En las tres o cuatro últimas décadas se ha hecho patente la destrucción y pérdida de la sustentabilidad ambiental generada por todos los humanos en la búsqueda de un mejor nivel de vida. Esa búsqueda llevó al aumento de la concentración de gases de efecto invernadero, pérdidas de materia orgánica y erosión de los suelos, […]
En las tres o cuatro últimas décadas se ha hecho patente la destrucción y pérdida de la sustentabilidad ambiental generada por todos los humanos en la búsqueda de un mejor nivel de vida. Esa búsqueda llevó al aumento de la concentración de gases de efecto invernadero, pérdidas de materia orgánica y erosión de los suelos, balance negativo de nutrientes, contaminación de las aguas, la deforestación, etcétera. Sin embargo, no se alcanzó aquella sustentabilidad integral que describe Brundtland (1988, 1992) en su informe. Esta es mucho más que la sustentabilidad ambiental que buscan determinados grupos sociales y abarca la sustentabilidad ambiental, la económica y la social.
El hecho de no haberse llegado a la sustentabilidad integral se debe a las necesidades de los humanos. Y, si bien aún no se han definido totalmente cuales son los requerimientos mínimos que tienen los mismos y cuánto es suficiente para cubrirlos, este es uno de los temas prioritarios a resolver antes de pretender llegar a ella. La sustentabilidad depende de la concepción que sobre este tema tiene la humanidad, lo que se refleja en las instituciones y organizaciones que la misma se da.
De la práctica se desprende que los tres pilares de la sustentabilidad están en un equilibrio inestable donde, al beneficiar uno de ellos se perjudican los otros dos, y la visión unilateral de los humanos generalmente les impide considerar los tres al mismo tiempo. Así, aquellos humanos que tienen sus requerimientos mínimos cubiertos planifican a largo plazo y propugnan la sustentabilidad ambiental, pero no consideran con el mismo énfasis la sustentabilidad económica, ni la social, de aquellos que no los tienen. Por otra parte, los que propugnan la sustentabilidad económica de sus emprendimientos desconocen la ambiental y social de los demás en tanto que, quienes buscan la sustentabilidad económica y social de la humanidad, usualmente no se preguntan por la ambiental. Según un estudio elaborado por Ecoespaña (2005), tres cuartas partes de los 1.100 millones de personas que viven en la extrema pobreza en todo el mundo se encuentran en el mundo rural, por lo que su medio ambiente es «lo único» de lo que pueden depender para salir de esa situación.
En el caso de la cadena de carne bovina, su sustentabilidad no se puede separar de la de los actores que la integran y del hecho de ser parte de una sociedad que intenta crecer económicamente, aparentemente sin importarle demasiado el resultado ambiental o social de sus acciones.
Tampoco, los consumidores se preguntan si los que venden más barato cubren todo sus costos, o si el ambiente o la sociedad los subsidia. Del mismo modo, nadie pretende hacerse cargo de los costos ambientales. En este contexto, el deterioro ambiental es inevitable.
Obviamente, la ganadería bovina participa del equilibrio inestable entre los tres pilares de la sustentabilidad ya que parecen existir:
- Relaciones directas entre:
o a) crecimiento económico y deterioro ambiental.
o b) demanda de los consumidores y barreras técnicas, sanitarias y/o ambientales al comercio.
o c) gestión ambiental y tratamiento de efluentes, residuos, inversiones y costos de operación.
o d) crecimiento poblacional y aumento del consumo.
- Relaciones inversas entre:
o a) productividad y sustentabilidad ambiental.
o b) sustentabilidad ambiental y crecimiento económico o sustentabilidad económica o social.
Motivos de la destrucción ambiental
Hasta el momento se han encontrado pocas explicaciones de los motivos que llevan a la humanidad a un accionar no sustentable pero, para visualizar cual será el futuro colectivo se debe entender la naturaleza humana, la acción de sus genes y el ambiente donde se desarrolla. Aparentemente, los pensamientos y acciones de los humanos son controlados por procesos cerebrales más allá de su conocimiento actual por lo cual, los mismos fabrican razones para justificar su accionar y distorsionan la realidad objetiva para hacerla concordar con sus necesidades, esperanzas, miedos o cualquier otro motivo.
Ese accionar no sustentable se apoya en por lo menos dos razones: la visión cortoplacista de la mayoría de los humanos a lo que se asocia el mayor costo que significa el ser sustentable. Si bien el autor no conoce otras razones y desconoce que es lo que se investiga en ese sentido, el resultado final es la no-sustentabilidad.
Es un hecho que la visión cortoplacista permite generar beneficios económicos a corto plazo, pero puede afectar a los de largo plazo, dañando los servicios de los ecosistemas y limitando los derechos de las futuras generaciones. Esta visión cortoplacista se ve reflejada en las siguientes palabras:
«Déjennos comer y beber hoy, que mañana estaremos muertos» (Jes. 22, 13).
