Aquel lunes, 20 de julio, cuando el pueblo de Madrid se fue al asalto del Cuartel de la Montaña, peleó junto a él un buen grupo de cubanos. La mayoría eran exiliados a causa del triunfo de la tiranía machadista, como los que formaban el Comité de Revolucionarios Antimperialistas Cubanos. Entre los combatientes de aquel […]
Aquel lunes, 20 de julio, cuando el pueblo de Madrid se fue al asalto del Cuartel de la Montaña, peleó junto a él un buen grupo de cubanos. La mayoría eran exiliados a causa del triunfo de la tiranía machadista, como los que formaban el Comité de Revolucionarios Antimperialistas Cubanos. Entre los combatientes de aquel día estaban el joven poeta Moisés Raigorovsky, comunista -caído en noviembre de 1936-, Pedro Vizcaíno, guiterista, y María Luisa Lafita, quien sería enfermera en el Quinto Regimiento, junto a Tina Modotti.
La causa de España encontró simpatías y solidaridad inmediatas en Cuba, que apenas salía de las jornadas finales de la Revolución del 30. Numerosas fuerzas sociales se movilizaron para apoyar a la República y proveer ayuda material. La revolución española reforzó la ideología de izquierda que había florecido en Cuba, y las acciones solidarias contribuyeron a la reorganización del sindicalismo radical, proscrito desde marzo de 1935. Fuerzas revolucionarias sobrevivientes se aprestaron a contribuir al esfuerzo de guerra republicano. «Me voy a la revolución española» -escribió Pablo de la Torriente Brau-, «hoy en España se está, en proporciones poderosas, aclarando el problema de la gran disyuntiva planteada al mundo desde 1917, y de cuya solución penderá la vida, particularmente de todos los países coloniales y semicoloniales…». Veterano luchador, testimoniante principal de la Revolución del 30 y uno de los más grandes periodistas cubanos, el comunista Pablo fue líder estudiantil y preso político en 1930-33, buscó después los caminos de la izquierda con militantes obreros y estudiantes, con los campesinos, y fue por último el Secretario General de una organización insurreccional formada por un sector de jóvenes de izquierda.
Hacía un frío terrible aquel 19 de diciembre en Majadahonda, al norte de Madrid. Pablo, comisario de batallón en el Quinto Regimiento, se hizo cargo de dos compañías en medio del combate. Ya moribundo, trató de enterrar su cartera con papeles, para que no la encontrara el enemigo. Lo sepultaron, primero, en Chamartín; después, en Barcelona. Pablo había descubierto con júbilo a un poeta miliciano, Miguel Hernández, que escribió un extenso y vibrante poema en su honor: «porque este es de los muertos que crecen y se agrandan / aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto». El Club Julio Antonio Mella, de Nueva York, completaba ya la organización del primer gran grupo de voluntarios cubanos, que embarcaron para España en enero. Guiteristas (de Antonio Guiteras) y comunistas, al fin unidos, se lanzaron al combate en la 15º Brigada Internacional, en la batalla de Jarama, donde pelearon y murieron junto a norteamericanos, irlandeses y británicos. El 24 de febrero, en Morata de Tajuña, cayó el heroico jefe de la unidad cubana -la Centuria Guiteras-, Rodolfo de Armas, cuadro de Joven Cuba, la organización armada de orientación socialista que dirigió Antonio Guiteras.
El Partido Comunista fue el alma del envío de internacionalistas cubanos a la Guerra de España. El 15 de abril de 1937 partió el primer barco desde Cuba, y ya no se detuvo el flujo de voluntarios. Se ha calculado en mil el número de los combatientes cubanos -todavía esperamos por una investigación cabal de esa epopeya-, y, en la cuarta parte, los que murieron. Pelearon en las Brigadas Internacionales, pero muchos pasaron al Ejército Republicano. Dos de ellos llegaron a mandar brigadas del Ejército. Policarpo Candón, joven humilde, anarquista primero, luchador contra Machado, se distinguió como uno de los jefes militares populares desde los primeros meses. Alberto Sánchez, estudiante secundario, que peleó contra el machadato, comando de acción en Joven Cuba, combatió junto a Guiteras en El Morrillo; en España, hizo una carrera fulgurante en el Quinto Regimiento. Los dos pelearon en el Cuartel de la Montaña, se hicieron comunistas y murieron en combate. Jorge Agostini mandó el submarino C-4, y numerosos cubanos fueron oficiales con mando.
Estos internacionalistas tenían muy diversas militancias o simpatías, eran trabajadores, estudiantes, desempleados, varios exmilitares y también profesionales. Un chofer llega a mandar una compañía de tanques; un boxeador combate en Barcelona desde el 20 de julio y es teniente de ametralladoras; un pelotero pelea en la Brigada de Choque, con Candón, y el propio Miaja lo asciende a capitán; un músico y compositor participa en la defensa de Madrid desde el inicio y es capitán director de la banda de la 46ª División. Obreros, exmilitares, un escultor, son oficiales en el Ejército, las Brigadas y la Marina. En todas las batallas famosas, y en muchas otras acciones, caen combatientes cubanos, y su conducta heroica es citada por los mandos o recordada por sus compañeros. Fue la gente del pueblo de Cuba, que supo dar continuidad y más alcance, con su sangre y su abnegación, al proceso de liberación y de lucha por la justicia social, y forjar una práctica que la Revolución multiplicaría en la siguiente generación.
En Cuba, la población mantuvo un nivel extraordinario de solidaridad durante todo el transcurso de la Guerra de España, realizando innumerables tareas de ayuda material y de apoyo; después, quedó como un rasgo permanente la identificación con la causa de la República y el repudio al régimen franquista. La gesta de España y sus símbolos se incorporaron al imaginario revolucionario nacional, contribuyendo a relacionar mejor antifascismo y democracia con guerra revolucionaria, internacionalismo y socialismo. Ellos estuvieron latentes durante la lucha insurreccional de los años 50, en la cual dieron su vida o participaron varios combatientes de aquella contienda. Los muchachos de los primeros años de la revolución cubana en el poder cantábamos canciones de la Guerra de España, y el himno de nuestros primeros artilleros era otra versión más de «los cuatro muleros». De Girón a la Crisis de Octubre, de las «movilizaciones» al Escambray, los novios cantaron dónde se les podía escribir, nuevos jóvenes se bautizaron como la flor más roja del pueblo y se sintieron continuadores de las jornadas de gloria y de muerte del pueblo español.
Hace 75 años que se proclamó la república, en julio hará 70 años que los pueblos de España la defendieron con su sangre y trataron de cambiar el mundo y la vida. Hoy, sin duda, las realidades son diferentes y las cosas son de otro modo, pero los que atienden la salud de los pueblos de Pakistán a Paraguay son también nietos de los internacionalistas que fueron a España, y los que practican la solidaridad con Cuba, en España y en el mundo, hacen crecer los valores y la calidad humana a la misma escala. Frente al predominio de los asesinos de la gente y de la cultura, levantemos la memoria del heroísmo y los ideales de aquella epopeya, que ellos también nos están señalando el rumbo y las necesidades, los sueños y el futuro.
* Fernando Martínez Heredia es investigador titular del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana «Juan Marinello». Fue director de la revista cubana Pensamiento Crítico entre 1966 y 1971.