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Las lecciones del internacionalismo cubano en la RASD

Solidaridad con nombre de isla y arena

Fuentes: Rebelión

«Sean capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario»   Ernesto Che Guevara (1966) 1. INTRODUCCIÓN Durante el mes de septiembre del año 2008, en la capital de Ghana, Accra, se reunieron los ministros de más de 100 […]

«Sean capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario»

 

Ernesto Che Guevara (1966)

1. INTRODUCCIÓN

Durante el mes de septiembre del año 2008, en la capital de Ghana, Accra, se reunieron los ministros de más de 100 países, junto con especialistas en cooperación internacional y promoción del desarrollo de agencias bilaterales y multilaterales, al igual que representantes de diversas organizaciones de la sociedad civil. La finalidad, evaluar los mecanismos implementados para medir la eficacia de la ayuda oficial al desarrollo implementadas por los países industrializados hacia los países en vías de desarrollo. Se trataba del Tercer Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda.

Esta reunión fue la continuación de una secuencia de encuentros y reflexiones, la misma que viene desarrollándose de manera especial desde el año 2000, momento en el que se llevó a cabo el Primer Foro sobre la Eficacia de la Ayuda celebrado en Marrakech (Marruecos). En todos estos espacios de concienzudo análisis, pasados y vigentes, la pregunta central que inquieta a todos los participantes, el gran misterio que todos quieren resolver es por qué la cooperación internacional no resulta ser lo suficientemente eficaz como para erradicar la pobreza y el hambre en el mundo, existiendo los recursos humanos y económicos necesarios para realizar tan noble propósito.

Como puede constatarse, desde hace ya varios años el sistema internacional de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) está pasando por una situación bastante crítica. Y no sólo debido a la galopante crisis financiera que asola al «mundo desarrollado» sino también y sobre todo debido a los magros resultados alcanzados en casi ya medio siglo de cooperación. Lamentablemente, de acuerdo a las evaluaciones independientes realizadas hasta el momento, la eficacia del sistema de AOD, liderado por las instancias especializadas de Naciones Unidas, en términos de reducción del hambre y la pobreza ha sido poco significativa.

Muchas organizaciones de la sociedad civil en los países del Norte han aunado sus esfuerzos por intentar incidir en la mejora de la AOD, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo. Los resultados tampoco han sido muy halagüeños. Y es que todos estos loables requerimientos se han realizado casi siempre desde en una visión ingenua y poco estratégica de la cooperación al desarrollo. La mayor parte de los solicitantes no se han puesto a analizar detenidamente, por ejemplo, cuáles son los verdaderos intereses que tienen los gobiernos donantes ni qué tipos de relaciones de poder y dependencia se establecen con los países receptores so pretexto de su «ayuda».

El Socialismo del Siglo XXI, a través de sus propuestas internacionalistas, ha puesto en práctica una nueva forma de hacer cooperación internacional. Su intención, reconstruir la relación entre los países, sobre todo entre los países del Sur, de modo que los móviles de acercamiento y colaboración estén orientados por el interés mutuo de progreso, de reciprocidad y de construcción de sociedades más justas e igualitarias.

A través de la presente reflexión, intentamos profundizar en el conocimiento del internacionalismo y de su gran aporte a la teoría y praxis de la cooperación internacional. Queremos aportar, desde una experiencia tan enriquecedora como la cooperación con la hermana República Árabe Saharaui Democrática (RASD), soluciones ante las grandes preguntas de la AOD, planteadas generalmente por buena parte de los analistas desde erróneos supuestos, revelando cuáles son los reales motivos por los que no se evidencia la eficacia, la efectividad o el impacto en los programas de cooperación como se esperaría después de tantos recursos y esfuerzos depositados en ellos.

Como elementos de nuestra hoja de ruta, intentaremos orientarnos por preguntas guía como ¿cuáles son los principales elementos que caracterizan la cooperación cubana en la hamada argelina?, ¿por qué es tan importante analizar los diferentes componentes de estas acciones en búsqueda de aprendizajes? En resumidas cuentas, ¿qué es lo que hace a la cooperación cubana en la RASD tan especial y diferente de la mayor parte de las otras cooperaciones?

2. EL INTERNACIONALISMO CUBANO: HITO ESTRATÉGICO EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL

Cuando nos detenemos a analizar cuáles son las experiencias presentadas como las más representativas en la cooperación internacional, recogidas y procesadas en textos especializados, trabajos de investigación y documentos oficiales, aquellas a partir de las cuales se vienen extrayendo aprendizajes con la intención de mejorar permanentemente el sistema de AOD, nos encontramos que dichas experiencias son muy diversas y que suelen estar protagonizadas por la más variada gama de actores, desde el ostentoso Banco Mundial, con su enorme disponibilidad de recursos y coberturas, hasta las modestas organizaciones comunitarias de pequeños poblados en países extremadamente pobres como Bangladesh, Guatemala o Malawi.

Sin embargo, a pesar de este aparente pluralismo, en ninguno de esos escritos descubrimos una sola mención al gobierno cubano y su esfuerzo internacionalista. En un primer momento, esta ausencia podría sorprendernos si consideramos que el internacionalismo cubano viene desarrollando sus actividades desde hace ya cuarenta y ocho años en muchos países de América Latina, África y Asia. Pero al ver la forma cómo se ha planteado siempre la ayuda al desarrollo desde los países industrializados, dentro de un esquema de intervención muy bien definido, las razones de la clamorosa omisión se hacen evidentes. Sacar a la luz las lecciones aprendidas extraídas de esta singular experiencia caribeña llevaría a los especialistas en promoción del desarrollo a cuestionar, desde sus más profundos fundamentos, todo el sistema de cooperación internacional oficial, poniendo en evidencia el carácter meramente discursivo de sus principios, su profundo desconocimiento de las realidades locales en los países donde está presente y sus lógicas de doble rasero.

En mayo de 1963 se llevó a cabo una de las más importantes misiones internacionalistas cubanas, intencionalmente silenciada hasta hoy por los grandes medios de comunicación e instituciones relacionadas con el mundo de la cooperación internacional realizada desde los países del Norte. Cincuenta y cinco profesionales de la salud (veintinueve médicos, tres odontólogos, quince enfermeros y ocho técnicos medios) salieron de la mayor de las Antillas con rumbo a Argelia para reforzar el sistema de atención primaria de este país. Al llegar, se instalaron en seis de sus principales ciudades, incluida su capital Argel. Con esta primera brigada se dio inicio a una cooperación permanente y altamente cualificada, presente en muchos de los más trascendentales acontecimientos históricos ocurridos en los países del Sur. Como en otras múltiples ocasiones, la generosidad mostrada en Argelia por el gobierno revolucionario fue muy grande. En la época inmediatamente posterior al triunfo de la Revolución la situación sanitaria en Cuba no pasaba por su mejor momento. En el año 1959, un total de 1.500 médicos había emigrado a los Estados Unidos de Norteamérica y otros tantos habían solicitado la salida del país. A pesar de ello, se decidió apoyar al país magrebí, el mismo que había sufrido una experiencia semejante en su realidad sanitaria. Alcanzada su independencia el 5 de julio de 1962, la mayor parte de médicos existentes, todos de origen francés, retornaron a su país al producirse el cambio de régimen, dejando abandonado a su suerte al pueblo argelino.

