Alimentación: ¿derecho fundamental o mercancía? La Declaración Universal de los Derechos Humanos considera el derecho a la alimentación y al bienestar nutricional como un derecho fundamental. Pero la economía moderna no produce los bienes y servicios que necesita la población, sino las mercancías que generan beneficios. Las necesidades humanas básicas, incluida la alimentación, quedan subordinadas […]
Alimentación: ¿derecho fundamental o mercancía?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos considera el derecho a la alimentación y al bienestar nutricional como un derecho fundamental. Pero la economía moderna no produce los bienes y servicios que necesita la población, sino las mercancías que generan beneficios. Las necesidades humanas básicas, incluida la alimentación, quedan subordinadas a esos beneficios. Con ello la lógica de la vida es subordinada a la producción industrial de alimentos para el mercado mundial.
Para empujar a los individuos a acudir «libremente» al mercado de trabajo y al mercado de alimentos, antes de producir riqueza, el capitalismo necesita producir hambre y desprotección social. La producción de riqueza social en el capitalismo requiere también convertir los trabajos en trabajo asalariado, única mercancía capaz de producir plusvalor. Una vez que las personas han perdido sus medios de producción y sus redes sociales de reciprocidad, se ven impelidas a buscar un trabajo asalariado (empleo), que les proporcione recursos monetarios para adquirir en el mercado las mercancías que satisfarán sus necesidades. La ruina de l@s pequeñ@s agricultor@s es la base para «liberar» del atraso rural a millones de personas. Esta modernización les desarraiga de su territorio, de su medio de producción, de sus redes de pertenencia social y de su cultura, exponiéndoles «libres» y vulnerables al mercado de trabajo y de consumo en manos de las grandes empresas.
L a mercantilización de los alimentos a nivel mundial ha demostrado su incapacidad para proteger el derecho fundamental a la alimentación. Su despliegue aumenta la inseguridad alimentaria. Este modelo alimentario se desentiende, tanto de las necesidades sociales y ecológicas, como de sus consecuencias actuales y futuras. En abierta oposición a los derechos de la población (campesina o consumidora) a una alimentación suficiente, saludable y nutritiva, a una vida digna en su propia tierra y a su cultura tradicional, este negocio alimentario sólo se preocupa de no interrumpir el ciclo de producción y circulación de las mercancías, para que no cese la producción de plusvalor, subordinando los tiempos de la naturaleza, el patrimonio común biogenético, los procesos ecológicos, el principio de precaución, los derechos humanos (derecho a la vida), y en particular, la seguridad y soberanía alimentarias.
Seguridad Alimentaria
Los seres humanos, precisan alimentos nutritivos, saludables y en una cantidad adecuada para asegurar su desarrollo como organismo vivo y las condiciones de reproducción como especie. La salud individual y colectiva, presente y futura, depende de la alimentación. Un ser vivo bien alimentado está menos expuesto a enfermedades o tienen consecuencias menores. Disponer de alimentos nutritivos en cantidad y calidad suficiente (seguridad alimentaria) es una necesidad para el desarrollo integral de la persona pero también un derecho humano prioritario. La inseguridad alimentaria es la causa de la peor de las exclusiones: el hambre y la muerte por enfermedades evitables. Una sociedad que se considera a sí misma civilizada, debería garantizar la seguridad alimentaria. Sin embargo, la enorme creación de riqueza tiene como condición el aumento del hambre, la pobreza y la exclusión. No se producen los alimentos necesarios para alimentar adecuadamente a las personas cercanas, sino para que las grandes empresas obtengan beneficios en el mercado mundial. La inseguridad alimentaria es la carencia de seguridad alimentaria y tiene dos manifestaciones principales: la escasez y baja calidad de los alimentos y la insalubridad de los alimentos con sus riesgos sobre salud y reproducción. Cada vez es más frecuente encontrar alimentos inseguros desde el punto de vista nutricional.
