torpes los indignados parecen ser capaces, estar coordinados y ser democráticos y efectivos. Al contrario del insulto de Savater, parecería más bien que el movimiento 15M de los «indignados» estuviese dando una clase de inteligencia, humildad y madurez al país entero.
El recurso a la descalificación mediante insultos y a la falta de argumentos rigurosos no es nada nuevo en los medios informativos del país, sino algo que desgraciadamente caracteriza a bastantes de los intelectuales y a la mayoría de tertulianos que copan permanentemente, y sin la adecuada justificación académica o conocimiento técnico, muchas de las páginas de los rotativos y las ondas de radio y televisión. La puya y el insulto disfrazado de erudición o de dominio de la lengua son algunas de sus armas preferidas.
No hay duda que en el estado español algunos filósofos, (muy pocos por cierto, ya que pocos tienen la cultura científica necesaria), pueden hablar con conocimiento de causa de muchos temas. Uno de ellos es el filósofo argentino-canadiense de habla castellana Mario Augusto Bunge, pero lamentablemente su caso no abunda. Buena parte de los que tenemos en España, pensando en el monopolio mediático de Savater y otros muchos tertulianos afines, no ejercen propiamente de filósofos ni de científicos por supuesto, realmente son «todólogos» si se nos permite el neologismo. A la mayoría de ellos se les podría definir generosamente como intelectuales de derechas que hablan de cualquier tema sin tener el adecuado conocimiento para hacerlo. Eso sí, sus poderosas redes personales o sociales les permiten escribir en rotativos y participar en programas de radio y televisión con enorme frecuencia. Calificar a muchos de ellos de «derechas» está justificado no sólo por el rechazo y desprecio que bastantes muestran ante un movimiento social como el de los «indignados» sino también ante otros movimientos sociales que luchan por la igualdad y un mundo más justo y democrático, como por ejemplo el movimiento para la recuperación de la memoria histórica.
Savater tiene publicados más de setecientos artículos en su gran mayoría fuera del ámbito profesional de filosofía, y sin revisión por pares ( peer review ), la forma habitual en el mundo académico que permite mejorar y refinar la calidad y rigor de las publicaciones. Son artículos que tratan de lo mundano y de lo divino, abarcando desde la educación a las drogas, pasando por la política, la religión, la ética, la psicología, la sociología, la biología, el humanismo, la literatura y un aparente sinfín de especialidades. De ellos, sin embargo, sólo unos trescientos han sido citados, con lo cual el impacto de este autor, a pesar de tener un acceso a los media casi sin restricciones, es mucho menor de lo que podría parecer. A pesar de ser tan prolijo, centenares de sus artículos no son citados por nadie. Ni que decir tiene que hoy en día es imposible ser un experto en tantos temas debido a la magnitud de la producción académica y a la especialización científica y de conocimiento que se requiere; incluso en el campo de la filosofía ello es literalmente imposible. Tal elocuencia y profusión está pues engañando doblemente al público. Primero, porque Savater, al igual que otros muchos «todólogos» no puede ser un experto o tener el conocimiento apropiado para escribir o hablar sobre muchos de los temas sobre los que escribe y, segundo, porque su impacto y reconocimiento como filósofo es mucho menor de lo que parece.
Ante todo ello, la pregunta que podríamos hacernos es doble: ¿Cuál es el tipo de poder y cultura intelectual y mediática actualmente existente que permite que esta impostura intelectual continúe? Y, segundo, ¿quién se beneficia de ello? Desde luego si en las páginas periodísticas y en las ondas del país hubiese voces más críticas y expertas, de izquierdas la población hubiera podido percibir con toda claridad que la crisis financiera y la llamada «austeridad» para los pobres (que no para los ricos) se iban a cebar en España, por tan sólo poner un ejemplo. Sin pretender decir que la información tiene una relación directa con la acción y el cambio político, debemos darnos cuenta que un público desinformado y habituado a que las verborreas retóricas y poco informadas pasen por conocimiento objetivo es más fácil de manipular y engañar. Los indignados del 15M llevan la razón y conocen bien el poder de manipulación generado por la mayor parte de los medios de comunicación. Una de sus pancartas de la manifestación del 19J así lo resumía irónicamente: «¿Qué enseñareis hoy por televisión?» El resto de la población debería estar indignada, también, no sólo con Savater sino con el resto de lo que otros muchos «todólogos» representan.
Carles Muntaner y Joan Benach son profesores de salud pública en la Universidad de Toronto (UofT) y la Universidad Pompeu Fabra (UPF) respectivamente. Ambos pertenecen al Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) de la UPF.
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