A lo largo de esta primera experiencia de cooperación, el compromiso político con la causa argelina, triunfante frente al colonialismo francés y a los intereses expansionistas marroquíes, era expresado abiertamente por las más altas autoridades cubanas. El mismo año de inicio del envío de las brigadas médicas, con motivo del primer aniversario de su independencia, el propio Che Guevara hizo una visita oficial, en la que incluyó entrevistas directas con cada uno de los grupos internacionalistas desplazados a lo largo de la geografía argelina.

Posteriormente, las misiones a otros países se fueron incrementando en los años siguientes de modo que, poco a poco, el internacionalismo se consolidó como un componente esencial de la identidad revolucionaria cubana. Tal como lo expresó el Comandante Fidel Castro en la clausura del IV Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de 1982, el internacionalismo se convierte en «un deber revolucionario, un deber de principio, un deber de conciencia» [i] , no sólo de los países del Norte, sino de todos los pueblos. Surgía así una forma distinta de hacer cooperación concebida como un imperativo moral en el que se combinaba abiertamente el apoyo técnico y el respaldo político. No como un acto voluntario de caridad ni cómo un simple asunto de conveniencia desprendido de cualquier otro principio. A través de esta nueva cooperación, los médicos, educadores o ingenieros empezaron trabajaban con las poblaciones más necesitadas en los países de destino atendiendo a sus necesidades más estratégicas mientras que el gobierno cubano, asignando mayor peso a esta presencia técnica, mostraba ante la comunidad internacional su solidaridad con las causas populares justas que en dichos países se gestaban. Vietnam, Yemen, Etiopía o Angola son algunos de los más claros ejemplos de esta labor conjunta en la que se busca no solo apoyar la transformación interna de un país sino también sensibilizar hacia el exterior en torno a la necesidad crear las condiciones necesarias para la construcción de sociedades más justas.

Al contrario de lo que suele presentarse desde los países del Norte, la política de cooperación internacional cubana se basa fundamentalmente en el principio de la no injerencia. Este principio es muy difícil de comprender en países en los que la ayuda al desarrollo es un instrumento absolutamente funcional y subordinado a los intereses de su política exterior, de modo que sus fondos de cooperación internacional son frecuentemente empleados en la creación de oportunidades de negocio favorables a empresas trasnacionales antes que en la reducción significativa de los niveles de pobreza, morbimortalidad o desnutrición crónica de la población más desfavorecida.

Entre los principales lineamientos de acción de la cooperación cubana se encuentran los siguientes:

a) Pleno respeto a la determinación de prioridades por parte de los países receptores de los proyectos de colaboración.

b) No interferencia ni injerencia alguna en los asuntos internos de los países en los que se encuentran laborando los cooperantes cubanos.

c) Respeto a las culturas, religiones y creencias de los pueblos y etnias y a las normativas locales y nacionales establecidas por las autoridades de los países en los que trabajan los cooperantes cubanos.

d) Estricta aplicación del principio de no discriminación en la atención médica y la prestación de otros servicios de interés social, si bien se prioriza la cobertura de servicios a las áreas donde se concentran las personas más necesitadas y de menores ingresos.

e) Integración y concertación de acciones con las fuerzas locales disponibles para el cumplimiento del objetivo establecido a la misión de cooperación.

f) Apoyo a la capacitación del capital humano local necesario a la sostenibilidad del empeño.

La fiel aplicación de estos lineamientos constituye en sí misma un ejercicio alternativo de cooperación pues propugna valores que no son practicados por el resto de propuestas de cooperación puestas en marcha desde los países industrializados. Aspectos como la determinación de las prioridades por parte de los propios destinatarios o el respeto a las normativas locales son principios que, aunque presentes a nivel discursivo, rara vez son cumplidos por los organismos cooperantes del Norte.

Otro de los temas en los que se pretende desinformar a la opinión pública internacional es la magnitud de la cooperación cubana, intentando siempre minimizar su real presencia y diversidad. De acuerdo a la información proporcionada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, entre 1963 y 2004 la cooperación cubana ha contado con la participación de 223.280 profesionales. En el año 2006 se estaba cooperando con 107 países en todo el mundo, en los que se venían implementando más de 800 proyectos en los campos de la salud, la educación, el deporte y la asistencia técnica principalmente, con la participación directa de 36.640 profesionales y técnicos cubanos. El sector salud fue el más importante en esta cooperación, comprendiendo 28.277 colaboradores presentes en 70 países. Dentro del sector salud destacan programas especiales como el Contingente «Henry Reeve» (2.975 profesionales), el Programa Integral de Cooperación con Venezuela (21.461, de los cuales el 67% es personal médico), la Cooperación Compensada (1.078 profesionales), y el Programa Integral de Salud (2.702 profesionales, de los cuales el 75% son médicos).

En el terreno educativo, forma parte del esfuerzo internacionalista la implementación del programa «Yo si puedo», exitosa metodología de alfabetización de adultos, presente en Haití, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Bolivia, El Salvador, Argentina, Perú, Nueva Zelanda, Mozambique, México, Honduras, Nigeria, Guinea Bissau y Brasil, con el resultado de más de trescientos mil alfabetizados hasta el año 2005.

La Operación Milagro constituye otro de los ejemplos silenciado de solidaridad internacionalista cubana desde los países del Norte. Creada como una iniciativa conjunta de los gobiernos de Cuba y Venezuela en el año 2004, atiende a pacientes que presentaban afecciones oculares, en su mayoría cataratas. El proyecto comenzó con Venezuela donde hasta octubre de 2008 se han intervenido quirúrgicamente a 566.704 pacientes. El programa está presente en 33 países, 15 de ellos del Caribe (54.801 pacientes) y 14 de América Latina (511.358 pacientes). Hasta el momento se han intervenido quirúrgicamente 1.313.213 pacientes, incluyendo 171.183 cubanos.

Pero tal vez la misión internacionalista más visible en el último año y que, al mismo tiempo, ha puesto en evidencia la inoperancia de la cooperación internacional ejecutada desde los países del Norte es la desarrollada en Haití.

Los trabajos iniciales por atender a los afectados por el terremoto que asoló el país en enero del 2010, la vigente lucha contra la epidemia del cólera, el apoyo a los damnificados por el paso del huracán Tomás y los denodados esfuerzos por reconstruir un país consumido por el hambre, la miseria, la invasión y la manipulación política de las potencias extranjeras que lo han convertido en el ¨país de las ONGs», constituyen la esencia de esta misión, alabada por todo el pueblo haitiano en su conjunto [ii] .

Es mucho lo que se ha escrito sobre la crisis de Haití y mucho más aún lo que queda por escribir. Sin duda alguna, estamos asistiendo a una de las más ejemplares lecciones de las brigadas cubanas, lección de solidaridad y lucha por la justicia sobre la que los gobiernos de todo el mundo todavía tienen mucho por aprender. La entrega demostrada por los hoy casi 1500 cooperantes sanitarios cubanos que trabajan en la cuna de la liberación latinoamericana está creando otro maravilloso hito en la historia de la cooperación y, porque no decirlo, en la historia de la humanidad.

