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La libertad de expresión cuesta en Asturias 29 millones de euros al año

Sin libertad de expresión no es posible la democracia

Fuentes: Rebelión

El gobierno socialista asturiano decidió comprar la libertad de expresión, y como dicen en la nota de intenciones, «al amparo de la ley» de la que ellos mismos previamente dictaron para crear en 2003 el Ente Público de radiodifusión y televisión que cobijaría o encubriría a tres Sociedades Anónimas: televisión, radio y a una productora […]

El gobierno socialista asturiano decidió comprar la libertad de expresión, y como dicen en la nota de intenciones, «al amparo de la ley» de la que ellos mismos previamente dictaron para crear en 2003 el Ente Público de radiodifusión y televisión que cobijaría o encubriría a tres Sociedades Anónimas: televisión, radio y a una productora de programas. A pesar de disponer de un presupuesto desorbitado, sin límites, pero -aún así- las cosas no resultaron fáciles, la larga demora ridiculizó el arranque del proyecto, pero la fuerza de los euros que casi lo puede todo sacó adelante el proyecto.

Metidos ya en la trama de la libertad de expresión, resulta que este modelo político económico, además de disponer de la legalidad que ellos mismos establecen, necesita cuantiosos recursos económicos y de todo tipo. Y, así es que en los presupuestos generales para 2008 se auto asignan 28.765.629 euros que se reparten del siguiente modo: 23,7 millones para la televisión (TPA); 2,2 millones para la productora de programas; 2,1 para en Ente Público (El que hace de Gran Hermano) y 763.000 euros para la radio.

A toda esta generosidad presupuestaria aún hay que añadir que la sede y los propios estudios se ubican en lo que fuera la Universidad Laboral de Gijón, en un espacio cuyo uso podría ser adecuado para otras numerosas actividades, pero nunca para unos estudios de televisión. Pero, contando con un patrimonio gratuito (y seguramente pagando una renta simbólica), una adecuación también gratuita y, sobre todo, la necesidad de dar el porte que semejante televisión no podrá tener, qué menos que la sombra de la monumental Universidad Laboral que es el mejor referente.

A pesar del millonario presupuesto y apenas iniciadas las emisiones, los salarios y los contratos basura propiciaron un plante, hace ya unos meses, de los trabajadores del Ente Público.

El control de un medio de tantísima influencia en la opinión pública de la comunidad asturiana ni que decir tiene que escapa a cualquier cábala y mucho más los nombramientos de los responsables. Ni tan siquiera cabe especular, pues todo es y pertenece por completo a la cúpula socialista o, mejor dicho, a quién la instituya, la nombró y la financia. Conviene no olvidar que la ley de financiación de partidos y el control de quién los financia está por aprobar y lleva camino de no aprobarse nunca. Es decir, todo este tinglado está fuera de la ley por la sencilla razón de que ni siquiera existe la ley que lo regule y, quiénes la han de elaborar no están por la labor. Que todo siga como está para que nada cambie, este es el lema.

Bastante más de 28 millones cada año, y mucho más si añadimos las prebendas no contabilizadas, es mucho dinero para una pequeña y pobre comunidad autonómica en la que el dinero escasea para otras necesidades básicas de Asturias que apenas llega a 1.050.000 habitantes. Es mucho dinero cuando, por ejemplo, para la protección a personas con discapacidades o dependencias de todo tipo sólo se destinan 3,9 millones. Cuando para las residencias de ancianos destinan 90,5 millones. Cuando para la «Alta dirección de la comunidad y del Gobierno (asturiano)» van nada menos que 35,2 millones, aparte, claro, de los numerosos gastos que se asignan a un ciento de partidas presupuestarias cuyas cuentas resultan más que imposible controlar.

Pero, en cuanto a lo que todos podríamos estar de acuerdo, como pudiera ser la promoción de la cultura, del patrimonio cultural y de la idiosincrasia regional o, al menos, de una producción local y autónoma de los programas (aunque sólo fuera para generar empleo), resulta, que como otros muchos programas, el programa concurso estrella denominado algo así como «a25» en el que participan durante una semana tres concursantes y más de una docena de espectadores que corean el ritual «académico» que ha de rellenar el vacío de contenido de las preguntas y respuestas de siempre, para dar el ambiente y el calor que la cosa en sí ni tiene, ni nunca podrá llegar a tener, resulta que se rueda en unos estudios de Madrid a los que han de desplazarse, la semana entera, los concursantes y los espectadores de relleno, con viaje, hotel y ya no sé si con alguna otra dádiva a cargo de los presupuestos generales del Principado, como así llaman ahora a Asturias del post franquismo, y, desde luego, en detrimento de numerosos servicios sociales deficitarios (Para qué hablar de listas de espera en la Seguridad Social de más de un año en algunas especialidades).

Este denominado «Ente Público de Comunicación» lo es sólo de cuatro para su provecho, pero en cambio lo es de todos para su financiación. Es de cuatro para enviar sus mensajes y adoctrinamiento, pero de todos para nuestra evangelización y sumisión. Es de cuatro para su libertad de expresión, pero de todos para callar y no poder abrir ni la boca. A esto lo llaman libertad de expresión, y lo es, pero sólo para financiarla y para sufrirla, pero nunca para utilizarla.

Aunque sea una redundancia es necesario repetir, y volver a repetir, que el que quiera libertad de expresión ha de tener unos cuantos millones de euros -y el poder militar que los defienda- para poder decir lo que quiera, pero entonces sólo dirá lo que convenga a sus millones. También hace falta repetir que sí hay libertad de expresión para quién siga el guión, para el que aplauda y también para votar sí o sí, porque el no, no vale y el voto en blanco les viene bien porque lo que cuenta es el porcentaje de participación.