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Stephan Schmidheiny, el magnate del amianto: una mentira sostenida

Fuentes: Rebelión

¿Todo el océano inmenso de Neptuno podría lavar esta sangre de mis manos? ¡No! ¡Más bien mis manos colorearían la multitudinosa mar, volviendo rojo lo verde! Macbeth, acto II, escena II   El próximo 19 de noviembre se verá en Roma, en el Tribunal Supremo, el juicio de casación contra Sthepan Schmidheiny por sus crímenes […]

¿Todo el océano inmenso de Neptuno

podría lavar esta sangre de mis manos?

¡No!

¡Más bien mis manos colorearían

la multitudinosa mar,

volviendo rojo lo verde!

Macbeth, acto II, escena II

 

El próximo 19 de noviembre se verá en Roma, en el Tribunal Supremo, el juicio de casación contra Sthepan Schmidheiny por sus crímenes perpetrados en sus fábricas de amianto de Italia. En la anterior instancia de apelación se le ha condenado a 18 años de cárcel y a indemnizaciones millonarias para las cerca de tres mil víctimas, la mayor parte de ellas ya fallecidas.

Pero la cosa no termina ahí. En efecto, el pasado día 1 de julio, la Stampa de Turín sacaba la siguiente noticia que titulaba así: «El ex director general de Eternit acusado de homicidio voluntario»; y subtitulaba como sigue: «Turín. Los fiscales definen a Schmidheiny como «terrorista» y «asesino en serie»»1. El nuevo juicio del que hemos tenido noticias, es por 213 nuevas víctimas de trabajadores y residentes en Casale Monferrato. Hay muchas más víctimas esparcidas por el mundo pendientes de justicia (en Suiza, Alemania, Brasil, EEUU, Nicaragua, Sudáfrica, etc.). Y antes, en la audiencia celebrada el 19 de febrero de 2013, ocurrió algo inédito, el juez Oggé comparó la estrategia de Eternit con la estrategia nazi de deportar judíos a Madagascar (de 1939 a 1941), un plan que más tarde fue reemplazado por los envíos a los campos de exterminio. La Stampa2 era muy contundente y sacaba un artículo con el siguiente titular: «Paralelo entre Schmidheiny y Hitler». Según la justicia se trata de un «asesino en serie», un «terrorista», un «nazi». Están horrorizados.

El verde océano de Macbeth no lograría limpiar esas manos teñidas de tanta sangre.

Pero sus beneficiarios, naturalmente, tratan de lavar su imagen como sea. Es lógico, no les queda otro remedio y tienen tanto dinero para intentarlo… En 2012, cuando empezaron las condenas en Turín, lanzaron una especie de manifiesto en su operación limpiadora titulado «Debido respeto y reconocimiento«, que fue firmado por 420 beneficiarios y en el que se decía que «Firmamos este documento en apoyo a su persona y a las causas que ha impulsado con su trabajo y ejemplo; y con el propósito de otorgarle toda la honra y reconocimiento que merece en la historia del movimiento global y regional por la sostenibilidad»3. Gentes de España como Víctor Viñuales y Xavier Pastor4, conocidos miembros del movimiento social, han tenido la osadía de firmar a favor de Schmidheiny. Naturalmente, forman parte de la nómina de beneficiados. Schmidheiny se cuenta entre los 300 hombres más ricos del mundo y puede permitirse cooptar miles de ciudadanos ambiciosos, con necesidades o pocos escrupulosos. En este orden de búsqueda de buena imagen, en 2013 instauran un premio con el nombre del magnate del amianto: «premio Stephan Schmidheiny a la innovación para la sostenibilidad».

Y ahora, en 2014, como se acerca la sentencia definitiva, vuelven a intentarlo y desde el pasado tres de noviembre han lanzado una campaña para apoyar la imagen del magnate del amianto filantrópico. Han creado una web a la que han llamado de manera ostensible como «Espacio Schmidheiny, la verdad sostenible»5. Lo que le faltaba al término «sostenible» para terminar de desprestigiarlo. En realidad, con esta página lo que hacen es continuar con la campaña de «la mentira sostenida» que llevan realizando desde hace décadas.

Contra la «mentira sostenida»

El libro de la periodista suiza Maria Roselli 6, compatriota de Schmidheiny, dejaba las cosas en su sitio de una vez por todas. En base a una exhaustiva documentación y, sobre todo, a entrevistas con las víctimas, quedaba muy clara la naturaleza asesina del industria del amianto y de sus propietarios, especialmente la familia Schmidheiny.

Se le atribuye a san Jerónimo el dicho que afirma que «el rico, o es él inicuo, o es heredero de quien lo fue», o ambas cosas. Tal es el caso que nos ocupa.

