Para Sara Porras, por su valentía para decidir en momentos sombríos Este es un problema permanente y cada vez más importante en nuestras escuálidas democracias capitalistas: cómo mandan los que no se presentan a las elecciones. Conviene detenerse un momento. Las fuerzas del capital tienen un poder estructural en nuestras sociedades que las capacitan para […]
Para Sara Porras,
por su valentía para decidir en momentos sombríos
Este es un problema permanente y cada vez más importante en nuestras escuálidas democracias capitalistas: cómo mandan los que no se presentan a las elecciones. Conviene detenerse un momento. Las fuerzas del capital tienen un poder estructural en nuestras sociedades que las capacitan para controlar y, en gran parte, determinar la vida pública. Democracia y capitalismo son realidades contradictorias y expresan un conflicto que, en determinados momentos, es especialmente agudo y hasta radical. Para mandar en estos regímenes electorales el Estado debe tener una cierta autonomía para unificar al bloque de poder dominante y organizar el consenso de las clases subalternas, desde, nunca se debe olvidar, su monopolio de la violencia más o menos legitimada. Cuando llega una crisis del sistema, esa relativa autonomía del Estado se hace más estrecha y la subordinación al capital es mucho más evidente. Esta es la etapa que estamos viviendo aquí y ahora.
Los cambios son tan acelerados y la sucesión de datos, noticias e informaciones tan ingente que el peligro que se corre es que perdamos el control sobre la realidad y nos convirtamos en esclavos de los acontecimientos. La clave está, no es nada fácil, en definir bien la fase y situar cada hecho, cada dato, en la relación con esta, y volver una y otra vez a ella, «leyéndola» permanentemente y cuestionándola. El «núcleo duro» de la fase hoy en la lucha entre las fuerzas de la ruptura y las fuerzas de la restauración: en el centro, el poder del Estado. La aparición de Podemos cuestiona el bipartidismo dominante y abre la crisis del régimen del 78, mejor dicho, es el 15M quien inicia el proceso y el partido de Pablo Iglesias lo profundiza y acelera. No entender esto es incapacitarse para comprender lo que pasa y, entre otras muchas cosas, no ver la dura y sistemática reacción de los poderes existentes, las fuerzas que organizan la enésima restauración borbónica en nuestro país.
La señal, el hecho políticamente relevante, es la intervención de los poderes económico-mediáticos en los partidos y en la modificación acelerada del sistema de fuerzas políticas promovido e impulsado por los que mandan y no se presentan a las elecciones. La así llamada ‘batalla de Madrid’ es un laboratorio apasionante y, a veces, dramático de estos cambios. Hemos vistos en pocos meses cómo eran liquidados tres candidatos de peso por el mismo procedimiento: campañas mediáticas perfectas y oportunas que consiguen, casualmente, que las direcciones de los partidos cambien de cabezas de cartel. Así ocurrió con Tania Sánchez, con Tomás Gómez y con, nada más y nada menos, Ignacio González, actual presidente de la Comunidad. Con Mauricio Valiente está a punto de pasar algo parecido y con los mismos protagonistas: periódicos, partidos del régimen, poderes económicos. Las cosas están llegando a tal complejidad que está siendo necesario construir una alternativa creíble a la propia derecha realmente existente: Ciudadanos al rescate. Es algo más que casta: una «trama» al servicio de la restauración, del nuevo régimen que está naciendo de las ruinas del 78.
El caso de Tania Sánchez es extremadamente aleccionador y da muchas pistas sobre lo que hay detrás de ciertos acontecimientos políticos. Viendo cómo han quedado las cabeceras de las listas para la Comunidad madrileña se entiende que no se equivocaron las fuerzas que la cuestionaron dentro y fuera de IU. Ella hubiese sido una gran candidata alternativa y, sobre todo, una opción de poder; habría podido organizar un bloque democrático-popular muy potente y que, además, fuese referente para el cambio en toda España. No se equivocaron, no. Si nos fijamos con un poquito de atención, se verá que los ataques, las sistemáticas filtraciones desde el interior de IU cesaron cuando ella dejó la organización. Pero no consiguieron acabar con ella.
La idea que nos hemos ido haciendo de lo que ha ocurrido es nuestra comunidad es bastante clara: había un partido, un específico tipo de organización, centrada en una institución financiera (Bankia) que planificaba la región y que velaba por los intereses generales de los que mandaba. La corrupción era el fundamento del sistema y base de su funcionamiento. Este «partido orgánico» de los que mandan, iba más allá de los partidos existentes y tenía miembros comprometidos en todos ellos. Era una «trama» que anudaba políticos, financieros y medios de comunicación. Todos los negocios se organizaban allí. La quintaesencia del «neoliberalismo de los señoritos» consistía en criticar y denostar al Estado y aprovecharse de él para desmantelarlo y repartírselo: privatizar lo público y lucrarse con ello.
Lo fundamental, dicho «partido» sigue existiendo, ahora es la base de la restauración en Madrid. Ponen candidatos y quitan otros. Son el centro aglutinante y motor del ‘partido anti-Podemos’. Lo fundamental: conseguir que Madrid siga estando en sus manos; que ellos sigan controlando las instituciones y beneficiándose de sus recursos y, más allá, impedir que el cambio verdadero llegue a la capital de España. Usarán a fondo los aparatos del Estado, los formales y los informales, los legales y los ilegales: las cloacas llevan meses funcionando a tope. La ‘trama’ seguirá siendo el centro operativo y los medios sus principales actores. Si esto no basta, usaran su legalidad e intentarán aplastar a una oposición que quiere pura y simplemente organizar el cambio y hacer de la democracia el autogobierno de los hombres y mujeres comunes. Demasiado para los que mandan y no se presentan a las elecciones: su negocio es una democracia limitada y oligárquica que nada decida y que gobierne para una minoría cada vez más rica y poderosa.
Ellos tienen un problema: nosotros, es decir, nuestra capacidad de luchar y unirnos, nuestros sueños convertidos en alianzas políticas y nuestras esperanzas concretadas en propuestas posibles y razonadas. Su miedo es que ya no tengamos miedo y que salgamos de la resignación de un mundo sin futuro y, por ello, sin alternativa. La tarea: convertirnos en protagonistas de nuestras vidas, constituirnos como sujetos políticos autónomos y ser (contra) poder. Un futuro que ganar.
Manolo Monereo es politólogo y miembro del Consejo Político Federal de IU.
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