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Entrevista al miliciano Vicente Almudéver, uno de los últimos combatientes vivos de la batalla del Ebro

«Si Hitler obtuvo una victoria esa fue la Guerra Civil española»

Fuentes: Rebelión

A punto de celebrar su 98 cumpleaños merece toda nuestra admiración y respeto quien arriesgó su vida por combatir el monstruo del fascismo. Este veterano miliciano de la guerra civil española reside junto a su mujer en el pueblecito mártir de Rimont (Ariege-Francia) – incendiado por los nazis al final de la II Guerra Mundial- […]

A punto de celebrar su 98 cumpleaños merece toda nuestra admiración y respeto quien arriesgó su vida por combatir el monstruo del fascismo.

Este veterano miliciano de la guerra civil española reside junto a su mujer en el pueblecito mártir de Rimont (Ariege-Francia) – incendiado por los nazis al final de la II Guerra Mundial- A sus 97 años goza de una salud de hierro que le permite llevar una vida relativamente normal y sin dependencias. Esto es algo asombroso porque no estamos ante el clásico caso de un viejo decrépito al que le pesan los años y apenas se sostiene en pie. Es todo lo contrario. Se mantiene firme y con los cinco sentidos alerta. Dotado de una memoria portentosa que no deja escapar hasta el más mínimo detalle. El vigor y la energía de la que hace gala nos dejan estupefactos.

Junto a su hermano el brigadista Josep Almudéver forman una dupla excepcional que perdurará para siempre en nuestros corazones. Este miliciano de ideología comunista es un defensor a muerte de los principios republicanos por la que luchó y juró fidelidad eterna. Antimonárquico confeso no da su brazo a torcer y sigue apostando por la pronta instauración de la III república. Militante revolucionario desde que tiene uso de razón deja bien claro que la guerra civil aún no ha terminado porque en España gobiernan los herederos del nazi-fascismo bajo una oprobiosa tutela monárquica impuesta por el dictador Franco. El pertenece a esa raza ya casi extinta de españoles libertarios que se niegan a claudicar.

Vicent nació por casualidad en Narbona, Francia, en 1917 donde residían temporalmente sus padres originarios de Alcàsser, Valencia. (su padre trabajaba de albañil y su madre de trapecista en un circo) Desde muy niño asistió junto a sus hermanos a la escuela pública francesa en la que recibió la educación laica basada en los principios de la libertad, igualdad y fraternidad. Pero no sólo fue en la escuela donde forjó su carácter contestatario sino también en el hogar pues sus padres -ambos socialistas- eran unos admiradores de la revolución rusa y la lucha de clases marxista-leninista.

Cuando en 1929 al enfermar su madre tuvieron que regresar a España procedentes de Casablanca, en el protectorado francés de Marruecos, el mundo se les vino encima. Vicent sufrió un gran shock al contemplar la penosa situación social del pueblo de Alcàsser.– Y es que estamos hablando de una España rural, arcaica y primitiva donde reinaba por doquier el analfabetismo y la pobreza endémica. En Alcàsser, además, imperaba el régimen feudal dominado por completo por la oligarquía, los terratenientes, la iglesia católica y la Guardia Civil

Los hermanos Almudéver no tuvieron más remedio que ponerse a trabajar recogiendo naranjas, ajos, papas o cebollas en la huerta pues con lo que ganaba su padre de albañil apenas si podían sobrevivir. Desde la más tierna infancia debieron asumir la condición de trabajadores explotados. Aparte de la humillación que suponía el presentarse en la plaza del pueblo a esperar que los patrones se dignaran escogerlos para ir a faenar en sus parcelas. Si eran rechazados eso significaba más hambre y penurias. En esa época se vivían los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera, el dictador de casco prusiano que a la cabeza del directorio militar – con el beneplácito del rey Alfonso XIII– gobernó despóticamente España hasta el año 1930.

