Protagonizada por Johnny Depp y dirigida por Andrew Levitas, el pasado 30 de abril se estrenó en España El fotógrafo de Minamata. Se cuenta en esta película la historia de un fotógrafo, William Eugene Smith, que ayudó a sacar a la luz una intoxicación masiva en Minamata (Japón) desde los años 50 a los 70 del pasado siglo. Tal vez pueda ser de interés recordar este pasaje de nuestro libro Ciencia en el ágora, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2012, pp. 87 y ss.
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Has hablado de mercurio inorgánico y orgánico. Vale la pena detenernos en esta distinción.
El mercurio inorgánico, el mercurio como elemento, es el que se utiliza generalmente, pero antes, hace muchos años, se había utilizado de forma orgánica. Cuando el mercurio inorgánico llega al medio acuático, a través de un proceso muy complejo que empieza en los sistemas tróficos más elementales, fundamentalmente en bacterias reductoras y en otros microorganismos, se transforma en orgánico.
¿Qué es entonces el mercurio orgánico?
Al metal, al mercurio, se le incluye una cadena alifática, usualmente un metilo o, en ciertos casos, un etilo. Lo efectúan los microorganismos correspondientes. Este metilmercurio, a través de las cadenas tróficas, se concentra -se biomagnifica decimos nosotros- sobre todo en los peces que están en la parte superior de la cadena, en el atún, en el tiburón, en el pez espada, por ejemplo, que, no olvidemos, son carnívoros. De este modo, el mercurio, el orgánico, se acumula en la carne de estos animales en cantidades toxicológicamente significativas.
Actualmente, en el Mediterráneo, el atún, el pez espada, por poner sólo dos ejemplos entre muchos posibles, presentan cantidades muy importantes de metilmercurio por los vertidos en el mar, ya históricos, a través del Ródano y el Ebro. En toda la cuenca Norte del Mediterráneo occidental, la que va desde Italia y sigue por los ríos citados, existen cantidades importantes.
Una de las mejores ilustraciones de todo esto que estoy explicando puede observarse con la llegada de los atunes para la migración anual. Entran por Gibraltar, van a Sicilia, suben por la costa italiana, bajan por la española y salen otra vez hacia el Atlántico. Este atún, que al entrar en el Mediterráneo tiene incorporada una determinada cantidad de metilmercurio, sale aproximadamente y calculando a la baja, con una cantidad cuatro veces mayor.
¡Cuatro veces más! ¿No exageras?
No exagero.
Pero entonces, por lo que explicas, la cantidad y extensión del metilmercurio es enorme.
Efectivamente, es enorme. Incluso puede afirmarse que no hay actualmente zona del planeta en la que no haya metilmercurio. Desde la revolución industrial, desde el siglo XIX, se ha diseminado. El mar Báltico, por ejemplo, está ultracontaminado, no se pueden comer muchos especies de ese mar. Lo mismo ocurre en zonas tropicales, en el Amazonas por ejemplo, debido al uso del mercurio por los garimpeiros, por los buscadores de oro.
¿Qué hacen los garimpeiros?
Utilizan el mercurio, el Hg, para efectuar amalgamas con el oro de los sedimentos. Después de separar y obtener el oro, el mercurio restante va al río.
Una cuestión de nomenclatura. ¿Por qué “Hg” para el mercurio?
Por hidrargirio, un término hoy en desuso. Del latín hidrargirium, hydrargyrus, que a su vez viene del griego “hydrargyros”, de hydros, agua, y argüiros, plata.
¿Cuáles son los efectos negativos más importantes del mercurio orgánico?
El inorgánico, el clásico, puede tener efectos negativos, pero sólo a través de la inhalación del vapor de mercurio porque el metal no se absorbe prácticamente por vía digestiva.
¿No se absorbe dices?
No, no se absorbe. El mercurio en forma metálica, el que hemos llamado mercurio inorgánico, se absorbe muy parcialmente por el tubo digestivo. Menos del 5%. Las sales mercuriales se usaban clásicamente en medicina para tratar la sífilis y daban graves problemas. Eso sí, no se sabía si era peor el remedio que la enfermedad. Producían afecciones renales por ejemplo. Eran los calomelanos, el cloruro mercurioso. Se utilizaron hasta principios del siglo XX, a partir de entonces se introdujeron los arsenicales. La sífilis era una pandemia de intensidad severa. Se ha sostenido que Mozart pudo haber muerto por un exceso de tratamiento mercurial en la sífilis que contrajo.
