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A propósito del artículo “Basuras: si pago, no separo”

Si quien contamina paga… ¡quien recicla ha de cobrar!

Fuentes: Rebelión

El siguiente texto «Pausa publicitaria (I): El timo del reciclaje» corresponde a las páginas 35-37 del libro «Consumo, luego existo. Poder, mercado y publicidad». (Se puede descargar en: http://www.letra.org/spip/IMG/pdf/Consumo_Luego_Existo._Poder_mercado_y_publicidad.pdf o en http://www.somnisdesperts.org/pdf/consumoluegoexistopodermercadoypublicidad.pdf) PAUSA PUBLICITARIA (I): EL RECICLAJE El reciclaje en España, tal y como está actualmente planteado, es un fraude ecológico y económico. Los costes […]

El siguiente texto «Pausa publicitaria (I): El timo del reciclaje» corresponde a las páginas 35-37 del libro «Consumo, luego existo. Poder, mercado y publicidad».

(Se puede descargar en: http://www.letra.org/spip/IMG/pdf/Consumo_Luego_Existo._Poder_mercado_y_publicidad.pdf o en http://www.somnisdesperts.org/pdf/consumoluegoexistopodermercadoypublicidad.pdf)

PAUSA PUBLICITARIA (I): EL RECICLAJE

El reciclaje en España, tal y como está actualmente planteado, es un fraude ecológico y económico. Los costes e impactos ambientales que comporta esta civilización del «usar y tirar» y el considerar el bienestar como equivalente al consumismo y consumismo como equivalente al incremento en la producción de basura son por todos conocidos. Entonces, ¿por qué seguimos empeñados en ello? Veamos:

En primer lugar, las empresas necesitan el sobreembalaje por tres razones: 1ª) Como soporte de auténticos anuncios y estímulos seductores que refuerzan los promocionados en otros soportes o para que funcione como última oportunidad para desencadenar la pulsión de compra en las estanterías comerciales. Pues es ahí, en los pasillos, donde se desarrolla una sorda pero encarnizada competencia intramarcas, es ahí, a pie de caja, donde se deciden gran parte de las compras cotidianas. Sintetizando; más embalaje igual a más beneficios económicos. 2ª) El corpus legal y fiscal del estado está diseñado para que sea mucho más rentable y competitivo sustituir el trabajo humano por materia y energía, en este caso por envases y embalajes, preferiblemente no retornables, pues la reutilización consume mucho trabajo humano. 3ª) La producción y comercialización global, masiva y anónima, genera unas necesidades logísticas (manipulación, almacenaje, conservación, transporte, distribución y presentación) y de imagen que, en último término y entre otros aspectos, son traducibles en un uso masivo de envases y embalajes.

En segundo lugar, el sistema global necesita los servicios del CC-P. Complejo que, además de contaminar la psique y el alma del respetable, en otros campos es un devorador absoluto de recursos naturales relacionados con la industria del plástico, papel y las artes gráficas y, por ello, es uno de los principales productores de residuos y contaminantes asociados: en las ciudades son muchos los kilos de papel por buzón y año. La publicidad ocupa un porcentaje nada desdeñable de las páginas de revistas y periódicos, etc.

Tesis:

1ª- Tenemos un marco económico, legal y fiscal que global, estructural y racionalmente estimula el despilfarro asociado a la lógica comercial-publicitaria y, por ello, es un gran incentivador de la producción de residuos. Proceso en el cual las empresas muy, pero que muy privadas, obtienen incuestionables beneficios económicos a partir del contravalor «degradación ambiental».

2ª- Por imperativo físico se impone una evidencia: usar y tirar tanta materia y energía tiene unos impactos ambientales crecientes y, a largo plazo, insostenibles.

3ª- La oscura intuición entre la ciudadanía de la existencia de peligros y amenazas asociadas a la contaminación y la destrucción irreversible del medio ambiente genera una difusa ansiedad.