En Alcàsser no había luz eléctrica, ni acueducto ni alcantarillado. Por obligación tenían que ir todos los días a recoger el agua de la fuente y de noche se alumbraban con candiles. Las calles del pueblo estaban destapadas y por ellas transitaban más burros, mulas y caballos que vehículos de tracción mecánica. Que contraste tan exagerado con esa Francia próspera y civilizada. Por ese entonces en España corrían tiempos de grandes conflictos sociales causados por la depresión financiera mundial de 1929. Aparte de que todavía estaban muy frescos los ecos del desastre de Annual y la guerra de Marruecos. Una guerra que había dejado grandes cicatrices pues los principales sacrificados fueron los hijos de las clases más desfavorecidas que cayeron a millares cumpliendo con el juramento de entregar sus vidas por Dios y por España. Por el contrario los hijos de la burguesía se libraban de ir a Marruecos comprando la libreta militar en la que se les calificaba de no aptos. Todas estas infames injusticias multiplicaban aún más el descontento y fueron las directas causantes de la caída del dictador Primo de Rivera.

El rey Alfonso XIII en un intento por desmovilizar las protestas ordenó a su jefe de gobierno el almirante Juan Bautista Aznar restaurar el orden constitucional y convocar elecciones. El día 12 de abril de 1931 las fuerzas de la izquierda republicana obtienen un arrollador triunfo en las elecciones municipales. Un hecho histórico que provoca la abdicación de El rey Alfonso XIII quien huye presuroso junto a la familia real rumbo a Francia. Las Cortes Constituyentes lo encuentran culpable de alta traición a la patria y es degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos.

El 14 de abril de 1931 se proclama solemnemente la II república. En el cargo de presidente es nombrado el jurista Niceto Alcalá Zamora. El gobierno con el respaldo mayoritario recibido en las urnas se compromete a asumir la titánica tarea de modernizar el país y democratizar las instituciones. Para ello se redacta una nueva constitución y se promulgan nuevas leyes que restituyan a la clase trabajadora, los campesinos, los jornaleros, los obreros y los proletarios sus derechos por siglos pisoteados. ¡Justicia social! ¡Tierra y libertad!

En Alcàsser la noticia de la proclamación de la II república fue recibida con desbordantes muestras de júbilo y alegría. Vicent Almudéver recuerda con satisfacción ese período de grandes cambios que se reflejaron con la aprobación de decretos tan trascendentales como: el voto femenino, el divorcio, la creación de los juzgados mixtos, educación universal, los derechos sindicales, la ley de desahucio, la amnistía para los presos, la reforma agraria, la bolsa de trabajo para los desempleados y garantías para los campesinos y obreros de cobrar salarios más justos, la prohibición de sobrepasar las 8 horas de trabajo diarias. No era solamente un cambio de símbolos sino que se atacaba de raíz las estructuras de un sistema que sólo beneficiaba a la nobleza y la oligarquía.

Por ese entonces el medio de comunicación de masas por excelencia era la prensa. Sólo aquellos que sabían leer y escribir podían enterarse de los acontecimientos que se desarrollaban en el país y el resto del mundo. Lo lamentable es que en esa España de principios de los años treinta la tasa de analfabetismo se elevaba a cerca del 70% de la población (el 50% de la población activa en España trabajaba en el sector agrario) Así que la mayor parte de las noticias se transmitían por el boca a boca. A causa de esto los jóvenes Josep y Vicent Almudéver fueron obligados por su padre a leerles en voz alta a los obreros y campesinos en los cafés y en las tabernas las noticias que se publicaban en los diarios para que fueran tomando conciencia.

En 1934 bullía la agitación social en buena parte del territorio español – con una mayor incidencia en Asturias (comuna obrera asturiana) y en Barcelona (a raíz de la proclamación del estado catalán por parte de la Generalitat) donde estallaron gran cantidad de huelgas y motines instigados por los socialistas, anarquistas y comunistas. Este período se conocería más adelante con el nombre de la «revolución de octubre» – El gobierno central se vio obligado a tomar drásticas medidas con el fin de sofocar las revueltas. Las fuerzas del orden desataron una brutal represión que dejo miles de muertos, heridos y detenidos.