Este, en todo caso, fue un problema que quedó olvidado. Se eliminó el uso del mercurio, pero luego ha aparecido un problema mayor.
Exacto, un nuevo problema que es propio de la sociedad industrial y que apareció con lo que se llamó la enfermedad de Minamata.
¿Qué enfermedad es esa?
Ocurrió en los años cincuenta del pasado siglo, en la época en que yo estudiaba Medicina aquí, en la Universidad de Barcelona. Se dijo que era un virus nuevo. Durante mucho tiempo no se sabía qué pasaba en la bahía japonesa de Minamata. Entre los pobladores de esta bahía, donde se comía pescado básicamente, empezó a aparecer una enfermedad que daba pie a graves problemas neurológicos, a la constricción del campo visual, a un deterioro mental muy acentuado, e incluso a la muerte. Aunque nunca se ha llegado a conocer el número exacto, entre ochenta y cien mil personas quedaron afectadas.
¿Entre 80 y 100 mil afectados?
Sí, no exagero. El número de fallecidos, según estimaciones a la baja, pudo haber sido de 10.000 a 15.000 personas.
¿Cuál es la historia de esta enfermedad?
De entrada no se sabía qué estaba ocurriendo pero hubo una excelente observación de la doctora Dorothy Russell, que publicó conjuntamente con el doctor Donald Hunter en los años cuarenta, y que actualmente apenas se cita, pero que puede verse en los manuales clásicos de neurología. Se llamó, se sigue llamando, el síndrome de Hunter-Russell.
Ambos vieron -uno era el clínico y la otra era la neuropatóloga- un trastorno similar en un grupo de trabajadores de una fábrica de Inglaterra que manufacturaba metilmercurio como fungicida que se usaba, fundamentalmente, para tratar entre otras las semillas de trigo y también en las maderas para evitar que crecieran hongos.
¿En semillas?
Tú conservas grano en un saco, en un sitio húmedo y se te va a llenar de hongos. Se utilizaba, decía, en las semillas para recubrirlas, para conservarlas antes de plantarlas, para que no creciesen hongos. Era un fungicida tradicional, se utilizó durante muchos años.
No había consciencia en aquella época de los peligros que entrañaba.
Exacto, no se tenía conciencia de estas cosas en aquellos años. Y, claro está, si uno no piensa en ello, no lo busca y, consiguientemente, no lo encuentra. Esa misma observación de la que te hablaba pasó inadvertida en la literatura científica.
Excelente comentario el que acabas de hacer sobre el pensar, el buscar y el encontrar. Me recuerda una reflexión de Goethe que eligieron Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey para las contraportadas de aquella inolvidable colección que llamaron “Hipótesis”.
Me halaga mucho la comparación.
Te la recuerdo: “Curiosísima exigencia ésta, presentada sin duda alguna vez, pero incumplida siempre incluso por los que la esgrimen: que hay que exponer las experiencias sin conexión teorética alguna, dejando que el lector, el discípulo, se formen a su arbitrio la convicción que les plazca. Pero el mudo mirar una cosa no puede hacernos adelantar. Todo mirar se convierte, naturalmente, en un considerar; todo considerar, en un meditar; todo meditar, en un entrelazar; y así puede decirse que ya en la simple mirada atenta que lanzamos al mundo estamos teoretizando.” Decías que…
Esos dos científicos que antes citaba observaron una serie de trastornos neurológicos en los trabajadores de la fábrica que producía metilmercurio como fungicida y describieron lo que ocurría en un grupo de ocho o nueve personas -yo mismo he publicado un artículo sobre esto-, observando una serie de trastornos de severidad gradual según la dosis. A pequeñas cantidades se manifestaban un conjunto de trastornos sensitivos en los dedos; a cantidades mayores, trastornos motores; a cantidades superiores alteraciones del pensamiento y de la cognición, y, si era aún mayor la cantidad, la muerte incluso.
Esos pacientes de los que hablaba murieron. Se hizo la anatomía patológica del cerebro y se vio que tenían alteradas ciertas zonas, que había una muerte neuronal en zonas muy específicas, en las zonas de visión periférica del cerebro…
¿Visión periférica?
No afectaba al ojo sino a las neuronas de la visión periférica solamente, lo que, por cierto, no está explicado aún.
