Empecemos por lo esencial: apoyo y solidaridad con las familias de los fallecidos, con los heridos y con las personas afectadas tras los seísmos de Lorca. No haría bien la izquierda si no hiciera énfasis en estos vértices y no iniciara una campaña ciudadana de solidaridad activa, incluso en estos momentos de lucha electoral municipal, […]
Empecemos por lo esencial: apoyo y solidaridad con las familias de los fallecidos, con los heridos y con las personas afectadas tras los seísmos de Lorca. No haría bien la izquierda si no hiciera énfasis en estos vértices y no iniciara una campaña ciudadana de solidaridad activa, incluso en estos momentos de lucha electoral municipal, recogiendo dinero, materiales y dando muestra de apoyo solidario. La solidaridad, concretada en aquello que nos es posible que a veces depende de dónde estemos ubicados, es una de las grandes cosas que podemos regalarnos. Sigue siendo unas de las venas que conduce la sangre que riega a los pueblos no entregados.
Empero, sin actuar como cuervos carroñeros ante cadáveres recientes, vale la pena echar una breve ojeada a lo sucedido y a sus alrededores. Algunas notas para la ocasión.
La primera de ellas: los edificios de Lorca, localidad murciana, siendo Murcia una zona de riesgo sísmico, no estaban construidos para resistir seísmos pese a ello, afortunadamente, su estructura no se ha portado mal. Hubiera podido ser mucho peor. Según se ha afirmado, más de la mitad de los edificios no son seguros.
España no es un país donde no se hayan sufrido terremotos nunca. 26 graves desde el siglo XI [1]. Con zonas de mayor riesgo en Almería, Murcia y Granada. El primero del que se tiene constancia, en el siglo XI, sucedió en el pueblo donde nació uno de los grandes poetas comunistas de todos los tiempos, en Orihuela; el primero del que tenemos referencia de fallecidos fue en 1428, en Queralbs (Girona) [2]. Unas ochocientas personas fallecieron. En el Mediterráneo hubo un tsunami brutal en la época romana, hacia el año 300 si he acuñado bien esta moneda. Está descrito por Edward Gibbon en La decadencia y caída del Imperio Romano. Hubo un terremoto en las islas griegas que arrasó en muchos otros sitios; alcanzó la Península Ibérica. Los últimos registrados en España datan de abril de 1956 (11 fallecidos en Albolote, Granada) y febrero de 1969 (19 muertos, magnitud de 7,3, en las cercanías del cabo de San Vicente, derrumbando casas en Huelva), sin olvidar el terremoto de 1755 que arrasó Lisboa y afectó fuertemente a los pobladores de Huelva y Cádiz.
Juan Carlos Escudier [3] ha recordado las declaraciones del presidente del colegio de Geólogos, Luis Suárez: un seísmo de 5,1 grados de intensidad no tiene magnitud suficiente para provocar un «efecto colapso», especialmente en aquellas edificaciones recientes, que debieron levantarse con arreglo a las llamadas normas de construcción sismorresistentes que datan de septiembre de 2002. Lo extraño, consiguientemente, no es que en Murcia tiemble la tierra «sino los daños que ha ocasionado en construcciones de menos de 20 años». Escudier recuerda que ese Real Decreto establece pormenorizadamente qué requisitos ha de cumplir cada construcción, en función de su uso y de la zona del país en la que se encuentren. Se recoge también la aceleración sísmica básica estimada para cada localidad. En el caso de Lorca es de 0,12g. En el apartado 1.2.3. del Real decreto en cuestión puede leerse: «Si la aceleración sísmica básica es igual o mayor de 0,08 g e inferior a 0,12 g, las edificaciones de fábrica de ladrillo, de bloques de mortero, o similares, poseerán un máximo de cuatro alturas, y si dicha aceleración sísmica básica es igual o superior a 0,12 g, un máximo de dos». Pues bien, señala muy oportunamente Escudier, «basta con echar un vistazo a las ofertas inmobiliarias de la localidad para comprobar que existen pisos a la venta en edificios de ladrillo en construcción de cuatro alturas más áticos y bajos comerciales, lo cual merecería algo más que una explicación. Por no hablar de aquellos inmuebles recientes que han sufrido derrumbes en algunas de sus plantas y que deberían haber sido construidos para que esto no sucediera».
La pregunta se impone: ¿y por qué no se ha respetado ese normativa? Porque siempre pensamos a corto plazo, sobre todo si hay intereses crematísticos; porque es muy posible que esas construcciones estén destinados a sectores sociales poco favorecidos y porque, sabido es, el poder del lado oscuro del lobby constructor español es inmenso y los escenarios a los que nos ha conducido y sigue conduciendo no tienen apenas parangón. Pero ahí siguen, felices de haberse conocidos a ellos mismos y de operar como han operado. Sin complejos de culpa. La pela es la pela, en Catalunya, en Murcia y en cualquier otro lugar de la piel de toro.