Entre tanto los partidarios de la derecha se dedicaban a conspirar exigiendo a los militares intervenir para neutralizar a los «bastardos traidores de la anti España, de la anti patria».

En las elecciones del 16 y 23 de febrero de 1936 las candidaturas republicanas y de izquierda que se presentaron unidas en el Frente Popular, se impusieron a las fuerzas de la derecha contrarrevolucionaria (CEDA). En consecuencia asume el cargo de presidente el socialista don Manuel Azaña quien promete continuar con las reformas; aprobar la nueva constitución, culminar la reforma agraria y la reforma educativa. (la ignorancia más que una tara era una virtud para la derecha y la iglesia) Entre tanto la derecha se mantenía al margen intentando boicotear las instituciones y creando un clima de desconfianza favorable a sus intereses.

A partir del triunfo del Frente Popular la polarización de la vida política se fue incrementando dramáticamente. Los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos reclamaban del poder central un mayor autogobierno. Los violentos choques entre las fuerzas paramilitares de la izquierda y la derecha eran constantes y los asesinatos políticos vinieron a caldear aún más el ambiente. Todos estos acontecimientos hacían presagiar el peor de los escenarios.

Ante tal estado de rebelión social los líderes de la derecha acusaron al gobierno de promover la revolución bolchevique. Esa fue la excusa que esgrimieron los mandos más reaccionarios y monárquicos de las fuerzas armadas para perpetrar el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Los militares sediciosos encabezados por Mola (el director) Sanjurjo, Franco, Fanjul, Goded y Queipo del Llano se levantaron en armas contra el legítimo gobierno de la república para -según ellos- «salvar España del caos, el anarquismo y la desintegración». En el protectorado español de Marruecos el general Franco y el teniente coronel Yagüe movilizan las tropas regulares (Tabor), la legión, los tiradores de Sidi IfniSahara.

Se inicia entonces la «gloriosa Cruzada Nacional» (una especie de reconquista de España -igual a la que hiciera don Pelayo en su lucha contra los árabes en el siglo VIII) con el fin de «liberar a la patria del demonio bolchevique». Desde un principio Hitler y Mussolini apoyaron incondicionalmente el levantamiento enviando unidades aéreas, navíos, armamento, asesores y pertrechos confiados en que los golpistas se unieran a las potencias del eje.

La reforma agraria está en el origen de la guerra y la saña con que los sediciosos actuaron en las zonas agrícolas es la prueba de ello. La cantidad de muertos en Badajoz, Sevilla, Córdoba o Málaga es muy superior al resto de territorios y desproporcionada en relación a su población.

Mientras tanto en Alcàsser ya desde los días 15 y 16 de julio los vecinos se organizan en comités cívicos levantando barricadas en la entrada de los pueblos pues presentían que se preparaba la asonada fascista. Estaban en juego los derechos adquiridos por la clase obrera y trabajadora que tanto sufrimiento había costado y que no estaban dispuestos a renunciar. Vicent Almudéver y su hermano Josep no podían permanecer pasivos (sus otros dos hermanos eran menores de edad) y de inmediato se presentaron en la sede del Partido Comunista para apuntarse como voluntarios en los batallones de resistencia. Desafortunadamente se encontraban desbordados así que los transfirieron a las Juventudes Socialistas Unificadas de Valencia –que junto a los anarquistas también reclutaban voluntarios- . En ese momento tan crítico no les quedaba otra alternativa que empuñar las armas y jugarse la vida en favor de la causa republicana.

