Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. Seguimos conversando. Estábamos en el tema del orden nuevo. Orden nuevo es creación de totalidad de ethos, de cultura material creada intersubjetivamente, […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
Seguimos conversando. Estábamos en el tema del orden nuevo.
Orden nuevo es creación de totalidad de ethos, de cultura material creada intersubjetivamente, en su totalidad – y no solo totalidad de nueva consciencia creada. Y esto, también esto, saber que el mundo humano es un ethos, una cultura material de vida cuya totalidad es orgánica, implica saber que una transformación revolucionaria de la sociedad exige plantearse la creación de una nueva totalidad cultural, la transformación del vivir -«hegemonía»-, no tan solo la socialización de los medios de producción, economicismo que surge de la aceptación naturalizadora del mundo creado por el capital, ni la mera ocupación de los aparatos político administrativos del estado.
En resumen: la concepción política de Gramsci recoge, tiene en cuenta y aplica a la política el carácter práxico, no natural, no objetual, de la sociedad humana; la plasticidad humana, y la consiguiente historicidad radical, humana, de la «esencia» o «naturaleza» humana, que no son ni innatas, ni están predeterminadas por fuerzas internas que funcionan como causa o «variante independiente». Tiene en cuenta que es la actividad humana por entero, la que está en constante modificación, creación y recreación, por parte de la totalidad de la comunidad humana, y que esa es la característica que permite pensar en la transformación revolucionaria de la sociedad. Pero, a la vez, sabe que una transformación revolucionaria es un cambio de civilización, una generación de un ethos nuevo, como ocurrió en la Revolución Francesa. Por tanto, sabe que una revolución exige la creación en comunidad una nueva totalidad de vida, que no es simple nacionalizar unos recursos, las fuerzas productivas. Una tarea que no es de «gestión» de lo creado, sino de «gestación» en acto, de creación de un ethos cultural nuevo. Eso no puede ser prescrito o anticipado por una minoría intelectual, y mucho menos aún, ejecutado por ella, y aún menos, ejecutado desde la gestión gubernativa institucional. Eso requiere, como siempre a lo largo de la historia, la participación activa de la totalidad de las individualidades organizadas o, por lo menos, la de una inmensa mayoría. Por ello hay que crear un gran sujeto social «bloque», que incluya a los trabajadores urbanos, incluidos los asalariados intelectuales, y al campesinado, solo una mayoría organizada y auto activa puede crear un nuevo vivir o ethos. Las clases sociales explotadas de su época.
La tarea del intelectual ha de ser la de un foco de reflexión interior al proceso.
A ver, a ver, qué significa eso que acabas de formular. Con algo más del calma.
Reflexión que debe ir pegada a la experiencia práctica que desarrolla el nuevo sujeto social con su nueva, emergente, acción; experiencia que conoce el filósofo porque él no es sino el conjunto de sujetos participantes en la actividad, que como subjetividades coparticipantes, copertenecientes a la intersubjetividad activa en proceso de creación, deciden reflexionarla sistemáticamente, también en comunidad. Un pensamiento orgánico de quien participa subjetivamente, y se piensa a sí mismo parte del proceso en marcha, que es una proceso singular, histórico, de lucha feroz entre intereses de clase enfrentados; un pensamiento participante que considera qué puede hacer él para ayudar a la constitución de un sujeto social organizado formado por los explotados, por la voluntad creativa de inmensas masas sociales, no como un ingeniero externo que hubiese elaborado por adelantado, ex ante -antihistórico- el proyecto de sociedad a alcanzar, y que conociese técnicas de intervención para modificar la «cosa social». Para ello, trata de comprender cuáles son, en el presente, esas subjetividades en minoría, cuasi despreciables en número, de sectores sociales, que expresan malestar, que comienzan a movilizarse aquí y allá, y con las cuales él puede coparticipar en la actividad. En la medida en que posee -si lo posee- mayor utillaje intelectual, lo aporta, como servicio intelectual para que ellas puedan operar con el mismo en la medida en que su experiencia crece y les revela que ese saber les es necesario para pensar y actuar. Rinde servicio subsidiario, instrumental, de archivero documentalista, que aporta saber e información al sujeto soberano para ayudar a la deliberación colectiva sobre qué seguir haciendo, de la que él también participa. Tal como lo hacen las instancias intelectuales existentes orgánicas de la burguesía, que es el sujeto social que protagoniza la sociedad actual; ellas suministran saber sin sustituir al verdadero soberano en su deliberación.