 

 

3. COOPERACIÓN EN LA RASD DESDE UNA PERSPECTIVA INTERNACIONALISTA

 

 

El apoyo cubano en los territorios del Sahara Occidental tiene una muy larga trayectoria. Se inicia oficialmente en enero de 1980 cuando Cuba reconoce a la RASD como Estado independiente, manteniéndose dicho apoyo constante hasta el día de hoy. Aunque ya desde el año 1977 veintidós jóvenes saharauis fueron becados e iniciaron sus estudios profesionales en la Isla. Como consecuencia de este primer apoyo, en el año 1982 se graduaban en Cuba los primeros ocho médicos saharauis.

Hasta el año 2002, un total de 477 profesionales de la salud había formado parte de misiones internacionalistas cubanas en la RASD. Posteriormente, a lo largo de los años siguientes, las misiones internacionalistas al país magrebí se han ido sumando al invaluable apoyo brindado desde la Isla para la formación de cuadros políticos y recursos humanos saharauis en general. El embajador de la RASD en Cuba, Mustafá Tleimidi, afirmaba en marzo del 2007 que unos 800 jóvenes de su país se estaban formando en esos momentos en Cuba, en diversas profesiones. Ellos se sumarían a los más de dos mil estudiantes que graduaron en la Isla desde fines de 1970 como médicos, profesores, informáticos y otros profesionales.

Tanto por su magnitud y permanencia como por el peso político que conlleva, la cooperación cubana es considerada por los saharauis como una cooperación estratégica. Sus lineamientos de acción más representativos se han estructurado en torno a cinco componentes clave: reconocimiento de la identidad nacional saharaui, apoyo a los sectores estratégicos de desarrollo, coherencia entre los lineamientos de política exterior y la cooperación internacional, establecimiento de empatía con la población y empoderamiento de la sociedad civil.  

 

 

3.1. Reconocimiento de la identidad saharaui

En los campamentos de refugiados saharauis, ubicados en las afueras de Tindouf, al suroeste de Argelia, varios países europeos (España, Francia, Italia, Grecia, Bélgica) tienen equipos de cooperantes responsables de implementar diversos programas y proyectos. La mayor parte de dichas intervenciones son carácter humanitario y están orientados a paliar los efectos de la situación de carestía inmediata de artículos de primera necesidad en la que se encuentra la población saharaui. Sus principales actividades consisten en distribuir alimentos y medicinas. Estos programas son coordinados y financiados por organismos internacionales como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Programa Mundial de Alimentos (PMA), la European Commission´s Humanitarian Aid Office (ECHO) o la Cruz Roja Internacional. Por otro lado, coexisten simultáneamente unas pocas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), también procedentes de países europeos, que conciben la problemática saharaui como algo más que una crisis humanitaria prolongada durante ya más de tres décadas. Dichas instituciones, en estrecha coordinación con el Frente Polisario, implementan programas y proyectos orientados a profundizar los esfuerzos de promoción del desarrollo, dentro de una lógica conocida como «desarrollo en el refugio» [iii] , a través de la cual se facilita la generación de condiciones adecuadas para promover niveles aceptables de desarrollo, sabiendo que la permanencia en el lugar en el que se implementan dichas iniciativas tiene carácter temporal pues el verdadero desarrollo sostenible sólo lo podrán alcanzar una vez recuperado su territorio. De esta forma, la promoción del desarrollo se plantea como un asunto político antes que técnico.

Estos esfuerzos, aunque muy importantes, siempre aparecen desde sectores de la sociedad civil de los países europeos o, en el mejor de los casos, de gobiernos locales y regionales comprometidos abiertamente con la causa saharaui. En ningún caso surgen como expresión de la voluntad política de los gobiernos centrales pues ninguno de los países de la Europa «desarrollada» que está colaborando en los campamentos de Tindouf reconoce a la RASD como un Estado independiente con un territorio ilegalmente ocupado por una potencia extranjera.

El caso español es el más representativo. Su gobierno, que aún tiene el deber histórico de finalizar el proceso de descolonización del Sahara Occidental, no se muestra favorable a la celebración inmediata de un referéndum de autodeterminación, tal como lo exigen las resoluciones de las Naciones Unidas emitidas al respecto. Más allá de apelar a la legalidad internacional, el gobierno español en la actualidad ha optado por apoyar políticamente la solución planteada por Marruecos, la regionalización, a través de la cual el territorio saharaui se convertiría oficialmente en una autonomía del reino alauí, legitimando la invasión y el expolio de sus recursos naturales.

Esta indecente posición se refleja claramente, entre otras cosas, en los montos destinados a la cooperación internacional, la misma que suele funcionar como un instrumento manipulador de las voluntades saharauis pues es utilizada frecuentemente como mecanismo de chantaje. Entre los años 2007 y 2009, los aportes de la AOD española a la RASD (a la que la cooperación oficial española prefiere llamar «población refugiada» para no asignarle bajo ninguna circunstancia el titulo de República) estuvieron en el orden de los 24 millones de euros. Sin embargo, para el año 2010, tiempo en el que se agudiza la tensión política entre estos dos Estados gracias al caso de Aminetu Haidar y la captura de los siete activistas saharauis de derechos humanos en Casablanca, el monto destinado por la AOD española a la RASD desciende a 20 millones de euros, considerando a demás que la mayor parte de los cuales son ayuda humanitaria. Curiosamente para ese mismo año, la AOD destinada a Marruecos fue de 80 millones de euros aproximadamente [iv] .

Sin embargo, de manera contradictoria, a nivel de la sociedad civil española existe una estructurada red de solidaridad y de amistad con la RASD, a través de asociaciones y pequeñas ONGs, que sí luchan por el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y esperan un pronto cambio de actitud por parte de su gobierno. Muchas de estas organizaciones envían equipos de trabajo temporal, especialmente comisiones médicas, a los campamentos de Tindouf y, al mismo tiempo, brigadistas y observadores internacionales a los territorios ocupados como mecanismo de presión política y denuncia de la violación de los derechos humanos que se realiza cotidianamente en el Sahara Occidental, combinando así la labor de asistencia con la de expresa militancia.

Uno de los pocos esfuerzos de cooperación internacional que actualmente se realiza desde una perspectiva de desarrollo, con un componente complementario abiertamente político en apoyo de la causa saharaui y proveniente del gobierno central de un país cooperante es el caso cubano [v] . Esta característica adquiere una vital importancia si consideramos que la solución del problema saharaui pasa, antes que nada, por la resolución de su situación política. La cooperación cubana en la RASD es un apoyo que realiza el Estado cubano al Estado saharaui. No es sólo, como prefieren plantear los gobiernos cooperantes del Norte, una relación entre un Estado europeo y los representantes de la población refugiada saharaui, evitando adjudicar cualquier connotación estatal a este colectivo. Esta diferencia es más que una aparente sutileza del lenguaje. Se trata del reconocimiento de la dignidad de un pueblo que ha luchado y sigue luchando incansablemente por forjarse un destino independiente, soberano y justo. Implica también el reconocimiento que el trasfondo de las necesidades que tiene la RASD actualmente no es económico ni humanitario sino esencialmente político.

