Traducido para Rebelión por Germán Leyens
«Si la naturaleza fuera un banco, ya la habrían salvado» (Eduardo Galeano)
¿Qué pensáis de usar esto como argumento para utilizarlo al hablar con los que no aceptan la idea de que el fenómeno de las situaciones meteorológicas extremas es causado por el hombre?
Bueno, podemos proceder de dos maneras:
Podemos hacer lo posible por limitar el efecto invernadero limitando las emisiones a la atmósfera de gases invernadero (dióxido de carbono, metano, y óxido nítrico), y si resulta que esas emisiones no fueron en realidad la causa de todos los fenómenos de situaciones meteorológicas extremas, habremos perdido mucho tiempo, esfuerzo y dinero (aunque todavía quedarían otros beneficios para el ecosistema).
No podemos hacer nada por limitar la emisión de gases invernadero a la atmosfera, y si resulta que esas emisiones fueron en realidad la causa de todos los fenómenos de situaciones meteorológicas extremas (no simplemente extremas, sino volviéndose categóricamente monstruosas), entonces habremos perdido la Tierra y la vida tal como la conocemos.
Por lo tanto, ¿estás dispuesto a participar en el juego?
Todo lo que hagamos a un nivel puramente personal para tratar de limitar las emisiones de gas invernadero ciertamente no puede ser comparado con lo que pueden hacer las corporaciones; pero es inevitable que el proceso afectará los resultados finales de una u otra corporación, y se puede confiar en que pondrán la optimización de los beneficios por sobre el bien de la sociedad; la «personalidad» corporativa por sobre la personalidad humana. Es una barrera enfrentada por cualquier movimiento ecologista o social, y es el motivo por el cual no apoyo la idea frecuentemente pregonada de que «Izquierda contra Derecha» es un concepto obsoleto; que todos estamos juntos en un movimiento común contra el abuso corporativo y gubernamental no importa dónde nos encontremos en el espectro ideológico.
Solo la Izquierda mantiene como un principio fundamental: La Gente por sobre los Beneficios, que puede servir como una definición muy concisa del socialismo, una ideología que es anatema para la Derecha y los libertarios, que creen fervientemente, contra toda evidencia, en la racionalidad de un libre mercado. Personalmente, favorezco la idea de una economía centralizada, planificada.
¡Santo Lenin, Batman! ¡Este sujeto es un Maldito Rojo!
¿Te molesta esta terminología? Porque los estadounidenses son educados para ser dedicados anticomunistas y antisocialistas, y para equiparar una «economía planificada» con los peores excesos del estalinismo. Bueno, olvidad las etiquetas espeluznantes; describámoslo como gente sentada discutiendo cuáles son los problemas más serios que enfrenta la sociedad; y cuáles instituciones y fuerzas en la sociedad tienen el mejor acceso, la mejor experiencia, y los mejores recursos para ofrecer una solución para esos problemas. Por lo tanto, la idea es posibilitar que esas instituciones y fuerzas encaren los problemas de un modo altamente organizado y eficiente. Todo esto es usualmente llamado «planificación», y si la organización de todo generalmente proviene del gobierno puede ser llamado «centralizada». La alternativa a todo esto es llamada anarquía o libre empresa.
No doy mucha importancia a la idea de «socialismo libertario». Para mí es un oxímoron. Las preguntas principales a ser consideradas son: ¿Quién tomará a diario las decisiones para dirigir la sociedad? A favor de quiénes se tomarán esas decisiones. Es fácil hablar de «democracia económica» que proviene «del pueblo» y es «localmente controlada», no por el gobierno. ¿Pero va a fabricar automóviles, trenes y aviones cada ciudad y aldea? ¿Tendrá un aeropuerto cada ciudad de cualquier tamaño? ¿Supervisará cada una sus propias inspecciones de alimentos y medicamentos? ¿Mantendrá todas las carreteras que pasan por ellas? ¿Protegerá el entorno solo dentro de los límites de la ciudad? Semejantes preguntas son obviamente ilimitadas. Solo sugiero que no debemos ilusionarnos respecto al control local o ser paranoicos sobre la planificación central.
«Estamos todos dispuestos a ser salvajes en alguna causa. La diferencia entre un buen hombre y uno malo es la elección de la causa». -William James (1842-1910)
De modo que George W. Bush es ahora pintor. Dice a su profesor de arte que «hay un Rembrandt atrapado dentro de este cuerpo». [1] ¡Ah!, de modo que Georgie es más que solo un pintor. Es un artista.