¿Qué es lo que no está explicado?
No está explicado aún por qué el metilmercurio afecta sólo a las neuronas de la visión periférica y no a las de la visión central. Afectaba también enormemente al cerebelo, a las áreas de audición y sensitivas y, finalmente, a las motoras. Yo he trabajado mucho en estos temas durante años; perdona que me extienda en detalles.
No tienes de qué disculparte, todo lo contrario.
Tenemos muchas publicaciones. Llevamos quince años estudiándolo porque todavía hoy muchas cuestiones de la neurotoxicidad de ese producto que permanecen sin explicación.
Y alguien, siguiendo con tu explicación anterior, relacionó ambos hechos.
Alguien, que había leído el artículo de Hunter-Russell, pensó que lo que les ocurría a esas personas que enfermaban y lo que les ocurría a los gatos se parecía mucho al síndrome de Hunter-Russell. La anatomopatóloga fue allí, observó las piezas anatómicas y vio que eran muy similares a lo que ella misma había observado en los trabajadores británicos afectados por el metilmercurio. Empezó a investigar sobre esto y más tarde se descubrió que, efectivamente, esta gente estaba intoxicada también por el metilmercurio.
¿De dónde salía este metilmercurio?
En la bahía de Minamata había puesto su pie, su enérgico pie, la Chisso Company.
Citas una gran multinacional por su nombre, con explícita referencia. No es usual en los artículos científicos ni incluso en los libros de divulgación.
Aunque en los manuales, en la literatura científica, parece que queda feo, poco elegante, citar el nombre de una empresa, de una poderosa multinacional, a mi me parece importante dar siempre estas referencias en mis trabajos. Al fin y al cabo, esto también está bien documentado. La Chisso Company tenía una gran fábrica, gigantesca, desde finales de los cuarenta, principios de los cincuenta, que vertía sus restos al mar sin más preocupación. La Chisso Company era fundamentalmente, aunque no sólo, una empresa papelera, si bien los vertidos eran básicamente de productos químicos. En muchos procesos industriales se utilizaba el mercurio en aquella época; el vertido iba al mar. Estamos hablando de los años cincuenta, en Japón, que ha sido, se diga lo que se diga, un museo de todo tipo de contaminación en su desarrollo industrial y en cualquier otro aspecto que quieras tener en cuenta. Un modelo de toxicidad para entendernos, un modelo de lo que no debería hacerse, es decir, un contramodelo hablando propiamente.
Como sucedía en Japón, en Europa se ha conocido poco, pero el país nipón era un muestrario de todo lo que puede ocurrir por falta de control de la toxicidad.
Hemos tenido algunas noticias de ello tras el accidente de Fukushima. ¿Qué pasó entonces tras el descubrimiento de los vertidos?
En aquella época se montó una polémica enorme, impresionante. La Chisso Company negó -¡cómo no!- que el metilmercurio determinase esos problemas y no había estudios en aquella época aparte de ese artículo precursor de Hunter-Russell. Era muy difícil en aquel momento convencer a las autoridades públicas, sobre todo si no querían convencerse o hacían oídos sordos, cosa nada infrecuente como sabemos, de que lo sucedido era un problema de contaminación ambiental.
Se empezó a controlar, es cierto, pero la situación no se reconocería hasta muchos años después, ya en los setenta, desde el punto de vista legal y sanitario. Ocurrió, sin embargo, otro accidente que en mi opinión fue el más demostrativo.
¿Dónde fue? ¿Cuándo sucedió?
En 1972, en Iraq esta vez, apareció otro brote por intoxicación de metilmercurio a través de unas semillas de trigo que habían sido tratadas con este fungicida y que había enviado Estados Unidos. Estas semillas se habían usado normalmente en muchos otros lugares. Se plantaban, crecía la planta, pero el metilmercurio incorporado se quedaba en el suelo y no contaminaba el trigo. Pero esta vez, en Iraq, estas toneladas se desviaron fraudulentamente para panificación.
¿Fraudulentamente? ¿Por qué?
Se recibió la ayuda, y en lugar de plantar las semillas se robaron, se desviaron a otros menesteres, y aquel trigo, con todo el metilmercurio incorporado, se convirtió en pan. Allí donde se llegó a distribuir, apareció un brote agudo. Afortunadamente, en aquella época, hasta que ha sido destruido recientemente, hasta que el filantrópico Occidente lo ha aniquilado, los iraquíes tenían el mejor sistema científico árabe.