La dignidad de los pueblos es un componente de la identidad colectiva que la comunidad internacional suele sacrificar con frecuencia en contextos de crisis predominantemente «humanitarias». Pero los «generosos» actores foráneos que intervienen en dichos contextos no siempre se percatan que no se puede cooperar realmente con un país sin antes reconocer a sus habitantes su condición intrínseca de seres humanos libres, de colectividad organizada y sin respetar su identidad, de la que forma parte fundamental el derecho a su autodeterminación. La cooperación europea con la RASD que surge desde los gobiernos centrales de sus países pretende ser presentada únicamente como ayuda humanitaria a una población carente, sin asignarle ni insinuar siquiera alguna connotación política de por medio. Con esta postura, estos gobiernos «amigos del pueblo saharaui» desconocen dieciséis años de una guerra sangrienta contra el invasor marroquí ayudado por gobiernos imperialistas como el francés, junto con treinta y cinco años de sufrimientos y amarga espera tanto en territorios ocupados como en los campamentos de Argelia. Y lo hacen a sabiendas que negar el carácter político de su acción humanitaria es la mejor forma de evitar disgustar a su principal socio estratégico en El Magreb, el reino feudal de Marruecos.

Este enfoque europeo de intervención «solidaria» es doblemente perjudicial para la RASD pues no sólo impide identificar la razón fundamental por la cual los saharauis se encuentran en tan dramática situación, sino que desconoce el principal instrumento a través del cual pueden hacer frente a sus actuales dificultades y construir una sociedad diferente bajo la coordinación de su propio Estado.

Contraria a esta postura, el reconocimiento de la RASD por parte de Cuba le ha llevado a implementar una cooperación compuesta por importantes acciones de fortalecimiento institucional en las que ningún otro país ha participado. La formación de policías y militares, por ejemplo, o de cuadros especializados en administración pública son algunos de los ejemplos de esta perspectiva de trabajo diferente y más comprometido.

3.2. Apoyo a sectores estratégicos de desarrollo

El Frente Polisario ha priorizado como sectores estratégicos la salud, la educación y la soberanía alimentaria. La cooperación cubana se encuentra presente en estos tres sectores, con diferente intensidad, a través de brigadas médicas en la atención directa, la asistencia técnica especializada y la formación de recursos humanos calificados destinados a fortalecer los sectores educativos y económico-productivos.

A través del Programa Integral de Salud (PIS), Cuba envía anualmente una brigada compuesta por seis especialistas sanitarios. Estos especialistas son los que posibilitan el funcionamiento permanente del Hospital Nacional de Rabouni, pues dicho establecimiento sanitario no cuenta con ningún médico saharaui permanente. Al mismo tiempo, desde la Isla se sigue facilitando la formación de recursos humanos altamente calificados. En el año 2008 se abrieron 75 plazas para que estudiantes saharauis puedan seguir la carrera de medicina.

Para seguir los estudios de medicina u otras opciones de formación profesional, los jóvenes saharauis salen desde temprana edad a estudiar la educación secundaria a Cuba, seleccionados por el Estado saharaui gracias a sus altos niveles de rendimiento académico. Al abandonar los campamentos estos estudiantes tienen entre doce y catorce años de edad. Y se quedan alejados de su tierra, de su cultura y de sus familias durante todo su periodo de estudios, hasta obtener su titulación, lo que representa en todos los casos una separación efectiva de más de una década.

El número de estudiantes saharauis que ha participado en este programa de becas es bastante grande. Entre 1980 y 1999 alrededor de ochocientos saharauis salieron a estudiar a Cuba cada año, mientras que entre el 2000 y el 2002 se enviaron doscientos anualmente. En los últimos años, aunque este número se ha reducido significativamente, aún se mantienen importantes niveles de intercambio.

Pero la mayor iniciativa de apoyo a la educación desplegada directamente en los campamentos de Tindouf en los últimos años y que ha logrado aunar el gran apoyo de la República Bolivariana de Venezuela es la construcción y puesta en marcha de la escuela secundaria básica «Simón Bolívar», cuya primera piedra fue colocada el 8 de noviembre del año pas ado. La escuela Bolívar, ubicada en el campamento 27 de febrero, tendrá capacidad para atender a 600 alumnos y estará totalmente equipada, contando con 8 aulas con capacidad para 36 alumnos, módulo de laboratorio para física, química y biología, laboratorios de computación, cocina-comedor, biblioteca escolar, dormitorios para los alumnos en régimen de internado, etc.

3.3. Coherencia entre política exterior y cooperación

Todos estos esfuerzos de fortalecimiento de las capacidades locales se están viendo seriamente afectadas por la feroz intromisión del mercado y sus injustas normas en la sociedad saharaui. Una dramática situación se está produciendo con la mayor parte de jóvenes médicos de la RASD formados en Cuba. Desde hace algo más de tres años, la demanda de profesionales de salud altamente cualificados, en especial médicos, se ha incrementado significativamente en España, ofreciéndose para ellos muy altos niveles de remuneración. Por el gran reconocimiento que tiene la formación sanitaria cubana, los médicos saharauis que estudiaron en la Isla se han convertido en auténticos trofeos en la Península, teniendo gran facilidad de incorporarse al sistema público o privado de salud español. La consecuencia inmediata de este flagrante «robo de cerebros» es la crisis en la que se encuentra actualmente el sector salud en los campamentos, sin capacidad real para responder a las necesidades de la población. De los doce médicos que había por wilaya [vi] en 2006, actualmente sólo quedan dos. El 90% de esos médicos se encuentran actualmente trabajando en España.

Esta situación revela una de las grandes contradicciones de las políticas de cooperación vigentes en los países del Norte. Mientras España pretende apoyar el fortalecimiento del sistema de salud saharaui a través de diversos tipos de subvenciones y financiación para el envío temporal de comisiones médicas, al mismo tiempo se propicia la salida de valiosos recursos humanos que podrían consolidar los esfuerzos de fortalecimiento institucional realizados, asignándole a la ayuda un importante carácter de sostenibilidad. Y aunque es cierto que el gobierno español no tiene derecho de prohibir a los médicos saharauis el ingreso a su territorio en búsqueda de mejores oportunidades, si debería plantearse, como parte de su colaboración «humanitaria» en los campamentos, la generación de mejores condiciones de trabajo y remuneración al personal medico saharaui, de modo que ellos puedan contar con más incentivos para reconsiderar la idea de marcharse.