Hambre y comida basura son los dos polos de la inseguridad alimentaria global, consecuencia del aumento de la riqueza material, pero también de la pobreza. En su dimensión cuantitativa, la inseguridad alimentaria es un déficit en el acceso a la cantidad de recursos alimentarios imprescindibles. Este déficit supone hambre, desnutrición, enfermedades carenciales y muerte en los países empobrecidos. Hay 842 millones de personas hambrientas y el 20 % de la población mundial tiene subnutrición crónica (no recibe diariamente o en periodos prolongados o críticos de su desarrollo, alimentación suficiente y nutritiva peligrando su vida, su salud y su desarrollo físico e intelectual). En su dimensión cualitativa, la inseguridad alimentaria es el déficit de calidad y seguridad de los alimentos. Su manifestación principal es obesidad, malnutrición y enfermedades derivadas de hábitos de alimentación inadecuados, tanto por exceso de grasas, sal y azúcar refinada, como por déficit de frutas, verduras y cereales integrales. Analizados los factores desencadenantes, es la segunda causa de muerte en los países ricos. Este tipo de inseguridad, se extiende como una epidemia en países los ricos: 1000 millones de personas con sobrepeso y el doble de personas obesas en la última década. La inseguridad alimentaria cualitativa se debe principalmente a un exceso de alimentación y al desequilibrio (exceso o defecto) de los nutrientes. Pero también procede de la contaminación de los alimentos por salmonelas, plaguicidas empleados en los cultivos, productos tóxicos o mala conservación, producidos por la industrialización de la agricultura y las industrias de transformación de los alimentos. Para conocer las causas de la inseguridad alimentaria es preciso evaluar el modelo de producción, distribución y consumo a escala planetaria.
Causas de la inseguridad alimentaria
La inseguridad alimentaria, producto de la globalización alimentaria, presenta muchas formas: a) desnutrición, obesidad y enfermedades achacables a la alimentación; b) medicalización por falta de alimentos o por exceso; c) despoblamiento en el campo y hacinamiento en las ciudades; d) desarraigo, emigración, exclusión y nueva esclavitud laboral en países del centro y de la periferia; e) destrucción ecológica, pérdida de suelo fértil y de biodiversidad agrícola, catástrofes «naturales» recurrentes, contaminación de aguas, suelos y atmósfera; f) intoxicación y envenenamiento de especies, enfermedades y trastornos hormonales derivados del uso de pesticidas; g) riesgo de epidemias humanas activadas por la transferencia genética de enfermedades animales (gripe del pollo); h) riesgos de difícil evaluación futura por el uso imparable de OMGs [1] .
En el contexto de la producción industrial para el mercado global, son factores relevantes de la inseguridad alimentaria: 1) Los nuevos «ingredientes»: dioxinas en los pollos, virus de la gripe en las aves, priones locos en las vacas, antibióticos para el engorde, transgénicos. 2) Las condiciones de producción en el campo y en las industrias de transformación: se fuerza a la naturaleza, mediante la intensificación de los cultivos y la ganadería, y se fuerza a las personas que trabajan, mediante las condiciones de esclavitud en muchas explotaciones y la precariedad en las industrias de transformación. 3) Las formas de distribución y consumo: concentración de empresas transnacionales que controlan la totalidad del ciclo producción-distribución-consumo; competitividad entre agricultor@s y rebaja constante de los costes de producción; predominio de grandes superficies que ofertan gran variedad de alimentos importados a bajo coste y que emplean a jóvenes mediante contratos basura; proliferación de restaurantes de comida rápida, tiendas de todo a 100; generalización de hábitos alimentarios basados en el exceso de carnes, sal y azúcar y el déficit de frutas, verduras y cereales integrales.
La forma de producción-distribución-consumo de alimentos, organizada sobre la base de la competitividad y la obtención de beneficios y su extensión mediante el comercio global, es la causa de la inseguridad alimentaria. La liberalización del comercio no proporciona seguridad alimentaria, ni desarrollo rural a los países pobres y tampoco ofrece seguridad alimentaria a los consumidores de los países industrializados.
El Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria de La Habana, en el que se dieron cita organizaciones campesinas, indígenas, de pescadores, ONGs, colectivos sociales, académicos e investigadores de 60 países, responsabilizó a las políticas neoliberales de las últimas dos décadas y a las políticas económicas, agrícolas, pesqueras y comerciales impuestas por el Banco Mundial de «profundizar la brecha entre los países ricos y los pobres y dentro de cada uno de ellos, y agravar las condiciones de acceso a una nutrición sana y suficiente».
En su declaración final se señalaban las ideas sobre las que se legitima el modelo alimentario actual:
1) La creencia de que «la sustentabilidad de los sistemas alimentarios es una cuestión meramente técnica y no política», frente a la evidencia de que es la «lógica de la ganancia la que genera la insostenibilidad de los sistemas alimentarios, al sobrepasar los límites a la producción permitidos por la naturaleza».
2) La concepción neoliberal de las «ventajas comparativas» que provoca el desmantelamiento de la producción doméstica y del comercio local.
3) Considerar que las «agriculturas campesinas, indígenas y la pesca artesanal son ineficientes e incapaces de responder a las necesidades crecientes de alimentos», es el argumento técnico para «imponer una agricultura y pesca industrial intensivas de gran escala».
