La verdad tiene que ver con la racionalidad, con la ciencia, con la comprobación sin paliativos. La verdad consiste en su correspondencia con la realidad. Ahora pasamos a un nivel específico de la verdad, el que se corresponde con la verdad política. Si la verdad nos hace libres; si la verdad es revolucionaria; si la […]
La verdad tiene que ver con la racionalidad, con la ciencia, con la comprobación sin paliativos. La verdad consiste en su correspondencia con la realidad.
Ahora pasamos a un nivel específico de la verdad, el que se corresponde con la verdad política.
Si la verdad nos hace libres; si la verdad es revolucionaria; si la verdad es un polo de atracción de las voluntades de cambio, es que está llegando su hora, la hora de la verdad.
Los corruptos por amistades, por compromisos, por dinero, por puestos… los tergiversadores, los de la verdad a medias, los quintacolumnistas, harán lo que puedan porque la verdad no salga, no sea tenida en cuenta, quede arrumbada y sin prestigio.
En un país como este donde la corrupción muerde en la vida común y diaria, la gente ante la verdad corre al sálvese quien pueda para ocultarse, o directamente hacer burla de la verdad, con escándalo, lanzando el rumor sucio, con difamación, todo para ridiculizar las causas de las que parte la verdad, todo para atacar su fundamento.
Si la verdad molesta a alguien, si alguien manifiesta sospecha incriminatoria contra la verdad, si declara que es igual o peor la verdad que la mentira, ese alguien no puede merecer ninguna complacencia.
¿Por qué en las organizaciones sociales y políticas que nos llaman a confiar en ellas encontramos casos de cínicos hasta un minuto antes ocultos? Habrá que pararse a pensar si hemos aplicado la racionalidad, el conocimiento por contraste con la realidad de las palabras que escuchamos, si somos críticos, reflexivos, si quien habla invita a ello y es, a su vez, autocrítico. En caso contrario ya podemos ir pensando que es muy fácil corromperse, hacer que el resto no aprecie la verdad, darle valor a la mentira.
El que ha sido mordido por la corrupción en la carótida de su conciencia, suele preferir pasar por encima de toda exigencia de ética, no busca confrontar ideas, sino que lo que busca es disolver la idea crítica en una mezcla donde la verdad vale lo mismo que la mentira.
La verdad es la tela más delicada con que se viste la vida política.
Hace falta gente ética que demuestre ser de izquierda, hace falta gente luchadora por la justicia social. Declarar que aun es pronto para la verdad es querer enterrarla.
Recojo el párrafo siguiente del prólogo escrito por Héctor Illueca Ballester, Portavoz del Frente Cívico Somos Mayoría, en «¡Rebelión!», un libro que contiene dos discursos de Julio Anguita:
«La verdad es muy importante en política… Antonio Gramsci consideraba que la verdad debía respetarse siempre, en cualquier circunstancia y cualquiera que fuesen las circunstancias. Para él la búsqueda de la verdad y el compromiso con ella eran inseparables de la actividad política, cuyo fundamento último residía precisamente en la aspiración a la veracidad y a la conformidad de lo que se hace con lo que se piensa.»
El semanario «L´Ordine Nuovo», fundado por Gramsci, tenía como cabecera la frase de Lasalle: «La verdad es siempre revolucionaria.»
Julio Anguita a la pregunta: «¿Cómo se lucha?», contesta: «Diciendo la verdad.»
En otro momento hablando de la construcción del discurso declara: «si para ganar votos tenemos que hacer cosas que van contra nuestra conciencia, que se queden con los votos. Y esto es importante, porque se está en política al servicio de políticas, de cosas que uno cree, el sillón por el sillón no sirve para nada.»
La mentira seguirá un tiempo triunfante, pero cada vez más gente deja de creerla para aprender de la realidad, para extraer la verdad de España.
En Roma se encuentra «La Boca de la verdad», es la máscara de un hombre con la boca abierta cuya leyenda dice que llevaban a las gentes sospechosas de mentir y les hacían meter la mano en la abertura. Si les mordía es que habían mentido. Quizás aquí no falte mucho tiempo para que veamos a nuestra «Boca de la verdad» mordiendo las manos de corruptos y falsarios, de quienes disuelven la verdad, de quienes la hacen de menos, de quienes la matan.
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis», lo encuentras en Libros libres, de rebelion.org; y es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», edita Fundación Domingo Malagón.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.