Por desgracia, esta no es la única contradicción entre los supuestos objetivos de desarrollo de la cooperación oficial española y su política exterior. Tal vez el caso más escandaloso lo constituya el apoyo militar que se ofrece desde la península al reino de Marruecos. Durante el año 2006, España vendió al régimen alauí armamento por un valor superior a 16 millones de euros, siendo hasta el día de hoy uno de sus más importantes abastecedores. La razón de este apoyo se explica muy fácilmente si consideramos que el país ibérico es el segundo socio comercial de Marruecos, después de Francia. Existen aproximadamente 600 empresas españolas operando allí, observándose un importante crecimiento en la cuota de mercado en manos españolas, la misma que pasó del 7,9% en 1995 a 14,9% en el 2004 [vii] .

De esta manera, el gobierno español ha convertido al pueblo saharaui y a su causa en una especie de moneda de cambio frente al gobierno marroquí, quien ofrece convertirse en el país gendarme de la Unión Europea para evitar el ingreso de la población subsahariana dentro de sus fronteras. Al mismo tiempo, establece acuerdos leoninos totalmente favorables a las empresas europeas sin importarle el bienestar de su propia población o la protección de sus recursos, ni el impune e ilegal expolio de los recursos naturales saharauis.

La cooperación cubana dista mucho de plantearse en esos hipócritas términos mercantilistas. El principal interés que media entre Cuba y la RASD es la lucha conjunta por la liberación de sus pueblos en contra de un enemigo común. Lucha que los lleva a conocerse y apoyarse cada cual desde sus propias capacidades.

La lógica de aprovechamiento también se expresa en realidades más cotidianas pero no por ello menos graves. En este sentido, uno de los más serios problemas que sufre la cooperación internacional en los campamentos saharauis es el muy bajo nivel de conocimiento y experiencia de la mayor parte del personal permanente que tienen todas las ONGs y muchas de las agencias multilaterales. Al parecer, dichas instituciones, consciente o inconscientemente, deciden plantear el trabajo de cooperación en la RASD como un enorme campo de experimentación en el cual los más nóveles de sus aprendices intentan adquirir (no siempre con mucho éxito) los elementos necesarios para continuar posteriormente sus labores de cooperación en lugares menos conflictivos. De esta manera, se dan peculiares situaciones, por decir lo menos, en las que se aprecian jóvenes recién egresados de la universidad y con escasísima trayectoria profesional a cargo de programas o proyectos de presupuestos astronómicos (llegando en algunas oportunidades a sobrepasar el millón y medio de euros) o pretendiendo brindar asistencia técnica a profesionales saharauis formados en Cuba, Libia, Siria o Argelia. Como es de suponer, los errores e imprudencias cometidos por este personal aprendiz están a la orden del día, siendo siempre los saharauis los directamente perjudicados.

La cooperación internacional de los países del Norte, cuando convierte una zona de prolongado conflicto político, llena de hombres, mujeres, niños y niñas dignos en un perverso laboratorio para sus jóvenes cooperantes y metodologías, no sólo le falta terriblemente el respecto a esta sufrida población. También se lo falta a sí misma.

3.4. Empatía y solidaridad

La RASD es un país que se encuentra en una situación atípica de lucha independentista. Su territorio, cedido de forma ilegitima a través de los Acuerdos de Madrid en 1975 por la potencia colonizadora europea a Mauritania y Marruecos, actualmente se encuentra invadido casi en su totalidad por este último país árabe. España, incumpliendo sus deberes internacionales, no terminó el proceso de descolonización con el que se había comprometido, dejando el territorio saharaui a merced de la rapiña alauí. De esta forma, desatendidos por los países industrializados y sin mayores expectativas de una pronta solución a su situación, los saharauis experimentan hoy la crudeza de la invasión, el bloqueo y la indiferencia internacional.

Esta sufrida condición les ha permitido entender mejor la situación en la que se encuentra Cuba con respecto a los países del Norte y dicho entendimiento ha generado una fuerte identificación con las luchas del pueblo cubano y con sus sufrimientos. La identificación se ha fortalecido aún más al encontrar desde la Isla una actitud generosa y solidaria, donde sus pobladores también conocen, se identifican, comparten y apoyan la causa saharaui. Muy pocos países árabes han generado entre su población un sentimiento de empatía tan estrecho con una nación latinoamericana como el que existe entre la RASD y Cuba. La isla caribeña es para muchos saharauis una nación muy cercana, una especie de segundo hogar. La sienten más cercana incluso que algunas otras naciones árabes, con las que comparte muchas costumbres, lengua y tradición, pero no ideales ni formas de concebir el mundo.

Muy pocos países latinoamericanos cuentan con una población tan bien informada en torno a lo que ocurre en el Sahara Occidental como la cubana. El conocimiento de su historia, su lucha por la autodeterminación y la situación actual en la que se encuentra su población es de conocimiento generalizado entre la población isleña. Este conocimiento no sólo se debe al alto nivel de instrucción del pueblo cubano, sino también a la identificación que tiene con las luchas de los pueblos oprimidos y a la oportunidad de tener un contacto directo permanente con el grupo de saharauis becados que estudian en las escuelas y universidades cubanas.

La presencia de Cuba se respira en muchos de los rincones de la hamada. De manera sorprendente, la mayor de las Antillas da nombre a locales públicos, salones educativos y restaurantes. La bandera cubana y los líderes de su Revolución, Fidel Castro, Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, son identificados casi de inmediato por la mayoría de los saharauis. Sin embargo, el colectivo que evidencia de mejor manera lo que significa Cuba para los saharauis es aquel conocido como los «caribeños» o «cubarauis». Este grupo está integrado por todos aquellos hombres y mujeres que marcharon a estudiar a Cuba desde muy jóvenes, pasando su adolescencia y parte de su juventud integrando un conjunto muy compacto de compañeros, desde el cual se educaron cada cual en sus respectivas profesiones y todos juntos en el espíritu internacionalista revolucionario. Los cubarauis se sienten muy orgullosos de haber formado parte de esa experiencia intercultural y solidaria, convirtiéndose en una etapa de sus propias vidas que los ha marcado para siempre. Y aunque muchos de los cubarauis ya instalados nuevamente en los campamentos han perdido el acento cubano adquirido durante sus largos años de estancia por el Caribe, mantienen aquel espíritu festivo, tan cercano y humano que caracteriza a la población cubana.

Para los saharauis en general, más allá de haber tenido la oportunidad de compartir algunos años de sus vidas con la población isleña o no, Cuba es un símbolo de resistencia, de exitoso desafío, de dignidad y rebeldía inaceptable para los poderosos. En resumidas cuentas, Cuba es la mayor inspiración para la causa saharaui y, porque no decirlo, para todos los pueblos que buscan su autentica liberación.

3.5. Empoderamiento de la sociedad civil

Entre los más peligrosos efectos de la cooperación internacional tal como se concibe desde los países del Norte se encuentra el establecimiento de lazos de dependencia que, en un periodo relativamente corto, terminan inmovilizando las fuerzas progresistas de la población receptora del apoyo. Esta situación suele presentarse cuando los modelos de cooperación implementados muestran un corte vertical y responden a intereses ajenos a la solidaridad entre naciones. La inmovilización de la capacidad emprendedora de la población, en un contexto de cooperación internacional, aparece cuando las organizaciones cooperantes repiten esquemas neocoloniales de ayuda en vez de compartir modelos empoderadores y liberadores, destinados a fortalecer las capacidades locales y reconocer el liderazgo de la población en su propio desarrollo. Por desgracia, esta cooperación aletargante es más frecuente de lo que se suele admitir.

