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A propósito de la sentencia del Tribunal Constitucional

Sobre violencias políticas, estatutos y declaraciones programáticas

Fuentes: Rebelión

El estratégico diseño jurídico-político ha dado resultado. Eso sí, con escenas finales de alta tensión e incertidumbre. Sea como sea, Bildu podrá presentarse a las próximas elecciones municipales en Euzkadi. Enhorabuena [1]. Bildu se ha atenido a la legislación española, la que es, sin ámbito para la duda, una legislación de excepción. La sentencia del […]


El estratégico diseño jurídico-político ha dado resultado. Eso sí, con escenas finales de alta tensión e incertidumbre. Sea como sea, Bildu podrá presentarse a las próximas elecciones municipales en Euzkadi. Enhorabuena [1].

Bildu se ha atenido a la legislación española, la que es, sin ámbito para la duda, una legislación de excepción. La sentencia del pleno del Tribunal Constitucional (TC), de la cual debemos felicitarnos todos, corrobora lo sabido incluso por personas, como el que suscribe, poco puestas en asuntos jurídicos: la resolución de la sala 61 del Tribunal Supremo era un documento, político por supuesto, que no podía cogerse ni con pinzas ni siquiera por su redacción y sus puntos y aparte. Una prueba más, sin que fuera necesaria, de la activa y masiva presencia del neofranquismo militante, activo hasta el agotamiento, en las instituciones jurídicas del Estado. La fuerte batalla en el TC, los votos contrarios de la sentencia del pleno, indican el inmenso poder de las posiciones de derecha extrema españolista, y poco democrática, en el ámbito jurídico español.

Las reacciones del PP, de la Asociación de Víctima del Terrorismo, los silencios de algunas importantes instituciones, algunas (¡pocas, menos mal!) voces del PSOE, abonan lo ya sabido. Lo de siempre: mano dura y tente tieso, conspiraciones etarro-batasunas y próximos cambios legislativos si tienen ocasión y caldear del ambiente político así lo requiere. Mientras tanto, búsqueda inmediata de rentas político-electorales agitando el espantajo de siempre: la España rota; ETA como vigía de las instituciones y los cadáveres de las personas asesinadas en estos últimos años (no todos desde luego: los familiares de Ernest Lluch son admirables en este y en muchos otros sentidos) exhumados una y mil veces. Mientras tanto centenares de presos en la cárcel; que se pudran en ella.

Quedan sin embargo otros muchos nudos a tener en cuenta en este momento decisivo de la historia reciente de España. A Bildu se le ha exigido la denuncia explícita de violencia de ETA, procedimiento de acción política que no puede merecer la misma valoración poliética en los años del fascismo hispánico (ETA atentó contra Carrero Blanco y no mereció entonces ninguna condena de ninguna fuerza democrática española); en tiempos de la transición, cuando los cadáveres de atentados de la extrema derecha fascistoide (ramas de Gladio no excluidas) se amontonaban en la izquierda y nunca, claro está, en la derecha, y en años posteriores donde jamás se aceptó, sin que ello exima de las barbaridades cometidas, lo que muchas fuerzas de izquierda, el PSOE no excluido, habían reclamado y vindicado centenares de veces: el derecho de autodeterminación de los pueblos españoles. Cabe ahora, consistentemente con lo exigido, demandar también otras renuncias y denuncias explícitas.

Dos por ejemplo, aunque podrían señalarse alguna más. Fue una violencia casi inconmensurable la que usó el Ejército franquista durante la guerra civil contra la población civil y contra soldados, muchos de origen campesino, que a corta edad tuvieron que defender con escasos medios la legislación republicana, aquella República de trabajadores de todas las cases. Algunos, muchos de esos jóvenes soldados, murieron a los 18, a los 19 años. El hermano de mi padre, Salvador se llamaba, entre ellos. ¿No deberían algunos partidos herederos de aquella barbarie y algunas instituciones que les son afines, herencia en la que no parecen encontrarse muy incómodos, pedir perdón por aquellos actos de barbarie, denunciar esa violencia asesina origen de tantas y tantas muertes, en número incomparablemente mayor a las ocasionados por los atentados de ETA sobre los cuales, desde luego, y en su inmensa mayoría, no insinúo ninguna disculpa moral ni política? ¿Han denunciado explícitamente estos otros asesinatos?, ¿figura explícitamente esa denuncia en sus programas y estatutos? ¿Nos fiamos de sus palabras de denuncia si las hubiera? ¿No habría que meditarlo lentamente como ellos han hecho en el caso de Bildu?