Vale la comparación como ayuda.
La razón de porqué se debe evitar en todo momento sustituir la verdadera capacidad de reflexión del nuevo sujeto es clara.
¿Y cuál es?
Un sujeto social que debe ser el que protagonice un nuevo mundo social no puede construirse sino desde el protagonismo social de la propia actividad auto generadora. Sustituir el protagonismo sobre la deliberación por parte del mismo, además de no servir para crear una alternativa de ethos, es doblemente infecundo porque impide el desarrollo creativo del sujeto social, dado que el aprendizaje fundamental es el que desarrolla a partir de su propia actividad, sobre la misma; aprendizaje en común, tan en común como la propia actividad generada, que es el objeto de su reflexión. Identidad sujeto objeto.
Gramsci se plantea ese asunto y extrae consecuencias políticas. El «partido» ya no puede ser un partido al uso: las tareas del sector intelectualmente consciente han de ser «otras», las que he tratado de resumir.
Pido repetición y aclaración.
La hegemonía cultural, la generación al menos embrionaria de un nuevo ethos, una cultura material de vida, es la tarea fundamental sin la cual no existe el nuevo sujeto activo en ciernes, ni habrá nuevo estado, dado que un estado es para Gramsci, un nuevo orden cultural en la sociedad civil. Y este objetivo es previo al acceso al poder político, etc. Gramsci reformula la concepción y el hacer del partido, que pasa a ser un intelectual orgánico constituido por todo aquel que ayuda a desarrollar capilarmente nueva actividad social y por unos servicios auxiliares de información y formación.
La concepción de Gramsci, la «otra», si nos ponemos a pensar en lo que se tiene por actividad política, habitualmente, es connatural de veras a la obra de Marx, a lo que éste nos dice en el capítulo 2 de El manifiesto comunista. Es continuación de la del fundador de la praxeología, Aristóteles, para quien Atenas no es una ciudad tal como nosotros entendemos por esa palabra, ni una estructura social e institucional, sino el conjunto activo de los atenienses, la comunidad de subjetividades interactivas dotadas de su saber hacer, de su ethos -éticas-, y por ello, no existe una «constitución de Atenas», sino una «constitución de los atenienses». Es la concepción de Hegel: identidad sujeto-objeto. Pero todo esto ha sido borrado, olvidado.
Hemos hablado de ello en algún momento.
Gramsci piensa el proceso histórico históricamente, con consciencia histórica. Sabe que la historia humana cambia. Y estudia, con utillaje adecuado, los microfundamentos de la génesis de lo nuevo, lo estudia capilarmente, en sus microfundamentos. Sabe que el cambio, el cambio de mundo, el cambio de ethos, la aparición de subjetividades sociales nuevas antes no existente, organizadas, se produce porque aparecen elementos humanos antes inexistentes, sujetos sociales que emergen, que se autoconstituyen, porque se ponen en acción, es decir, se buscan entre sí, se organizan. Sujetos que antes eran inactivos o inexistentes. Sabe que el sujeto, el sujeto como comunidad subjetiva nueva, y el sujeto como individualidad nueva, se construye mediante la auto actividad organizada y la autodeliberación, que todo ello, toda creación que emerge, lo antes inexistente, es un proceso, que surge de activaciones de personas existentes, nacidas en el mundo viejo, aquí y allá, pero que se ponen en acción a partir de los problemas que les genera el mundo existente y generan una actividad de oposición antes inexistente. Que los procesos históricos verdaderos nunca han sido creados, generados por la iluminación provocada por minorías poseedoras de episteme, sino por el fraguarse de un nuevo sujeto social a través de un largo proceso de organización y lucha, de resistencias. Y que en el mismo, desde luego, sí tiene un cometido el conocimiento teórico, como medio a proporcionar, a incorporar, al nuevo sujeto, a medida la nueva capacidad de acción genera en el mismo, en las individualidades participantes, de forma desigual, emerge del proceso nuevo de actividad que van generando y obliga a plantearse nuevas preguntas que van de la mano con las nuevas capacidades que genera la nueva práctica; necesidad y capacidad de entender la utilidad del saber teórico históricamente elaborado y transmitido. Por ello, Antonio Gramsci matiza mucho la reflexión sobre el intelectual. Si el ser humano es actividad social, praxis que es posible, o es limitada, según las relaciones sociales anudadas entre los seres humanos, toda acción es resultado del pensamiento, del pensamiento ontogenético fundamental, la razón práctica que produce el vivir, que nos auto crea. Si la historia -la historia «nueva»- es resultante de la actividad organizada nueva, que emerge ex novo, el pensamiento primero importante es el de quienes han reflexionado su vida a partir de su experiencia de vida, y han concluido que no toleran que prosiga así, y actúan: como sea, al nivel posible que sea. Murmuran en común contra el mundo dado, boicotean lo que hay, sostienen actividades opuestas al vivir ordenado, pasan luego a organizarse para luchar, van generando organización nueva estable, y nueva experiencia de lucha.
