Miguel Herrero del Miñón, y colaboradores suyos, sin excesivos escrúpulos democráticos, todos o gran parte de ellos militantes de la UCD, el partido de Adolfo Suárez, diseñaron en los primeros meses de 1977 el mapa de las futuras instituciones políticas «representativas» de la Monarquía borbónica postfranquista y la ley electoral anexa. La finalidad de la […]
Miguel Herrero del Miñón, y colaboradores suyos, sin excesivos escrúpulos democráticos, todos o gran parte de ellos militantes de la UCD, el partido de Adolfo Suárez, diseñaron en los primeros meses de 1977 el mapa de las futuras instituciones políticas «representativas» de la Monarquía borbónica postfranquista y la ley electoral anexa. La finalidad de la operación, conocida o conjeturada por casi todos ya entonces aunque no explicitada abiertamente, la confesó el propio hacedor, «jurista de reconocido prestigio», muchos años después [1], en la Cadena Ser, en una tertulia que entonces compartía con Santiago Carrillo, que aparentó sentir extrañeza e incluso «alarma democrática» ante la aclaración, como si en aquel preciso instante se acabase de caer del limbo de los justos e inocentes, y Pere Portabella: impedir, esa fue la palabra usada, que el PCE -quien dice el PCE, dice luego IU- consiguiera una representación política destacada en las nuevas instituciones. Ese era el objetivo. ¡Rojos fuera! Pocos y en los márgenes. ¡A la cuneta!, donde entonces estaban y siguen estando los cuerpos de republicanos desaparecidos y asesinados. Al diseño se sumó la ofensiva político-cultural de la insistente y machacona música del «voto útil» (es decir, del voto inútil y antidemocrático) mil veces interpretada, con eficacia probada, por cuadros y dirigentes del PSOE y organizaciones anexas. ¿Para qué vais a votar al PCE, al PSUC, a IU? Os lo pide el corazón y los años de lucha antifranquista; os entiendo, os entiendo. Pero pensar con la cabeza (es decir, con nuestra cabeza) y no arrojéis vuestro voto a la urna de lo inútil. No contáis, sois pocos, muy pocos, aunque tengáis razones. Nos votáis a nosotros, que somos muchos más y más modernos, y con ello, postulado ocultado, ya tenemos excusa para casi todo: con el mazo dando tras el voto recogido. Reconversión industrial, terrorismo de Estado, corrupción generalizada, estafa otánica, neoliberalismo sin techo. Etc. ¡A cazar ratones sea como sea! ¡A enriquecerse que es lo bueno, lo razonable y lo más postmoderno! ¡A ayudar a Carlos Slim, al Barclays Bank, al BBVA y a Gas Natural! ¡Esto es lo nuestro, esto es estar a la altura de las nuevas circunstancias! El mismísimo Joaquín Almunia -¡Joaquín Almunia!- entonó esa música en 2000, cuando era candidato a la presidencia del gobierno central por el PSOE.
De este modo, de estos lodos y de muchos barros, vino lo que vino. En apenas ninguna provincia tenía sentido votar al PCE o a IU para el Senado. Eso era cosa de caballeros o de damas con mantilla, así, a la Cospedal, y en muy pocas circunscripciones «tenía sentido» hacerlo para el Congreso. Aparte del ala nacionalista, sólo en 10 o 15 provincias valía la pena votar una opción que no fuera la del armónico y bien avenido dueto PPSOE.
Ni que decir tiene que el falsario argumento jamás caló en las filas nacionalistas del PNV y CIU. Mucho menos en las del BNG, HB y fuerzas afines. Tuvo menos efectos, aunque los tuvo ciertamente, en las contiendas municipales y tuvo sus consecuencias, en algunos lugares más que en otros, en las elecciones autonómicas. ¿Para qué votar a IU en Cantabria, La Rioja, Murcia, Castilla La Mancha o incluso en Navarra, Castilla y León o Galicia? ¿Somos acaso héroes estúpidos? ¡Contra la derecha, que viene el lobo!, gritó el zorro practicando con la caja registradora.
