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Stalin es paz: reflexiones en torno a El maestro y margarita de Mijaíl Bulgákov

Fuentes: Volksbühne-Berlin

Con motivo de la publicación en castellano en octubre del polémico libro de Boris Groys Stalin, la obra de arte total [Gesamtkunstwerk Stalin], publicamos un extracto de Einbruch der Realität [El fracaso de la realidad], donde el filósofo conversa con Carl Hegemann a propósito de la adaptación de este último y Frank Castorf de El maestro y la margarita de Mijaíl Bulgakov para el Volksbühne berlinés.
Traducción de Àngel Ferrero

Stalin es paz: reflexiones en torno a El maestro y la margarita

La figura central para comprender El Maestro y Margarita de Bulgákov es Voland. En la cultura rusa hay una fecha de nacimiento preminente: el tratado de Bajtin sobre el Carnaval está escrito en la misma época y, en el fondo, con la misma perspectiva que la del movimiento OBERIU de Daniel Charms y su gente (1). Ambos reaccionaron en sus obras de un modo similar a las circunstancias de su época: con unas escenificaciones fantasmagóricas, carnavalescas. Sus obras son ambiguas. Eran meritorios afiliados al Partido o héroes populares del Ejército Rojo a quienes de pronto se descubría, o mejor, se desenmascaraba, como saboteadores o agentes de la conspiración imperialista. Todo el país vivía en un delirio conspirativo: si la lucha de clases ya no se encontraba en la sociedad ni entre los hombres, entonces es que había sido abolida. Pero en según qué casos seguía ocurriendo en el espíritu, y a decir verdad, cada segundo. En un segundo uno podía defender una posición proletaria, y en ese mismo momento -quizás un segundo antes o después- encontrarse en una posición burguesa. La lucha de clases se desplazaba, pues, al territorio espiritual. Por eso era tan difícil de diagnosticar. Era casi imposible distinguir en cualquier momento si un hombre era un agente al servicio de una buena causa o de una mala. Hasta Stalin podía equivocarse, aunque en realidad no se equivocó nunca. Con pocas excepciones, la posición de todos sus colaboradores se tornó insegura: en un momento dado estaban con la causa de la clase obrera, y al siguiente en contra, inmediatamente después a favor, y luego en contra, y así hasta que Stalin gritaba «¡basta ya!», porque no podía aguantar más esta comedia. El mismo Stalin se vio afectado, aunque de otro modo. Stalin era, por así decirlo, un esquizofrénico capaz de ver su reflejo, a diferencia de los otros esquizofrénicos, que no se daban cuenta de que sólo eran un campo para la lucha de clases. Encontramos dos grandes conspiraciones: por una parte, la del capital, el imperialismo y la vieja Rusia, todas de consuno, y por la otra, una vasta conspiración al servicio de una buena causa: la victoria del socialismo. Las dos actúan con estructuras clandestinas. En la novela popular, monumental de la época, como por ejemplo, El Don apacible (2), siempre encontramos a un héroe que entra al servicio de una buena causa, la sigue y sufre persecución por ella. Y encontramos al aparato del Partido con todo el aparato de facciones enfrentadas incluido. En todas estas novelas encontramos al representante aislado de una conspiración al servicio de una buena causa. Sólo que ellos sabían que alguien, en algún lugar en el Kremlin, les comprendía. También cuando se hundieran, alguien allí le comprendería. Una «obra de arte de Stalin» así también la encontramos en la película Volga Volga. Allí los pobres son presentados como los oprimidos por el aparato del Partido y luchando contra la burocracia y el orden establecido. Stalin vio esta película 70 veces y cada vez que la veía aplaudía a la pantalla, a su burocracia siendo atacada, aunque se encontrase él sólo en la sala. Stalin se veía a sí mismo también como un conspirador, como un conspirador contra el aparato de su Partido, contra su Estado, pero un conspirador al servicio de una buena causa. […]