Emociona escucharte. Casi pienso en el viejo Lukács del que antes hablabas.
Gracias. Esta es la génesis del pensamiento práctico nuevo y la actividad nueva, en conato, de la gente común, todo lo cual es lo que genera nueva historia. Esa gente, y entre ella, la de los que comienzan a reflexionar sistemáticamente lo que ocurre, a partir de su experiencia inmediata de acción y los cambios que detectan que ésta produce; esa gente que buscando, para ello, contrastar su pensamiento con el de otros, y, en la medida en que la van creando con sus actos, buscan estabilizar su organización, extenderla, esos son el gran nuevo, imprescindible, intelectual. Todo hacer nuevo, todo organizar nuevo es resultado de pensamiento. En consecuencia, todo individuo que piensa el hacer nuevo, que organiza hacer nuevo, es un intelectual. Y si además, piensa reflexivamente sobre la experiencia de su razón práctica y piensa reflexivamente sobre la experiencia generada por la razón práctica nueva que él ha desarrollado en común para enfrentarse con el explotador, para cambiar el orden social en concreto, ese pensador es un intelectual «orgánico» del nuevo sujeto social que él, junto a otros muchos, contribuye a gestar, a producir, a crear.
Magnífica caracterización del intelectual orgánico.
Todo pensador que reflexiona sobre cómo organizarse en el nivel capilar, en la vida cotidiana, esto es, en los microfundamentos de la civilización, y cómo darle consistencia y perdurabilidad a su grupo autoorganizado; ese pensador, ese grupo de pensadores, cuya caracterización intelectual es la experiencia práctica, es el intelectual orgánico que da continuidad y estabilidad al nuevo sujeto social emergente organizado. Ese grupo es el que de veras es consciente de la génesis de lo nuevo, porque la génesis de lo nuevo, sobre la que él reflexiona, no es sino el hacer inmediato que él crea con sus copartenaires inmediatos desde su vida cotidiana. Lo es porque, al reflexionarlo, de una u otra forma, y al comprometerse a transmitir ese saber hacer nuevo, reflexionado, ayuda a que el saber hacer reflexionado se convierta en acervo común del Sujeto social. El intelectual orgánico no es «otra gente» ni gente que posea de entrada más saber, teoría, episteme.
Toda la gente, la totalidad de la gente, que se organiza capilarmente para generar el hacer nuevo, utilizando de forma nueva saberes anteriores, desarrollando nuevos saberes prácticos en su nuevo hacer organizado, y nuevas facultades activas, creativas, en ella misma, y entre esa gente, también los más -tendencialmente- reflexivos, esa: es la gente de la que ha dependido toda génesis de todo proceso histórico. Las gentes que crean mundos nuevos son las gentes normales en su hacer cotidiano.