¿No exageras?
No, no exagero, en absoluto. En todo el mundo árabe, desde Marruecos hasta la frontera con Persia, la estructura científica de Iraq era la más importante. Puedo afirmarlo también por experiencia propia, porque trabajé en Londres con una profesora iraquí de Bagdad en los años setenta. Bagdad tenía mujeres, que no llevaban velo desde luego, que eran profesoras de bioquímica o de otras disciplinas. Yo trabajé, poyata con poyata, en la Universidad de Londres, con esta profesora iraquí.
El sistema epidemiológico que tenían, los científicos que trabajan en él, Bakir se llamaba la persona responsable del estudio, observó, enseguida que hubo ese brote de intoxicación, que la gente tenía un campo de visión periférico constreñido, trastornos cognitivos, sensitivos y motores como los que habían descrito Hunter y Russell.
¿Fallecieron muchas personas?
Murieron unas dos mil personas y unas 10.000 quedaron afectadas.
¿Se prolongó mucho la situación?
No, no mucho. La historia duró sólo unos seis meses, medio año aproximadamente. Enseguida el sistema epidemiológico iraquí logró establecer una correlación entre este brote muy rápido que he comentado y el consumo del pan contaminado, el que estaba desviado fraudulentamente. Se prohibió la fabricación de ese pan, se eliminó el que estaba distribuyéndose y la mortalidad cayó rápidamente.
Aquí se estableció una relación muy directa entre el metilmercurio consumido a través de los alimentos y la aparición de un brote muy grave. La situación se siguió durante años, hasta que Iraq quedó destruido, en una cohorte de personas en la que se pudo observar, y este nudo fue muy interesante e importante, que hijos de mujeres que no estaban afectadas, de mujeres que no tenían ninguna clínica, tenían, en cambio, trastornos neurológicos y cognitivos. En general no eran muy graves, pero sí en algún caso. Si la madre había tenido un problema grave, si ella había estado intoxicada, sus hijos podían salir malformados.
Pero lo que era interesante e inesperado era la otra arista que has señalado.
Exacto. Aunque una mujer, una persona adulta, no tuviera ninguna alteración, si había estado expuesta durante el embarazo, sus hijos sí que tenían alteraciones, sobre todo de evolución cognitiva. Es la segunda parte de la historia. Se estableció claramente que había un problema neurológico que apuntaba al desarrollo del sistema nervioso central en el feto. Prácticamente no existían otras alteraciones. Todo esto llevó a estudios experimentales porque se pudo establecer la relación entre la dosis, la cantidad ingerida, y la severidad de la afección. Aquí también existen unos trabajos muy interesantes. Las mujeres acostumbraban en aquella época a llevar el cabello muy largo, costumbre que aún existe en muchos lugares. Si se cortaba el cabello, como éste crece a un ritmo bien conocido, podía medirse en unos pocos centímetros en qué momento se contaminó o intoxicó la persona afectada, aunque fuera mucho tiempo después de la ingesta del pan del que hemos hablado.
¿Por qué el cabello?
Porque el mercurio tiene una especial afinidad por el cabello, donde permanece acumulado tras una exposición. En mujeres que tenían el cabello hasta la cintura, podías ir cortándolo a trocitos y podías ir midiendo la cantidad de metilmercurio que había en cada zona.
¿Qué se conseguía con ello?
Poder establecer muy claramente la época en que se consumió el metilmercurio, la severidad de la afección y la cantidad ingerida porque el metilmercurio, repito, se acumula mucho en el cabello. De hecho, es un sistema de detección que todavía se utiliza. Si uno ha estado expuesto al metilmercurio la cantidad de esta sustancia que allí permanece es un buen indicador. Es más concreto verlo en sangre pero, fundamentalmente, el cabello es el depósito.
Ahora que hablamos de cabellos y mediciones, déjame cambiar un momento de tema. En un estudio epidemiológico [1]que ha sido realizado conjuntamente por científicos británicos e iraquíes y que ha editado muy recientemente, octubre de 2011, se han encontrado niveles llamativamente elevados de malformaciones congénitas junto con altas tasas de cáncer en Faluya, Iraq. El incremento de cánceres y los extraños cambios en la razón de sexos al nacer aparecieron tras los ataques usamericanos sobre la ciudad en 2004. Se pensó, muchos pensaron con criterio, que se habían empleado armas de uranio empobrecido pero no existían pruebas y las fuerzas militares estadounidenses siempre lo negaron. Siguen haciéndolo como sabes.