Un buen ejemplo de ello lo constituyen las propuestas de «soberanía alimentaria» implementadas en los campamentos de Tindouf y promovidas en buena medida por instituciones bilaterales de cooperación como la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Gracias a la generosidad argelina, los saharauis ocupan un territorio cedido en uso indefinidamente. En él desarrollan todas sus actividades sociales, económicas, políticas y culturales a la espera del retorno a su territorio. Larga espera que viene tardando 35 años. Como parte de sus actividades de sobrevivencia, la población saharaui, algunas veces con apoyo de su gobierno y otras por iniciativa propia, genera mecanismos de producción de alimentos que le garantice ciertos márgenes de seguridad, pues sabemos que la ayuda alimentaria mensual que recibe desde fuera por parte de las agencias multilaterales de cooperación, en el mejor de los casos, le durará 10 o 12 días. El resto de días del mes, los saharauis tienen que ingeniárselas como puedan para poder sobrevivir.

Por esta razón, los proyectos de «soberanía alimentaria» cobran una vital importancia como mecanismos de complemento de la alimentación, en primera instancia, e instrumento de gestión preparatorio para el retorno, en segunda instancia. Hasta allí todos de acuerdo. Sin embargo, si queremos realmente plantear una alternativa de soberanía alimentaria en la RASD, debemos ser consciente que lo primero que tenemos que hacer es desarrollar estas iniciativas en territorio saharaui propio, en tierra donde se ejerza la soberanía saharaui, es decir, en los territorios liberados, actualmente bajo control efectivo del Frente Polisario [viii] y no en los campamentos de Tindouf únicamente. La idea debe ser desarrollar todo el potencial posible aprovechando los recursos disponibles del pueblo saharaui, en este caso, no sólo sus recursos humanos existentes en el exilio, sino también sus recursos humanos y materiales existentes en parte libre de su territorio. En tierras argelinas lo que podemos y debemos hacer para responder al hambre del pueblo saharaui en el exilio es simplemente implementar iniciativas de seguridad alimentaria, paliando con ello la situación originada y mantenida por un conflicto político cuyos responsables originales se niegan a resolver.

Cuando volvemos a la experiencia cubana, nos percatamos que también en este aspecto se presenta un esquema radicalmente diferente de actuación. No sólo porque sus actividades solidarias están directamente destinadas a la formación de capacidades locales para que progresivamente la población apoyada vaya asumiendo roles más protagónicos sino que, al mismo tiempo, por efecto del testimonio propio, Cuba se muestra como un modelo exitoso de desarrollo humano forjado por su propio pueblo y sus gobernantes. Una sociedad reconstruida a partir de una revolución popular que destituyó un gobierno servil explotador de su propio pueblo y marcó una distancia radical con la mayor potencia mundial promotora de sometimientos y esclavitudes entre los pueblos. Una nación pobre que ostenta índices de mortalidad infantil, analfabetismo o huella ecológica mejores que muchas de los países del Norte. Esto le posibilita plantear e implementar una cooperación horizontal a través de la cual la capacidad de coordinación, organización y decisión queda siempre en manos de las organizaciones y autoridades locales.

El aspecto más importante en este enfoque de trabajo dirigido a fortalecer capacidades antes que suplir los esfuerzos propios por otros foráneos radica en la formación de líderes y lideresas. Al culminar sus estudios profesionales en la Isla, los y las jóvenes saharauis no sólo se llevan a la hamada argelina lo aprendido en las aulas. También se llevan consigo una riqueza de experiencias difícilmente comparable. Los y las jóvenes han estado cerca de diez años compartiendo sus vidas con personas de otras culturas, las mismas que los han enriquecido mucho, tanto a nivel individual como de grupo. Al mismo tiempo, han contribuido a forjar su carácter con trascendentales lecciones de vida en el día a día de la triunfante Revolución. Esta juventud, a lado de compañeros y compañeros de todos los rincones del mundo, han aprendido a analizar diferentes contextos, a hablar otras lenguas, a expresar y defender sus ideas ante los demás, a comprometerse con profundos ideales y a cultivar permanentemente su espíritu gracias al arte y la música. En resumidas cuentas, han crecido como personas y como revolucionarios.

El factor clave de esta forma de actuar radica en que el internacionalismo cubano es el mejor ejemplo de la cooperación Sur – Sur, con una propuesta distinta de desarrollo sostenible construida desde la misma experiencia de pobreza. No en vano el internacionalismo también es conocido como la solidaridad entre los pobres. No olvidemos que Cuba, país solidario con grandes capacidades para aportar mucho al resto de países, es también un país en vías de desarrollo, con una serie de problemas económicos, la mayor parte de ellos causados directa o indirectamente por el criminal bloqueo al que se encuentra sometido medio siglo. Por ello, los corazones generosos de la Isla no dan lo que les sobra, sino que comparten de lo que tienen, de lo que también a ellos y ellas les hace falta, con una gran actitud colectiva de desprendimiento y humanidad. Es el mejor ejemplo del añorado «hombre nuevo» del que en todo momento nos dio testimonio el Che.

Realizar actividades de cooperación internacional desde la propia experiencia de carencia facilita tener una misma sintonía, una forma común de concebir el desarrollo, marcadamente distinta de la que se impone desde el Norte. La necesidad de esta construcción propia es mucho más apremiante si consideramos que el vigente modelo de desarrollo vendido desde la globalización y el solapado imperialismo ha demostrado su contundente fracaso desde hace ya varios años. Autores como Arturo Escobar, Serge Latoche o Gilbert Rist, con reflexiones críticas desde el postdesarrollo, han resaltado la necesidad de romper con el esquema tradicional de desarrollo, neocolonial imposición cultural inventada a la medida de los países del Norte, para crear desde el Sur una forma propia de concebir y promover otro desarrollo, ajustado a sus necesidades y a la medida de su dignidad.

4. PRINCIPALES LECCIONES APRENDIDAS

 

4.1. Punto de partida confrontacional

Como punto de partida, es imprescindible que la cooperación internacional se ubique en una posición abiertamente critica y de confrontación frente a lo que Eduardo Galeano denomina con gran acierto «el orden criminal del mundo». Estamos en un sistema que, según la propia Food and Agriculture Organization (FAO), hizo posible que en el año 2007 todos los días cien mil personas muriesen de hambre o de consecuencias directamente relacionadas con ésta, o que cada cinco segundos un niño de menos de diez años muriese de hambre. Muertes absurdas en un mundo que es capaz de producir los alimentos necesarios para cubrir las necesidades de casi el doble de su población actualmente existente.

Este posicionamiento inicial resulta trascendental, antes de plantear cualquier lineamiento de política o estrategia de actuación, pues permite evitar la caída en el ambiguo rol tradicionalmente desempeñado por la solidaridad internacional «oficial». De esta forma, se corta de raíz aquel movimiento pendular erráticamente configurado que se suele observar en el conjunto de actividades de cooperación internacional emanadas desde los gobiernos de los países industrializados, vaivén que va desde el extremo de los insuficientes paliativos contra los efectos perversos del capitalismo hasta el de los apoyos cómplices con el sistema.

