El problema La introducción de transgénicos en Cuba es un asunto más relevante de lo que algunos podrían pensar. Las consecuencias ecológicas, económicas, sociales y políticas de esta decisión no deberían subestimarse. A pesar de las advertencias y reclamos de un creciente número de personas preocupadas, el programa original no se ha detenido. En estos […]
El problema
La introducción de transgénicos en Cuba es un asunto más relevante de lo que algunos podrían pensar. Las consecuencias ecológicas, económicas, sociales y políticas de esta decisión no deberían subestimarse. A pesar de las advertencias y reclamos de un creciente número de personas preocupadas, el programa original no se ha detenido. En estos momentos resulta imprescindible y urgente una moratoria que permita reflexionar -a todas las instancias- sobre los riesgos probados y probables a que nos exponemos.
La carencia de información y transparencia sobre el tema preocupa a quienes hemos expresado reiteradamente la necesidad de un debate abierto y participativo sobre una cuestión tan relevante. La manera excluyente en que se han tomado decisiones al respecto, puede estar hipotecando el futuro de la nación en nombre de la urgencia y «necesidad» de alternativas para resolver el problema alimentario y sustituir importaciones. Los defensores de la tecnología subestiman, ignoran o acusan de anticientíficos a aquellos que nos oponemos o simplemente a quienes dudan de la pertinencia de haber introducido el maíz transgénico FR-Bt1 en el país. Las decisiones de escalado quedan en manos de personas que poco o nada conocen del origen y riesgos de esta tecnología, pues no se han presentado datos con rigor científico sobre sus supuestas ventajas.
Vale repetir que el problema de la alimentación en Cuba no tiene que ver con la falta de tecnologías. La ciencia cubana cuenta desde hace mucho con soluciones efectivas y apropiadas para nuestras condiciones desde el punto de vista ecológico y socioeconómico. Se ha demostrado que un modelo agroecológico, de bajo impacto ambiental, alta diversidad genética, tecnológica y sociocultural; desarrollado a pequeña y mediana escala, tiene el potencial de alimentar a la población cubana. El problema es que no se han invertido suficientes recursos en este modelo que algunos decisores y encumbrados científicos han considerado como un paliativo y no como una estrategia de futuro. Hay mucho que hacer en términos organizativos, tecnológicos, sociales y ecológicos para producir más alimentos antes que optar por una tecnología tan riesgosa como la transgénesis.
¿Qué hacer?, es la pregunta. No hacer nada y dejar que se derrumbe por sí sola como otras tecnologías similares, es la recomendación de algunos que optan por no presentar posiciones divergentes sino conciliadoras. En el pasado se han derrochado cuantiosos recursos a causa del silencio y la complacencia, por el aquello de que «siempre hay una buena oportunidad de quedarse callado». Mucha de la ciencia «objetiva» que se genera no tiene vínculo alguno con la sociedad y, por ende, atenta contra esta. Por eso hoy los gobernantes y los políticos tienen mucha más responsabilidad que antes. Las consecuencias de una equivocación serán mucho más dramáticas e incontrolables. El riesgo solo puede minimizarse o asumirse con información, participación y precaución. En el caso que nos ocupa, ninguno de estos tres elementos está siendo considerado.
¿Quién es el enemigo?
Un funcionario recientemente afirmó que el libro Transgénicos ¿qué se gana? ¿qué se pierde? Textos para un debate en Cuba «le hace el juego al enemigo». Aseveración tan paradójica como retadora. Pero, ¿quién es «el enemigo»? ¿Aquellos que se frotan las manos con la introducción de transgénicos en Cuba o quienes tienen una posición anti-transgénicos? ¿Por qué habría que aceptar complacientemente la idea de que existe un transgénico «socialista»? ¿Por razones ideológicas o por razones científicamente fundadas? ¿De qué ideología y de qué ciencia estaríamos hablando? Aquí hay que tomarse un momento y reflexionar sobre la conexión tecnología-ideología en la génesis de los modelos agrícolas y aplicación.
Creo firmemente que no se trata de buscar al «enemigo», que como ya se ha afirmado puede estar en la misma actitud de algunos que se autoproclaman revolucionarios. Sobre la conexión tecnología-ideología es prudente recalcar una cita que la estudiante quebequense de estudios ambientales Mélanie Bélanger, citó de Levins (2005) 1 en su artículo «Respuesta al Dr. Carlos G. Borroto. De los «transgenéticos» socialistas milagrosos» publicado en este sitio Rebelión el 28 de mayo de 2010:
«(…) la ciencia evoluciona acorde con las necesidades de la industria y sus filosofías dominantes. Al fin y al cabo, la lucha entre una agricultura altamente tecnológica-química y una agricultura ecológica es también una lucha entre una visión mecanicista/reduccionista y una visión dialéctica de la naturaleza y de la ciencia. Pero, lamentablemente y demasiado a menudo, algunos socialistas caen en un progresismo pasivo que solamente ve un costado de la contradicción, imagina solamente una vía de progreso a lo largo de la cual las cosas son más avanzadas o más atrasadas. Luego imaginan que tecnologías capitalistas pueden ser adoptadas integralmente para fines socialistas. Esta admiración hacia la tecnología burguesa ha sido precisamente uno de los elementos de fracaso de la desastrosa historia de la industria soviética» (Levins, 2005: p.175-176).
