A pesar de que los cultivos y alimentos transgénicos estén ya muy presentes en nuestros campos y platos, existe todavía un gran desconocimiento de lo que son y de sus repercusiones en áreas tan diversas como la agricultura, la salud, la producción y distribución de los alimentos o la protección del medio ambiente. Los organismos […]
A pesar de que los cultivos y alimentos transgénicos estén ya muy presentes en nuestros campos y platos, existe todavía un gran desconocimiento de lo que son y de sus repercusiones en áreas tan diversas como la agricultura, la salud, la producción y distribución de los alimentos o la protección del medio ambiente.
Los organismos modificados genéticamente (OMG) – o transgénicos – se obtienen al insertar genes de otro ser vivo en su material genético, lo que implica que desarrollan propiedades que no presentarían naturalmente. Por ejemplo el maíz transgénico denominado Bt cuenta dentro de sus genes el gen de una bacteria y esto hace que la planta produce una toxina empleada para combatir los insectos plaga en el campo. Esta técnica crea de manera artificial seres vivos nuevos que no podrían desarrollarse en la naturaleza.
Los cultivos transgénicos han entrado en la agricultura hace una década pero su utilización se ha limitado a menos de 20 países, con tres grandes productores, EE.UU., Argentina y Canadá. España es un caso particular dentro de la Unión Europea, ya que es el único país que ha producido a relativamente gran escala unos cultivos modificados genéticamente para su posterior comercialización: viene sembrando entre 20.000 y 30.000 hectáreas de maíz Bt cada año desde 1998. Además importa grandes cantidades de soja y maíz transgénicos, que entran directa o indirectamente en los alimentos que consumimos.
Los cultivos transgénicos que se están utilizando en la actualidad son de dos tipos:
-los cultivos Bt, diseñados para controlar las plagas mediante la producción de una toxina;
-los cultivos tolerantes a herbicida que soportan grandes cantidades de un determinado producto químico utilizado para matar a toda la vegetación del campo salvo el cultivo.
Por lo tanto las propiedades provocadas artificialmente en los OMG comercializados hoy en día cumplen una función en el campo, en el control de plagas y malas hierbas, pero no aportan ningún valor añadido a los alimentos que se obtienen a partir de ellos.
Aunque a primera vista estas propiedades agronómicas puedan parecer interesantes para el agricultor, la experiencia de diez años de cultivo de OMG está demostrando que no se cumplen las expectativas de mejoras para la agricultura. En lo que se refiere a las plantas Bt, al cabo de unos años, la propiedad Bt de control de plagas empieza a fallar por la aparición de plagas resistentes, más fuertes y más difíciles de combatir.
En cuanto al aumento de las producciones, en EE.UU., no se ha constatado que el rendimiento promedio es superior con las plantas transgénicas, sino que en muchos casos se da el fenómeno inverso. Por otro lado, se ha podido establecer una relación directa entre la introducción de los cultivos transgénicos y el incremento del uso de productos químicos en el campo, con las evidentes consecuencias para el medio ambiente, tanto de contaminación de suelos, acuíferos, etc., como de desaparición de biodiversidad.
Sin embargo, estos cultivos presentan riesgos para el medio ambiente. El aumento de productos químicos vertidos en la naturaleza a causa de los cultivos transgénicos es ya una realidad en algunos países. En cuanto a los cultivos Bt, son muchas las investigaciones que demuestran efectos de la toxina sobre microorganismos del suelo, insectos beneficiosos u otro tipo de animales. Uno de los fenómenos más preocupantes asociados al cultivo de variedades transgénicas es la contaminación genética.
Por la dispersión del polen o por las semillas que caen de las maquinas o que permanecen en el campo después de la cosecha, las variedades transgénicas transmiten sus genes añadidos a variedades de cultivo no transgénicas o a especies silvestres. Al tratarse de seres vivos, esta contaminación genética tiene la capacidad de reproducirse y expandirse: una vez en el medio ambiente, no se puede «limpiar».
La contaminación genética de los cultivos no transgénicos es un tema muy serio para el futuro de la agricultura y es ya una realidad. En EE.UU., se ha demostrado recientemente que más del 50% de las semillas convencionales de maíz y soja y más del 80% de las de colza están ya contaminadas por material modificado genéticamente. En España, se han detectado casos de contaminación en semillas, cultivos, cosechas, piensos y alimentos convencionales o ecológicos.
Este fenómeno pone en entredicho la continuidad de una agricultura y alimentación libres de transgénicos, fundamental para poder dar marcha atrás ya que todavía son numerosas las incertidumbres acerca de la inocuidad de los alimentos transgénicos sobre la salud humana.
A los impactos negativos para el medio ambiente y la producción agraria, se añaden problemas sociales derivados del monopolio de muy pocas grandes empresas sobre la venta de semillas transgénicas. Esto hace que, tal y como se está planteando, la introducción de los transgénicos en la agricultura y alimentación presenta en la actualidad más riesgos que beneficios para el planeta y no responde satisfactoriamente a los grandes problemas sin resolver de la humanidad.
Liliane Spendeler
Coordinadora del Area de biotecnología
Amigos de la Tierra España
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