Vicent Almudéver y sus compañeros del batallón de la JSUV fueron embarcados en tren rumbo a Aranjuez donde se concentraron junto a infinidad de voluntarios de otras partes de España. Allí reciben la instrucción básica y les entregan algunas armas oxidadas de la primera guerra mundial y Mauser viejos del año 1896 que no alcanzaban para surtir más que a la mitad de los milicianos.

De Aranjuez son enviados al frente de Guadalajara (Sigüenza) donde tiene lugar su bautizo de fuego. Los mandos les advierten que deben afinar la puntería y no desperdiciar los peines de cinco balas que les han facilitado (muchos de ellos inservibles) Además a la mayoría de los reclutas les falta entrenamiento y no saben disparar con eficacia. Los que van desarmados esperan ansiosos que alguno de sus compañeros caiga herido o muerto en combate para empuñar su fusil. Era un suicidio salir en esas condiciones al frente pero nadie protesta pues todos son conscientes de la precaria situación en que se encontraba el gobierno de la república. En el principio de la guerra aun no existía una estructura militar consolidada así que primaba más el corazón que la cabeza.

Al terminar la batalla de Guadalajara, donde apenas intervienen, los mandan a la Marañosa en el Jarama. El mismo día que llegan un enlace le comunica al comandante que deben retirarse lo más pronto posible pues el enemigo prepara una gran ofensiva en Arganda que pretende destruir el puente sobre el río Jarama.

El Alto Estado Mayor resuelve que no va a sacrificar a unos reclutas carentes de experiencia y los envían a la retaguardia en Madrid. De la capital son transferidos a un cuartel en el Escorial a la espera de que lleguen las armas y pertrechos procedentes de la Unión Soviética y México. No tenían otra fuente de suministros pues los franceses habían cerrado la frontera impidiendo el aprovisionamiento.

En el Escorial los integraron a la 31 brigada del comandante Dositeo y por fin les entregan las armas y equipos en condiciones. A continuación son remitidos al frente de las Rosas donde a las pocas semanas se suman a la 3 división del coronel Tagüeña. Vicent participa en la batalla de Majadahonda -en la carretera general Madrid-Coruña- donde se baten a duelo con el sanguinario cuerpo del ejército marroquí al mando del coronel Yagüe.

Corre el año 1937 y Madrid se halla sitiada. Las cuatro columnas bajo el liderazgo del general Mola, aprovechando su superioridad armamentística proporcionada por Hitler y Mussolini, avanzan imparables. La estrategia de los sublevados consistía en cortar la carretera Madrid-Valencia a la altura de Arganda que era la única ruta de entrada y salida a la capital puesto que el resto del territorio lo dominaba por completo el ejército franquista.

Vicent narra con gran emoción el momento en que vio desfilar por las calles de Madrid a las Brigadistas Internacionales exhibiendo armamento moderno (tanques, ametralladoras y artillería) mientras en el cielo sobrevolaba una escuadrilla de «chatos» soviéticos (aviones Polikarpov I-15) El pueblo madrileño eufórico aplaudía emocionado al comprobar que no estaban solos en ese angustioso trance. Esta fue una inyección de moral que les elevó el ánimo cuando cundía por completo el pesimismo.

Es entonces cuando en Arganda interviene el batallón Garibaldi de las Brigadas Internacionales y corta el avance del ejército nacional. Su presencia fue definitiva para mantener a raya a las tropas franquistas que sufre un severo desgaste. De esta manera se salvó providencialmente la república.

Vicent también fue testigo del intento de golpe de estado cometido por la quinta columna fascista. En Madrid existían miles de simpatizantes del «movimiento nacional» que se mantenían ocultos a la espera de una señal para atacar. El enemigo interno era una temible amenaza y por ello se tomaron duras medidas para neutralizarlos. Una de estas acciones fue el traslado al extrarradio de Madrid de cientos de presos fascistas que, según los comisarios políticos, podrían convertirse en sus propios verdugos si llegaban a escapar o ser liberados. La rápida reacción del frente populista hace fracasar la tentativa contrarrevolucionaria. Los sospechosos son hechos prisioneros y tras un juicio sumarísimo son conducidos al paredón de fusilamiento.

