«Con un Gobierno socialista, no habrá superávit mientras tengamos déficit social», afirmó Zapatero en un debate sobre política económica en 2003. Hoy, el Gobierno presume de superávit mientras siguen los problemas sociales. No importa si se está leyendo un editorial de El País o un artículo de ABC, si se mira Telemadrid o se escucha […]
«Con un Gobierno socialista, no habrá superávit mientras tengamos déficit social», afirmó Zapatero en un debate sobre política económica en 2003. Hoy, el Gobierno presume de superávit mientras siguen los problemas sociales.
No importa si se está leyendo un editorial de El País o un artículo de ABC, si se mira Telemadrid o se escucha la SER. Es posible encontrar elogios a Pedro Solbes en Libertad Digital o en Público. Como si del rey se tratase, la prensa española suele dejar al margen de sus batallas al vicepresidente económico.
En un artículo titulado El sesgo liberal de los medios de información, el profesor Vicenç Navarro arremete contra esta costumbre. En concreto, destaca la nula repercusión que tuvieron las declaraciones en las que Pedro Solbes aseguraba que la política de la que estaba más orgulloso era la de no haber aumentado el gasto público durante su mandato. Las palabras no acaban de sorprender del todo en un político que se define con la chocante fórmula de «socialdemócrata liberal», pero tal vez llamen la atención si se cae en la cuenta de que el Estado español mantiene el gasto público más bajo de la UE-15, o que Rodríguez Zapatero prometió que con un Gobierno socialista no habría superávit sin resolverse antes la falta de desarrollo social.
No ha sido así. Hoy el Gobierno alardea de un superávit del 1,8%. Los desplantes de Solbes a las propuestas del Ministerio de Vivienda o de Educación son saludados como ejercicios de «rigor y seriedad», y el continuismo con la política de Rodrigo Rato (a su vez continuista con la llevada por Solbes en los gobiernos de González) se manifiesta incluso en detalles como que los cambios de personal en el ministerio han sido mínimos, de forma que se han mantenido casi todos los directores generales del ministro saliente. En lo que toca a política fiscal, el mayor ejemplo pudo verse en la reforma de 2007. «Hay quien de forma muy gráfica ha calificado esta operación como la ‘tercera reforma fiscal del Partido Popular», escribe el economista Daniel Raventós, quien apunta que «las dos reformas impositivas del PP -ofende a la inteligencia del lector el recordarlo- favorecieron a las rentas más altas».
La última reforma, que llegaba después de que el Gobierno optara como socios por PNV y CiU en lugar de IU y ERC, suponía entre otros un recorte del tipo máximo (el de las mayores fortunas). «Los Amancio Ortega pueden estar tranquilos», apunta Raventós. Para Vicenç Navarro, ante la falta de críticas, «el dominio del pensamiento liberal en los medios de información explica la situación paradójica de que sean los tres ministros de Economía de los tres últimos gobiernos responsables de la autoridad del gasto público, los más populares del Gobierno». A su juicio, la escasa atención mediática que despiertan hechos como que, según datos de Eurostat, España invierta un 28% menos por persona en protección social que el resto de socios comunitarios, tiene unas claras raíces. «Una de las causas más importantes de esta pobreza del gasto público es el enorme poder que el 25-30% de renta superior de la población (lo que solía llamarse burguesía) ha tenido históricamente y continúa teniendo en la cultura mediática y política del país», apunta Navarro.
Con cuatro décadas de carrera en organismos económicos, Pedro Solbes conoce de primera mano estos factores históricos. De hecho, sus primeros pasos no fueron los de un comprometido socialista opuesto a la dictadura, sino que su carrera comienza bajo la dictadura en 1968, en el puesto de subdelegado y delegado regional de Comercio en Valencia hasta 1973; un trabajo como técnico del Estado franquista que le llevó también a ser consejero de la Misión de España ante las Comunidades Europeas.
Tanto entonces, como después con Leopoldo Calvo Sotelo, González después y actualmente Zapatero, el vicepresidente económico ha cultivado la imagen de «ortodoxo» y amante del rigor presupuestario. Pero, como indica Navarro, sólo se habla de que el Estado interviene cuando interviene a favor del gasto social, no cuando lo hace en beneficio de otros intereses. El caso español, donde entre los años 2000 y 2005 los salarios han descendido un 0,3% mientras las empresas han visto aumentar sus beneficios un 73% entre 1999 y 2006, deja ver sin muchas dificultades cuánto hay de «socialdemócrata» y cuanto de «liberal» en el vicepresidente Solbes.
El ‘ortodoxo’ que reprende a los ‘derrochadores’
Según señala Navarro, uno de los episodios más ilustrativos sobre la postura económica de Solbes se produjo el pasado septiembre, cuando el vicepresidente económico rechazó el coste presupuestario de algunas medidas sociales por parte de ministros socialistas, como el plan de salud bucodental para niños del Ministerio de Sanidad o las ayudas al alquiler del Ministerio de Vivienda. De nuevo, en la prensa, columnistas económicos aplaudieron la seriedad del ministro ante estos supuestos derroches. «Tal avalancha de comentarios negativos», indica Navarro, llevó a Zapatero «a aclarar con tono defensivo que tales medidas sociales restarían sólo unas dos décimas al superávit actual del 1,8% del PIB». Desde entonces, se ha especulado sobre si Solbes se presentaría o no a las siguientes elecciones, molesto además por las diferencias con el ex director de la oficina económica de Moncloa, Miguel Sebastián. Al final, Solbes se presentará de nuevo como número dos, pero antes ha aclarado que desea ‘garantías reales’ de que las propuestas del PSOE serán «financieramente asumibles» y de que dispondrá del control del área económica del Gobierno. De nuevo, el principio de que la política no interfiera en la economía, como si fueran cosas distintas.