El cénit de la producción de petróleo tiene muchas aristas y, posiblemente, el impacto y las consecuencias sobre el sistema agroalimentario mundial, sea una de las cuestiones más complicadas de tratar y quizás por eso, se convierta en una cuestión que se suele quedar en un segundo plano.
Los combustibles fósiles son esenciales en el mantenimiento del sistema agroalimentario actual: maquinaria agrícola, bombeo de agua en el regadío, producción de fertilizantes de síntesis, todo tipo de plásticos de uso agrícola, etc. afectando a toda la cadena que va desde la producción, a la distribución y al consumo.
Alrededor del 30% del consumo de energía[1] se emplea en el mantenimiento del sistema alimentario mundial y produce 1/3 de las emisiones de GEI[2]. Algunos estudios cifran en 13 unidades de energía fósil las que se utilizan por cada unidad de energía alimentaria producida[3].
Esta abundancia energética que nos han proporcionado los combustibles fósiles nos ha permitido disponer —especialmente en los países occidentales— de una gran variedad de productos desestacionalizados en las estanterías de nuestros supermercados y poder elegir entre diferentes tipos de dietas, en función a nuestro estilo de vida. Esta supuesta capacidad de elección, si la observamos desde una perspectiva más larga, seguramente sea una ficción propia de las sociedades opulentas contemporáneas, que sólo se puede sostener en un corto período de la historia de la humanidad, gracias al proceso de Haber-Bosch. Convertimos calorías de combustibles fósiles en calorías de nuestros alimentos. Hay estimaciones de que al menos el 30% de los átomos de nitrógeno de nuestro cuerpo proviene de este proceso de síntesis.
Si analizamos la historia agraria de la Península Ibérica, veremos cómo a lo largo de la historia hemos desarrollado sistemas alimentarios de base territorial. Nos alimentábamos mayoritariamente a través de los recursos que teníamos en nuestro ámbito geográfico y esto estaba determinado por la capacidad de sostener con esos pastos, forrajes etc., una cabaña ganadera con la que cerrar el ciclo de fertilidad de los cultivos. Nuestros antepasados tenían un gran ingenio y conocimiento del medio que los llevaba a hacer un aprovechamiento muy eficiente y generalmente sostenible de los recursos del entorno. Se trata de un patrimonio cultural basado en la gestión agroecológica del territorio que será muy importante de recuperar de cara al descenso energético en el que nos encontramos (Columela, Al Awan, la gestión comunal, etc.). Estos modelos agroalimentarios tradicionales —de base agrosilvopastoril— no eran perfectos y alrededor del siglo XIX, con la crisis finisecular y diferentes sucesos políticos y sociales, comenzaron a chocar contra límites físicos de la geografía donde se desarrollaban, lo que llevó a trasladar la huella territorial de los sistemas agroalimentarios locales a otros países con sus consiguientes impactos: importación de guano, de nitrato de chile, etc. (Una mayor profundización sobre el metabolismo agrario se puede realizar en los estudios de González de Molina y el Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas de la UPO[4] y de Enric Tello en Catalunya[5]).
Esta necesidad/disponibilidad de fertilizantes se dispara con el mencionado proceso de Haber-Bosch y de ahí a la intensificación de la mal llamada revolución verde que conforma el sistema agroalimentario que tenemos en la actualidad.Eustaquio Segrelles. Fuente: Wikimedia Commons.Me dedico a la regeneración de suelos que han sido degradados tras décadas de impactos derivados de las prácticas de la revolución verde. En zonas de cultivos de secano de la península es habitual encontrarse con suelos con porcentajes de materia orgánica que no llegan al 1%. Son suelos muertos, en los que los ciclos de fertilidad del suelo están rotos y, por si fuera poco, los niveles de diferentes contaminantes, son muy elevados. En el momento en que a esos suelos les quitas su dosis de fertilizante de síntesis, el rendimiento productivo cae de manera abrupta. Dentro del proceso de regeneración, utilizamos las técnicas más avanzadas del conocimiento científico que disponemos: abonos verdes, biofertilizantes, cultivos de microbiología, BRF, introducción de diferentes secuencias de animales en pastoreos rotacionales regenerativos… Los procesos de recuperación de la fertilidad de los suelos son muy lentos y en muchas ocasiones puede llevar hasta 4-5 años conseguir alcanzar porcentajes del 2-3% de materia orgánica (contenido mínimo para recuperar cierta fertilidad en un secano medio). Y esto contando aún con tractores y maquinaria que nos facilitan de manera increíble el trabajo. Imaginemos lo que sería todo este trabajo de regeneración sin la ayuda de los combustibles fósiles.