El movimiento 15-M, esta es otra de sus inmensas conquistas político-culturales, ha arrojado al archivo de los trastos interesados y antidemocráticos, de las falsedades insoportables, toda esa música del poromponpero y olé. Sin que sea su finalidad esencial (en mi opinión, lo suyo tiene más alcance: es el combate abierto y ya iniciado contra la barbarie capitalista, antihumana y antiecológica, en la que estamos inmersos), el movimiento ha puesto énfasis en la necesidad de cambiar la ley electoral (incluso en Catalunya se habla de ese tema, en el marco de las elecciones autonómicas, en alguna televisión pública) y en un axioma democrático sine qua non, sin el cual el juego no tiene sentido: uno debe votar, sin reducir la democracia a eso claro está, la opción política que más se acerque a sus ideales y posiciones, y en la que más pueda intervenir. Lo demás es mala música, distorsión antidemocrática, debilitamiento de la soberanía ciudadana.
Pues bien, más allá de todo ello, o al lado de todo ello, e independiente de la resolución de la situación en Extremadura sobre la cual sólo cabe pedir (o exigir) respeto a la discusión de la militancia, ejemplar a todas luces y sin antecedentes conocidos [2], alejada años -luz de toda política de búsqueda de sillones y privilegios, sabedores de los numerosos flecos de la situación, de su enorme complejidad y de la posibilidad de pensar nuevos matices, independientemente de todo ello decía, y sin olvidar en ningún momento la importancia esencial, decisiva incluso, de los movimientos sociales que se generaron contra el atropello que luego describiré, ya puede verse, comprobarse incluso, lo útil que es votar una opción como la que representa IU, lo útil que es votar opciones alejadas del dueto, prácticamente indistinguible en los grandes asuntos, PP-PSOE (que en comunidades como Catalunya se amplía con un nuevo vértice, CiU, y a veces incluso con alguno más). Hablaba de ello Olivia Carballar en Público el pasado 23 de junio [3]. El significativo titular de su noticia: «Las exigencias de IU al futuro Gobierno incluyen no dar «ni un euro» público. Los últimos estudios del proyecto del Grupo Gallardo son «incorrectos y poco realistas», según la Junta de Andalucía».
Resumo brevemente tomando pie en la noticia: la refinería y el oleoducto que prevé atravesar Andalucía, desde Huelva a la comarca extremeña de Tierra de Barros (¡nada mas y nada menos!), promovidos por Alfonso Gallardo, esperan desde 2005 la autorización del Gobierno central. Existen documentados riesgos de vertidos en espacios protegidos como Doñana. El proyecto de Refinería Balboa, que ha llegado a ser defendido por Rodríguez Zapatero, continúa acumulando deficiencias. Según el último informe de la Junta de Andalucía remitido al Ministerio de Medio Ambiente, apunta Carballar, la valoración que hace el empresario sobre los riesgos de la zona y los efectos que un vertido ocasionaría es «incompleta, incorrecta y poco realista». El proyecto final no incluye un estudio de posibles afecciones por derrames de hidrocarburos en el pantalán donde prevé realizar las actividades. Tampoco tiene en cuenta la vulnerabilidad de los estuarios y marismas afectados. Ni la singularidad geológica de ciertos lugares, que igualmente no tiene en cuenta a la hora de proponer medidas en caso de fuga. Por lo demás, las especies de fauna que incluye no siempre son las más significativas ni las más susceptibles de sufrir daños por un futuro escape de fuel. No se hace ninguna mención a la flora.
El informe, firmado por el director general de Prevención y Calidad Ambiental de la Junta de Andalucía, Jesús Nieto González, añade: «Doñana y su zona de influencia litoral a través del Guadalquivir controlan el reclutamiento de los principales recursos pesqueros de Andalucía, por lo que su repercusión no es sólo ambiental sino que supone una enorme trascendencia económica. Los potenciales efectos sobre estos recursos no han sido valorados en su justa medida en la nueva documentación entregada por el promotor, cuando estos suponen unos riesgos muy serios tanto para los ecosistemas marinos de Doñana como para las economías que de ellos dependen».
El documento, prosigue la periodista de Público, está sustentado en otro informe de la Dirección General de Espacios Naturales y Participación Ciudadana ambos adelantados por El Periódico de Extremadura: «La franja marítima de Doñana, espacio físico concreto en el que se pretenden desarrollar las actividades de tráfico mercantil, carga y descarga de hidrocarburos y principal elemento natural receptor de los contaminantes en caso de accidente, resulta casi del todo desatendida en los estudios desde el punto de vista ecosistémico». Claro y distinto, como quería Descartes.