4) Afirmar que «la población rural es excesiva en comparación con su aporte al producto interior bruto», es el argumento para «expulsar a dicha población de sus tierras y privatizar los recursos naturales» a pesar de lo insostenible del modelo urbano.
5) El único patrón alimentario defendido como «viable, apropiado y correcto en un mundo global», supone un verdadero «imperialismo alimentario que atenta contra la diversidad de las tradiciones alimentarias y sus identidades culturales y étnicas»
Las consecuencias políticas señaladas por el Foro de la Habana apuntan a la inseguridad alimentaria. El resultado es «el aumento de la deuda externa de los países empobrecidos, la desruralización forzada y genocida, en el caso de algunas culturas campesinas e indígenas y el aumento de la pobreza, miseria y exclusión de los sectores populares del sur, pero también del norte» [2] .
¿Cómo promover la seguridad alimentaria?
En la búsqueda de la seguridad alimentaria también caben muchas dimensiones: 1) poner los medios para garantizar el acceso a los alimentos suficientes y nutritivos para toda la población de un territorio; 2) tener en cuenta sus necesidades, pero también su cultura; 3) favorecer la autonomía y autorregulación; 4) hacerlo sin menoscabo de la seguridad alimentaria de otro territorio o pueblo; 5) estar preparados para promover estrategias solidarias entre los pueblos, en caso de catástrofes, guerras o acontecimientos imprevistos; 6) hacerlo de forma que se garantice el mantenimiento y acceso a los recursos naturales y culturales protegiéndoles de tal modo que las generaciones futuras pueden disfrutar de seguridad alimentaria.
No basta con denunciar la responsabilidad de gobiernos y multinacionales en la producción, distribución y consumo global de alimentos. Una dimensión de la globalización alimentaria es la producción a gran escala, pero la otra es la distribución y el consumo. La primera la deciden los consejos de administración y sus políticos jornaleros, pero la segunda, más allá de un nivel de subsistencia digna, depende de los deseos y los hábitos de la población.
Las estrategias en defensa de la seguridad alimentaria desde dentro de la lógica del mercado global, acaban formando parte del problema. Como consumidor@s tenemos una clara responsabilidad porque, si una dimensión de la globalización alimentaria es la producción a gran escala, la otra es la distribución y el consumo. La «modernización» capitalista de la agricultura y la alimentación para el mercado global no son una alternativa para el hambre y la comida basura porque son su causa. Luchar contra la inseguridad alimentaria es también oponerse a la contaminación y destrucción ecológicas y a la pérdida de autonomía de los pueblos para proteger sus recursos naturales.
Soberanía Alimentaria
La soberanía alimentaria es la condición para la seguridad alimentaria en su doble condición de cantidad suficiente y calidad de los alimentos, manteniendo el control de los recursos agrogenéticos, asociado al conocimiento apropiado de su manejo. La soberanía alimentaria como derecho ciudadano es la autodeterminación de los pueblos para ejercer su derecho a la alimentación desde sus propios medios ecológicos, sociales, culturales y económicos.
Para la FAO (Food and Agriculture Organization-Organización Mundial para la Alimentación) ha desaparecido la soberanía alimentaria como requisito previo a la seguridad alimentaria. La FAO entiende la seguridad alimentaria en términos globales y meramente cuantitativos (cantidad total de alimentos), homogeneizando culturas y criterios productivos y sobre la base de un mercado a escala planetaria. Por el contrario, para las Comunidades campesinas, soberanía alimentaria es el derecho de cada nación y cada identidad cultural, para mantener y desarrollar su propia capacidad para producir los alimentos básicos de sus pueblos, respetando la diversidad productiva y cultural.
La Vía Campesina (organización mundial de sindicatos de campesin@s creada en 1993), acuña el término de soberanía alimentaria, como estrategia frente al concepto degradado de la seguridad alimentaria propiciada por la FAO. Ante la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996, defiende la unidad entre seguridad y soberanía alimentaria y la fundamenta en la necesidad de desarrollar alianzas con la población consumidora, desvelar la violencia de la globalización alimentaria sobre la población campesina y romper la fragmentación de las personas: no sólo somos agricultor@s y consumidor@s, somos ciudadan@s.
Mercado global y dependencia alimentaria
La OMC (Organización Mundial de Comercio) considera la liberalización del comercio como la vía para el desarrollo de los países pobres, la seguridad alimentaria de sus poblaciones y para alcanzar el nivel de consumo medio de los países desarrollados. Por el contrario, el comercio global genera una dependencia cada vez mayor del mercado y el incremento de la desigualdad preexistente entre países ricos y pobres, abocando a estos últimos a no poder alimentar a su población con sus propios recursos.