Hablamos de ello en su día. Nos ocupamos de esto que están explicando en un capitulo, el XIII si no recuerdo mal, del libro que escribimos sobre la energía e industrias nucleares y la salud y el medio ambiente.
Exacto, exacto. Pues bien, Samira Allani y Muhamed Tafash, dos pediatras del Hospital General de Faluya, Chris Busby, profesor visitante de la Universidad del Ulster, Malak Hamdam, ingeniera química y presidenta de la Fundación londinense “Cáncer y Malformaciones Congénitas” y Eleonore Blaurock-Bush, cuyo laboratorio en Alemania llevó a cabo el trabajo analítico, han publicado en la revista Conflict and Health [Conflicto y salud] los resultados de un exhaustivo estudio sobre la contaminación en Faluya.
Sí, sí, he tenido noticias de ello. El estudio se inició con el análisis del cabello de padres y madres de niños que padecen malformaciones congénitas. Por eso lo comentas me imagino.
Efectivamente, por eso y por lo que el estudio señala. Fueron 25 los padres y madres que colaboraron. Se utilizó para el estudio un método altamente sensible llamado “Espectrometría de Masas con fuente de Plasma de Acoplamiento Inductivo” (ICPMS por sus siglas en inglés). El cabello acumula la contaminación por metales y se encontraron valores muy elevados de calcio, magnesio, estroncio, aluminio, bismuto, mercurio y uranio. De todos estos elementos, como es sabido, el uranio está asociado al desarrollo de cáncer y a las malformaciones congénitas.
¿Qué han averiguado? ¿Que los niveles de uranio fueron significativamente más elevados que los esperados en relación con otras medidas de control?
Exacto, mayores que los publicados de poblaciones no contaminadas (como, por ejemplo, las de Suecia o Israel). Los niveles de contaminación del suelo, del agua del grifo, del agua de río y del agua de pozo no explicaban los resultados hallados en el cabello pero, sorprendentemente, han demostrado que el uranio medio ambiental, que no era uranio ”empobrecido”, no era natural sino que había sido producido por los hombres. En los depósitos de uranio natural, la razón de los dos isótopos del uranio —U-238 y U-235— es siempre 138; para el empobrecido la razón es siempre más alta. El uranio empobrecido puro tiene una razón por encima de 400.
Y probablemente en Faluya, la razón, tanto en el cabello de los padres y madres como en las muestras medio ambientales fue significativamente más baja. Conclusión: significativa presencia de uranio enriquecido.
Exacto.
No se andan con tonterías. Arremeten con todas las de su ley y con todos sus arsenales.
Hablábamos del metilmercurio…
El metilmercurio tiene una característica importante y es que se acumula en el organismo durante años; no lo excretamos prácticamente. El que se elimina por la bilis, se reabsorbe en gran parte de nuevo y se elimina muy poco por las heces y la orina. Al no eliminarse va acumulándose en el organismo, con especial afinidad por el cerebro.
¿Hay mediciones de todo ello?
Entre un 10 y un 20% del metilmercurio que podamos ingerir, se acumula en el cerebro que representa el 1,5-2% de nuestro peso aunque consume el 20% de toda nuestra energía.
Todo esto llevó a una serie prolongada de estudios. En los años noventa, un epidemiólogo danés, Philippe Grandjean, estableció un análisis de lo que se llama la cohorte de las Feroe. Razonó del modo siguiente: si en Iraq pasó lo que pasó entre mujeres que no tenían ninguna afectación, también puede ocurrir que el consumo de metilmercurio a través del pescado, que no afecta a las personas adultas, pueda estar afectando a los fetos, lo que implicaría que no hay una clínica neurológica observada pero sí déficits de inteligencia, cognitivos y sensoriales.
¿Por qué se habla de la “cohorte de las Feroe”?
El grupo de investigación que planteó el estudio sabía que en las Feroe, una región autónoma de Dinamarca, se consume ballena (en realidad calderón, una especie de delfín). No es una “ballena” comercial, las llaman “incorrectamente” ballenas-piloto. Cuando entran en la zona, cuando las ven, las acorralan, las meten dentro de una bahía y las matan a mano. Son relativamente pequeñas, de unos 500 a 1000 Kg.