Estamos reflexionando, con Gramsci, sobre los fundamentos de la aparición de lo históricamente nuevo, sobre la historicidad en su génesis capilar. Además está el intelectual que posee saberes epistémicos, filosofía elaborada, ciencias etc. y que en los procesos históricos de lucha, en parte -hoy las condiciones materiales permitirían una incorporación mayoritaria de los mismos al proceso-, se incorpora organizadamente al proceso de constitución de sujeto, genera experiencia de lucha, al organizarse en el mismo, y difunde y democratiza sus conocimientos etc., y los convierte en medio que se apropian los otros, masivos, nuevos agentes, unos más, otros menos. Una apropiación heterogénea entre la masividad de personas que van participando en la nueva práctica que crea sujeto social nuevo, ethos nuevo, en la nueva práctica que es creación de ellos. Esto, así, es siempre el proceso histórico humano. Pero en la historia, lo que no se ha dado nunca es que la episteme de los pocos intelectuales licenciados, -para entendernos-, la minoría teórica, haya generado el proyecto y haya sido la guía intelectual del proceso de lucha de masas. Por ello, como corresponde al marxismo, al de Marx, Gramsci presta particular atención a la génesis de los procesos nuevos, estudiados en su capilaridad cotidiana, vistos desde la intervención cotidiana de cada individuo. Y en consecuencia, le interesan los grupos, en principio, numéricamente despreciables, pero que expresan oposición al vivir dominante, dispersos por todos los sectores subalternos de la sociedad, y trata de hacer lo posible para que tomen consciencia de lo que ya piensan y hacen, que se organicen mejor, etc,. Pero sin cometer la idiotez soberbia de sustituirlos. Su crítica a la noción de «consciencia exterior» y a la de «vanguardia», entendida como elite intelectual que dirigirá el proceso a base de episteme, es tajante y sin contemplaciones: por ejemplo en el cuaderno en que critica el manual de marxismo de Bujarin.
Lo recuerdo bien.
Cómo va a crear un nuevo ethos, una nueva cultura de vida, una nueva civilización, una minoría social.
Excelente pregunta ya respondida.
Génesis de lo nuevo antes inexistente, por obra de la auto actividad de personas de la anterior sociedad, génesis que es consecuencia de esa misma actividad, de la creatividad de la misma, que modifica a las personas existentes activas, sus capacidades de hacer, sus necesidades antropológicas, que modifica su antropología. Creatividad que se desarrolla, que emerge como resultado de la organización en común y de la deliberación concreta entre ellas, para hacer. Todo esto, toda esta colosal, agudísima reflexión sobre la génesis de lo nuevo a partir de lo antes inexistente -para decirlo de forma contundente- esta reflexión sobre el momento genético, o sea sobre la historicidad humana, es desarrollada de forma única por Antonio Gramsci. Lo puede hacer porque él, además de ser un pensador excepcional, posee utillaje, su utillaje es el historicismo hegelomarxista.
A la altura de lo que llevo enumerado, creo queda claro que Antonio Gramsci es un pensador excepcional, único.
Creo que sí, que ha quedado muy clara tu opinión
Por lo demás, la comparación con la lectura de otros pensadores políticos actuales nuestros o coetáneos suyos no deja lugar a dudas. Encontramos en las obras de estos otros tipologías políticas abstractas, descripciones de modelos, contrastaciones genéricas de modelos, cuando no simple enumeración de los recursos propios de la gestión técnica institucional,… «deber ser» o estipulaciones de lo que es conveniente que haya, sin reflexión sobre la forma como se puede generar una «causa eficiente», un sujeto práxico, cuyas capacidades serán las que definan su proyecto… «Cuando haya» repúblicas, «cuando haya» sujeto, cuando haya virtud, «en el supuesto de que haya… velo de ignorancia», «cuando el debe se haga es», «cuando haya socialismo» o «verdadera democracia, «cuando la gente sea capaz de entender nuestra verdad», «si hiciéramos esto»…: o la invitación a la mera gestión técnica, institucional de lo que hay, porque no se puede hacer otra cosa. Pero todo eso otro es la antihistoricidad, las antinomias intelectuales, antihistóricas -la historia no ha «funcionado» nunca así- hechas discurso político. Nada sobre cómo ayudar a incidir en la formación de un movimiento organizado de subalternos explotados, cuya sola génesis ya es cambio histórico porque ya está anulando y superando la realidad antes existente.
Gramsci es excepcional.
Vale, lo es. Gramsci es excepcional.
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