Traducido por Caty R.
La gran escritora y pensadora Simone de Beauvoir, que falleció el 14 de abril de 1986, el 9 de enero de 2008 habría cumplido cien años. El feminismo y la liberación de la mujer estructuran su obra literaria y filosófica.
Sylvie Chaperon*, autora de la obra «des Années Beauvoir, 1945-1970«, un estudio decisivo sobre las relaciones de la pensadora existencialista con las ideas de su época, nos describe el compromiso, siempre actual, de la transformación de las relaciones entre los sexos.
Las relaciones íntimas de Sartre y Simone de Beauvoir y la historiografía de sus respectivas aventuras amorosas o sexuales siguen apasionando a los comentaristas y la prensa, ¿qué piensa una historiadora de hoy?
La vida privada de Beauvoir, efectivamente, es apasionante, y la mayoría de los estudios sobre este personaje en realidad son biografías muy alimentadas desde el punto de vista sentimental.
Las sucesivas publicaciones de sus Cartas a Sartre, su diario íntimo o su correspondencia de enamorada con Algren o Bost abastecen esta producción (1). Para una historiadora, estos comentarios son problemáticos mientras permanecen en el ámbito del análisis psicológico o del juicio moral. En cambio, utilizar las fuentes extraordinariamente numerosas que dejó Beauvoir para enriquecer la historia de su vida privada o sexual es perfectamente legítimo. Pero es necesario contextualizar los hechos. Beauvoir y Sartre, como numerosos artistas o intelectuales inconformistas de su época, intentaron reinventar la pareja, el amor y la sexualidad, soslayando la familia, el matrimonio y los roles sexuales estereotipados. Sus intentos prefiguraron, en el ámbito individual, la «revolución sexual» de los años setenta, que sería más colectiva y comunitaria.
Aunque desde sus primeros trabajos reivindica la igualdad de la «situación» entre el hombre y la mujer, especialmente en su relación intelectual con Sartre, Simone de Beauvoir se declaró feminista bastante tarde. En cierto modo, como en otros casos, fue una conversión. ¿Cuáles serían los grandes momentos de su mutación?
Hasta los años setenta nunca militó en ninguna agrupación feminista, aunque en sus prólogos apoyaba la lucha por la «maternidad feliz» (la futura planificación familiar). Sin embargo se declaraba feminista. Ya en noviembre de 1949, poco después la aparición de El segundo sexo, respondía a Claudine Chonez en la radio con respecto a las sufragistas: «Pero finalmente son feministas porque tienen razones para serlo y, ciertamente, yo también lo soy…». En 1965 declaraba a Francis Jeanson: «Soy radicalmente feminista» (2). Beauvoir contribuyó a redefinir el feminismo de la segunda mitad del siglo XX politizando las cuestiones privadas y reclamando no solamente la igualdad formal, sino también la libre expresión personal. Con el Movimiento de Liberación Femenina (MLF) fue más lejos en la militancia, participó en las manifestaciones, firmó peticiones y manifiestos, abrió las páginas de su publicación Temps modernes a la crónica del sexismo cotidiano y se convirtió en directora de asociaciones y revistas.
Todos los testimonios de lectoras de El segundo sexo hablan del shock que esta obra supuso en el descubrimiento de una situación de opresión. En cambio hay pocos testimonios masculinos. ¿Simone de Beauvoir sólo escribía para las mujeres?
El éxito de El segundo sexo se debe en parte al escándalo que provocó su aparición y a la extraordinaria celebridad de la pareja Sartre-Beauvoir. Además el libro refleja las crecientes aspiraciones de miles de mujeres para quienes el derecho al voto o la igualdad constitucional de los sexos no regulaban la cuestión. En los años cincuenta y sesenta los antiguos grupos feministas seguían luchando por la igualdad de derechos, lo que no ocupa más que una línea del libro. La obra desplaza los intereses: desde entonces son las vivencias específicas de las mujeres en la pareja, en la familia o su sexualidad las que están en cuestión. Muchas mujeres señalaron la conmoción de la lectura, a veces dolorosa, casi siempre saludable. Simone de Beauvoir sacó a la luz del día las vivencias íntimas de las mujeres: la vergüenza de la menstruación, el sufrimiento de los embarazos, la monotonía infinita del trabajo doméstico, etcétera. Pero muchos hombres también escribieron a Simone de Beauvoir, y sobre temas muy variados. El fondo de esas cartas, depositado en la Biblioteca Nacional, revela que hacía un papel de confidente.