Los ascendentes de Stephan Schmidheiny empiezan con el negocio del amianto desde 1920 y él deja la mayor parte del mismo en 1992, pero mantiene hasta el 2001, que sepamos, participaciones en empresas de amianto. Desde 1976 se hace cargo del negocio del amianto de la familia. Dieciséis años pues de responsable máximo antes de dejarlo. Con el nombre de Eternit llegaron a dominar, junto a otros socios, hasta el 25% de todo el amianto del mundo y estuvieron presentes desde la minería hasta la industria.

La familia y él mismo han sido los mayores magnates del amianto en el siglo XX, por tanto los máximos responsable de los decenas de miles de muertes y cientos de miles de enfermedades que ha provocado con estas industrias. Hemos mostrado cómo esta industria es un genocidio7.

Por ejemplo, después de vender en Sudáfrica en 1992, dejó este legado: «Dos terceras partes de los tejados ondulados que hay en Soweto provienen de Everite (fábrica de los Schmidheiny). Muchas de ellas tienen más de 40 años y se encuentran en muy mal estado, pero sus habitantes no saben que la manipulación de esos tejados supone un riesgo para ellos (…y) se han detectado unos índices de amianto diez veces por encima de lo que permite la ley»8 . No solo eso, sino que aprovechando las leyes racistas del apartheid emplearon a niños «en las tareas manuales más peligrosas de clasificación del asbesto, sin protección en las manos, pisando el material con sus pies descalzos»9, tratando con amianto azul, el más peligroso.

La periodista Roselli pregunta a un sindicalista que ha trabajado 25 años en una de las fábricas de Schmidheiny en Sudáfrica, y he aquí el diálogo:

-¿Explicó la dirección de la empresa suiza por qué vendió la fábrica en 1992?

– La razón era evidente: con el final del apartheid ya no podían seguir explotando a los negros a los que pagaba mucho menos que a los blancos… a nosotros nos metían en aquellas terribles casas obreras, en las que tuvimos que vivir durante décadas sin nuestras familias (…) Esta es la razón por la Stephan Schmidheiny abandonó su negocio con Sudáfrica. Puso pies en «polvorosa» antes de que el nuevo gobierno le obligara a asumir sus responsabilidades. Le escribimos a Suiza informándole con claridad que debía hacer frente a sus responsabilidades e indemnizar a los enfermos y a las familias de los fallecidos. No contestó, recibimos una carta de la dirección de su nuevo holding, en la que nos comunicaban que habían actuado en todo momento según las leyes sudafricanas vigentes (las del apartheid) y que por tanto no tenían ninguna responsabilidad ni en el plano jurídico ni en el moral».

En efecto, desde 1942 hasta 1992, y bajo el régimen del apartheid, trabajaron unas 55.000 personas para las distintas empresas de los Schmidheiny, la mayoría negros sin derechos. Stephan Schmidheiny se formó en la gestión empresarial en la firma sudafricana Everite, perteneciente a la familia. Durante los años setenta estuvo al mando de todas las fábricas Eternit que poseían en el mundo y fue unos de los mayores accionistas de la empresa sudafricana Everite en los peores años del apartheid, en la época en que el aparato racista de represión no escatimaba ningún medio para mantener en el poder. Eran propietarios de minas de crocidolita (amianto azul) que destaca por su potencial cancerígeno.

Teniendo en cuenta, según su autobiografía 10, que en 1981 anunció públicamente que el Grupo dejaría de fabricar productos con asbesto, llama la atención que antes, en 1978, se había creado en Suiza una asociación de industriales del amianto llamada Arbeiskreis Asbest (Grupo de Trabajo Amianto), presidido por Eternit (el Grupo de Schmidheiny) con la tarea principal de impedir la clasificación del amianto en el grado uno de toxicidad. Porque si el amianto era clasificado en este grupo, los productos con este mineral no podrían haber sido destinados al uso privado, únicamente al industrial y, además, tendrían que ir marcados con una calavera que advirtiera de sus propiedades cancerígenas. Lograron retrasar la clasificación hasta 1987, nueve años más tarde11.

En 1982, Eternit suiza y el grupo francés Saint-Gobain establecieron el Comité Permanente Amianto (CPA). El CPA reunía a industriales, altos funcionarios de muchos ministerios, sindicalistas, médicos y representantes de la investigación pública, y encarnó una «superchería científica absoluta» (pues) según el periodista F. Denhez :»el único interlocutor del Estado, el CPA pudo ahogar durante años a los responsables y periodistas bajo una avalancha de documentos muy bien hechos que presentaban de una manera muy hábil la prohibición del amianto como imposible».

