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Reseña de "Flores de verano" de Tamiki Hara

Sobrevivir (y escribir) a la bomba atómica

Fuentes: Tercera Información

Una de las posibilidades que ofrece el arte es ser el vehículo para mostrar los horrores más profundos (tanto individuales como colectivos) y ya sea con vocación de expiación o no, poder exteriorizarlos y/o reflexionar sobre ellos. Muy probablemente algo de todo esto sería la motivación que llevó a los escritores encuadrados en la denominada […]

Una de las posibilidades que ofrece el arte es ser el vehículo para mostrar los horrores más profundos (tanto individuales como colectivos) y ya sea con vocación de expiación o no, poder exteriorizarlos y/o reflexionar sobre ellos. Muy probablemente algo de todo esto sería la motivación que llevó a los escritores encuadrados en la denominada generación Genbaku Bungaku (literatura de la bomba atómica) y que tenían los bombardeos atómicos sobre Nagasaki e Hiroshima como eje central temático.

Tamiki Hara es uno de los integrantes de ese grupo, y como otros tantos , sufrió en sus propias carnes aquellos terroríficos sucesos que sumados a su pronta vocación literaria marcarían definitivamente no sólo su carrera de escritor sino también la vital, que añadido a su extremada sensibilidad y a los acontecimientos de esos años posteriores, acabaron por «empujarle» a lanzarse a una vía de tren.

La editorial Impedimenta recoge por primera vez en castellano tres de sus obras dedicadas a esta cuestión. Presentadas en un orden no cronológico respecto a su realización aunque sí en una línea temporal lógica (antes-durante-después), «Preludio a la aniquilación» (1949), «Flores de Verano» (1946) y «De las ruinas» (1947) son un dramático reflejo, contado de primera mano, de lo allí sucedido.

Para ello el japonés utilizará una prosa sobria y sin demasiadas concesiones al adorno pero en la que sí sobrevolará un cierto toque poético, casi insensible pero que cala en el lector. Características que de alguna forma le acercan estilísticamente a autores como Natsume Soseki o al Kazuo Ishiguro de novelas como «Pálida luz en las colinas». Precisamente estas influencias se dejan ver sobre todo en el primer relato que nos encontramos, «Preludio a la aniquilación», a su vez el más tardío en ser escrito. En él, un hombre, evidente alterego del propio Hara, regresa a su hogar familiar con la sensación del cambio que ha sufrido la ciudad respecto a sus recuerdos. Las vivencias, problemas y desafíos que a los personajes se les plantean se desarrollan en un contexto de continuas sirenas de alerta por bombardeos, que curiosamente acabarán por tener un cierto tono rutinario. La convivencia entre la vida cotidiana y la amenaza de una inminente destrucción creará situaciones tan contrapuestas como el bello final en el que se hace presente la oposición entre vida y muerte.

«Flores de Verano y «De las ruinas» forman un segundo núcleo del libro. En esta ocasión con un tono más dramático y crudo, no obstante ambos relatos fijan su mirada en lo acaecido durante el bombardeo y los días después. Por lo tanto en los dos encontraremos una suma de penalidades, desgracias y un panorama desalentador basado en la enumeración de damnificados. En el primer relato vemos el shock que supone el trágico suceso y lo devastador de su acción inmediata, mientras que en el otro incluso, si cabe, hay una vuelta de tuerca más en cuanto a crudeza ya que nos mostrará las repercusiones que eso deja en la ciudad y las secuelas en los individuos. En común guardan las dos historias la capacidad para mostrar el amplio abanico de registros que tiene el ser humano a la hora de comportarse en situaciones tan extremas.

La obra de Hara, éstas en concreto pero ampliable a toda su creación e incluso a su biografía personal, está marcada definitivamente por el horror que supuso sufrir de primera mano las consecuencias de la II Guerra Mundial, específicamente el lanzamiento de la bomba atómica. Aplicable a varias generaciones de escritores nipones, sus obras forman un legado del horror que supone la guerra y que, utilizando el camino de la escritura, se convierten en un testamento de lo allí sucedido y de la extrema barbarie que supuso este episodio preciso.