Y todos sabemos que los artistas son gente muy especial. Nunca deben ser confundidos con asesinos en masa, criminales de guerra, torturadores despiadados o mentirosos inveterados. Tampoco son acusados de torpeza mental o de pensamientos incoherentes.
Los artistas no son los únicos especiales. Los devotos también son especiales: José Stalin estudió para el sacerdocio. Osama bin Laden oraba cinco veces al día.
Y amantes de los animales: Herman Goering, mientras su Luftwaffe hacía llover la muerte sobre Europa, tenía un letrero en su oficina que decía: «El que tortura animales hiere los sentimientos del pueblo alemán». Adolf Hitler también amaba los animales y fue mucho tiempo vegetariano y enemigo de los fumadores. Charles Manson fue un acérrimo opositor de la vivisección.
Y la gente culta: Elie Wiesel lo llamó el mayor descubrimiento de la guerra: que Adolf Eichmann era culto, leía, tocaba el violín. Mussolini también tocaba el violín. Algunos comandantes nazis de campos de concentración escuchaban a Mozart para acallar los gritos de los reclusos.
El ex político bosnio serbio Radovan Karadzic, que es procesado actualmente por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, acusado de crímenes de guerra, genocidio, y crímenes contra la humanidad, era psiquíatra, especializado en depresiones; practicante de medicina alternativa; publicó un libro de poesía y libros para niños.
Al Qaida y otros atacantes suicidas están genuina y sinceramente convencidos de que hacen lo correcto. Eso no hace que sean menos malos; en realidad los hace más aterradores, ya que nos esfuerzan a enfrentar la espeluznante realidad de un mundo en el cual la sinceridad y la moralidad, no tienen necesariamente nada que ver entre sí.
La historia presentada por Hollywood
Imaginad un documental sobre el Holocausto que no mencione Alemania nazi.
Imaginad un documental sobre la matanza en 1965-66 de hasta un millón de «comunistas» en Indonesia que no mencione el papel crucial jugado en la matanza por EE.UU.
Pero no hay necesidad de imaginarlo. Ha sido filmado, y fue estrenado el verano pasado. Se llama The Act of Killing y no menciona el papel de EE.UU. Dos artículos en el Washington Post sobre la película tampoco lo mencionan. La matanza indonesia, junto con el encarcelamiento sin proceso de cerca de un millón de personas y el uso generalizado de la tortura y las violaciones, es uno de los grandes crímenes del Siglo XX y es ciertamente bien conocida entre los que tienen por lo menos un modesto interés en la historia moderna.
Envié un correo electrónico enviado a la redactora del Washington Post que escribió la reseña de la película:
«El hecho de que usted pueda escribir sobre este evento histórico y no mencione una sola palabra sobre el papel del gobierno de EE.UU. es un triste comentario sobre su intelecto y su conciencia social. Si la cinta en sí omite cualquier mención seria del papel, condena al cineasta y a usted por no destacar este hecho. Por lo tanto la ignorancia y el lavado de cerebro del pueblo estadounidense sobre la política exterior de su país (es decir el holocausto) continúan década tras década, gracias a gente en los medios como Mr. Oppenheimer [uno de los cineastas] y usted.»
La autora de la reseña del Post, en lugar de sentirse ofendida por mi lenguaje desmedido, fue realmente impresionada por lo que dije y me pidió que le enviara un artículo describiendo el papel de EE.UU. en Indonesia, y que trataría de lograr que fuera publicado en el Post como artículo de opinión. Lo hice y ella me escribió que había apreciado muchísimo lo que le había enviado. Pero -como yo estaba seguro que ocurriría- el Post no publicó mi opinión. Por lo tanto este incidente puede haber tenido el único mérito de iluminar a una redactora del Washington Post sobre los estándares periodísticos y la política de su propio periódico.
Y ahora, acaba de ser estrenado, tenemos el filme «: Mandela, del mito al hombre [Largo camino hacia la libertad] basado en la autobiografía de Nelson Mandela del mismo nombre de 1994. El heroico Mandela pasó cerca de 28 años en prisión en manos del gobierno del apartheid sudafricano. Su arresto y encarcelamiento fueron el resultado directo de una operación de la CIA. Pero la película no menciona el papel jugado por la CIA o ninguna otra agencia de EE.UU.
