Al grito de «Sí es Sí», Pedro Sánchez era recibido en la misma sala de la calle Ferraz donde, el octubre de 2016, fue defenestrado por el aparato socialista controlado en la sombra por Susana Díaz. Cómo un ave fénix que renace de sus cenizas, Sánchez recupera la secretaría general del PSOE de la mano […]
Al grito de «Sí es Sí», Pedro Sánchez era recibido en la misma sala de la calle Ferraz donde, el octubre de 2016, fue defenestrado por el aparato socialista controlado en la sombra por Susana Díaz. Cómo un ave fénix que renace de sus cenizas, Sánchez recupera la secretaría general del PSOE de la mano de una mayoría de militantes de base del partido. Una victoria ante la vieja guardia socialista y el establishment mediático y financiero que maniobraron para cesarlo. Un terremoto político dentro y fuera del PSOE, que veremos si significa una transformación o una impostura para resucitar una de las patas del malogrado bipartidismo del régimen del 78.
Con una participación histórica del 80% de la militancia, Sánchez obtuvo el 50’21% de los votos, ante el 39’94% de Díaz y el 9,85% de López. Más de 10 puntos de diferencia y 15.000 votos entre el nuevo secretario general y la baronesa andaluza, otorgan al renacido Sánchez una segunda oportunidad para liderar el PSOE. Díaz consigue muchos menos apoyos que avales, lastrada por el apoyo implícito a la investidura de Rajoy. Sánchez gana en todos los territorios, excepto en Andalucía donde lo hace Díaz y en el País Vasco donde gana el exlehendakari. El reelegido secretario general obtiene un resultado magnífico en Cataluña, con un 82% de los votos, constatando un amplio apoyo de la militancia del PSC.
Sánchez obtiene un mejor resultado que en las anteriores primarias que ganó cuando era el candidato del aparato. Obligado por la situación, Sánchez ha enarbolado una retórica regeneradora, esquerranista y democrática, a través de una campaña basada en dos ideas fuerza: el «No es No» al PP y «las decisiones las toman las bases». Una estrategia de comunicación política con la que Sánchez ha sido capaz de movilizar a la militancia socialista contra el aparato del partido, en una clara rebelión contra la cúpula. Una derrota clara y contundente de la estrategia mantenida por la vieja guardia a través de la Gestora.
Este resultado complica la legislatura al PP y la gobernabilidad del Estado. Si Sánchez continúa fiel a su discurso, los socialistas competirán con Podemos como líderes de la oposición a Rajoy y, los populares dejarán de tener un posible aliado en lo esencial. La voluntad del nuevo secretario general es la de priorizar el entendimiento con Podemos allá donde haya las condiciones para hacerlo. Con esta situación los apoyos del PP disminuyen y el riesgo de elecciones aumenta. No obstante, el PP ha sido capaz de construir, sin el PSOE, una raquítica -pero suficiente- mayoría para los presupuestos, mediante una complicada geometría variable.
Según Sánchez, ahora «es el tiempo de construir el nuevo PSOE para regenerar España». Un llamamiento explícito a la unidad y a echar a Rajoy de la Moncloa. Un intento de renovar el PSOE, donde el gran reto del nuevo secretario general será el de coser un partido fracturado y recomponer puentes con la actual cúpula -que ha tenido en contra-, para acabar con la caída libre en cuanto a apoyos electorales. En este sentido, recordar que el PSOE ha pasado de obtener el 43’9% de los votos, 169 escaños, en las elecciones de marzo de 2008, a un 22’6%, 85 escaños, en las últimas elecciones generales de junio de 2016. Esta reconstrucción del PSOE ya ha empezado y tendrá que afrontar un Congreso, los próximos 17 y 18 de junio, para definir el futuro del partido.
Un nuevo escenario cambiante, donde la cuestión es donde se situará el «nuevo» PSOE en el tablero político respecto a qué políticas públicas y qué encaje entre Cataluña y el Estado español. ¿Un giro en las medidas a favor de la mayoría social y de la plurinacionalidad del Estado, o una continuación de la austeridad y del centralismo, en una nueva fuga hacia adelante del social-liberalismo? ¿Un cambio real de programa o una retórica reformista que lleve a una regeneración muy limitada del PSOE para que nada cambie?
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