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Ante el proceso de construcción de un Bloque Andaluz de Izquierdas

Soberanía y socialismo: Ejes de la unidad de la izquierda nacionalista

Fuentes: Jaleo

Como diría Blas Infante: «Quiero trabajar por la causa del espíritu en Andalucía porque en ella nací. Si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta causa con igual fervor». Ante el proceso de construcción de un Bloque Andaluz de Izquierdas, es momento de poner las bases, promover el debate, la discusión, y los […]

Como diría Blas Infante: «Quiero trabajar por la causa del espíritu en Andalucía porque en ella nací. Si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta causa con igual fervor».

Ante el proceso de construcción de un Bloque Andaluz de Izquierdas, es momento de poner las bases, promover el debate, la discusión, y los planteamientos a abordar para que tal proyecto pueda realizarse en nuestra realidad concreta que nos concierne, Andalucía.

SOMOS UNA NACIÓN

Tendríamos que empezar por lo más básico: Andalucía existe, sí, es una identidad cultural con un proceso histórico determinado, una nación, y aunque parezca evidente para aquellos que conformamos el BAI, es interesante recalcarlo para los sectores de nuestro pueblo que todavía, bajo epistemologías reduccionistas y ahistóricas, le siguen dando un valor de región a nuestra tierra, producido por visiones erróneas del marxismo y adaptaciones de corta y pega convirtiendo la Historia en compartimentos estancos.

«Los obreros no tienen patria…» bajo este slogan y para regocijo de los «ciudadanos del mundo» y los autodenominados marxistas, se ha escondido una de las grandes manipulaciones para entender el devenir del marxismo en las luchas nacionales. Ya que a esa frase le sigue: «…puesto que el proletariado aún debe conquistar, en primer término, la hegemonía política, elevarse a clase nacional, constituirse a sí mismo en cuanto nación, aún es nacional, aunque en modo alguno en el sentido que le da la burguesía».

Por lo tanto la nación existe, y es la clase dominante (sea burguesía o proletariado) la que se erige en clase nacional. La cuestión nacional sirve en diversas épocas a intereses diferentes. Para aquellos que bajo modelos unilaterales y reduccionistas que sólo ven en las naciones la existencia de modos de producción discontinuos entre sí, sería imposible hablarles de una identidad específica andaluza.

Sin entrar en profundidad y para no alargar el tema, Andalucía constituye lo que muchos autores marxistas han ido reclamando: «La nación es una comunidad humana, estable, históricamente constituida, de lengua, territorio, vida económica y formación psíquica, que se traduce en una comunidad de cultura». Es una fórmula que tiene los defectos de toda definición, a esta afirmación se le ha achacado de historicista y dogmática, y aunque algunos aspectos son discutibles, es verdad que supuso un paso importante frente al idealismo hegeliano. Andalucía tendría esos supuestos «ingredientes» (a excepción de la lengua) para ser declarada nación. Sin embargo le hace falta tener conciencia de si misma; o sea, somos una nación cultural pero todavía no somos una nación política (la Junta es un mero aparato al servicio de Madrid y Bruselas), y eso se debe al bloqueo constante de nuestra historia y a que la clase que pudo llevar a cabo la demanda nacionalista en el momento de la configuración del capitalismo en el estado español, servía a los intereses centralistas y por lo tanto al nacionalismo español. La poca vertebración (hablamos de la división provincial, artificial y ajena a nuestra tradición histórica) de Andalucía ha fomentado además las disputas de las diferentes burguesías locales, débiles frente a la oligarquía latifundista, y dependientes del capital financiero.

Es a partir de la mal llamada «transición» cuando se da un contexto favorable para el desarrollo de la conciencia de clase nacional andaluza, para la autoafirmación del Pueblo Trabajador Andaluz; la cual a veces cae en una mixtifiación de nuestra historia, evocando glorias atemporales que no son equivalentes al proceso de lo que hoy llamamos Andalucía, pero que son una respuesta al nacionalismo xenófobo, imperialista y esencialista de la re-conquista y la re-población, la leyenda de Pelayo, la de «Santiago y cierra España», la que relata que en 1492 se lleva a cabo la restauración nacional bajo el auspicio de los Reyes Católicos, que uniendo sus patrimonios han creado el estado español. Pilares ideológicos que a día de hoy siguen siendo dogmas de fe en algunos academicistas historiadores al servicio de la superestructura capitalista española, y también en gran parte «europeístas» y defensores del nacionalismo europeo.