La guerra entra en una fase de afianzar posiciones y la 3 División a la que pertenece Vicent son trasladados a la sierra de Guadarrama. En esa difícil orografía permanecen atrincherados por espacio de dos años en lo que se denominó el «frente dormido» (en la línea que divide Segovia con Madrid). El ejército republicano incapaz de pasar a la ofensiva debía contener las arremetidas del ejército franquista que no cejaba en el empeño de romper las líneas defensivas. Para tal fin se construyeron bunkers y fortificaciones para proteger las reservas de agua del pantano de Puentes Viejas que abastecían Madrid. La Pasionaria en un enardecido discurso lanzó famosa consigna del «No Pasarán. Madrid será la tumba del fascismo» que se convertiría en el símbolo de la resistencia.

El Ejército Popular de la República requería traductores y Vicent al ser bilingüe tuvo que presentarse por orden de sus superiores al examen de francés. Junto a otros candidatos pasa una prueba en la que obtiene las mejores calificaciones. Por lo tanto debe incorporarse a las oficinas del Estado Mayor Central en Madrid dirigidas por el coronel Vicente Rojo. Pero Vicent no estaba de acuerdo con su nuevo destino pues él no se había alistado voluntario para sentarse en un escritorio, sino para combatir en primera línea de fuego. De ahí que le rogara encarecidamente al coronel Tagüeña que nombrara al siguiente en la lista en su reemplazo. Más adelante cuando se produjo el golpe del Coronel Casado él se entera que quien ocupó su puesto de traductor había sido fusilado. Desde luego que se sentía protegido por una buena estrella que le acompañó hasta el final de la contienda.

En junio de 1937 tras el fracaso de la batalla de la Granja la tercera división del coronel Tagüeña recibe la orden de reforzar a las unidades del frente de Aragón que están muy debilitadas. Más concretamente se posicionan en la carretera de Alcañíz-Castellón de la Plana donde la situación se presenta demasiado comprometida. Es necesario detener el avance fascista que pretende llegar a Vinaroz y cortar la España republicana en dos. La presión del CTV italiano, los regulares marroquíes del recién ascendido coronel Yagüe, la legión Cóndor y la Aviazione Legionaria Italiana es tan brutal que no aguantan la acometida y deben retroceder hasta Tortosa. Se hallan en un callejón sin salida y el 12 de abril de 1938 se ven obligados a pasar al otro lado del Ebro. Este fue un episodio dramático y espantoso que ha dejado un profundo trauma en Vicent. 3.000 soldados del XV cuerpo del ejército tenían que cruzar uno por uno la estrecha pasarela de madera del puente ferroviario mientras los fascistas les disparaban con sus ametralladoras y morteros. Cunde el pánico entre la tropa republicana y decenas de soldados se tiran al río ansiosos por alcanzar la otra orilla. Pero los remolinos de las turbulentas aguas del Ebro los devoran y la mayoría perecen ahogados. No había otra opción que pasar a rastras la pasarela arriesgándose a ser fusilados por el enemigo. Sus compañeros caían sin contemplaciones entre gritos de angustia e impotencia. Vicent tuvo la sangre fría de aguantar la macabra prueba y salir vivo de milagro. Al otro lado los supervivientes fueron recibidos con cánticos revolucionarios por parte de las unidades del V cuerpo del ejército al mando de Enrique Líster.

A esas alturas de la guerra el ejército de la república se encuentra en una posición desventajosa. Podríamos afirmar que prácticamente derrotado. Pero el alto estado mayor de la recién creada Agrupación Autónoma del Ebro al mando del teniente coronel «Modesto» junto con Vicente Rojo y Líster y la asesoría de los comisarios soviéticos deciden que hay que jugársela al todo o nada. Su estrategia era la de lanzar un contragolpe para recuperar las posiciones perdidas. Vicent participó como delegado de las JSUV en dichas deliberaciones.