¡Qué brutos!, ¡qué barbaridad!
Es una costumbre local.
¡Menuda costumbre local!
Las matan a mano, como decía, todo se llena de sangre, las descuartizan y se distribuyen gratuitamente. Hay gente que come ballena, que no es ballena, y hay gente que no. Como en toda población, hay personas a las que le repele, les horroriza la masacre, y otras, en cambio, no tienen esa sensación. Tengo un colega danés que se ha negado siempre a llevarme a las Feroe, a tener reuniones en las islas. Dice que son unos salvajes.
¡Qué razonable y sensible que es tu amigo danés!
Lo es desde luego. Otras personas, en cambio, consideran que es una tradición y que ya está, no hay más, que no hay que dar tantas vueltas. Desde un punto de vista estrictamente ecológico -insisto: desde este punto de vista-, lo que estoy describiendo, la matanza de estas “ballenas” (insisto: de estas ballenas), no tiene gran importancia. Ballenas-piloto hay muchas y las que puedan matar a mano, para una población de unos 40.000 o 50.000 habitantes, son pocas, muy pocas. No puedo precisar exactamente el número.
Dejemos ahora la matanza. ¿Dónde reside el interés de este estudio sobre el consumo de estas “ballenas”?
En lo siguiente: si hay personas que consumen ballena y personas que no, podemos ver qué les pasa a estas personas y a sus hijos. Esta “ballena”, como animal que está en un lugar elevado de la cadena trófica, acumula en su organismo unas cantidades enormes de metilmercurio y de otros agentes contaminantes. Las personas que las consumen ingieren una cantidad importante de estas sustancias.
¿La cohorte duró muchos años?
Sí, mucho tiempo. Desde el nacimiento hasta los siete años de edad se medía la cantidad de metilmercurio, en la sangre del cordón umbilical de los recién nacidos así como en el cabello y sangre de sus madres. Se siguió el desarrollo de estos niños durante ese período, durante esos siete años. Se observó claramente que aunque a las madres, como antes decía, que consumían ballena y que tenían fuertes niveles de metilmercurio no les pasaba nada, los niños, sus hijos, tenían déficits cognitivos y sensoriales. No son graves, son déficits de un 10 a un 20%. Pero la situación conlleva que esos niños, cuando sean adultos, van a estar en condiciones sociales y laborales mermadas, inferiores a otras personas adultas que no fueron expuestas al metilmercurio.
¿Dónde reside la vulnerabilidad?
La vulnerabilidad está en el desarrollo del sistema nervioso central del feto y se manifiesta en los niños.
¿Qué medidas se tomaron tras el estudio?
Los resultados del estudio llevaron a establecer unos límites muy bajos en la ingesta máxima de metilmercurio. En Estados Unidos, por ejemplo. Allí se inició una polémica que duró cuatro o cinco años. Finalmente, la Academia de Ciencias publicó en 2001 o 2002 un informe, ya clásico, en el que se sostenía que el estudio que se debía tener en cuenta era la investigación danesa de las islas Feroe y estableciendo la EPA (Environmental Protection Agency), la Agencia de Protección Ambiental de los EEUU, unos límites bajos, muy bajos, de consumo de metilmercurio: 0,1 microgramos por kilo de peso al día. Para poder imaginarnos lo que representa esta cantidad, basta recordar que un microgramo es una millonésima de gramo. Consiguientemente, estamos hablando de una diezmillonésima de gramo por cada kilo de peso nuestro, unos 7,5 microgramos diarios por término medio. Una lata de atún oceánico -me estoy refiriendo al atún del Pacífico o el Atlántico que tiene mucho menos metilmercurio que el del Mediterráneo-, una sola lata decía, contiene la dosis semanal admitida de metilmercurio.
Todo esto es un problema muy reciente, ¿no?
Efectivamente. Con toda esta historia llegamos al siglo XXI. Estas nuevas normas son más restrictivas que las de la OMS, la Organización Mundial de la Salud, que todavía sigue considerando 0,3–0,4 microgramos por kilo de peso pero en Estados Unidos se establecieron, como antes decía, límites menores (la tercera parte de los fijados por la OMS). Yo mismo tengo una foto muy bonita de California, que en estas cosas siempre son muy avanzados, en la que se ve como en los restaurantes, al lado del letrero de no fumar o de que fumar daña gravemente a la salud, hay otro que dice “Se advierte a las mujeres embarazadas o que pueden quedarse embarazadas que no consuman atún o que no consuman pez espada u otro tipo de peces”.