«En el futuro, todos estaremos muertos» (John Maynard Keynes 1883 – 1946).
«El catolicismo sacrifica el presente en nombre del Cielo, la Revolución en nombre de un futuro que no me interesa. Lo que me interesa es como vivo hoy» (Abilio Estévez, escritor cubano contemporáneo, citado por Habel 2004).
Evaluación del impacto ambiental
Es un hecho que si la población desea llevar una existencia sustentable, se deben respetar las bases sobre las que se apoya la misma, las empresas deben cubrir sus costos de producción y todos deben satisfacer sus requerimientos mínimos. Desde el punto de vista ambiental no se deben consumir los recursos más rápido de lo que estos se renuevan, ni contaminar con mayor velocidad de lo que la naturaleza descontamina. Cuando no se respetan las anteriores premisas, se externalizan parte de los costos y se impacta sobre el ambiente, alterándolo y dañándolo.
En el caso de la cadena de la carne bovina, el impacto ambiental puede ser puntual (EPA 2002, citada por Ribaudo 2003) o no puntual (Vigon 1985 citado por Karp et al. 1995; Giuffré & Ratto 2001) dependiendo entre otras cosas, si quien lo realiza es localizado. La localización del ofensor ambiental es prioritaria para la comunidad ya que si existe voluntad política para ello, se lo puede sancionar económicamente o prohibirle la producción.
En el caso de los nuevos emprendimientos ganaderos, y con el fin de prevenir el impacto ambiental, se propone evaluar los mismos antes de implementar los proyectos, lo que puede representar una parte importante del costo total y demorar las inversiones. Y eso, a pesar que ningún gobierno posee un grupo de investigadores interdisciplinarios con los medios económicos suficientes como para detectar los problemas ambientales que ocasionan la aplicación de las nuevas tecnologías.
¿Internalizar o externalizar los costos de la ganadería?
La externalidad, o el efecto directo que la producción de un determinado bien tiene sobre otros miembros de la comunidad, (Coloma 2000), puede ser positiva o negativa. En el primer caso, como la comunidad se beneficia directamente por ella, no cuestiona la misma. En cambio, cuando la comunidad se siente perjudicada por las externalidades negativas de otros, suele reclamar ante las autoridades. Es un hecho que nadie quiere hacerse cargo de los costos que significa evitar las externalidades negativas en forma voluntaria. Por ejemplo, cuando los olores, las moscas o los excesos de nitritos en las aguas subterráneas provenientes de un feedlot o de un tambo reducen la calidad de vida de los vecinos, estos exigen el traslado de la producción hacia otras zonas. Este hecho, conocido como NIMBY («Not In My Back Yard» o No en mi jardín) puede generar el desplazamiento de las empresas contaminantes hacia otros lugares, el encarecimiento del producto y un menor giro económico local, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. Por eso, los políticos involucrados tratan que la decisión no sea tomada durante su gestión, actitud conocida como NIMTOO («Not In My Term Of Office» o No durante mi gestión).
Para obligar a las empresas a hacerse cargo de las externalidades negativas generadas por ellas, se han encontrado dos soluciones, afectando ambas la rentabilidad de quien se hace cargo de ella. Por un lado, se puede gravar directamente las externalidades, como señalaba Arthur Pigou (1877 – 1959) (citado por Miro Rocasolano 2002), o proponer que negocien entre si quienes se benefician y quienes se perjudican por las mismas (Coase 1960). Con esta última opción, se obtendría la máxima eficiencia económica y las distintas partes se harían cargo de las externalidades en diverso grado (Coase 1960; Pindyck & Rubinfeld 1998; Miro Rocasolano 2002).
Para que esta segunda propuesta pueda llevarse a cabo deben estar los derechos de propiedad claramente definidos, existir seguridad jurídica total y ser muy bajos o nulos los costos de transacción (Coase 1960; Panayotou 1998). Sin embargo, como a nivel internacional no existe una autoridad supranacional que defina la política ambiental a seguir por todos los países o haga cumplir los acuerdos internacionales, y en algunos países no se da ninguno de los puntos mencionados como imprescindibles, estas regulaciones no se implementan. Por otro lado, algunas autoridades prefieren gravar las externalidades negativas antes que reducir la actividad económica en su zona.
Para reducir el impacto ambiental de la ganadería, sin afectar la sustentabilidad económica del productor o la social de sus habitantes, los gobiernos tienen dos posibilidades: apoyar o limitar la misma. Ambas medidas traerán consecuencias ambientales, económicas y sociales diferentes.
