Decía María Warlau en su artículo, escrito en Café Fuerte, en el cual caracterizó a Yoani Sánchez a su manera, que «su postura sobre el embargo suena simplista» . Al leer la breve reseña de Yoani sobre su estancia en México pude confirmar y comprender que el simplismo de Yoani se puede generalizar a todo […]
Decía María Warlau en su artículo, escrito en Café Fuerte, en el cual caracterizó a Yoani Sánchez a su manera, que «su postura sobre el embargo suena simplista» .
Al leer la breve reseña de Yoani sobre su estancia en México pude confirmar y comprender que el simplismo de Yoani se puede generalizar a todo lo que ve, oye, toca y siente. Su postura concerniente a México fue más que simplista. Veamos.
Mi primera impresión al leerlo fue que le dio prioridad y se interesó más en la gastronomía mexicana que a otra cosa del país amigo. Desde el mismísimo primer párrafo define a México «cómo el picante en la lengua» y «el tequila en la garganta». A continuación le dieron «a probar una golosina y era intensamente dulce, con azúcar espolvoreada; pero después mordí un tamal y la «patada» del chili en mi paladar» le «hizo soltar unas lágrimas»; y cierra su artículo con el círculo vicioso culinario como leiv motiv , como posteriormente veremos. pues no es homogénea en su escritura y el mismo tema lo dispersa y fragmenta en diferentes partes. Solo que, quizás, por esa afición o adicción a todo lo que prueba con su lengua y paladar fue lo que hizo que le costara trabajo subirse al avión a la hora de irse «porque unos deseos intensos me halaban para quedarme explorando una realidad subyugante y compleja» como lo es la realidad de la subyugante, y variada alimentación mexicana, pues le faltó hablar de otros muy peculiares y complicados platos aztecas.
Pero en honor a la verdad, ella percibe y refleja otros aspectos de la vida del hermano país. Vio los modernos edificios y los embotellamientos en el DF, desde luego, el cual observó desde el aire antes de aterrizar definiéndolo biológicamente, en ese momento, como un «gran hormiguero». Si bien no lo dice, Yoani no se pudo aguantar, y, aunque lo niegue y reniegue, salió a «pacotillar» habiéndose «perdido en el entramado de timbiriches y kioscos del centro de la ciudad» . No se debe criticar porque eso forma parte del turismo y ella, se respira y se siente por la forma en que narra, está realizando una gira turística farandulera que le han dado un carácter político y, por lo tanto, hace lo que hace un turista normal es comprar regalitos y …probar la comida criolla lugareña. Así debe haber sido en todos los países que ha visitado. Solo que no le ha costado nada porque son otros los que ha pagado, especialmente el contribuyente norteamericano.
Ella, como decimos nosotros los cubanos, «se cree cosas». Así se cree periodista profesional. Estuvo «visitando varias redacciones de periódicos, emisoras de radio y -sobre todo – hablando con muchos, muchos colegas periodistas . He querido saber de primera mano las satisfacciones y los riesgos de ejercer la profesión de informador en esta sociedad». Interesante el caso. Y continúa con los periodistas mexicanos que son «Gente que se juega la vida -especialmente al norte del país- por reportar, gente que cree al igual que yo en la necesidad de una prensa libre, responsable y apegada a la realidad.» Qué pensar?. Los compara con ella misma, con «mimisma» ¿Y que habrán pensado los periodistas mexicanos?. Espero que al menos no piense que se está jugando la vida como ellos, incluso por desear que en Cuba se desplieguen Internet y las redes sociales con el solo objetivo de que haya una «primavera árabe». Estoy seguro que a esta mujer nunca le ha silbado, ni jugando, una bala por sobre su cabecita. Todos ahora constatan que está «vivita y coleando», gozando de buena salud y disfrutando de una gira turística. Además, lo que denota Yoani con esto es un desconocimiento supino de la sicología e idiosincrasia de la gente cubana, pues ni con Internet, Twitter, facebook, TV por cable o antena, ni haya lo que haya de las TIC, no habrá aquí lo que ella desea, porque el cubano tiene otras formas y maneras de manifestar y canalizar sus descontentos e inquietudes políticas. Así ha sido desde la misma época de la colonia. Que lea, por favor, a Jorge Mañach y a Guillermo Rodríguez Rivera y verá que en ese aspecto no tenemos nada común con los árabes. Le va a ser más útil leerlos a ellos que a «Los detectives salvajes» quedice leyó.