Por los niveles señalados, por los límites de los que estamos hablando.
Exacto, por los límites que se han establecido. Pero volvamos, si te parece, a lo que estábamos comentando inicialmente. Todo eso ha sido una digresión excesiva que acaso tendrás que condensar.
Ya lo he hecho, no pases pena. Volvamos al problema actual.
Todos estos son fenómenos nuevos, distintos de los conocidos y asociados históricamente al mercurio inorgánico. Los originados, por ejemplo, por los vapores de mercurio. Recuerda los graves problemas del Sombrerero Loco, el de Alicia en el país de las maravillas. Los problemas del metilmercurio, que es el problema realmente importante en el momento actual porque nos afecta a todos, porque no hay persona que no tenga metilmercurio en su cuerpo… Perdón, hay una cosa que he olvidado comentar antes. ¿Puedo dar un breve apunte?
Puedes.
En un estudio muy reciente que se está haciendo en Valencia, el 70% de las placentas de nacimientos en España -creo que han estudiado ya entre 300 y 400 casos, nosotros tenemos algunas aquí, en el Instituto del CSIC de Barcelona- superan las cantidades máximas admisibles de metilmercurio. No olvidemos que España es un gran consumidor de pescado.
Que sería la causa de esta situación a la que aludes.
Exacto. España consume mucho pescado; después de Dinamarca, si no más, somos el país que más consumimos. Comparados con otros países de Europa como Francia, Inglaterra, somos grandes piscívoros, y eso en cualquier lugar de España. Aquí las autonomías no cuentan. Ya sea en Galicia, en Andalucía, ya sea en Cataluña, el pescado se consume en cantidades importantes.
Está, pues, este estudio de Valencia y me parece que hay otro, no recuerdo ahora la referencia exacta, que no está acabado todavía, que también está dando resultados en la línea que te indicaba. Probablemente ocurra así en toda España.
Hablas del 70% de las placentas.
Sí, de alrededor del 70%. El dato es bueno, no es una invención mía.
¿Quién dirige este trabajo de investigación valenciano?
Es un estudio dirigido por el Dr. Ferran Ballester. Hay un número muy importante de placentas que superan las cantidades máximas admisibles. Esto implicará, con toda probabilidad, que estos niños van a tener unos déficits determinados, no muy graves si se quiere, pero sí que van a tener unos déficits neurológicos por esta cantidad de metilmercurio que se ha detectado…
Notas
El estudio completo está disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3177876/. Véase igualmente -traducido para IraqSolidaridad por Paloma Valverde y editado por Patricio Suárez- www.iraqSolidaridadwordpress.com
ENFERMEDAD DE MINAMATA: síndrome neurológico grave y permanente causado por un envenenamiento por metilmercurio. Los síntomas incluyen ataxia, alteración sensorial en manos y pies, deterioro de los sentidos de la vista y el oído, debilidad y, en casos extremos, parálisis y muerte.
Se denomina así porque la ciudad de Minamata, en la bahía homónima de Japón, fue el centro de un brote de envenenamiento por metilmercurio en la década de los años 50. En 1956, el año en que se detectó el brote, murieron cuarenta y seis personas; las mascotas y los pájaros del lugar mostraban síntomas parecidos.
Entre 1953 y 1965 se contabilizaron 111 víctimas y más de 400 casos con problemas neurológicos. Madres que no presentaban ningún síntoma dieron a luz niños gravemente afectados.
En 1968, el gobierno japonés anunció oficialmente que la causa de la enfermedad era la ingestión de pescado y de marisco contaminado con metilmercurio formado en el medio marino a partir de los vertidos de mercurio elemental de la empresa química Chisso Co.
Entre 1932 y 1968, año en que cambió el proceso de síntesis por otro menos contaminante, se vertieron a la bahía 81 toneladas de mercurio. Las víctimas no fueron indemnizadas hasta 1996.
El caso constituye uno de los llamados «cuatro grandes procesos» de la responsabilidad medioambiental en Japón. En el año 2001 se habían aceptado legalmente 2.955 casos certificados de la enfermedad de Minamata, si bien los estudios epidemiológicos llevados a cabo durante años elevan el número de casos a aproximadamente 20.000 y a 900 el de fallecidos.