Definirnos como nación no es por puro romanticismo, sino para reclamar soberanía, que es Poder Andaluz, frente a los que nos venden en las cortes de Madrid y frente a los tecnócratas de Bruselas. Ser nacionalista andaluz es coyunturalmente hoy más necesario que nunca, frente a la mercantilización, ridiculización, prostitución y usurpación que se está haciendo de nuestra identidad cultural, un valor subjetivo que se transformará en objetivo si lo utilizamos como herramienta de clase, una clase oprimida que se identifica con un país explotado. Es al fin y al cabo la síntesis perfecta de liberación nacional y social que puede hacer un pueblo en la conquista de su futuro.

Por lo tanto, Andalucía debe ser nuestro marco de lucha de clases, no hay división alguna. Un marco, que no es cerrado sino dinámico, y que está interrelacionado no sólo ya con el estado español, sino con la Unión Europea a nivel político-económico. Eso se debe a la peculiaridad del estado español, y la complejidad del derecho de autodeterminación y de las luchas nacionales en este estado. Hay que ser muy ciego para no ver cómo son las organizaciones soberanistas e independentistas la vanguardia en sus respectivos territorios, y no hablo de casos como los Països Catalans, Euskal Herría o de Galiza, sino también en Andalucía (el sindicato más combativo es nacionalista, el SOC), en el archipiélago canario, en Castilla -donde el movimiento comunero esta cada vez más consolidado-, Asturies, etc.

Seamos internacionalistas primero aquí, reclamando como dice nuestro escudo «Andalucía por sí», y luego desarrollemos por los pueblos y la humanidad. Sin el primer paso nos será imposible realizar lo demás.

UN SOCIALISMO ANDALUZ-UN NACIONALISMO DE CLASE

El Socialismo es nuestro instrumento para analizar y cambiar la sociedad, de poco o nada nos sirve si no sabemos aplicarlo a un contexto determinado, en el que deben aplicarse los factores endógenos -o sea, los propios que han conllevado a una estructura social y económica determinada-; y exógenos -que se concretan como esa realidad socio-económica que está insertada en el mercado mundial y en la política internacional-, esta relación dialéctica está interconectada entre sí. Y los cuales se desarrollan en un espacio y tiempo, o sea, Andalucía en el siglo XXI.

Esto nos lleva a plantear que nuestro Socialismo debe ser específicamente andaluz, extrapolar hechos históricos de otros pueblos y aplicarlos aquí sería erróneo, o que bajo manual tuviéramos el imperioso deseo de pasar por unas marcadas etapas de desarrollo para llegar «científicamente» al Socialismo. Eso no significa ni mucho menos despreciar el aporte teórico y práctico que podemos sacar de esos acontecimientos, sino que no debemos por qué imitarlos, porque eso sería no entender la Historia en si, y por lo tanto el materialismo dialéctico que se opone a la idea mecanicista que impone una serie de etapas que forzosamente hay que ir superando. Los procesos históricos cambian, no son eternos, están en un continuo cambio impulsado por sus contradicciones.

Por supuesto cambian los conceptos, véase el caso de la polisémica significación del término «nacionalismo». Ser socialista andaluz es comprometerse con el nacionalismo de clase, y como bien se afirma en los estatutos de jaleo!!!, entendemos el patriotismo como la aplicación del internacionalismo en la lucha de liberación nacional.

El programa del BAI tiene que comprometerse con las capas populares andaluzas, hoy en día alienadas y despolitizadas con el bipartidismo y por la sociedad de consumo; no olvidemos, en qué fase histórica estamos viviendo hoy, que no es otra que la sociedad post-industrial… aunque en el caso andaluz el tejido industrial haya sido débil y poco articulado.

La práctica debe prevalecer sobre la teoría, el BAI debe ser una organización de barrios afectados por la especulación, de jóvenes precari@s y explotad@s, de personas comprometidas con nuestro medio ambiente, de asociaciones vecinales, de estudiantes, que haga propia la consigna de pensar globalmente y actuar localmente. Una izquierda antisistema, participativa, que tenga los pies en el suelo y que se proponga a corto plazo un programa ilusionante para esos andaluces/zas que deben vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario.