El proyecto, de llegar a realizarse, supondría una inversión pública de más de 2.000 millones de euros. Aquí, antes también desde luego, entra en juego IU. Su papel es crucial. Su rechazo a la refinería es claro como el agua no contaminada. «Ni un euro de la Junta para ello, sea cual sea la DIA, desviando esos fondos para dar oxígeno al campo extremeño». La posición de IU, en neta consistencia con los movimientos sociales críticos a la refinería y al oleoducto, supondría retirar del proyecto el 20% de financiación pública que se había comprometido a aportar la Junta extremeña.
Ni que decir tiene que tanto Juan Carlos Rodríguez Ibarra como Fernández Vara estaban muy entusiasmados. Hasta ahora. El «progreso» llamaba a las puertas extremeñas y, además, el presidente del PSOE de Badajoz, Francisco Fuentes Gallardo, es sobrino del promotor del proyecto Alfonso Gallardo y posible heredero de su emporio empresarial [4], y esas llamadas, decía, como las del cartero, siempre golpean dos veces a nuestras puertas. Pero no más. Fernández Vara se muestra ahora, o se mostraba, «receptivo» a las exigencias de IU.
La postura mantenida por el PP ha sido favorable si el proyecto cumple con la legislación. Independientemente de lo que diga el Ministerio, Monago, según fuentes del PP extremeño, sostiene también ahora que no aportará ni un euro de las arcas públicas. Una de las exigencias de IU y de los movimientos críticos [5]. Informes técnicos inciden también en la falta de previsión de la empresa sobre el aumento del tráfico de petroleros que supondría la instalación de la refinería en Los Santos de Maimona, en Badajoz: en el estudio empresarial no se refleja la frecuencia con la que se producen escapes de crudo y derivados; tampoco el tamaño de las manchas. El aumento en 60 barcos diarios aumentaría el riesgo.
¿Es entonces útil movilizarse contra desmanes «desarrollistas»? ¿Es útil luchar contra el color del dinero como divisa omnipotente y omnipresente en el puesto de mando «responsable»? ¿Es útil votar a IU si esa es la opción política que mejor se estima? ¿Hay que dejar sosegada la casa de los militantes de IU en Extremadura? ¿Hay que respetar, nos gusten o no, las decisiones democráticas tomadas tras largos períodos de reflexión, discusión y admirable e infrecuente participación? No logro ver sensatez alguna, ni coherencia democrática, ni posiciones prudentes de izquierda, en responder negativamente a ninguna de estas preguntas.
Notas:
[1] Sin poder precisar fechas, unas tres décadas.
[2] Un ejemplo vivido en mi propia carne. Hace unos años, ocho o nueve si no cuento mal, la participación de EUiA, la IU en Catalunya por decirlo rápido, en el gobierno de la Generalitat presidido por Pasqual Maragall, en un gobierno de coalición PSC-ERC-ICV-EUiA, se resolvió de la forma siguiente: los dirigentes de EUiA, la mayoría del PCC, algunos de ellos futuros senadores, venían a las asambleas locales, anunciaban la buena nueva decidida por la omnisciente dirección tras sesudos análisis, permitían la intervención de los militantes como «decorado democrático consultivo», tomaban tres líneas de apuntes de lo allí hablado y consideraban «locos de atar», literalmente, las intervenciones de algunos militantes que sosteníamos la conveniencia de permitir con nuestros votos un gobierno de moderadísima izquierda nacionalista pero sin formar parte de él de ningún modo y presionando desde el Parlamento, en la medida de nuestras escasas fuerzas, hacia políticas de izquierda más real, sin decir amén a todo (o a casi todo) como se hizo posteriormente. La búsqueda de cómodos y privilegiados sillones, un claro desdén por los procedimientos democráticos y la vieja cultura del partido de vanguardia-comité central-comité ejecutivo-secretario general decisivo y omnisciente jugaron un papel decisivo en Catalunya, con aquiescencia de casi todos, toyalmente inexistente en el caso extremeño.
[4] Debo la información al compañero y amigo, maestro de tantas cosas, Jónathan Moriche. Que Jon, y muchos otros compañeros, sea militante de IU de Extremadura es garantía absoluta de la honestidad política del importante proceso político-democrático que los militantes extremeños están protagonizando.
[5] Hay que sumar a todo ello, según parece, la retirada del proyecto de algunos accionistas privados. Iberdrola por ejemplo.
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