Contrariamente a lo que muchos «expertos» en desarrollo se afanan en demostrar con tanta insistencia, el hambre y la pobreza en el mundo no son frutos de la fatalidad ambiental, de la «ineficiencia» en la gestión gubernamental de los países pobres o de la «ineficacia» de la cooperación internacional. La existencia del hambre y la pobreza responde a otros factores, que no son tan «multicausales» como se les suelen presentar. Estos factores son pocos y están perfectamente definidos desde hace ya muchos años. Contra estos factores es que hay que combatir si realmente se pretende que la cooperación internacional sea efectiva y genere impactos positivos en las condiciones de vida de la población excluida.

Por tal motivo, la cooperación debe adquirir el espíritu internacionalista para convertirse en un agente dinamizador que busque subvertir el orden internacional actualmente establecido. Sus acciones deben ser, por esencia y sin ambigüedades, efectivamente subversivas.

Existe una comprobada criminalidad en las conocidas causas de la pobreza en el mundo, un auténtico genocidio encubierto. Galeano, adjudicando legítimamente su perverso carácter de paternidad, resumía este análisis causal afirmando que «la pobreza y el hambre son hijas de la injusticia». Esta realidad puede tornarse más preocupante aún si recordamos que, de manera especial, en las últimas dos décadas la cooperación internacional no ha sido especialmente hábil en el reconocimiento de escandalosos genocidios. Los Balcanes, Ruanda o Darfur pueden ser algunos de tantos tristes testimonios de esta paquidérmica incompetencia humanitaria demostrada por el aparato oficial de cooperación.

Más allá de una perspectiva estrictamente técnica, la verdad innegable que se esconde detrás de tantos árboles de problemas, diagnósticos participativos y metodologías de análisis de la realidad es que el Norte es opulento a costa del Sur. Y que el sistema, en su deseo incontrolable de poseerlo absolutamente todo, incluso lo que aún no existe, es el que arrasa con todo lo que se cruce en su camino: individuos, organizaciones, culturas o países enteros. Le da exactamente lo mismo. Por tanto, no se puede luchar contra la pobreza sin luchar contra la riqueza, sin hacer frente a aquella insolente opulencia asesina de niños y esperanzas.

Desde esta perspectiva, lo más importante para mejorar la eficacia de la cooperación internacional no es incorporar nuevos instrumentos de optimización para la «gestión de la ayuda» tal como se nos ha querido vender en Marrakech, París o Accra. Lo impostergable es llevar a cabo un cambio radical de enfoque, bajo una profunda visión autocrítica a través de la cual se transforme la forma de concebir el desarrollo y las relaciones entre los países, rompiendo con el esquema neocolonial vigente en la mayor parte de las intervenciones de cooperación. Principalmente, este cambio pasa por una reforma de la política y los mecanismos de participación de los países industrializados en estos procesos y el incremento del nivel de protagonismo de los propios países atendidos.

No basta describir con técnica maestría la situación de pobreza y marginación en las que viven hoy millones de seres humanos. La cooperación internacional no se puede seguir haciendo desde una posición cómplice con el sistema, sin pronunciar una severa denuncia ni desarrollando sus actividades en consecuencia. En su ejercicio urge la necesidad de una reconstrucción axiológica, una auténtica «refundación solidaria», donde la justicia ocupe el lugar preponderante que le corresponde. La cooperación y la política internacional deben estar regidas por valores, no por intereses.

Esta ubicación no sólo debe ser institucional sino también personal. Y aquí hace falta reflexionar un poco más con respecto a la falsa neutralidad frecuentemente esgrimida por muchos cooperantes de los países del Norte y, en especial, por aquellos que realizan acciones humanitarias. Es imposible no posicionarse frente a las situaciones de pobreza y marginación, aparentando estar allí sólo para cumplir un rol humanitario o técnico pues, como nos recordaba el Che Guevara «quien pretenda decir que es un técnico, un arquitecto, un medico, un ingeniero, un científico de cualquier clase que está para trabajar con sus instrumentos, solamente en su rama específica, mientras su pueblo muere de hambre, o se mata en la lucha, de hecho ha tomado partido por el otro bando. No es apolítico, es político, pero contrario a los movimientos de liberación.» [ix]

Desde esta misma perspectiva Enrique Ubieta, gran periodista cubano y defensor de la Revolución, afirma que la cooperación que realizan los internacionalistas «no es una colaboración aséptica, a veces incluso es interpretada como subversiva, por razones más profundas: el humanismo revolucionario, representado en los médicos cubanos, subvierte la concepción mercantil, capitalista, de la medicina y en general, del humanismo burgués, que es el cimiento ético de una sociedad dividida en clases… Creo que Cuba gana algo invisible para los analistas de academia: el internacionalismo recicla a los jóvenes cubanos como revolucionarios, nos los devuelve como héroes». [x]

 

El trabajo de cooperación en la RASD obliga a posicionarse, de manera especial a los «técnicos» y a los «apolíticos». Aunque muchos y muchas cooperantes lo nieguen o no alcancen a comprenderlo, estar en la hamada, ver los padecimientos de ese pueblo y hacer algo, lo que sea, o no hacer nada ya es posicionarse. Y es que las grandes tragedias de la humanidad te obligan a eso, a tomar partido, a sublevarte y a luchar por acabar con la injusta situación.

4.2. Ruptura con la cooperación «aletargante»

La cooperación internacional, tal como está planteada desde algunas instancias bilaterales y multilaterales oficiales, se ha convertido en uno de los instrumentos más cínicos y perversos de la política exterior de las grandes potencias, las mismas que la implementan con un enfoque neocolonial y destinado a preparar, en los países pobres con gran potencial para la inversión extranjera, las condiciones necesarias para la entrada y favorable operación de las empresas transnacionales.

Cuando hacemos un esfuerzo por ver más allá de lo superficial y esclarecemos los trasfondos e intereses que esconde la ayuda oficial al desarrollo realizada desde estos países e instituciones, nos percatamos que los erróneamente denominados «donantes» en realidad son países «aletargantes», exportadores de sistemas destinados a perpetuar bajo imposición solidaria la dependencia y el expolio de los países pobres. Visto de esta forma, sus supuestas donaciones no son más que capital de inversión.