El 24 de julio a las cuatro de la mañana se inicia la batalla del Ebro con una ofensiva en un frente de 50 kilómetros que va desde Mequinenza hasta Amposta. En ella intervienen 100.000 hombres del ejército republicano con el propósito de aliviar la presión que ejercía los nacionales sobre Valencia y volver a unificar las dos zonas republicanas. Con el apoyo de la aviación y la artillería cruzaron el Ebro en barcazas y en tiempo record tendieron puentes de campaña para facilitar el paso de los carros de combate. Una operación concienzudamente planificada que tomó por sorpresa a las huestes fascistas. Vicent Almudéver atraviesa el Ebro con el XV cuerpo del ejército por el sector de Flix y se posicionan en la zona de Fatarella.

Almudéver avanza en la vanguardia hasta que los nacionales reaccionan y los detienen en las colinas de Gandesa. En esa zona van a permanecer varios meses inmersos en una guerra de trincheras donde se suceden encarnizados combates cuerpo a cuerpo con bayoneta calada y granadas de mano. Nos referimos al marco geográfico circunscrito a la sierra de Cavalls y Pándols donde continuamente el dominio de las cotas iba cambiando de bando. Torturados además por el hambre y la sed y bajo los continuos bombardeos del Ejército Nacional que utilizaba la Legión Cóndor y la Aviazione Legionaria Italiana para abrirle el paso a la infantería.

En este incomparable escenario se iba a definir el destino de la guerra civil. Tras unos primeros meses de exitosa ofensiva el contrataque fascista para recuperar el terreno perdido no se hizo esperar. El ejército republicano tuvo que replegarse abandonando sus posiciones conquistadas ante la falta de armas y suministros. El general Yagüe al comando del ejército de Marruecos, el tercio, la legión abren una brecha en Camposines que constituía en el punto clave de las comunicaciones. Tras esa sangrienta batalla que deja miles de víctimas -entre los que hay que resaltar cientos de reclutas de la famosa quinta del biberón– los republicanos rendidos y exhaustos deben recruzar nuevamente el Ebro. Ha terminado una de las batallas más espantosas que jamás se haya vivido en la historia de España.

Los nacionales se imponen gracias a los arsenales bélicos de última generación que les proporcionan los alemanes e italianos. Franco utilizó su superioridad aérea aplicando la táctica de la tierra quemada, el bombardeo en alfombra para causar el mayor terror entre el enemigo y la población civil. Algo que se constata perfectamente con la destrucción casi total del pueblo de Corbera del Ebro.

La puntilla definitiva llegó con el acuerdo de Múnich firmado el 30 de septiembre de 1938 entre los jefes de gobierno de Francia, Inglaterra, Alemania a Italia para solucionar la crisis de los Sudetes -a cambio de la promesa de Hitler de no invadir ningún territorio europeo-. Para apaciguar los vientos de guerra ser le dio alas al fascismo. Un acuerdo que significo un espaldarazo a Franco y que condenaba definitivamente a la II república.

Luego en el cumplimiento del Pacto de No Intervención y de Neutralidad en el mismo mes de septiembre se retiran las Brigadas Internacionales. Mientras que Franco sigue contando con la presencia de las fuerzas del eje. Los países capitalistas prefirieron el monstruo del nazismo a la amenaza estalinista. Porque en ese entonces el comunismo y la dictadura del proletariado era el verdadero enemigo. España por ningún motivo podía caer en la órbita soviética porque si no Francia y Portugal también caerían en el abismo.

Si el ejército republicano hubiera aguantado unos cuantos meses más es casi seguro que las potencias aliadas no habrían tenido más remedio que apoyarlo pues el 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana a Polonia, estalló la Segunda Guerra Mundial.