Otra de esos alegatos contra las «verdades sostenibles» se puede encontrar en una carta abierta al magnate suizo, fechada 15 de diciembre 2011, de Ban Asbestos Francia y de la Asociación Henri Pezerat que le interpelaban así:

«Cuando la prohibición del amianto en Europa se hizo inevitable, Usted retiró su dinero de esta muy lucrativa industria (entre 1984 y 1999, el valor de sus activos se ha duplicado desde 2 hasta 4 mil millones de dólares EE.UU.). Parte de esta riqueza, Usted la ha reinvertido en el sector forestal en América Latina. Según datos suizos, Usted había empezado a comprar terrenos forestales chilenos en 1982 y actualmente posee más de 120 000 hectáreas en el sur de Chile, cerca de Concepción, tierras que los mapuches reivindican propias desde tiempos inmemoriales. Los mapuches le acusan de haber comprado muchas tierras que habían sido expropiados con las prácticas de intimidación, tortura y asesinato usuales durante la dictadura de Pinochet».

En 2003, cuando el magnate suizo lanzaba a bombo y platillo su fundación filantrópica al mundo, hablamos de Avina la entidad que se dedica a coaptar líderes sociales, un ex-trabajador de su fábrica de Brasil, Joao Francisco Grabenweger, que había trabajado durante treinta y ocho años, le escribía por navidad de ese mismo año, y le decía:

Nosotros los ex- colaboradores de Eternit Osasco (más de 8.000), hemos trabajado ignorando los riesgos del amianto, con abnegación y el orgullo de construir el imperio del amianto cemento para vuestra familia Schmidheiny. ¿Pero qué hemos recibido a cambio? Una bomba de efectos retardados implantada en nuestros pulmones».   Grabenweger  murió en 2008, y nunca recibió una respuesta a su apelación a Schmidheiny. La empresa Eternit le ofreció US $ 27.000 si desistía de su acción por daños y perjuicios en los tribunales.

El amianto como un genocidio impune

He aquí unas notas acerca de la verdadera imagen del filántropo Stephan Schmidheiny, que persiste en «su verdad sostenible» con una nueva campaña de «mentiras sostenidas».

La desproporción es tan grande que estando ante un genocidio impune los beneficiados por el magnate suizo tratan de ocultar la verdad por todos los medios, especialmente cooptando líderes sociales a «su causa». 

Pero el genocidio del amianto resultará impune cualquiera que sean las condenas del magnate del amianto porque » el daño causado (ha sido y) es tan inmenso, tan absolutamente inhumano, tanto a los trabajadores como a sus familiares y a otros ciudadanos no relacionados laboralmente con el mortal tóxico, como son los vecinos del entorno de las fábricas y talleres del amianto, al igual que los usuarios de los productos que lo contienen, que no hay justicia humana posible, y que, aún aplicada, no puede equilibrar mínimamente la devastadoramente dantesca agresión generada»12.

Notas:

1 http://www.lastampa.it/2014/07/01/italia/cronache/lex-ad-di-eternit-accusato-di-omicidio-volontario-3QfvLWsdu2vB0I12GeJrsJ/pagina.html

2 http://www.asbestosdiseaseawareness.org/wp-content/uploads/19.2.2013-LA-STAMPA-PARALLELO-TRA-SCHMIDHEINY-E-HITLER.jpg

3 http://www.avina.net/esp/debido-respeto-y-merecido-reconocimiento/

4 Uno Director de la fundación ECODES y el otro fue fundador de Greenpeace España

5 http://www.espacioschmidheiny.net/

6 Roselli, M. (2010). Las mentiras del amianto. Fortunas y delitos, Ediciones del Genal, Málaga

7 Báez, F, (2014): El amianto: un genocidio impune, Ediciones del Genal, Málaga

8 Roselli (2010), o.c. p.121

9 Andrew Bibby (2004): «Asbesto en el lugar de trabajo: un difícil legado», Revista de Trabajo, nº 50, marzo 2004, OIT: http://www.ilo.org/global/publications/magazines-and-journals/world-of-work-magazine/articles/WCMS_081424/lang–es/index.htm

10 Schmidheiny, S. (2006) : Autobiografía «Mi visión mi trayectoria», en: http://www.vivatrust.com/page/es-mi-vision-mi-trayectoria-autobiografia-de-stephan-schmidheiny-fundador-de-viva-trust p. 8 Visitada el 8.11.2014

11 Roselli, M. (2010), o.c., p 197 y ss.

12 Báez, P. (2014): o.c. p.35

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.