Desde luego, estuvo muy poco tiempo en México «lindo y querido» para conocer la rica diversidad y complejidad de aquel país, que es ostensible no solo en sus comidas, sino en su medio físico, económico, político y sociocultural, con sus más de cien distintas comunidades indígenas que aún conservan hasta sus propias lenguas, en su emigración hacia los vecinos gringos y las consecuencias sociales que este fenómeno ha traído dentro del propio México, más lo que le ha acarreado el TLC con el vecino del Norte, que los está conduciendo a una transculturación afectando, incluso, el tradicional y festivo, con sus cohetes, voladores, panes y golosinas alegóricas, típico de México, Día del Muerto que se comienza a identificar con el Halloween yanki , sus brujas y calabazas, en vez de las calaveras mexicanas; y que además, debido a la introducción del maíz transgénico, está afectando lo que más le ha llamado la atención a Yoani, a la mismísima gastronomía mexicana que tiene como base la cultura del maíz desde tiempos inmemoriales. México, señores, no es esa simpleza que se nos presenta en el artículo de Yoani. México es grande, grande en sus contradicciones que se reflejan en sus contrastes extremos que van, desde la opulencia de unos pocos, hasta la miseria, la exclusión y el desamparo de amplios sectores de la población, condicionado todo esto por una distribución muy desigual de su PIB; son sus grandes luminarias del DF, pero también sus veladoras de sus poblados y pueblos que recuerdan la tristeza y la pobreza; son las grandes haciendas, pero también es la pobreza rural… Y ya que se atrevió a hablar de comestibles mexicanos no menciona y no dice nada en su artículo, de lo más popular y grande en extenso de su alimentación: las tortillas, tacos y frijolitos; así como calla y no habla de las imprecaciones que le hicieron los simpatizantes de Cuba que allí también le salieron al paso para desenmascararla, al igual que en Brasil y Argentina, cuando hablaba en un salón del Senado mexicano.
Por último, concluye el artículo Yoani como cerrando un ciclo: de la misma forma que lo comenzó, haciendo prevalecer sus papilas gustativas por lo que lo transcribo íntegramente:
«Un amigo me preguntó antes de irme ¿Cómo sientes a México? No lo pensé mucho: picante -le respondí- como el picante que provoca una sacudida en todo el cuerpo y saca las lágrimas de placer tormento. ¿Y Cuba? -insistió- ¿Cómo la sientes?… Cuba, Cuba es agridulce…»
Y yo, al leer esta simplista sandez, inmediatamente recordé la frase que nos legó El Apóstol para todos los tiempos: «Nuestro vino, de plátano, es agrio pero es nuestro vino» . ¡Y QUE VIVA MÉXICO!
La Habana, 15 de abril de 2013
GENERACIÓN Y / CUBA
Picante, picante
Yoani Sánchez
México no permite medias tintas, no admite que nos quedemos indemnes. Es cómo el picante en la lengua, el tequila en la garganta y el sol en los ojos. Cinco días en la tierra de la serpiente emplumada y me ha costado subirme al avión, porque unos deseos intensos me halaban para quedarme explorando una realidad subyugante y compleja. He visto edificios modernos a pocos metros de las ruinas del Templo Mayor; embotellamientos tremendos en las calles, mientras por las aceras algunos caminan con la calma de quien no tiene ninguna prisa por llegar. También he comprobado que la Catrina de calavera sonriente, alterna sin problemas con los tapices de colores vivos en medio del gentío de La Ciudadela. Con su risotada sarcástica, la pamela emplumada y el costillar afuera, me retaba. Alguien me dio a probar una golosina y era intensamente dulce, con azúcar espolvoreada; pero después mordí un tamal y la «patada» del chili en mi paladar me hizo soltar unas lágrimas. México no permite sentimientos tibios, lo amas o lo amas.
Así que rodeada de contrastes empecé mi periplo azteca. De Puebla al DF, encontrando amigos y visitando varias redacciones de periódicos, emisoras de radio y -sobre todo- hablando con muchos, muchos colegas periodistas. He querido saber de primera mano las satisfacciones y los riesgos de ejercer la profesión de informador en esta sociedad y he encontrado una gran cantidad de profesionales preocupados, pero trabajando.
Gente que se juega la vida -especialmente al norte del país- por reportar, gente que cree al igual que yo en la necesidad de una prensa libre, responsable y apegada a la realidad. He aprendido de ellos. También me he perdido en el entramado de timbiriches y kioscos del centro de la ciudad y he sentido allí el pulso de la vida. Una vida que ya percibía desde el aire antes de aterrizar, cuando en la madrugada del sábado observé el gran hormiguero que es la Ciudad de México -las muchas ciudades que contiene- en plena ebullición, a pesar de ser tan temprano.
Por momento tuve la impresión de estar viviendo un fragmento de la novela Los detectives Salvajes de Roberto Bolaño. Pero yo no buscaba -como los protagonistas de ese libro- a una poetisa de culto, extraviada en el olvido. Yo en realidad trataba de mirar y de hallar a mi propio país a través de los ojos de los mexicanos. Y lo encontré. Un Isla reinterpretada y múltiple, pero cercana; que levanta pasiones por doquier y que tampoco deja indemne a nadie. Un amigo me preguntó antes de irme y torme ¿Cómo sientes a México? No lo pensé mucho: picante -le respondí- como el picante que provoca una sacudida en todo el cuerpo y saca las lágrimas de placer tormento. ¿Y Cuba? -insistió- ¿Cómo la sientes?… Cuba, Cuba es agridulce…
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