Las fuerzas franquistas cruzan el Ebro el día 3 de enero de 1939 y avanzan con firmeza y determinación ganando apresuradamente terreno mientras los republicanos se retiran desmoralizados. Poco puede hacer un ejército que ha sufrido durante varios meses un considerable desgaste que se traduce en pérdidas materiales y humanas irremplazables. El 26 de enero los nacionales se apoderan Barcelona sin que se presente el menor atisbo de resistencia. Todo está perdido y el gobierno en pleno, el ejército y miles de refugiados inician lo que se conocería luego en la historiografía como la «retirada». Con sus pertenencias a cuestas o a lomos de bestias una estampida humana de miles y miles de personas -ante el asedio de las tropas franquistas- se dirige apresurada rumbo a los Pirineos ansiosos de buscar asilo en Francia.

Vicent se dirige con los miembros del XV cuerpo del ejército hacía Port Bou con la intención de cruzar la frontera. En Cerbere, el primer pueblo francés, las autoridades los detienen, desarman y envían junto a otros tantos miles de refugiados a los campos de concentración de Barcarès y Gurs. Esa fue la peor de las humillaciones pues tuvieron que soportar una situación penosa y denigrante. Maltratados por la gendarmería y los guardias móviles les faltaba agua, comida y medicinas a tal punto que mucha gente moría de hambre y enfermedades. Este fue el peor castigo que jamás pudieron imaginar. No bastaba con la derrota sino que ahora se convirtieron en unos delincuentes que merecían el máximo desprecio. Vicent tras pasar un examen de suficiencia profesional fue a parar a las Compañías de Trabajo que organizó el gobierno francés para ocupar la mano de obra de los refugiados en la construcción de campamentos militares y la fortificación de las fronteras.

En junio de 1940 con la invasión Nazi de Francia la situación empeoró considerablemente. Los alemanes le exigieron al general Pétain -nombrado primer ministro del régimen de Vichy– que le facilitara republicanos españoles para emplearlos en la industria o la construcción de infraestructuras bélicas. En un principio Vicent fue destinado a una fábrica de armas en París y luego a la construcción de la base de submarinos de Lorient en la Bretaña. En esas instalaciones trabajó desde 1941 a 1945. (Es decir, hasta la caída del Tercer Reich) en el mantenimiento y reparación de los submarinos de la 2 y 10 flotilla de U-Boot de la Kriegsmarine inscrita en la muralla del Atlántico.

El triunfo de los militares rebeldes encabezados por Franco (los «directores» Mola y Sanjurjo murieron en actos de servicio) tuvo consecuencias catastróficas para la clase proletaria y el campesinado español. Fue un retroceso desgarrador que los postró de rodillas ante los señores feudales y la oligarquía

Por eso -como dice Vicent- es tan importante recuperar la Memoria Histórica y hacer pedagogía para que se imponga la verdad. Porque hay que recordarle a las futuras generaciones lo que no sólo supuso la guerra civil sino también los 40 años de dictadura represiva y opresora. Y quizás lo más lamentable es que tras la muerte del dictador los herederos del régimen se disfrazaron de demócratas erigiéndose en padres de la constitución y tutores de transición política. Incluso con todo el descaro autoproclamaron adalides de la paz, la libertad y los derechos humanos. Y para rematar sin ningún pudor mitificaron la figura del delfín de Franco don Juan Carlos I de Borbón y Borbón.