Falta de transparencia
Cuba liberó el maíz transgénico FR-Bt1 y este se extiende inconteniblemente. El público que conoce sobre los riesgos e implicaciones de tal decisión está preocupado, alarmado y desconcertado por ver como continúa su expansión. La noticia publicada en el periódico Juventud Rebelde que asegura la existencia de una «estrategia dirigida a sembrar alrededor de 200 caballerías (2684 hectáreas)» de este cultivo en la provincia de Sancti Spíritus, activó nuevamente las alarmas. ¿Cuál será el área total sembrada en el país en el 2010? ¿Por qué no se ha ofrecido esta información? ¿Acaso serán 10 000 o 15 000 hectáreas? Ya se ha hablado de sembrar 40 000 hectáreas de soya con apoyo técnico brasileño y se comenta que este cultivo será «liberado» próximamente.
El maíz transgénico se introdujo con la anuencia de las autoridades competentes designadas por el Estado para tal fin, quienes recibieron documentación que consideraron válida para afirmar, en ese momento, que era posible correr el riesgo para el medioambiente y para la salud humana, pues garantizaba el incremento de la producción de alimentos. Pero… ¿de qué documentos estamos hablando? ¿Dónde están los estudios científicos que avalan la inocuidad ambiental y para la salud humana de este transgénico cubano? ¿Ha tenido usted acceso a esos estudios? ¿Por qué son secretos y clasificados tales documentos? ¿Qué métodos habrán empleado los promotores de la tecnología para convencer a las autoridades del Ministerio de la Agricultura de que el maíz transgénico tiene un rendimiento mayor que otras variedades ya empleadas? ¿Les habrán mostrado algún estudio serio del asunto? El debate carece de estos importantes elementos. Si asumimos que el incremento del rendimiento es el objetivo fundamental de la introducción de esta variedad, que ameritaría todas las inversiones y riesgos por correr, ¿por qué un estudio tan simple como puede ser la comparación entre variedades transgénicas y no transgénicas debería ser secreto?
E n una reunión celebrada el día 16 de julio pasado en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, se acordó que se formaría una comisión para realizar estudios de inocuidad a cargo de otras instituciones entre las que el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) no estaría incluido. Podría parecer un paso de avance, pero ¿sería este también un reconocimiento de que se procedió a la aprobación de la licencia sin tener suficientes argumentos o que estos estudios no fueron realizados antes? No debe perderse de vista que el problema original tiene vínculo directo con esa institución que fue la que introdujo el transgénico y, por tanto, debe ser la principal responsable de demostrar tal inocuidad a los organismos competentes y a la sociedad.
Es correcto que otras instituciones se enfrasquen en este objetivo complejo y costoso, sin embargo, la ciencia ya ha demostrado suficientemente los riesgos del empleo de transgénicos en la producción de alimentos, lo que no se ha demostrado convincentemente es su inocuidad. El principio de la equivalencia sustancial es erróneo e inaceptable. Mientras tanto, el maíz FR-Bt1 sigue expandiéndose y se prevé la introducción de otros cultivos. Para que sea un proceso transparente y comprometido, lo primero es detener de inmediato su siembra en condiciones comerciales y hacer que regrese a los laboratorios o áreas experimentales controladas.
El maíz de las seis mazorcas
L a diseminación acelerada de la variedad transgénica de maíz FR-Bt1 atenta seriamente contra la biodiversidad de las razas criollas. Al reducir la heterogeneidad genética, limita considerablemente la capacidad de adaptación de los sistemas campesinos a las variaciones del clima. Con el empleo masivo de una variedad de maíz transgénico veremos venir años malos y años peores.
El imaginario popular campesino cubano ha llevado la noticia de boca en boca : «este es el maíz de las seis mazorcas»… y la semilla se pasa de mano en mano sin control. Hace pocos días un campesino me aseguró que había sembrado en su finca aquel maíz milagroso que alguien le «consiguió». Muy pronto pudo comprobar que, al igual que otras variedades que conoce, este también tenía solo dos mazorcas y no rindió más que el criollo que suele sembrar. Lo que él no sabía era lo que no podía ver: este «maíz milagroso» llevaba dentro una información genética que lo hace comportarse de forma diferente. Lo sembró igual que al tradicional, no utilizó herbicidas y no tuvo problemas de plagas, como con la semilla criolla que habitualmente emplea. No conocía de la necesidad de sembrar un refugio , como tampoco tenía idea de lo que es la insectorresistencia . ¿No es que de acuerdo con los reglamentos de seguridad biológica los campos transgénicos deben mantenerse bajo estricto escrutinio, evitando su diseminación descontrolada? En teoría, el Centro de Seguridad Biológica, apoyado en las estaciones provinciales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), debe velar por que agricultores que no están dentro del programa empleen estas semillas. Pero, ¿quién lo podría evitar después de destapada la Caja de Pandora? ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Qué nos ha conducido a esta absurda encrucijada? ¿Cómo salir de ella?