Hay ocasiones en las que mientras realizas trabajo de campo, te da por pensar en los miles de hectáreas que te rodean y que están siendo aún cultivadas con químicos, en el trabajo tan inmenso y el tiempo que será necesario invertir para recuperar en un grado mínimo su fertilidad. En que un aumento de los precios de los fertilizantes nos puede poner contra las cuerdas, como ya está pasando en muchos lugares del planeta. En esos momentos, son muchas las preguntas que te asaltan y para las que no tienes respuesta.
¿Cómo vamos a fertilizar sin químicos superficies tan grandes? ¿Cómo vamos a producir las 20 Tm/Ha de compost que necesita un campo de cultivo medio? ¿De donde van a salir todos estos restos orgánicos? ¿Nos podemos arriesgar a basar toda nuestra reposición de la fertilidad en un proceso tan pobre desde un punto de vista termodinámico como el compostaje de restos vegetales? ¿Es posible fertilizar grandes territorios sin la intervención animal?
Aunque tuviéramos maquinaria, el reto sería colosal, pero si nos vamos a ver abocados a una menor disponibilidad de combustible, ¿somos conscientes de lo que supone solo el trabajo de acarrear y esparcir esas 20 Tm sin tractores, sin tracción animal, para los casi 20 millones de hectáreas que se cultivan en la península? ¿Cuántas personas en las ciudades estarían dispuestas a hacer esos trabajos? ¿Cuantas estarían hoy preparadas físicamente para aguantar la cosecha manual durante 6 horas al día en julio en Castilla? ¿Quién va a hacer esos trabajos?
¿Podemos realmente elegir el tipo de alimentación que queremos tener, sin esa ingente cantidad de energía que nos aportan las fósiles, o la dieta vendrá determinada por las características de nuestros territorios y los recursos que seamos capaces de sostener en los mismos sin esquimarlos?
Las circunstancias derivadas del agotamiento de los combustibles fósiles y las dificultades de la adaptación a las condiciones climáticas que impone el calentamiento global, nos van a obligar a re-territorializar nuestro sistema agroalimentario. Y para ello, es necesario planificar la transición agroecológica de esos millones de hectáreas y poder superar las dificultades técnicas que esto supone. Se trata de un reto enorme al que como sociedad nos vamos a ver enfrentados. Las cadenas largas de producción, distribución y consumo basadas en la disponibilidad de combustibles fósiles baratos, nos permiten vivir una ficción que no va a ser posible mantener mucho en el tiempo. Nos urge pasar rápidamente a la acción y construir modelos agroalimentarios locales viables, mientras tengamos energía disponible para realizar esta transición.Cláudia Salgueiro.
Notas
[1] Sims, R. (2011). Energy-smart food for people and climate. FAO
[2] Crippa, M. et al (2021). «Food systems are responsible for a third of global anthropogenic GHG emissions», Nature Food.
[3] USDA, ERS (2019) “Loss-Adjusted Food Availability – Calories.”
[4] González de Molina, M. et al. (2012). «La reposición de la fertilidad en la primera oleada de la transición socio-ecológica en la España mediterránea. Andalucía, siglo XVIII-XX», Revista de Historia.
[5] Galán, Elena et al. (2012). «Métodos de fertilización y balance de nutrientes en la agricultura orgánica tradicional de la biorregión mediterránea: Cataluña (España) en la década de 1860», Revista de Historia.
DAVID GONZÁLEZ. Cofundador de Sustraiak Habitat Design Koop e Iraun Permakultura. Activista por el Decrecimiento.