«La corrupción es la injusticia y falta de solidaridad convertida en sistema«(Rómulo Pardo) En el presente artículo vamos a intentar salir al paso de varias declaraciones realizadas de un tiempo acá por los dirigentes políticos (a veces también económicos) de las clases dominantes, y más concretamente del Partido Popular, en lo relativo a la naturaleza […]
(Rómulo Pardo)
En el presente artículo vamos a intentar salir al paso de varias declaraciones realizadas de un tiempo acá por los dirigentes políticos (a veces también económicos) de las clases dominantes, y más concretamente del Partido Popular, en lo relativo a la naturaleza de la corrupción. Quizá una de las más argumentadas últimamente ha sido la pronunciada hace varios días por el Ministro de Justicia en funciones, Rafael Catalá, cuando al ser preguntado por esta cuestión, ha aseverado: «La corrupción se refiere a las personas, no a las organizaciones«. Dichas declaraciones se enmarcan, como tantas otras, en el intento desesperado de defender al PP (como organización) sobre las acusaciones de corrupción en las que se está viendo envuelto, motivos por los cuales ya ha sido imputado (como organización). En realidad, es una afirmación más de tantas otras como se hacen en el intento de desviar el foco de atención, la responsabilidad y la gravedad sobre los casos de corrupción del Partido Popular, como cuando afirman que «corrupción existe en todas partes«.
Pero sin embargo, esta afirmación del Ministro Catalá (que tampoco ha sido original, ya fue proclamada por otros anteriormente) es especialmente significativa, así que vamos a tomar cartas en el asunto, para intentar rebatirla. Bien, parece ser que se parte de la idea de que no se puede tildar de «corrupta» a la propia organización, entidad, organismo o empresa (PP, en este caso), porque dicha cualidad sólo cabe asignarla a las personas. Desde ese punto de vista, parecería lógico, ya que tampoco las organizaciones son «bondadosas», «amables», «orgullosas», y un sinfín de características más de dimensión humana que atribuiríamos únicamente a las personas, y no a las organizaciones, al igual que si en una tienda familiar tres miembros de la familia son cojos, no diríamos que la tienda o el negocio es cojo, sino que son cojos sus dueños, o quienes lo gestionan. Perfecto hasta aquí. Impecable. Pero sin embargo, cuando afirmamos que el PP es corrupto, que es una organización criminal, pensada para delinquir, lo que estamos queriendo decir no es que determinadas personas concretas de dicha organización sean corruptas, sino que los propios procesos, sistemas, procedimientos y protocolos que dicha organización posee, o si se quiere, sus propios fundamentos de actuación, son corruptos. Es decir, es el propio sistema, formado, proyectado y creado por las propias personas que forman dicha organización, el que crea modos, formas, costumbres, usos y procedimientos corruptos, basados en métodos corruptos, y por tanto, donde no caben por definición procedimientos lícitos, éticos, morales y legales.
Y de ello tenemos infinidad de pruebas. Quizá la más evidente es que, cuando se han encontrado en el seno del partido (o en sus asesores o colaboradores) a personas que no querían seguir dichos procedimientos, el partido (las personas, pero también la propia organización) los han despedido, apartado, marginado o expulsado. Y a este nivel, es propio comparar al PP, por ejemplo, con una organización mafiosa, es decir, cuyo objeto es el diseño de una organización criminal. Y en este sentido, cuando por ejemplo hablamos de la mafia calabresa, no decimos que «sus miembros» sean los corruptos, sino que la propia organización lo es, pues está pensada para ello. Armando B. Ginés lo ha explicado en los siguientes términos: «Se quiere dar a entender que la corrupción no es estructural en el régimen capitalista, sino que presenta casos aislados e individuales, pasajeros y puntuales. Sin embargo, la corrupción del capitalismo es inherente al sistema. El capitalismo se basa en la corrupción ideológica, ética, política y económica. Su sustento, con añagazas legales o sin ellas, descansa sobre un dato objetivo: la explotación laboral y el robo institucional de una parte considerable del trabajo ajeno. A partir de esta premisa se construye un edificio jurídico, mítico y de valores que sostienen la ficción democrática bajo los conceptos estrella de libertad, igualdad y participación sociopolítica«.
Y al ser corrupto el propio sistema, podemos colegir que la organización es corrupta en sí misma. Podemos poner múltiples ejemplos, en otros órdenes, que compartirían una filosofía similar, y que podrían ayudarnos a entenderlo. Por ejemplo, no es lo mismo, hay que distinguir, entre la injusticia concreta que se pueda cometer contra un trabajador, y la injusticia que pervive en el propio sistema que permite que exista dicho trabajador. Una cosa es que sea injusto lo que un empresario pueda hacer, y otra cosa bien distinta es que es injusto el propio sistema que permite que dicho empresario pueda actuar de esa forma. Es una diferencia de dimensiones, entre el mundo de los árboles y del bosque, de las manzanas y del cesto, de los hechos y de las estructuras. El capitalismo es por tanto estructuralmente corrupto, y más allá de la lucha contra las injusticias concretas cometidas por él, es relevante la lucha contra el capitalismo en sí mismo, que permite que se den dichas situaciones. Podemos tomar como referencia también las palabras de Manolo Monereo y Héctor Illueca, que han dejado escrito lo siguiente: «Aunque a alguno se le erice el pelo, la actual forma del Estado no es la de un régimen democrático salpicado por casos de corrupción, sino la de un régimen oligárquico atravesado por la corrupción, y apenas disimulado por instituciones aparentemente democráticas«.
Esperamos que, después de estas reflexiones, quede acreditado, razonado y aclarado qué queremos decir cuando nos referimos al Partido Popular como organización corrupta en sí misma, y por tanto, pensamos que no es correcto dejarlo, como hizo recientemente el Ministro de Justicia, sólo en el ámbito de las personas. Nos cuentan esto para intentar que no veamos el bosque de la podredumbre de su formación política, con casos de corrupción sangrantes, innumerables y estructurales, con formas de actuar corruptas, con fines corruptos en sí mismos, que les han llevado desde el pago de las reformas de su sede central de C/. Génova pagada con dinero negro, hasta la cúpula del PP valenciano imputada al completo (han tenido que nombrar una Gestora provisional que dirija el partido allí), pasando por la Caja B y los sobresueldos de los dirigentes, los papeles de Bárcenas, o el expolio ingente de recursos y fondos públicos que hay detrás de los casos Gürtel, Púnica, Noos, Fabra, Camps, Matas, Granados, y un largo etcétera que hunde en el fango a esta organización, y que demuestra hasta qué nivel de ponzoña hemos albergado en nuestras instituciones.
PS. Aún estamos esperando que Rajoy asuma responsabilidades políticas por los «…Te quiero, Alfonso, coño, te quiero…» y otras lindezas vertidas en los mítines del PP valenciano.
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