Sierra Gorda es una de las reservas naturales más importantes de México. Sus casi 400 mil hectáreas, que se extienden por los estados de Querétaro y San Luis Potosí, son un muestrario de la biodiversidad del país. Basta recorrerla por carretera partiendo de Cadereyta y Jalpa, en Querétaro, hasta Xilitla, en la Huasteca potosina, para […]
Sierra Gorda es una de las reservas naturales más importantes de México. Sus casi 400 mil hectáreas, que se extienden por los estados de Querétaro y San Luis Potosí, son un muestrario de la biodiversidad del país. Basta recorrerla por carretera partiendo de Cadereyta y Jalpa, en Querétaro, hasta Xilitla, en la Huasteca potosina, para comprobar la variedad de ríos, bosques (de los mejor conservados), cañones, selvas, montañas y desiertos que allí existen.
En Sierra Gorda se han identificado más de mil especies de plantas vasculares, 360 de aves, 131 de mamíferos, 72 de reptiles y 23 de anfibios. Allí se localiza casi la tercera parte de las mariposas que existen en el país. A esa inigualable riqueza natural se agregan más de 400 restos arqueológicos chichimecas, mexicas y pames; y los vestigios (algunos bien conservados) de la evangelización realizada por agustinos y franciscanos en el siglo XVI. A todo esto se agrega la cultura que distingue a la población actual. No en vano hace cuatro años la UNESCO declaró a Sierra Gorda patrimonio de la humanidad.
Pero esa joya de la biodiversidad está montada sobre la pobreza de sus más de 100 mil habitantes, motivo por el cual han emigrado a Estados Unidos cerca de 35 mil personas originarias de la región. También por pobreza, así como por mal manejo de los ecosistemas, están en peligro de extinción especies únicas como el jaguar, el puma, el oso negro, la guacamaya verde, la perdiz veracruzana y la mariposa de Humboldt, por ejemplo, mientras en la flora están igualmente amenzados la bisnaga gigante, el chapote, el guayame, la magnolia y el aguacatillo. Decenas más se catalogan oficialmente en peligro.
En Sierra Gorda, como en otras reservas naturales de México, se tiene el absurdo de que en medio de la riqueza natural, cultural, arqueológica y arquitectónica la población vive en condiciones de pobreza, en algunos casos extrema, sin que las autoridades hayan hecho los esfuerzos necesarios para garantizar el desarrollo sustentable y la calidad de vida, revirtiendo así las tendencias de deterioro económico, social y ambiental.
Por si esto no fuera suficiente, ahora se cierne otra amenaza sobre Sierra Gorda: la construcción de una presa sobre el río Extóraz. Tendría una cortina de 85 metros de altura y almacenaría 118 millones de metros cúbicos de agua con los cuales, a través de un acueducto de 138 kilómetros de largo, se surtiría de agua potable a la zona metropolitana de Querétaro y municipios vecinos (Cadereyta, Bernal, Ezequiel Montes y Colón) y detendría la sobrexplotación de los acuíferos regionales. En la zona metropolitana vive ya más de un millón de habitantes (la mitad de la población estatal) y por falta de planes de desarrollo urbano sigue creciendo en forma caótica.
Nadie cuestionaría la construcción de obras para cubrir las necesidades de agua de la población si estuvieran sólidamente justificadas en el campo técnico, financiero y ambiental. No parece ser así en este caso. Por principio, nuevamente se recurre al recurso fácil de construir grandes embalses sin corregir los vicios existentes en el sistema de agua de las ciudades. En Querétaro, por ejemplo, se pierde la tercera parte del líquido inyectado a las redes de conducción. Lo que los usuarios pagan por el agua es ínfimo y propicia su desperdicio. Además, explotar otras cuencas hidrográficas va en detrimento de los pobladores del sector agrario, ya de por sí expoliados. En Sierra Gorda esto adquiere mayor relevancia por la pobreza que allí existe. Las comunidades directamente afectadas expresan ya su protesta. También por los daños a la flora y a la fauna, al ambiente en general, incalculables e irreversibles al construirse la presa, los caminos y demás infraestructura.
En otras regiones del país campesinos e indígenas cuestionan las obras hidráulicas que, so pretexto de traer «desarrollo» y resolver problemas en las ciudades, perjudican a los grupos sociales más vulnerables y deterioran el ambiente. Las autoridades deben atender las voces que ahora se oponen a la construcción de la presa Extóraz y buscar la solución más justa a los problemas de abastecimiento de agua de Querétaro y poblaciones vecinas.