Tras el final de la guerra, no hubo paz alguna, ni 25 ni 5 años ni dos meses de paz, sino esencialmente el terror sangriento y asesino de tribunales militares y pelotones de la benemérita servil. Sin olvidar el exilio y las personas fallecidas en la resistencia (no lo españoles del franquismo), más de cien mil o ciento cuenta mil republicanos de diferentes tendencias fueron asesinados entre 1939 y 1952. Unos 33 mil, contabilizados y censados, en el País Valencia; unos 1.900 (la frontera francesa estaba más cerca) en Catalunya. Mi abuelo materno fue uno de ellos. ¿Su crimen? Un crimen inenarrable, sanguinario hasta el vómito: ser afiliado de la CNT. Con eso bastaba, con eso te la jugabas, aunque no hubieran cogido un arma en su vida.

Algunas de esas fuerzas referenciadas, las mismas, incluyendo el nacional-catolicismo español y su máxima institución, siguen sin pedir perdón por esos miles y miles de asesinatos, ni han emitido denuncia alguna por ellos y las bendiciones que les acompañaron, que tomaron pie no en juicios ilegales o ilegítimos sino en no-juicios, en sucesos que tienen que ver con la justicia lo mismo que el himno nacional monárquico-franquista tiene que ver con la música de Mozart, Vivaldi, Haydn, Rossini, Cohen, Morente o la camarada Violeta Parra. Nada de nada. ¿Figura en sus estatutos una condena explícita de estos miles de asesinatos «judiciales», además de las muertes extrajudiciales, en el asfalto y en cunetas, ejecutadas por grupos de despiadados señoritos falangistas? ¿Cuándo va a figurar explícitamente esa condena en sus estatutos y programas? ¿No podría ser que volvieran a las mismas, donde tanto tiempo estuvieron, si no les condenan explícitamente? ¿No es presidente de honor o fundador de una de sus formaciones un político profesional que firmó penas de muerte durante el franquismo y fue el máximo responsable político de la barbarie de Vitoria en tiempos de la transición?

No crean que me he olvidado de aquella generosa, de aquella inmensamente generosa política de reconciliación nacional que abonó el Partido Comunista español a mediados de los cincuenta y que yo no logré comprender de joven. Es imposible olvidar las palabras de la compañera de Grimau tras el asesinato de su marido. No, no es eso, no es una vuelta al pasado ni al abono de ningún cáliz de separación, enfrentamiento y vuelta a las andadas entre ciudadanos. Simplemente es que, desde un punto de vista lógico-político, las exigencias merecen universalizarse y reconciliación no significa olvido de la barbarie ni postrarse a los pies de gentes que alimentaron y siguen alimentando odios, intransigencias y desigualdades sociales que cortan vidas como un cuchillo afilado y sangriento.

¡Mecachis! me olvidaba, mi compañera que acuña bien estas monedas me lo ha recordado. ¿No existieron en España unos batallones de asesinos que llevaron el nombre de Grupos Antiterroristas de Liberación? ¿Que eran cloacas del Estado incontroladas? ¿No fueron acaso abonados y dirigidos por gobiernos ocultos, comisarios de renombre, organizaciones que no dijeron ni pío, periodistas y periódicos de amplio reconocimiento oficial? ¿No habría que decir disculpas por secuestros, asesinatos, torturas y entierros en cal viva? ¿Ya han denunciado explícitamente todas las fuerzas que dicen ser democráticas todos estos nudos de la barbarie? ¿No? ¿A qué esperan entonces? ¿Van a presentarse a las elecciones? ¿No rige la ley para ellos?

Nota:

[1] Sin que ello implique, claro está, acuerdo político con la formación. Muchos ciudadanos que deseamos el mejor resultado posible para Bildu por la neta componente de izquierdas de sus simpatizantes y activistas, no les votaríamos por distanciamiento ideológico. No somos nacionalistas, no abonamos ni aspiramos a una Euzkadi independiente, sino que desearíamos una España república y federal (o confederal si me apuran mucho), con el ritmo de Riego cantado en cuatro o más idiomas, España, o Sefarad si el término está ya gastado, en que ciudadanos y pueblos diversos pudiésemos vivir en paz, armonía, democracia, justicia e igualdad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.