Antes de comentar algunas generalizaciones acerca de la violencia en general, me gustaría comenzar denunciando la violencia laboral que por múltiples motivos sufren las clases trabajadoras. Y la necesidad de su reorganización sindical para disponer de un instrumento, de una herramienta sindical poderosa que las agrupe y, dote de la fuerza suficiente para impedir que los derechos laborales sean totalmente arrebatados y entrar en un descenso a los infiernos de la explotación y la producción de plusvalía.
1.- INTRODUCCIÓN
En este caso concreto, comento la violencia laboral o como se quiera considerar que sufre un amigo personal que trabajando en el ayuntamiento en los planes AEPSA, en las calles, sufre un accidente laboral con manifestaciones físicas contundentes en sus brazos; acude a la Mutua en Almendralejo, después de haber pasado reconocimiento médico en Zafra en dónde se le conoce un desgarramiento muscular de tercer grado agudo. La médica de la Mutua de Almendralejo no reconoce el accidente laboral y no le da la baja a pesar de que los informes médicos, los signos externos y las repercusiones físicas del accidente en la movilidad de su cuerpo son visibles.
La justificación que usa la médica de Zafra para no considerar las repercusiones del accidente y no darle la baja laboral es agarrarse a que esta persona tuvo un ictus en el año 1988, hace más de 30 años. Vergonzoso de a dónde están llegando las condiciones laborales y sanitarias con las que se valora a la clase obrera.
2.- EL PODER DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
El periodista Sergi Picazo recogió un informe del Center for Media Pluralism and Media Freedom, centro de investigación y formación sobre pluralismo informativo cofinanciada por la Unión Europea. En el mismo, se revela que un altísimo porcentaje de las audiencias de radio y televisión en el Estado español dependen de un número reducido de grandes grupos mediáticos.
Así, en el ámbito televisivo, los dos grandes conglomerados privados –Mediaset y Atresmedia– controlan audiencia e ingresos por publicidad. En el caso de la radio, el informe indica que son el grupo Prisa (Cadena SER), la Iglesia católica (COPE), Planeta (Onda Cero) y el grupo Godó (RAC1) quienes deciden lo que escucha el 80% de la audiencia total de la radio española, y controlan el 97% del mercado.
El mercado de los medios de comunicación se caracteriza por un predominio de la televisión, que atrae alrededor del 40% del total de la inversión publicitaria del país. La televisión sigue siendo la fuente dominante de información (88%), seguida por Internet (68%), la radio (60%) y los periódicos (28%) (AIMC, 2016).
Estos medios pertenecen a grandes corporaciones, cuyos propietarios son públicamente conocidos, y no son otros que poderosos fondos de inversión americanos, las grandes multinacionales de la energía y la comunicación, entidades financieras y otras grandes empresas de las que cotizan en la bolsa, y con estrechas conexiones en los diferentes aparatos del Estado.
3.- LOS OTROS TIPOS DE VIOLENCIAS ESTRUCTURALES
En estas fechas, en las que con tanta frecuencia los grandes medios de comunicación abren los telediarios presentando los disturbios que están ocurriendo en las ciudades españolas, provocados por jóvenes que queman contenedores y se enfrentan a las fuerzas de seguridad, conviene referirnos a la violencia de la que no se habla o que se intenta mantener en la más absoluta oscuridad informativa, y que sale a cuentagotas escapando por las rendijas de los informativos que diariamente miramos y escuchamos.
Cuando tratamos de violencia y represión conviene recordar algunas de las reflexiones de MALCOM X que afirmaba que los medios de comunicación harán que confundas al opresor como al oprimido y al oprimido como el opresor, deformando él origen y la raíz de lo que sucede y ocultando las vejaciones que generan los poderes institucionales.
Hay una violencia estructural permanente, intrínseca e indispensable que el Estado capitalista necesita para asegurar su articulación y abastecer del combustible que requiere su normal funcionamiento y reproducción. Es una agresión connatural al sistema que se ceba marginando y extrañando a amplias capas de la población, y especialmente a la juventud.
4.- LOS MEDIOS DE COERCIÓN Y CONVENCIMIENTO SOCIAL
Los dueños de la riqueza y de los grandes medios de producción necesitan de los aparatos del Estado y el gobierno para impedir y dar un escarmiento a quien muestre rebeldía o manifieste algún signo o iniciativa que denuncie o inquiete la marginación y el extrañamiento, y al mismo tiempo, para que sirva de ejemplo a la sociedad que el orden de las cosas es inamovible.
El régimen monárquico, la estabilidad y los privilegios de las élites económicas no se mantienen sólo con la fuerza de la coerción, necesitan del poder espiritual, del convencimiento social o lo que es lo mismo, de la aceptación pasiva de sus ideas. La propiedad de las grandes cadenas televisivas y los famosos tertulianos les dan la suficiente cobertura mediática. Como señalaba Marx: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual”. De tal manera, que se da la paradoja de que quienes sufren la explotación laboral son los más acérrimos defensores del sistema y de la clase social que los explota, para conseguir ese dominio social los capitalistas son grandes expertos y disponen de gente muy preparada.
Pocas veces, las televisiones inician los telediarios o las sesiones informativas presentando la crueldad silenciosa que padece una juventud, por ejemplo como la extremeña, sin perspectivas de futuro, sin alternativas laborales, que prevé que en un corto espacio de tiempo para buscar un puesto de trabajo sufrirá el desarraigo de su tierra y de su familia, de sus amigos de toda la vida; o la violencia que sufren las personas y familias con problemas de viviendas; o los trabajadores/as en trabajos precarios, mal pagados y explotadas sin compasión; o aquellas familias que reciben pensiones no contributivas de miseria, ayudas sociales raquíticas y subsidios en la más absoluta precariedad que no les llega para hacer frente a los gastos mínimos y en muchos casos con la única esperanza de recoger una bolsa de alimentos para sobrevivir unos días; o quienes sufren los retrasos de asistencia porque el sistema sanitario público carece de recursos humanos y materiales. En definitiva, una violencia social que algunos se encargan de mantenerla oculta y hacerla aceptable por la sociedad.