El coste medioambiental de ciudades ‘marca’ como Zaragoza se exporta a zonas periféricas como Teruel, que se ha convertido en el sumidero de plantas industriales altamente contaminantes. La despoblación y la escasa movilización social, junto al beneplácito de la Administración en Teruel, constituyen una fatal combinación. Las dinámicas económicas territoriales de estos últimos años han […]
El coste medioambiental de ciudades ‘marca’ como Zaragoza se exporta a zonas periféricas como Teruel, que se ha convertido en el sumidero de plantas industriales altamente contaminantes. La despoblación y la escasa movilización social, junto al beneplácito de la Administración en Teruel, constituyen una fatal combinación.
Las dinámicas económicas territoriales de estos últimos años han convertido al Estado español en un escenario de fuertes competencias entre territorios para atraer las limitadas inversiones industriales. Cada administración local se esfuerza por poder vestir sus mejores galas, pero ello se hace siempre haciendo un uso desigual de los recursos. A medida que una ciudad se convierte en máquina de crecimiento y desarrollo, se acentúa el desequilibrio entre zonas limítrofes.
La desigualdad territorial en Aragón se ha agravado aún más últimamente por el papel protagonista que ha tomado la ciudad de Zaragoza con la Exposición Internacional del Agua (clausurada en septiembre), y con el proyecto de nuevas cementeras en distintos puntos del Bajo Aragón. Teruel, en un proceso que lleva ya años, viene alojando en su parcialmente despoblado territorio plantas industriales con alto nivel de contaminación. Con el beneplácito no declarado de la Administración autonómica, que carece por completo de un plan de ordenación del territorio, los intereses privados de las industrias aprovechan ese relativo despoblamiento y la poca protesta que ahí se puede generar para implantar lo que en otros lugares de la región nadie imaginaría.
Sumideros despoblados
Pero a nadie se le escapa lo cíclico de este asunto, pues Zaragoza, como gran ciudad que es, hace de atractor de población contribuyendo al despoblamiento de los territorios de su entorno, creando zonas lo suficientemente vacías como para absorber este tipo de industrias, que a su vez empujan a la gente a vivir en otros entornos más atractivos. Planta biodiésel en Sarrión, centrales térmicas en Mequinenza y Fayón, parques eólicos dispuestos sin ningún criterio ambiental ni paisajístico por la zona de Albentosa, fundición de plomo en Albalate y las grandes protagonistas de ahora: las cementeras. Estos motores sucios se venden a la población con el argumento persuasivo, casi siempre bien aceptado, de los puestos de trabajo que traen al lugar. Incluso el aeropuerto que está proyectado para la ciudad de Teruel no va a ser un aeropuerto convencional para el transporte de pasajeros, sino que será un aeropuerto que servirá de mantenimiento y desguace de aviones. El grupo de Ecologistas en Acción- Otus lleva ya 25 años batallando este tema en la provincia y se encuentra desbordado por el interminable número de proyectos contraindicados que caen por esa zona, e indignados por la poca resistencia que la ciudadanía ofrece.
La causa de esto último puede estar en los pocos resultados que han tenido las escasas movilizaciones. Según esta organización, la mayor movilización se produjo hace dos años en el pueblo de Albalate del Arzobispo como consecuencia de la implantación de una planta en la que se recogen baterías usadas de todo el Estado español y son recicladas para la recolección de plomo: 22.000 toneladas al año de este metal altamente tóxico. A pesar de la fuerte movilización, exigiendo a la Administración que tomara medidas, no pudo detenerse.
Rosario de cementeras
Actualmente en Teruel hay proyectadas tres cementeras: en Torrijo del Campo, donde no hay oposición; en Albentosa, donde la población está mostrado su disconformidad porque va a truncar las posibilidades de desarrollo turístico que tiene el Valle de Olba por su belleza; y la de Concud, que es la que está provocando una mayor oposición al encontrarse en una zona periférica de la ciudad de Teruel. También la planta de biodiésel de Sarrión está generando un conflicto en el que el Ayuntamiento del pueblo ha decidido optar por hacer oídos sordos a las demandas de la ciudadanía para el cierre de la planta.