Vicent no ha cambiado ni un ápice su pensamiento. Sigue siendo el mismo muchacho que se apuntó voluntario en el batallón de la JSUV y que desarmado se fue al frente en temeraria actitud. Un soldado republicano a carta cabal que mantiene intacto su compromiso de luchar por la revolución socialista. Es indispensable resaltar la dignidad de este hombre franco y sincero que nos devuelve la ilusión en una época tan marcada por el desencanto y la falta de utopías. Y es que estamos hablando de uno de los últimos supervivientes de la batalla del Ebro, un personaje que va a cumplir nada menos ni nada más que 98 años ¡98 años! y parece que está como una lechuga ¿Tal vez habrá hecho algún pacto con el diablo? Se sirve un vaso de vino y brinda eufórico a la salud de la república. En su semblante risueño y relajado no hay una pizca de amargura, ni resentimiento alguno. Aunque el mismo añade que la verdadera felicidad no puede ser nunca individual sino colectiva ¡quiero ver a mi pueblo contento! Así que no es de extrañar que en cualquier instante se ponga a cantar corridos y rancheras mejicanas o se vaya a bailar tango en las fiestas populares.

Al terminar la Segunda Guerra mundial Vicent tenía una deuda que saldar y por eso se dirigió a Toulouse donde el partido Comunista preparaba la operación del Valle de Arán. Se pretendía crear una cabeza de puente con la intención de reactivar la lucha antifranquista. En un principio cientos de guerrilleros lograron infiltrarse a través de los Pirineos pero no lograron consolidar sus objetivos pues los aliados se negaron a prestarle su ayuda. El traidor general de Gaulle -a pesar de existir un compromiso con los guerrilleros españoles que participaron en la liberación de Francia- los desarmó en un claro gesto de buena voluntad hacia el caudillo Francisco Franco.

Tras la frustrada aventura pirenaica a Vicent no le quedó más remedio que radicarse o, mejor dicho, exiliarse en Francia. Por lo tanto se reunió con sus hermanos en el pueblo de Pamiers (Midi Pyrénées) donde fijó su residencia y comenzó a laborar en una fábrica metalúrgica. Allí se casó, formó un hogar y echó raíces. Pero eso si jamás ha olvidado su querido pueblo de Alcàsser al que visita desde hace algunos años regularmente.

Vicent se siente orgulloso de su militancia comunista pues no en vano se jugó la vida en honor a los principios revolucionarios que desde niño aprendió junto a sus padres.

Durante décadas esa España desmemoriada y amnésica ignoró a estos héroes anónimos que simplemente cumplieron con el deber patriótico de hacer frente a un golpe militar nazi-fascista. Los hijos de la clase obrera no podían dejarse pisotear impunemente y se vieron obligados a empuñar las armas en defensa de la legalidad de la república. Un golpe de estado que contó con la complicidad de la iglesia, la banca, los terratenientes representados en el CEDA. Estos poderes fácticos fueron los responsables reales de la sangrienta conflagración que supuso una de las mayores tragedias en toda la historia de España.

Ahora justo cuando Vicent Almudéver está a punto de cumplir cien años recién comienzan a reconocerle su entrega y sacrificio. En todo caso «nunca es tarde si la dicha es buena» De ahí que en los numerosos actos que ha intervenido no se cansa de señalar que «si Hitler obtuvo una victoria esa fue la Guerra Civil Española»

Estamos ante alguien que se ofreció voluntario y lo arriesgó todo en defensa de los valores de libertad y justicia social que pregonaba la república. 

Porque él asume el papel de portavoz de todos sus compañeros caídos en combate.

Amargo nos confiesa que le duele mucho contemplar a una España completamente entregada a los dictados de Bruselas y Berlín, una España que sin ningún reparo se pliega a los designios de la OTAN y el imperialismo norteamericano.

Vicente Almudéver desde su casa en Rimont (Ariege-Midi Pyréneés) situada muy cerca ya de la frontera con Cataluña, sigue leyendo en voz alta los periódicos como lo hiciera en aquel entonces en las tabernas a los obreros y campesinos analfabetos para explicarles las razones por las que habían sido condenados a la miseria y el abandono. Afirma que a pesar de su edad todavía tiene muchas cosas que aprender y por eso sigue soñando fiel a la consigna que lleva grabada en su mente: «quien se arrodilla ante el hecho consumado es incapaz de enfrentar el porvenir».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.