Si se pretende que el ganadero acepte regulaciones ambientales que reducen su producción y por ende su rentabilidad se deberán reducir los impuestos que gravan la actividad si se aplican «buenas prácticas de manejo» (BPM), manejar los instrumentos financieros e investigar como transformar las excretas animales en productos útiles a la comunidad. Por otro lado, para limitar la producción de carne se legisla sobre: el volumen máximo de excretas a producir; su dispersión en el campo o la autorización de producción.
Sin embargo, si se obligara a la cadena de la carne bovina a ser sustentable ambientalmente y hacerse cargo de todos los costos que ella genera, se deberían aumentar los precios de la carne porque se elevaría el costo de producción o saldrían productores del circuito económico. Esto, repercutirá sobre la sustentabilidad económica y social de la población local, de los productores de ganado y de la cadena de la carne bovina. La pregunta es ¿quien se hará cargo?
Por ello, de cada eslabón de la cadena de la carne bovina se puede decir que será sustentable:
- Económicamente, cuando cubra sus costos de producción.
- Ambientalmente, cuando consuma la renta y no el capital ambiental.
- Socialmente, cuando todos cubran sus requerimientos mínimos.
En el caso de la cadena de carne bovina:
- Desde el punto económico, se sabe que en los últimos años han desaparecido culturas rurales, pueblos y empresas agropecuarias. Eso si, las que quedaron, crecieron en tamaño.
- Desde el punto de vista ambiental, se reconoce la contaminación puntual de feedlots y algunos frigoríficos, y no puntual de muchos establecimientos ganaderos.
- Desde el punto de vista social, los consumidores no están en condiciones de pagar el mayor precio que requiere el evitar la contaminación ambiental.
Conclusión
Si la sociedad actual quisiera ser sustentable en forma integral en el caso de la carne, o en cualquier otro rubro, obligaría a los distintos eslabones a serlo, ya que tiene poder para ello. Sin embargo, como ello repercute sobre su sustentabilidad económica y social en forma inmediata, esa misma sociedad prefiere dejar de lado la sustentabilidad ambiental y desplazar el problema hacia un futuro indeterminado donde otros, sus hijos o nietos, tendrán que solucionarlo y pagarlo.
Bibliografía
Brundtland, G. H.: 1988. Our common future. Report of the World Comisión on environment and development. Oxford University Press.
Brundtland, G. H.: 1992. El cambio mundial y nuestro futuro común. En el libro: Una sola tierra, un solo futuro. De Cherryl Simon Silver con Ruth S. Defries. TM Editores. Columbia. Estados Unidos
Coase, R. H.: 1960. El problema del costo social. Trabajo publicado originalmente en The Journal of Law and Economics. (octubre 1960), pp. 1 – 44. Estados Unidos
Coloma, G.: 2000. Apuntes para el análisis económico del derecho privado argentino. Universidad del CEMA. Argentina
Ecoespaña: 2005. La riqueza del pobre. http://www.buenosdiasplaneta.org/rmpdfV11.pdfGiuffré, L., Ratto, S.: 2001. Contaminación de suelos. En el libro Impacto ambiental en agrosistemas. Coordinadora Lidia Giuffré. Ed. Facultad de Agronomía. Universidad de Buenos Aires. Argentina
Habel, J.: 2004. Cuba: bloqueo exterior… e interior. Le Monde diplomatique. Año V. Nº 60. Junio. Argentina.
Karp, L., Dumas, Ch., Bonwoo Koo, Sacheti, S.: 1995. United Nations Conference on Trade and Development, review of environmental damage estimates in agriculture and internalization measures. Department of Agricultural and Resource Economics University of California, Berkeley. Dist. General UNCTAD/COM/52 21 Abril. Estados Unidos
Miró Rocasolano, P.: 2002. «El Teorema de Coase y sus implicaciones según «El problema del Coste Social», en Contribuciones a la economía de La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes. http://www.eumed.net/cursecon/colaboraciones/index.htm. Consultado el 5 de septiembre del 2004.
Panayotou, T.: 1998. Instruments of Change. Motivating and Financing Sustainable Development. Chapter 2: Full Cost Pricing and the rol of Economic Instruments. UNEP/Earthscan.
Pindyck, R. S., Rubinfeld, D. L.: 1998. Microeconomía. Ed. Prentice Hall. Cuarta Edición. Madrid. España.
Ribaudo, M.: 2003. Manure Management for Water Quality: Costs to Animal Feeding Operations of Applying Manure Nutrients to Land (AER824). Economic Research Service June – July 2003. www.ers.usda.gov/publications/aer824. Estados Unidos
Resumen:
En este trabajo se demuestran las dificultades que tiene la humanidad para alcanzar la sustentabilidad integral, el punto de encuentro de la sustentabilidad ambiental, económica y social. Se toma como ejemplo, el caso de la cadena de la carne vacuna pero podría ser cualquiera otra.
* Hugo von Bernard es Médico Veterinario y trabaja en la Cátedra de Producción de carne bovina en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Argentina.