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Sobre la política de defensa del gobierno Zapatero

Suspiros de España

Fuentes: Rebelión

El debate en torno a la propuesta de nuevo Estatuto de autonomía de Cataluña está en una fase de alta temperatura, en la que con frecuencia la discusión sirve a fines menos nobles que los de aportar la claridad que todo proyecto legislativo de esta envergadura requiere. Por ejemplo, estamos ante el debate como operación […]

El debate en torno a la propuesta de nuevo Estatuto de autonomía de Cataluña está en una fase de alta temperatura, en la que con frecuencia la discusión sirve a fines menos nobles que los de aportar la claridad que todo proyecto legislativo de esta envergadura requiere. Por ejemplo, estamos ante el debate como operación de camuflaje. De escamoteo de papeles equívocamente permutados, políticas exteriores comprometidas y jamás debatidas, producción de confusión ideológica, ruido. En esta operación, algunos destacan más que otros por su savoir faire. A saber:

Con el debate se está pasando por alto, espero que no por mucho tiempo, una política particularmente preocupante del Gobierno español. Me refiero a la política llamada de defensa, que en algunos aspectos se está articulando casi a escondidas, sin que por ello dicha articulación deje de tener repercusiones bastante chocantes.

La primera que, en un momento de curioso travestismo de carteras ministeriales, el papel de ministro de Asuntos Exteriores en lo tocante a Estados Unidos lo esté asumiendo José Bono, ministro de Defensa, en lugar del titular efectivo, Moratinos. En efecto, aquél lleva ya cinco visitas al Pentágono, si no me equivoco, a visitar a su amigo Donald Rumsfeld, sin que después de ninguna de ellas haya hecho públicos los temas tratados, más allá de cuatro vaguedades. En esta particular división social del trabajo en Asuntos Exteriores, Moratinos recibe a Condoleezza Rice cuando ésta se digna venir por estos lares, mientras que pareciera que Bono es nuestro ministro at large encargado de debatir en Washington las cuestiones realmente importantes. Todo ello para no mencionar el ninguneo que implica esta política hacia el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, que no ha sido recibido aún por el presidente Bush, quien, dicen, ni siquiera respondió a su mensaje de felicitación con ocasión de su reelección.

La segunda, que el ministro Bono aproveche cualquier oportunidad para divulgar sus opiniones, tanto si se las piden como si no, sobre cuestiones de política territorial española y esencias patrias, y en cambio mantenga un púdico silencio sobre cuestiones relacionadas con su cargo que puede y debe aclarar ya.

Por ejemplo, las declaraciones de un general del ejército de EE UU, hace algunas semanas, informando de que las bases en el sur de España iban a convertirse en la plataforma centralizada de las unidades encargadas de la lucha contra el terrorismo y que, por consiguiente, iban a cobrar una importancia mucho mayor en esa estrategia milenarista. Con lo que, paralelamente, nuestro país iba a cobrar una importancia mucho mayor como blanco de futuras acciones terroristas, sin duda.

Por ejemplo, la información de que buques españoles de primera línea están integrados y operan en unidades de combate estadounidenses, bajo mandos directamente estadounidenses, no de la OTAN.

Por ejemplo, y probablemente relacionado con lo anterior, la compra por España de misiles Tomahawk, arma emblemática de las guerras de agresión – «preventivas»- más recientes, desde la invasión de Panamá por EE UU hasta hoy. Bono debería explicarnos con todo detalle cuál es el escenario previsto que recomienda, entre otros, la compra de este costoso y amenazador material. No olvidemos que, mientras aquí seguimos discutiendo el contenido del término nación, con estas armas los buques de guerra españoles podrían desempeñar un papel muy activo en futuras acciones de agresión: por ejemplo, nuestras fragatas podrían bombardear con sus Tomahawk Damasco y otros puntos estratégicos sirios desde el Mediterráneo oriental, si, como parece, Siria pasa a ser, junto a Irán, el nuevo enemigo favorito de EE UU.

Por último, quiero expresar un deseo relacionado con las relaciones exteriores de España. En anticipación de mi carta a los Reyes Magos, pido a José Bono que, como ministro de Defensa y hombre de izquierdas y buen español que es, haga públicos de una vez los Acuerdos bilaterales firmados por el gobierno franquista con Estados Unidos hace ya más de cincuenta años, que autorizaban el establecimiento de bases militares estadounidenses en España -púdicamente llamadas «de utilización conjunta»- y cuyo contenido sigue siendo secreto. Es ésta una cuenta pendiente que se le debe a la ciudadanía, cuando menos por dignidad nacional.

En atención al delicado sentimiento patriótico de nuestro ministro y para combinar lo práctico con lo entretenido, sugiero que, si se atreve a dar este arriesgado paso, lea los Acuerdos públicamente, por ejemplo en una plaza de toros. Ante un público, sin duda entregado, y ante unas cámaras de televisión que lo podrían transmitir a todos los hogares españoles. Mientras, una banda de música amenizaría discretamente la intervención interpretando airosos pasodobles, en primer lugar Suspiros de España.

Una gran ocasión de salir por la puerta grande, saludando a la afición.