Los caminos del Señor serán inescrutables, pero ¡cómo coinciden con los del dinero! (Colectivo Antipatriarcal «María del Rosario y sus Ovarios») Recientemente, hemos vuelto a escuchar a representantes de la alta jerarquía de la Iglesia Católica española, realizando declaraciones sobre temas como el aborto, la homosexualidad, el feminismo o la Educación Pública. Han sido dos […]
(Colectivo Antipatriarcal «María del Rosario y sus Ovarios»)
Recientemente, hemos vuelto a escuchar a representantes de la alta jerarquía de la Iglesia Católica española, realizando declaraciones sobre temas como el aborto, la homosexualidad, el feminismo o la Educación Pública. Han sido dos o tres protagonistas, que están en la mente de todos, por lo cual no voy ni tan siquiera a citar sus nombres. Tales declaraciones me producen tal repulsión, y suponen un atentado tan grave a las conquistas del género humano, que no puedo por menos que manifestar mi opinión al respecto.
En efecto, no es la primera vez que la Iglesia Católica española, a través de sus más reaccionarios personajes, se manifiesta en torno a temas de la moral privada, intentando un ejercicio de instauración de la moral católica como moral pública. Auspiciados y jaleados por la corrala política del PP, el gallinero ideológico más peligroso que tenemos en nuestro país, se creen con derecho, desde sus púlpitos mediáticos, a criticar algunos derechos conquistados por la ciudadanía, y a difundir sus perversas creencias, injustas, infundadas, crueles, anticientíficas, inhumanas y antidemocráticas.
Sobre el aborto, declaran y apuestan por el bien supremo que representa para ellos la vida humana, que sólo Dios puede conceder o quitar, montando toda una cruzada por la futura vida de un conjunto de células, y viendo ahí el germen de toda humanidad, cuando a la vez se alinean, protegen y auspician las medidas más injustas y antisociales del Gobierno del PP, su brazo político, que son las que impiden en la práctica y en la realidad la vida humana: recortes sociales, laborales, contrarreformas políticas, que socavan la libertad, los derechos civiles, y los servicios públicos, que disminuyen la cohesión y la justicia social, y aumentan la pobreza y las desigualdades…¿cabe tamaña contradicción y tan clara implicación con el poder fascista que nos gobierna?
Asímismo, publican textos que presentan una moral y unas creencias deplorables, ausentes de cualquier respeto hacia la igualdad entre mujeres y hombres, fomentando la sumisión de las mujeres, el matrimonio indisoluble y la prevalencia de los valores del patriarcado, y denigrando los supremos valores de la igualdad, el respeto, la tolerancia y la no discriminación por razón de sexo. Vulneran públicamente el reconocimiento de derechos sociales que ya estaban consagrados, y nos retrotraen a la moral imperante en los oscuros tiempos de la dictadura franquista, en colaboración con lo que se definió como el nacional-catolicismo.
Sobre la homosexualidad, declaran, en un claro alarde de su incultura científica, y de su más profunda sinrazón y estricta intolerancia, que esta opción sexual es un síntoma de enfermedad o bien una deficiencia, y que además tiene cura, fomentando con ello el odio, la exclusión de los diferentes, la discriminación, la homofobia y todas sus consecuencias relacionadas. Sus voces resurgen desde ese mundo mediático de la caverna que continúa dándoles cancha, proporcionándoles el eco necesario para que sus vergonzosas declaraciones lleguen a la opinión pública. De esta forma, recurren al insulto y a la descalificación más despiadada de grandes segmentos de la población, que no están de acuerdo con su moral, y con su trasnochado, patético y retrógrado ideario.
Sin argumentos de peso, sin razones claras y fundadas para la crítica, estos personajes de la Iglesia y de sus sectas afines declaman sin pudor largas tandas de estupideces sin fundamento, que sólo pueden ser rebatidas desde el más estricto sentido común, así como desde el respeto social que merecen todas las tendencias y opciones sexuales. Pero su fanático conservadurismo no les deja comprender que el mundo evoluciona, y que ya dejaron de estar vigentes sus modelos de familia, de matrimonio, y de opciones sexuales. Pero ellos los siguen reclamando, convertidos en auténticos delincuentes sociales.
Amparados en la libertad de expresión, estos impresentables personajes reclaman sus visiones sociales excluyentes, y se permiten escupir todos los improperios que se les antojan. Decididamente, estas «declaraciones» no deben ser amparables por la libertad de prensa, de opinión o de expresión, ya que constituyen un despropósito de tal magnitud que deben ser rechazadas pública y mayoritariamente, porque en cualquier sociedad democrática donde imperen la razón y los valores de la igualdad y la solidaridad, no se pueden permitir tales atropellos. Por tanto, desde la ciudadanía, desde las Instituciones, desde las asociaciones democráticas que protegen derechos y libertades, debemos reprochar públicamente a quienes, basándose en su moral privada, insultan a la inteligencia y al respeto hacia el género humano. En definitiva, estos Obispos y Cardenales se han convertido en enemigos de la democracia, de lo público, de la razón y del progreso.
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