Simone de Beauvoir retoma del marxismo los conceptos de dominación y alienación que emplea ampliamente en sus análisis. En cambio es más reservada en cuanto a la teoría de que una modificación de la estructura de las relaciones de clase sería una condición suficiente para resolver la opresión de la mujer…
Hasta los años setenta Simone de Beauvoir pensaba que la solución vendría individualmente, por la independencia del trabajo remunerado, y colectivamente por la revolución socialista. Todavía en el otoño de 1968 pensaba que «la solución del problema de las mujeres sólo podrá existir el día en que exista una solución global y lo mejor que pueden hacer las mujeres es ocuparse de otras cosas que no sean ellas mismas. Es lo que intento hacer. Quiero decir que me ocupo de problemas políticos como la guerra de Vietnam o la de Argelia con más afán y más convicción que del problema femenino propiamente dicho, el cual, pienso, no se puede resolver en el marco de la sociedad actual». Cambió de opinión con su participación en el MLF. Desde entonces rechazó el socialismo como líder de las mujeres y promovió movimientos autónomos no mixtos. Su conversión se debe, seguramente, al gran radicalismo de este movimiento, algo que no había visto anteriormente, y también a su eficacia ya que el MLF multiplicó las iniciativas y llegó rápidamente a influir en la opinión pública.
¿Cómo explica la increíble ceguera de los comunistas de la época? Jean Kanapa, por ejemplo, en la Nouvelle Critique habla con respecto a El segundo sexo de «nihilismo nacional» y «exaltación de la depravación sexual»
Creo que la posición de los comunistas en ese momento se explica por razones estructurales y coyunturales. Desde la gran revuelta de los años treinta, que hizo posible el Frente Popular, el PCF, convertido en un partido del gobierno, adoptó los grandes valores nacionales, como la familia y la natalidad, y refrenó su aspecto vanguardista, especialmente en cuanto a las costumbres. Esto estaba todavía más reforzado por el clima de la guerra fría. El Partido, al sentirse atacado violentamente, asumió en el aspecto moral la glorificación de la maternidad y la familia (proletaria).
La «estalinización» del Partido prohibió la expresión de la crítica interna. En 1956, en la campaña para el derecho a la anticoncepción, se reprodujo el mismo fenómeno.
Sin embargo en la concepción de Simone de Beauvoir de la futura igualdad permanece una cierta ambigüedad. ¿La igualdad debe borrar la diferencia de los sexos o debe «realzar» esa diferencia?
La conclusión de El segundo sexo está muy clara: la igualdad destruirá la diferencia de los sexos, afortunadamente, precisa Simone de Beauvoir, porque entonces las diferencias individuales podrán revelarse en toda su diversidad. Si hay una constante indiscutible en el feminismo de Beauvoir (que está muy vinculado a los postulados del existencialismo), es el rechazo a «la diferencia» o «lo intrínseco». Beauvoir no admite ninguna diferencia por razón del sexo, todo es producto de la situación social y cultural. Se mostró inflexible en este punto; y la profunda separación, en Francia, entre las distintas tendencias feministas seguramente se debe, en parte, a esta herencia. Ayudado por una ingente cultura enciclopédica y el principio unificador del existencialismo, El segundo sexo aborda todas las ciencias humanas: desde la biología (circunloquio obligado en todos los ensayos sobre las mujeres hasta los años sesenta) hasta la antropología (recientemente renovada por Margaret Mead y Claude Lévi-Strauss), pasando por la historia, la psicología, la sexología, la literatura, el pensamiento y las principales filosofías del siglo: marxismo, «freudismo», estructuralismo… Inevitablemente, semejante amplitud de miras viene acompañada de numerosas inexactitudes en los detalles, pero coloca las relaciones entre los sexos como un fenómeno social total que ninguna teoría parcial puede abarcar.
Desde el punto de vista de la historia de la emancipación femenina, ¿qué lugar ocupa Simone de Beauvoir? ¿Qué le deben los movimientos feministas «posmodernos» y los ensayos de género contemporáneos?
El segundo sexo anunciaba el florecimiento de las investigaciones actuales: es la arqueología de la mayoría de los estudios sobre las mujeres. La crítica feminista se ejercía de forma pionera sobre nuevos terrenos ignorados por la mayoría de los militantes de la primera ola de principios de siglo. Se cuestiona a Freud y sus discípulos, por ejemplo. Según Élisabeth Roudinesco, Simone de Beauvoir es la primera que conecta la problemática de la emancipación con las teorías psicoanalíticas de la sexualidad femenina.
——————————————-
(1) Lettres à Nelson Algren: un amour transatlantique, 1947-1964 (Gallimard, 1997) y Correspondance croisée: 1937-1940, Simone de Beauvoir y Jacques-Laurent Bost, Gallimard, 2004. (Edición póstuma anotada por Sylvie Le Bon de Beauvoir).
(2) Simone de Beauvoir ou l’entreprise de vivre, suivi d’Entretiens avec Simone de Beauvoir, Francis Jeanson, Le Seuil, 1966.
(3) Dictionnaire de la psychanalyse, Élisabeth Roudinesco y Michel Plon, Fayard, 1997.
* Sylvie Chaperon, historiadora y profesora en la Universidad Toulouse-le Mirail, es especialista en los movimientos feministas de Francia de 1945 a 1970. Ha publicado numerosos artículos y varios libros: Le Siècle des Lumières (1980), Les aneés Beauvoir, 1945-1970 (2000), Cinquantenaire du deuxième sexe (Con Christine Delphy, 2001), La sexologie avant Freud (2007) y Les origines de la sexologie, 1850-1900 (2007).
Original en francés:
http://www.humanite.fr/2008-01
Lucien Degoy es periodista de L’Humanité
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.