Para hacer justicia a los realizadores de la película, el propio Mandela, en su libro, no acusó a la CIA por su encarcelamiento, y escribió: «La historia nunca ha sido confirmada y yo nunca he visto ninguna evidencia fiable de su veracidad».
Bueno, el señor Mandela y el cineasta debieran leer lo que escribí y documenté sobre el tema algunos años después de la publicación del libro de Mandela, en mi propio libro: Rogue State: A Guide to the World’s Only Superpower (2000). No es una «prueba concreta», pero creo que convence a todos los lectores de que lo que ocurrió en África del Sur en 1962 fue otra de las operaciones de la CIA que todos hemos llegado a conocer y apreciar. Y casi todas mis fuentes estaban a disposición de Mandela cuando escribió su autobiografía. Ha habido especulación sobre lo que finalmente condujo a la liberación de la prisión de Mandela; tal vez se hizo un trato respecto a su conducta después de la prisión.
Desde un punto de vista puramente educacional, ver películas como las dos mencionadas anteriormente puede ser peor que no exponer su mente a todo el tratamiento de cultura pop de la historia o la política exterior de EE.UU.
La historia según la prensa diaria estadounidense
Durante el cierre parcial del gobierno federal de EE.UU. en octubre por una disputa presupuestaria, el columnista del Washington Post, Max Fisher, se preguntó si alguna vez había ocurrido algo semejante en otro país. Decidió que «realmente existe un precedente extranjero: sucedió una vez en Australia. En 1975, el gobierno australiano cerró sus operaciones porque el parlamento no había aprobado su financiamiento, bloqueado por un altercado presupuestario. Se pareció mucho al cierre estadounidense actual, o a los 17 cierres anteriores en EE.UU.» [2]
Con la excepción de lo que Fisher no nos dice: que hay fuertes indicios de que la CIA utilizó la ocasión para imponer un cambio de régimen en Australia, en el cual el Gobernador General, John Kerr -un hombre que había estado íntimamente involucrado con fachadas de la CIA durante muchos años- destituyó a Edward Gough Whitlam, el primer ministro democráticamente elegido cuyas diversas políticas habían sido una espina clavada en el cuerpo de EE.UU., y de la CIA en particular.
Una vez más tengo que citar mis propias palabras, porque la historia del golpe de la CIA en Australia -que yo sepa- no está descrita en ningún tipo de detalle en ningún sitio fuera de mi libro Killing Hope: U.S. Military and C.I.A. Interventions Since World War II (2004).
Los estadounidenses viven en un Estado policial orwelliano. Eso, o en la mayor democracia de todos los tiempos
Existen aquellos en EE.UU. y Alemania en estos días que insisten en que la Agencia Nacional de Seguridad no es nada comparable con el Ministerio de Seguridad del Estado de Alemania Oriental, o Stasi, que, durante la Guerra Fría, empleó a algo como 190.000 informantes secretos a tiempo parcial, y otros 90.000 agentes a tiempo completo en operaciones de espionaje tanto en Alemania Oriental como Occidental. Desde el fin de la Guerra Fría, las revelaciones de los archivos del Stasi han llevado a que miles de colaboradores hayan sido expulsados de la vida pública. Incluso ahora, nuevas acusaciones de una asociación con el Stasi pueden perseguir a políticos y celebridades en Alemania. [3]
Todo esto, por cierto, proviene de una era antes de que casi toda la información y los secretos fueran electrónicos. Era en gran parte trabajo intensivo. En la era digital, la NSA tiene muy poca necesidad de que individuos espíen a sus amigos, conocidos, y colegas. (En todo caso, el FBI también se puede ocupar de esas actividades.)
¿Podemos llegar a esperar que un día los empleados de la NSA sufran la desgracia pública como numerosos empleados e informantes del Stasi? No serán más castigados que los criminales de guerra Bush y Cheney. Solo los que han denunciado los crímenes de la NSA han sido castigados, como Edward Snowden y varios otros denunciantes.
Notas:
Washington Post, 21 de noviembre de 2013
Washington Post, 1 de octubre de 2013
Washington Post, 18 de noviembre de 2013
William Blum es autor de Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Rogue State: a guide to the World’s Only Super Power . Su último libro es: America’s Deadliest Export: Democracy. Contacto: [email protected]
Fuente original: Williamblum.org