Uno de los objetivos clave del CC-P será canalizar esta ansiedad hacia actividades compulsivas y psíquicamente gratificantes que reconstruyan virtualmente una percepción de seguridad. Estamos hablando de una vasta operación de intoxicación que tiene por objeto el permitir una descarga de ansiedad sin que ésta produzca efectos potencialmente peligrosos para La Corporación. El objetivo último será difuminar todo potencial de conciencia y acción cívica ecológicamente coherente, políticamente crítica y económicamente subversiva.

El CC-P ha encontrado en el reciclaje uno de esos rituales mágicos y exorcistas de todo mal ecológico mediante el cual la ansiedad ante la degradación ambiental se transmuta en unos rituales masoquistas y estereotipados, tales como:

a) Penitencia necesaria y en pro de la salud planetaria: el CC-P culpabiliza y apela a la sensibilidad ecológica de la población para que ésta realice un trabajo gratuito y desinteresado separando y acarreando a los distintos contenedores los diferentes materiales. Así como se pide a los ciudadanos responsables y solidarios que incrementen significativamente el espacio de sus viviendas -caro y escaso- destinado a la selección y almacenaje de residuos. En suma, en un contexto en el que todos y todo se rige por la lógica mercantil del beneficio, se pide que los ciudadanos sean los únicos que actúen con la lógica opuesta del sacrificio.

b) Socialización de costos: los ayuntamientos ofrecen gratuitamente espacio urbano (económica y funcionalmente muy valioso) para el emplazamiento de más y más contenedores de todos los colores y han de asumir en la práctica muchos más costes directos e indirectos generados en el tratamiento de residuos. Estos costes son sufragados en gran parte vía impuestos. Además de los económicos, existen otros costes funcionales que también han de ser estoicamente soportados por todos en bien de los equilibrios cósmicos e interplanetarios: pérdida de espacio urbano, ruidos, malos olores, contaminación visual, etc.

Síntesis:

Como consumidores pagamos y alimentamos la expansión de la publicidad y el incremento de envases y embalajes y como ciudadanos hemos de continuar pagando y trabajando gratuitamente en bien de la galaxia. El efecto final es devastador: al mismo tiempo que se extiende el reciclaje hay un constante aumento en la producción de residuos por cápita y se incrementan las tasas e impuestos para su tratamiento. Esta imagen es digna de Marx (Carlos no, Groucho): ¡Estamos subiendo unas escaleras mecánicas que bajan a mucha más velocidad! ¿Otras opciones?

1) Cobrar como ciudadanos el trabajo y los servicios que como ciudadanos prestamos para disminuir los impactos negativos generados por actividades económicas privadas. Esto, por supuesto, si no queremos seguir desempeñando nuestro tradicionalmente estúpido papel. Se puede y debe fijar un precio por kilo de las diferentes materias recuperadas. Precio arbitrario, ecológica y políticamente acordado por la ciudadanía, que deben recibir organizaciones y entidades ciudadanas representativas (AAVV, distritos, ayuntamientos, etc.) y poder así incrementar sus recursos netos para la mejora ambiental y social de sus entornos directos, concretos y palpables.

2) Si esta medida se acompaña de una congelación en las tasas de recogida de basuras, cobrar como ciudadanos el reciclaje implica que como consumidores encarecemos sensiblemente los envases y embalajes: esta vía implica técnica y económicamente estimular estrategias y lógicas comerciales realmente más ecológicas.

3) Como es fácil suponer, los puntos anteriores serán quimeras en tanto en cuanto la ciudadanía organizada sea incapaz de organizar con razonable éxito auténticas huelgas contra el actual sistema de recogida selectiva.

¿Hasta cuando los actuales movimientos ecologista/vecinales dejaran de jugar el santurrón y estúpido papel de departamento gratuito de marketing de la última mutación capitalista: el eco-soft-fascismo?

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Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.