Cuando la agricultura industrial se extiende, necesita competir en el mercado mundial. A mediados de 1970, l a FAO promovió su introducción en los países empobrecidos. La llamada «revolución verde» [3] se presentó como la mejor forma de abastecer de alimentos a una población creciente. La ONU dió su apoyo a l a revolución verde en la I Cumbre Mundial de la Alimentación (1974) «para acabar con el hambre en el mundo en una década». El resultado fue todo lo contrario. Además de crecer el hambre, la agricultura industrial arrasó las distintas agriculturas y ecologías existentes en el planeta, produjo una mayor dependencia económica, tecnológica y alimentaria de los países pobres respecto a los ricos y propició el aumento de la deuda externa. Para pagar los intereses de la deuda, estos países se vieron obligados a producir cultivos de exportación para el mercado internacional y a importar los alimentos básicos y más baratos para su población. La revolución verde consiguió el desarrollo del mercado mundial de alimentos, a costa de la soberanía y la seguridad alimentarias de miles de millones de personas en el mundo.
La dependencia alimentaria de los países poco desarrollados no se debe tanto a las subvenciones que reciben los agricultores de los países ricos como a un modelo de agricultura y alimentación industrializada y productivista, orientada a la exportación. Al pedir la eliminación de esas subvenciones, los países pobres no ponen en cuestión su participación en el mismo modelo alimentario. Dicho modelo es causante, en los países ricos de la inseguridad alimentaria por «comida basura». Pero, en los países pobres, es causante de los monocultivos para la exportación, responsables del hambre, el subdesarrollo y la dependencia. Lo que podrán conseguir los países pobres y, especialmente, los llamados «emergentes» con una mayor penetración en el mercado es, tan sólo, que sus propios capitales puedan competir en los mercados internacionales desde una posición más favorable, a costa incluso, de la seguridad alimentaria de su propia población, de la expulsión del agro de sus propios campesinos, y del hambre y la muerte de sus propios niñ@s, como ocurre en Argentina con el «milagro» de la soja transgénica. La participación de los países más débiles en los mercados internacionales es a costa de su producción tradicional, su comercio local, sus recursos naturales y su soberanía alimentaria.
Soberanía contra inseguridad y dependencia alimentaria
La «soberanía alimentaria en el mercado global» es una proposición irracional de los «alterglobalizadores». La soberanía alimentaria requiere condiciones específicas: A) una producción y distribución alimentaria orientadas al consumo local y no a los mercados internacionales. B) una agricultura basada en el «principio de precaución» [4] , fundamento de la seguridad alimentaria. C) unas políticas alimentarias que garanticen el derecho fundamental a una alimentación sana, suficiente, asequible para tod@s y respetuosa con la naturaleza, el patrimonio biogenético y la vida digna en el campo.
Los factores de competitividad e industrialización que rigen la producción de alimentos exigen contrapesos políticos y culturales. El rechazo social a las políticas de producción de alimentos para el mercado global y a los políticos que las impulsan, requieren la información y la sensibilización de amplios sectores sociales.
Quienes, desde el campo y la ciudad, queremos crear las condiciones para recuperar la autonomía de los pueblos y su derecho a la alimentación debemos asumir nuestra responsabilidad frente a la forma actual de alimentación y promover una alianza estratégica entre productor@s del campo y consumidor@s de las ciudades. La seguridad alimentaria no sólo se basa en la propia necesidad de comer alimentos sanos y en la capacidad para organizar su producción, distribución y consumo, sino sobre todo, en el dialogo con las necesidades de tod@s en múltiples direcciones: campo-ciudad; campesin@s-consumidor@s; autócton@s-inmigrantes; Sur-Norte; naturaleza-especie humana, etc. [5]
Pilar G.
[1] OMGs: Organismos Modificados Genéticamente.
[2] Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, La Habana, Cuba, 7 de septiembre del 2001.
[3] La Revolución verde defiende la industrialización de la agricultura tanto en la aplicación de las técnicas y métodos de ésta como en la implantación de lógica del beneficio en la producción de alimentos.
[4] Principio de precaución: supone que la utilización de cualquier tecnología o la autorización de cualquier producto alimentario, acrediten debidamente que no constituyen ningún riesgo, presente o futuro.
[5] Galindo, P. et al. 2006. Agroecología y consumo responsable. Teoría y práctica. Ed. Kehaceres. Madrid. Pág. 17-25.