Stalin, como Mao, trabajaba de noche y dormía de día. Esto es típicamente diabólico, y era un hecho conocido por todos. También llamaba por teléfono a la gente de noche y las sacaba de la cama, y por el día tenía un humor de perros, ya que había pasado la noche de un tirón. Tenía ese célebre sentido del humor, en una conversación podía hacer una de esas significativas pausas y decir cosas como: «Apreciamos mucho al camarada Bujarin» mientras firmaba su pena de muerte con una sonrisa en los labios. Siempre había ironía, juego demoníaco, siempre doblez y practicaba un ejercicio de poder vampírico. Eso significa que él siempre se encontraba del lado de la última conspiración contra el propio sistema, contra el propio país, pero si lo hacía, era para proporcionarle sentido al proletariado del país. Se daba una situación que para algunos espíritus escritores y artísticos era muy estimulante. ¿Qué era Bulgákov sino el escritor, el maestro de todos los significados? Bulgákov es un conspirador contra el lenguaje. El lenguaje es ante todo un bien colectivo, una competencia general. Los hombres creen poseerlo, creen entenderlo. El lenguaje es transparente. El lenguaje aparece, en primer lugar, como el lugar preferente de la democracia. Pero el escritor sabe que ése no es el caso, cuando él, como señor, como maestro del lenguaje, toma posesión individual del mismo. Empieza por alterar el lenguaje, y hacerlo ambiguo. En su sistema artístico cada palabra tiene otro significado. Cada palabra pierde su transparencia generalmente admitida y se torna esquizofrénica. A través de esta esquizofrenia, a través de esta conspiración contra la transparencia admitida del lenguaje, se convierte en el maestro de la conspiración del lenguaje, y también en el señor secreto de esta fuerza conspirativa subterránea del lenguaje, de su ambigüedad, y por esa razón espiritualmente afín al gobernante de una conspiración secreta. Se trata en realidad de una figura con dos formas. El sueño de muchos de los contemporáneos de Stalin y Bulgákov era reunir estas dos formas separadas.

Esto vale, por ejemplo, también para Pasternak. Es la idea de una comunicación interior entre el poeta escogido, para quien el lenguaje, como él creía, poseía una cualidad, por así decirlo, que le transformaba en artista y carismático gobernante de toda la vida, de la vida cotidiana. Así como Pasternak cambiaba todo el lenguaje cotidiano y le atribuía por completo otro significado, Stalin cambió toda la vida del país, todos los gestos y detalles cotidianos tuvieron de pronto otro significado. Esto significa que toda esta ambigüedad, esta conspiración contra el lenguaje, contra el público, contra la sociedad, puede verse como la esencia misma de la poesía y del arte por una parte, y por la otra como la función misma de la política.

El maestro y Margarita describió ambas cosas juntas: ¿Cómo puede el hombre compaginar el poder de la poesía con el poder político y la vida cotidiana, para unificarlas a todas ellas? La esperanza del maestro también es que quien lidere la gran conspiración, el gran conspirador, también le comprenda. Él mismo se ve como el gran conspirador contra el lenguaje, contra la realidad, contra el Estado, para desenmascarar, minar y destruir todas las normas sociales. Stalin estaría de acuerdo: destruir lo subsistente, modificarlo por completo, convertirlo en su contrario, revalorizarlo [umwertet] a diario, y a decir verdad, cada día. Éste es, ni más ni menos, que el trabajo poético, artístico. Él tenía que entenderlo así. Sólo que el poeta no tenía ningún acceso a él. [El poeta] escribía un texto para otros dentro de esta constelación, como los célebres textos de Molière sobre Luis XVI, por ejemplo; Pasternak escribió así un texto tras otro; y también Bajtin escribió sus textos exclusivamente para un solo lector: Stalin.

 

BORIS GROYS nació en 1947 en Berlín Este. Estudió filosofía y matemáticas en la Universidad de Leningrado. Trabajó como asistente científico en diversos institutos universitarios entre 1976 y 1981, entre ellos el Instituto de Lingüística Estructural y Aplicada de la Universidad de Moscú. En 1981 emigró a Alemania, donde comenzó a publicar sus trabajos y a impartir clases en la Universidad de Münster, en la que se doctoró en filosofía en 1992. Junto a su actividad como ensayista, crítico de arte y comisario de exposiciones, Boris Groys ha trabajado también como artista: suyos son los ensayos fílmicos e instalaciones como «The Art Judgement Show» (2001) o «Iconoclastic Delights» (2002).

 

Notas del traductor:

(1) Daniel Charms (1905-1942), escritor y poeta ruso, es sobre todo conocido por sus cuentos infantiles de humor absurdo y surrealista. Charms fue declarado enemigo del soviet y encarcelado en dos ocasiones. En 1942 murió literalmente de hambre en la prisión de Leningrado durante el cerco a la ciudad de las tropas nazis. Su obra fue confiscada y permaneció inédita hasta la perestroika. Charms fundó OBERIU en 1928 con Alexander Vvedensky. El grupo incluyó, entre otros, a Nikolay Zabolotsky, Konstantin Vaginov, Igor Bakhterev. Kasimir Malevich acogió en su instituto artístico a OBERIU, pero la persecución policial estalinista y la imposición del dogma estético del realismo socialista terminó con las actividades marginales del grupo, que se convirtió así en el último representante de la vanguardia soviética de preguerra.

 

(2) El Don apacible, novela de Mijaíl Shólojov (1905-1984) escrita entre 1928 y 1940, relata la epopeya de los cosacos del Don, desde el inicio de la guerra hasta el triunfo bolchevique, vista a través de la historia individual del protagonista Mélejov

 

FUENTE: http://www.volksbuehne-berlin.de/theorie/produktionstexte/der_meister_und_margarita/stalin/