La falsa expectativa de lograr mayores rendimientos con el maíz transgénico FR-Bt1 se riega como la pólvora en el campo cubano, y sobre todo porque llega en forma de directiva, cual si fuese la varita mágica que solucionará la escasez de alimentos y que reducirá importaciones. El «paquete» viene acompañado con recursos de los que el maíz tradicional nunca dispuso, siendo un cultivo de rotación muy bien conocido por los agricultores. Aún así, no existe una evidencia creíble de su efectividad.
E l aumento de rendimiento ha sido uno de los caballos de batalla de los promotores de los transgénicos. En los Estados Unidos, el país donde por más tiempo y con mayor área agrícola se ha implementado la siembra de estos cultivos, se realizó un estudio a largo plazo que revela su fracaso en términos de rendimiento. Entonces surge la pregunta evidente: ¿Si no incrementan los rendimientos, por qué se han expandido tanto en todo el mundo? ¿Qué es lo que hace a los transgénicos tan atractivos para los agricultores? El reporte «Failure to yield», por supuesto, descalificado por Monsanto, disponible en: http://www.ucsusa.org/assets/documents/food_and_agriculture/failure-to-yield.pdf intenta clarificar algunas de las dudas que puedan existir sobre el supuesto incremento de los rendimientos del maíz transgénico.
Atentado contra la agricultura campesina
L a introducción al medio natural de organismos transgénicos en Cuba desconoce los llamados de alerta sobre sus implicaciones. El problema no es la manera en que se use la tecnología, sino la tecnología en sí misma por nociva, peligrosa e inútil, un verdadero atentado a la agricultura campesina. Aunque se disfrace de ecológica, al supuestamente emplear Ecomic, Fitomas u otras alternativas orgánicas, la realidad es que la tecnología, desde su propia creación y propósito, se concibió para el uso de herbicidas, terrazas planas y un andamiaje tecnológico que ni está ni estará al alcance de los agricultores pequeños cubanos. Entonces, ¿por qué involucrar a los campesinos en esta aventura? La hipótesis de que los cultivos transgénicos refuerzan la Soberanía Alimentaria es rechazada desde hace mucho por todos los movimientos sociales del mundo.
Transnacionales como Monsanto, Syngenta y otras han relacionado los transgénicos con la agricultura ecológica como una estrategia comercial, pero sin un demostrado sustento científico. El modelo de producción que propone el CIGB para el cultivo de transgénicos es divergente de la agroecología, socava el desarrollo que esta ha tenido durante los últimos 20 años en la Isla y constituye un fuerte revés al movimiento agroecológico cubano. La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), coordinadora del Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino debería reflexionar seriamente sobre esto. Así, la alternativa agroecológica se ve amenazada en sus tres pilares básicos: diversificación (genética y tecnológica), descentralización (disminución de la escala y participación) y autosuficiencia alimentaria.
Aún quedan innumerables oportunidades, capital social, reservas productivas, tecnología, tierra, posibilidad de implantar m ecanismos económicos, entre otras alternativas para incrementar la producción de alimentos en Cuba y sustituir importaciones. Se conoce que los bajos rendimientos que hoy se logra en la mayoría de los cultivos y la deprimida producción animal, pueden duplicarse con pequeños ajustes de manejo. Por otra parte, parecen insuficientes, pero no es poco que tengamos 1.5 millones de trabajadores agrícolas. Desde el siglo XV ya una persona podía producir para 10. Lo que realmente necesitamos es invertir recursos financieros para que se pueda hacer agricultura familiar y para que los agricultores tengan condiciones que les permitan trabajar y vivir decorosamente en el campo.
Urgencia de una moratoria
Si es que existen y no fueran secretos, el público cubano debería conocer la metodología y los resultados de los estudios que garantizan la inocuidad del maíz FR-Bt1. Es necesario propiciar el debate en espacios públicos y que el tema no continúe secuestrado a lugares cerrados y auditorios reducidos. En tanto no se realice el debate y se llegue de manera participativa a decisiones democráticas, debe implantarse una moratoria al uso de cultivos transgénicos en Cuba. Es imprescindible aplicar el principio precautorio hasta que queden asuntos clave por discutir, en aras de tomar decisiones más conscientes y responsables. Continuar diseminando transgénicos es una muestra de irresponsabilidad, soberbia e irrespeto a la opinión y a la voluntad de los cubanos de definir su destino. Por eso, antes de renovar las licencias otorgadas para este cultivo, que se vencen este año 2010, se impone una moratoria. Quien tenga la competencia para promover y hacer cumplir esta medida, debería hacerlo.
1 Levins, Richard. 2005. «A Left Critic of Organic Agriculture». New International, no.13: 175-176.
* El autor de este texto es Agroecólog, PhD de la Estación Experimental «Indio Hatuey» de la Universidad de Matanza, Cuba