Por su parte, el SAT debe jugar un papel fundamental en el ámbito sindical, una apuesta decidida para romper el hastío y la desmovilización reinante de los obrer@s andaluces/zas. Otra forma de hacer sindicalismo, no burocratizado, siempre al pie del cañón, asambleario y abierto a los problemas laborales de hoy en día.

ANDALUCÍA EN LA GLOBALIZACIÓN, SU PAPEL EN EL ESTADO ESPAÑOL Y LA U.E.

El BAI como fuerza de la izquierda soberanista tiene que entenderse a sí mismo en clave no sólo local, sino global, comprender cómo está la correlación de fuerzas ante ese proceso llamado globalización, y que tanto afecta a nuestra tierra. Es el momento de dar unas pinceladas sobre el asunto.

La globalización no es nada nuevo ni ajeno a la historia, lo que sí es nuevo es la escala y los medios que se están utilizando, todo (desde el aire que respiramos hasta nuestros sentimientos) debe regirlo el sacrosanto mercado, que ahora no debe estar segmentado sino ser un solo dios.

La función de Andalucía es preocupante, no ya porque dentro del estado español hayamos tenido una misión propia de mera colonia, sino porque los desequilibrios van a aumentar dentro de la U.E. (la nueva inclusión de los países del Este es fundamental en el devenir de nuestro país) y seremos aún más la periferia de la periferia. Su misión es clara: primero, ser el gendarme de la «Europa-fortaleza» frente a los sin nada (los nuevos andaluces, como decía Blas Infante), que se juegan la vida cada día al cruzar el estrecho y que llegan para ser carne de cañón de invernaderos; segundo, surtir de productos hortofrutícolas a la europeos del centro y del norte; y por último lugar de residencia turística para los jubilados europeos.

Desde nuestra entrada en 1986 en la Unión Europea, sin referéndum previo, nuestra economía se ha ido especializando en una agricultura intensiva, la cual esquilma los recursos, debilita las economías locales y es dependiente de los productos (semillas, abonos,…) de las multinacionales; y una agricultura fomentada por la demanda de los países industrializados, la cual limita la capacidad del autoabastecimiento del mercado andaluz, dirigido por ese engendro llamado PAC (Política Agraria Común).

El desmantelamiento del sector pesquero es otra muestra más del papel subordinado y dependiente de Andalucía, además nuestro entorno esta siendo seriamente amenazado por la voracidad del gran capital relacionado con nuestro monocultivo: el turismo, el cual no hace más que acentuar nuestra dependencia, primeramente porque las cadenas hoteleras (vasca, madrileña, catalana y mallorquina en son las prncipales) tienen sus sedes fuera de nuestra tierra, por lo que los ingresos fiscales que se generan no se reinvierten aquí, además de que todo el entramado financiero esta en manos del BBVA, BSCH, La Caixa, y otras entidades bancarias foráneas. A esto hay que añadirle la especulación inmobiliaria, el aumento de los campos de golf derrochándose el agua, una economía sumergida, etc.

Además, somos según un informe de la U.E., la segunda «región» más pobre de Europa… ¿pero no éramos «la California» de Europa? Si fuera poco, ostentamos el dudoso honor de ser base estratégica de los cazas estadounidenses en pro de la «libertad duradera» del «mundo libre» contra el eje del mal.

Debemos asumir por tanto un Poder Andaluz soberano frente al capital transnacional, representados por Madrid y Bruselas.

UN PROYECTO PARA ANDALUCÍA

Como hemos destacado más arriba, los ejes rectores deben ser: Soberanía y Socialismo, los cuales deben girar en una visión nacional, estatal y supraestatal para comprender qué es lo que queremos ser y en qué vamos a trabajar.

Debemos entender que somos un bloque, un frente común, los personalismos sobran y las diferencias ideológicas debemos aparcarlas, pero no sobra el camino común el cual estamos dispuestos a caminar conjuntamente. Tod@s tenemos una responsabilidad a la cual atenernos, nuestro deber es el Pueblo Trabajador Andaluz y merece la pena luchar, no por él, sino junto a él. Como diría Blas Infante: «Quiero trabajar por la causa del espíritu en Andalucía porque en ella nací. Si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta causa con igual fervor». Ya es hora de cambiar las cosas.