Recomiendo:
0

Sociedad ilícita

Fuentes: La Ventana

Lo que hace posible la injusticia no es la ley injusta, sino la obediencia a esta ley injusta; y la mejor manera de luchar contra esta injusticia es desobedecer la ley. (Muller, 1983) El día domingo 28 de junio de 2009 a las 5:00AM me encontraba en el aeropuerto de Comalapa en El Salvador, rumbo […]

Lo que hace posible la injusticia no es la ley injusta, sino la obediencia a esta ley injusta;
y la mejor manera de luchar contra esta injusticia es desobedecer la ley.
(Muller, 1983)

El día domingo 28 de junio de 2009 a las 5:00AM me encontraba en el aeropuerto de Comalapa en El Salvador, rumbo a la sala de espera de la puerta 9, donde abordaría el avión que me llevaría de regreso a mi país. Minutos más tarde entró una llamada a mi teléfono, era mi compañera, quien me comunicaba para mi asombro, que se había producido un golpe de Estado en Honduras, y que el presidente Zelaya había sido sacado por la fuerza de su casa y trasladado en un avión hasta Costa Rica, por la madrugada. Ya en la sala de espera se sentía la tensión. Una de empleadas de la compañía nos advertía por el alto parlante del riesgo de no poder volar hasta Tegucigalpa, debido al cierre del aeropuerto por razones políticas. Después de largas horas de espera en el aeropuerto, la compañía nos envió, por la noche, a un hotel de lujo.

Inmediatamente solicité la clave de acceso al Internet inalámbrico, para comunicarme con mi familia y amigos, pero las líneas estaban bloqueadas. Luego sintonicé algunas radios locales, al mismo tiempo encendí la televisión y busqué algunos canales de noticias internacionales que transmitían al mundo como en cuestión de minutos, se leía una carta de renuncia falsa, de Zelaya y se nombraba un nuevo presidente de la República en el mismo seno del Congreso nacional.

De allí mi asombro comenzó a convertirse en indignación y miedo por lo que estaba aconteciendo en mi país. Inmediatamente recordé que, exactamente un año atrás, inauguraba en Tegucigalpa una muestra personal con el nombre de Sociedad Ilícita; en la cual me propuse revelar, mediante una parafernalia objetual, las fuerzas ocultas de una sociedad que vigila, controla, y reprime en beneficio de una minoría hegemónica que históricamente, se ha enriquecido a costa de la sangre, la humillación y la sobre explotación de las mayorías pobres.

Lo que aconteció el día 28 de junio del presente año, fue para mí la manifestación más contundente de mis motivaciones artísticas, orientadas a una búsqueda que va más allá de «la aproximación de elementos aparentemente extraños entre sí, en un plano ajeno a ellos mismos» como pretendían surrealistas y dadaístas; y que más bien, se orienta a pensar en otras direcciones algunos de los discursos políticos, morales, científicos o estéticos de la tradición eurocentrista que hemos asumido como verdaderos y absolutos; decodificando, cuestionando o evidenciando valores y formas de vida rígidas y opresivas en la sociedad.

En ese sentido, aquella tarde y reunidos en su gueto, decenas de diputados y diputadas de cuestionada reputación, en complicidad con los militares y varios empresarios, echaban por la borda el último despojo de una democracia representativa que sirvió de máscara para ocultar las injusticias, la corrupción, el despotismo, la demagogia, la represión y la impunidad, características puntuales de una Sociedad Ilícita.

Nombraban como nuevo presidente a Roberto Micheletti, un político fracasado y ambicioso, que ha permanecido durante 28 años en el congreso y a quien recordamos cuando en el año 1985, trató de convertir el Congreso Nacional hondureño en una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la constitución de la república, la misma que hoy en día defienden los políticos y militares golpistas como su estandarte, frente al repudio nacional e internacional que ha generado el golpe de Estado. En aquella ocasión Micheletti llamó a una Constituyente para ampliar el mandato del presidente de la época, Roberto Suazo Córdoba (cómplice de la campaña de terror impuesta por los Estados Unidos durante la Guerra Fría en Centroamérica).

Hasta hoy los golpistas mantienen su posición de intolerancia, terror y persecución. La situación de esta Sociedad Ilícita es bastante grave, y no parece haber ninguna disposición para tomar en cuenta la participación de los diversos sectores de la sociedad civil que repudiamos el golpe. Todo se presenta como si las cosas fueran blanco o negro: Los que están a favor, o en contra de Manuel Zelaya.

Ojalá todo fuera así de fácil. La censura, persecución, desaparición y muerte de personas, va en aumento; como si Honduras emergiera como el eslabón «perdido» de la guerra fría, incluso con personajes nefastos de aquella época como Billy Joya (uno de los actores intelectuales de las desapariciones forzosas durante los ochentas, y que ahora ha sido premiado por el gobierno golpista con el cargo de asesor de seguridad de Micheletti). Las invocaciones al fantasma del comunismo vuelven a ser una justificación para todas esas estrategias de represión y miedo, con anuncios y declaraciones en los medios de comunicación que hacen parecer que nuestro contexto social y político se puede comparar con Venezuela, Ecuador, Cuba o Bolivia.

Nuestro país ya no volverá a ser el mismo. Si el presidente Zelaya regresa o no, ya se ha desatado una confrontación de clases sociales y grupos de poder económico ligados o enfrentados al crimen organizado el cual, se favorece del caldo de cultivo generado por la inestabilidad.

Para los que todavía no se quieren dar cuenta, en Honduras estalló, a partir del golpe, una crisis política de consecuencias insospechadas para Latinoamérica y su relación con el resto del mundo. Es muy triste decirlo, pero aquí estamos sentados sobre un polvorín que puede llenar de luto a muchas familias. Y lo más grave es que la estrategia de los golpistas hondureños se ha convertido en una justificación para el uso de mecanismos de desestabilización propios de una Sociedad Ilícita que extiende sus tentáculos para asfixiar cualquier brote de libertad y emancipación de los pueblos.

20 de julio de 2009

Adán Vallecillo es un artista hondureño, miembro del proyecto landings. Ha visitado la Casa de las Américas en varias ocasiones y recientemente presentó su obra en la Décima Bienal de La Habana.