Una de las situaciones más esclarecedoras con respecto al verdadero enfoque con el que actualmente la mayor parte de los países industrializados implementan sus programas de cooperación internacional al desarrollo, es descrita por José Daniel Fierro, cuando comentaba que «hace unos años, Fidel Castro hizo la propuesta de que Cuba podía apoyar con personal médico a las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y a los pueblos de África, para crear con el financiamiento de los `países subdesarrollantes´ una estructura compuesta por unos 3.000 médicos y técnicos de salud con la que hacer frente a la pandemia del SIDA en el continente africano. Pues ni aún entregando los medicamentos de forma gratuita, existen las condiciones necesarias actualmente para hacer frente a la enfermedad. El ofrecimiento cayó en saco roto, y se comprende. Porque viendo la guerra con las multinacionales farmacéuticas que monopolizan las medicinas contra el SIDA, se entiende perfectamente que el interés de Occidente no pasa por solucionar lo que para la humanidad es un problema y para el capitalismo una oportunidad de negocio. Más que salvar vidas, de lo que se trata es de hacer clientes y aumentar el mercado». [xi]

Desde hace años, países como Cuba nos han mostrado un camino alternativo, una cooperación enraizada en la problemática social de los pueblos, involucrada en sus procesos políticos, comprometida hasta la muerte con ellos. Al igual que en el terreno sociopolítico, en materia de cooperación los pueblos tienen el derecho a decidir su propio estilo de desarrollo, que no necesariamente debe coincidir con el que quieren imponer las potencias industrializadas, por su propia conveniencia, para seguir manteniendo los lazos de dependencia y expoliación de recursos de los países pobres.

Es imprescindible que se promueva la liberación de los países de los absurdos lazos que los atan a teorías convencionales y manipuladoramente interesadas de desarrollo. Estas actuales propuestas, impulsadas por organizaciones tan poco transparentes en sus intenciones como USAID o el Banco Mundial, son presentadas como soluciones óptimas para resolver los problemas del hambre y la pobreza. Paradójica contradicción, cuando sabemos bien que es el propio sistema el que, en una dinámica de sobrevivencia y frenética reproducción, perpetúa los esquemas de explotación de los países pobres.

4.3. Rebeldía y cooperación

Ya hemos visto cómo y por qué la cooperación cubana es en sí misma, por esencia propia, antisistémica. Su propuesta de gratuidad de la enseñanza, de universalidad de los servicios de salud o de formación de becarios de todo el mundo en la Isla (incluyendo incluso algunos estudiantes de países desarrollados como Estados Unidos de Norteamérica) atenta directamente con los intereses creados por diversas empresas y gobiernos que comercializan con la necesidad de la población a la que afirman atender. Es por eso que programas como «Yo si puedo» o la Operación Milagro han sido atacados directamente por la prensa de muchos países tanto del Norte como del Sur.

A través del internacionalismo, Cuba plantea su solidaridad con el mundo desde una nueva perspectiva de lucha y acción. Consistente con este enfoque, hace ya varios años se ha abierto desde la Isla un frente distinto de trabajo: la batalla de las ideas. Y es en este marco en el que actualmente se plantea la cooperación internacional cubana, teniendo como punta de lanza en esta batalla al internacionalismo médico.

La propuesta internacionalista no sólo propone un modo diferente de relación entre los países, sino que también plantea, al interior de esta misma relación, un modo diferente de intercambio entre las personas, a partir de una nueva concepción del hombre y de su responsabilidad solidaria. El Comandante Fidel Castro, al hablar de esta «nueva clase de hombres y mujeres», de origen humilde y multirracial, afirma que «a lgo resaltaba por encima de todo: orgullo legítimo, optimismo, valor personal, confianza en sí mismo, espíritu creador, mente rápida, voz y gesto alegres, que de modo inconfundible e incomparable caracterizan a los internacionalistas cubanos. [xii]

Entre los integrantes de las brigadas internacionalistas, tal vez sean los médicos cubanos los cooperantes que más desconciertan a las sociedades consumistas del Norte, y los que mejor personifican el cuestionamiento al modelo de cooperación internacional y al mismo sistema capitalista en su conjunto. Enrique Ubieta decía de ellos que «eran profundamente subversivos porque, a pesar de que no hablaban de política jamás, porque lo tenían prohibido, curaban a todo el mundo: a los ricos y a los pobres, a los de derecha y a los de izquierda, a los que habían sido contrarrevolucionarios en la guerra de Nicaragua y a los que habían sido revolucionarios… Eran subversivos porque no cobraban, porque iban a los lugares más intrincados de esos países, porque eran cubanos». [xiii]

Los integrantes de las brigadas internacionalistas cubanas nos están dejando un gran legado. Nos están enseñando a servir, con excelencia, generosidad y gran sentido de la justicia. Esta es una lección que nos van dando día a día, desde los primeros días de cooperación internacional en Argelia, pasando por Bolivia, Guatemala, Venezuela, Pakistán, Guinea Ecuatorial, Ghana, Haití y tantos otros países en todo el mundo. Aprendamos con ellos, construyamos un Socialismo del Siglo XXI apoyándonos en uno de sus pilares más sólidos y vitales: la solidaridad entre los pueblos.

Argel, enero 2011



[1] Ensayo publicado en «Pensar a Contracorriente VIII. Concurso Internacional de Ensayo». Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2011. Páginas 139 – 163.



[i] Fidel Castro Ruz. Discurso de Clausura del IV Congreso de la UJC. Periódico Granma, La Habana, 8 de abril de 1982.

[ii] Son ampliamente conocidas las declaraciones del Presidente haitiano René Preval, el mismo que califica a la ayuda cubana como excelente y que para el pueblo haitiano «después de Dios, están los médicos cubanos». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109069

[iii] Un texto que plantea una propuesta estructurada desde esta perspectiva es la obra de Martín Beristain, Carlos; Lozano Urbieta, Itziar «Ni guerra ni paz. Desarrollo en el refugio. Esperanza y desafíos de la cooperación con el Sáhara (Publicado por HEGOA en la ciudad de Bilbao en el año 2002.

[iv] Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Plan Anual de Cooperación Internacional 2010.

[v] Le acompañan en esta perspectiva internacionalista países como la República Argelina Democrática y Popular, la Gran República Árabe Libia Popular y Socialista o la República Bolivariana de Venezuela.

[vi] Demarcación territorial equivalente a la provincia.

[vii] CASLA, Koldo. «La situación de los derechos humanos en los territorios ocupados del Sahara Occidental. Responsabilidades de Marruecos, responsabilidades de la comunidad internacional y responsabilidades corporativas». Asociación de Amigos y Amigas de la RASD de Álava. Año 2007. Paginas 32 – 33.

[viii] Al respecto, ver MONJE, José Antonio. «Territorios liberados y soberanía saharaui». Publicado en Rebelión, el 16 de junio de 2009. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=87046

[ix] Che Guevara. Libro verde oliva. Página172.

[x] Aday del Sol Reyes. Entrevista a Enrique Ubieta, autor de «Venezuela Rebelde. Solidaridad vs. Dinero», titulada «Creo en los caballeros andantes de la solidaridad». Publicada en Rebelión el 7 de febrero de 2007. http://www.rebelion.org/noticias/2007/2/46174.pdf

[xi] FIERRO, José Daniel. El valor de la solidaridad no tiene precio. www.rebelion.org 10 de marzo de 2006. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28009

[xii] Discurso del Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en la inauguración de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, en ocasión de la IX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en La Habana el 15 de noviembre de 1999.

[xiii] Entrevista a Enrique Ubieta Gómez. Revista Cubainformacion Nº 7, otoño 2008. Página 4

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