Ridiculizar el intento de reducir la brecha de género en matemáticas es sintomático del problema de fondo
La última Barbie lleva gafas de pasta negras y tiene una línea por boca que muestra un aspecto serio como el de la mujer real a la que intenta imitar, Sarah Gilbert, la investigadora de la Universidad de Oxford que ha creado la vacuna contra la COVID-19 de AstraZeneca.
Mattel ha hecho a lo largo de los años Barbies inspiradas en actrices, cantantes y modelos de carne y hueso, pero ahora ha lanzado una con médicas, investigadoras y otras científicas que luchan contra la pandemia. Gilbert dice que al principio la idea le pareció “rara”, pero ahora esa Barbie incluso ha conseguido arrancarle algo parecido a una sonrisa. Ese trozo de plástico puede inspirar a quienes jueguen con esa muñeca.
Lo que nos rodea marca quienes somos, especialmente en los primeros años de vida. Las señales -y en el peor de los casos los prejuicios- pueden alargar o empequeñecer nuestras opciones de vida. Cuanto más amplias son las opciones, más se beneficia la persona y en último término la sociedad, siempre más rica y más viva cuando hay más individuos que tienen más oportunidades. Si algo tan pequeño como un trozo de plástico en forma de Barbie puede influir en nuestra vida, cómo no pensar más en el peso de lo más grande, el colegio y el ambiente que nos acoge cuando apenas tenemos ideas preconcebidas sobre quiénes somos o sobre cómo funciona el mundo.
Todavía sabemos poco sobre el nuevo currículo de primaria que propondrá el Gobierno y adaptarán a su manera las comunidades autónomas. Lo poco que ha salido del borrador, de momento, apenas es alguna expresión que mezcla jerga y cursilería sin detalles (¿qué será exactamente eso del “enfoque socioemocional”?). Los detalles son lo importante, pero sin duda hacer un esfuerzo por entender por qué menos niñas se interesan por las matemáticas o las abandonan según avanzan en su educación es una misión importante no sólo para promocionar la igualdad, sino para asegurarnos de que tenemos una sociedad mejor, con más posibilidades de tener más personas tan brillantes como para un día hacer la vacuna que nos salve.
Uno de los estudios más completos de los últimos años sobre la brecha en los colegios es de la Universidad de Stanford, que analizó los resultados de 260 millones exámenes de niños y niñas durante seis años en unos 10.000 distritos escolares de Estados Unidos. Una de las conclusiones era que, en general, las niñas tenían iguales resultados que los niños en los exámenes de matemáticas, al menos hasta el octavo curso de la escuela. Pero la excepción eran los distritos más ricos y educados: en esos distritos, los niños sí superaban a las niñas en los resultados de matemáticas, sobre todo si eran blancos. Las niñas negras y latinas, en cambio, tenían mejores resultados que los niños de la misma minoría.
“Las normas locales influyen en el desempeño de los niños desde muy pequeños. Y es más fácil que influyan en los niños que en las niñas”, explicó el análisis del New York Times. “Puede ser por una serie de expectativas, por los mensajes que los niños reciben pronto o por cómo se les trata en el colegio”, dijo uno de los investigadores de Stanford, Sean Reardon.
Encontraron, por ejemplo, que los estereotipos en actividades extraescolares eran más fuertes entre las familias con más recursos: clubes de matemáticas para los niños, clases de ballet para las niñas. Y que, en general, las niñas iban perdiendo “confianza” en sus habilidades en matemáticas según avanzaba su formación escolar.
En España, no hay datos tan completos, pero sí se ve el mismo fenómeno de brecha de género en matemáticas que se va alargando hasta llegar a la Universidad, donde las mujeres son mayoría, pero minoría en carreras científicas. Como explica en esta tribuna de opinión la investigadora Anabel Forte Deltell, los sesgos en nuestro entorno van encasillando a las niñas lejos de la ciencia.
Es fácil desdeñar el esfuerzo del Gobierno español -aunque peque de utilizar etiquetas que se entienden poco-, y mucho más difícil afrontar una realidad que perjudica a toda la sociedad. Ridiculizar el intento de reducir la brecha de género en matemáticas es sintomático del problema de fondo. Hablar de ello y tomárselo en serio son los primeros pasos para resolver el problema igual que buscar modelos de matemáticas y científicas.
De niña, me encantaba la geometría análitica por su belleza buscando vías para demostrar una hipótesis y la satisfacción que daba encontrar la solución. Pero a un cierto punto yo también dejé los números sin dudarlo. Y a veces me pregunto si la cosa hubiera sido distinta si alguna de mis Barbies se hubiera parecido un poco más a Sarah Gilbert. Era sólo un trozo de plástico. Pero cada trozo importa. Y mucho más los de carne y hueso.
Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/si-fuera-geometra_129_8215250.html