Manuel Ansede por su parte [4], tomando pie en un ensayo de Pedro Costa Morata [5], uno de los pioneros del movimiento antinuclear español, ha recordado que en 1974 se intentó construir una central nuclear en Cabo Cope, a 7 kilómetros de Águilas, a unos 30 de Lorca. Hidroléctrica Española, la actual Iberdrola, que publicitaba sus finalidades con la ayuda del ministerio franquista de Industria con fotos de un niño durmiendo plácidamente al lado de una central nuclear, llegó a comprar 300 Ha en Marina Cope. Un fuerte movimiento ciudadano consiguió arrojar a la basura los planes de la eléctrica. Además de Costa, Pedro Guerrero y, especialmente, Paco Rabal estuvieron en la cabecera de la protesta, dicho sea in memoriam et honorem del gran actor comunista. ¿Qué hubiera pasado al día de hoy si no se hubiera paralizado la construcción del reactor? No podemos saberlo. ¿Están libres de riesgos sísmicos las poblaciones de Ascó, Vandellós o Cofrentes por ejemplo? ¿Se ha contemplado ese componente cuando se diseño su construcción?
Por su parte, el presidente de la Asociación Española de la Ingeniería Sísmica, Alex Barbat, en declaraciones a espacios informativos de TV3-24, afirmó que la tragedia de Lorca volvería a ocurrir en 10, 20 o 30 años, sin poder precisar más. Terremotos como los sucedidos, dada nuestra situación geográfica, son inevitables y no hay que olvidar que millones de viviendas fueron construidas en España antes de que se impusieron normas de construcción, no siempre cumplidas como hemos visto, adaptadas a los seísmos. Según el mismo instituto Geográfico español, recuerda Manuel Ansede, desde 1985 ha habido en toda la Península, cada diez meses, terremotos que han oscilado entre 5,1 y 6 de la escala de Richter que, es como sabemos, una escala de carácter logarítmico [6].
Carles Ramió [7] por su parte, ha recordado nuestra vulnerabilidad tantas veces olvidada, la necesidad de la intervención pública y la ausencia casi total de los mecanismos mercantiles en ocasiones como ésta: el mercado ni está ni se le espera. No hay negocios por ahora. Cuando hay una catástrofe, ha señalado, «es cuando los países ponen a prueba sus capacidades institucionales para poder afrontar con ciertas garantías la atención de los damnificados». ¿No nos enseña Lorca de la importancia de los servicios públicos y de la falsedad de la interesada publicidad de poderes económicos, algunos partidos políticos, medios de incomunicación y algunos ciudadanos de pro que siempre acostumbran a poner en cuestión la importancia y necesidad de los servicios públicos a los que quiere someter a una salvaje reducción? De lo que significa el desinterés del estado por el bienestar público el Katrina y la administración Bush enseñan mucho; los gobiernos cubanos navegan en sentido contrario.
Queda por comentar, para finalizar en algún punto, los nudos sociales de la tragedia. «No teníamos dinero para comprar una casa nueva y optamos por una de segunda mano en La viña, un barrio obrero», ha declarado Francisco Sánchez, una persona damnificada. La mayoría de las personas acogidas en los campamentos de emergencia son inmigrantes. El 20% de la población de Lorca lo son; en la calle nueve de cada diez afectados son marroquíes, subsaharianos y latinoamericanos se ha señalado. Los ciudadanos españoles afectados tienen más redes sociales y, en algunos casos, segundas residencias. Lo sabido: las desigualdades atraviesan de arriba abajo las realidades sociales en vértices esenciales y sólo un estúpido pudo afirmar alguna vez que en el mundo «civilizado» se había superado las clases y sus conflictos y luchas.
Están, desde luego, las heroicidades de personas anónimas. Antonio García, por ejemplo, rescató con sus propias manos a una mujer y a sus dos hijos que estaban semienterrados entre los escombros. Sus declaraciones posteriores: «Fui [¡él, no los rescatados!] afortunado por estar allí». Voluntad de modestia ha llamado la tradición a ese tipo de comportamientos.
Notas:
[1] «Del mortal tsunami de siglo XVIII a los muertos de 1969». Público, 13 de mayo de 2011, p. 9.
[2] Queralbs es un pueblo pirinaico de la comarca del Ripollés, al norte de Ribas de Freser, en el límite con la Cerdaña y el Conflent francés. Unas 200 personas vivían en él en 2006.
[3] http://blogs.publico.es/escudier/785/la-ley-tambien-tiembla-en-lorca/
[4] Manuel Ansede, «La nuclear en Murcia que paró Paco Rabal». Público, 13 de mayo de 2011, p. 9.
[5] Pedro Costa Morata, sobrino de Paco Rabal, es un histórico del ecologismo español del que muchos hemos aprendido mucho. Llegó a trabajar como ingeniero en la central nuclear vasca de Lemóniz. El proyecto de construcción del reactor en Águilas, según él mismo ha reconocido, le hizo caer del caballo nuclear.
[6] Los movimientos sísmicos de Lorca han sido más devastadores por originarse cerca de la superficie y, prácticamente, en las cercanías del pueblo murciano.
[7] Carlos Ramió, «Terremotos de Estado». Público, 13 de mayo de 2011, p. 11.
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