Recomiendo:
0

Tras la huelga: ¿seguir o reempezar?

Fuentes: Diagonal

Desde una nave espacial un politólogo marciano observa Asturias. Percibe una tierra que ha pasado de la prosperidad generalizada, a la amenaza de pobreza para un tercio de sus habitantes. Una sociedad donde los prejubilados constituyeron una verdadera aristocracia obrera con altos salarios desde la cuarentena que dejó un futuro aterrador. Aterrador tanto por el […]

Desde una nave espacial un politólogo marciano observa Asturias. Percibe una tierra que ha pasado de la prosperidad generalizada, a la amenaza de pobreza para un tercio de sus habitantes. Una sociedad donde los prejubilados constituyeron una verdadera aristocracia obrera con altos salarios desde la cuarentena que dejó un futuro aterrador. Aterrador tanto por el desierto industrial que consintieron al pactar el cierre de minas e industrias, que privó de trabajo a lo mejor de una juventud condenada a emigrar; como por el consiguiente envejecimiento extremo del millón de habitantes, que convierte a Asturias en la patria del jubilado.

El investigador extraterrestre también se informa de cómo en años recientes el dinero publico del Principado acababa, o en el bolsillo de políticos -durante el año 2011, el que parecía eterno Consejero de Educación y su cohorte socialista, acabó en la cárcel y está pendiente de juicio-, o en obras tan faraónicas como el túnel que recorre 12 kilómetros de la ciudad de Gijón destinado a un metro-tren, que ha caído en el olvido. Frente a comarcas campesinas desoladas por campañas administrativas que promovieron el exterminio de toda la cabaña ganadera, pagando a asombrados aldeanos relativas fortunas por matar sus vacas, se promovió convertir en museos lo que antaño fue vida real. Brotaron museos del oro, el agua, los dinosaurios o la minería en remotos pueblos de montaña. Desde el palacio de gobierno se decretó que la arqueología industrial era la nueva forma de riqueza, y los hospedajes rurales el principal yacimiento de empleo de la región. Pan y circo era la agenda oculta de un gobierno que con 20 años de demagogias logró «ir tirando» sin sobresaltos.

Con la crisis todo ese universo se esta viniendo abajo, y salvo el dinero de los pensionistas que a veces mantiene a tres generaciones, nadie esta a salvo de dar el paso de parado a marginado. Y terminar acudiendo a un comedor para parados, próximo a inaugurarse en la ciudad de Gijón, que por un euro evita la vergüenza de acudir a la cocina económica.

Ante ese mapa socioeconómico nuestro politólogo extraterrestre deduce que, con esas «condiciones objetivas», Asturias vuelve a ser la roja y, o bien está gobernada por la extrema izquierda, o en estado de revuelta permanente. Sin embargo y para su sorpresa, cuando afina sus aparatos de observación de la sociedad asturiana, comprueba por un lado que allí manda el Sr. Cascos -un señorito de la más rancia burguesía local- con un programa a la derecha de la derecha. Y manda no por el golpe de estado que imagina el marciano sino por la libre votación de los asturianos que por otro lado viven en paz y ajenos a los conflictos sociales radicales que imagina nuestro despistado extraterrestre.

Ante la contradicción entre las condiciones objetivas para la guerra social y la pax real, nuestro explorador galáctico calificara la actualidad como misteriosa, y para encuadrar la anomalía asturiana identificara a sus habitantes con un viejo término, que los ilustrados que redactaron la Pepa, hace ahora 200 años, usaron para sus conciudadanos que vitoreaban a un rey felón: los serviles. Porque efectivamente no deja de resultar misteriosa una actualidad presidida por una crisis que no genera en sus víctimas rebelión, sino conformismo y sumisión. Una crisis que provocando dolor y malestar generalizado de la población, que aún con trabajo anticipa la amenaza del futuro, no genera defensas colectivas sino un «sálvese quien pueda» y recursos a la picaresca en la esperanza de que «a mi no me toque».

Para los de arriba el misterio se resuelve con la palabra realismo, y las metáforas médicas que tranquilizan afirmando la transitoriedad del fenómeno. La economía es una enferma que sufre tras un periodo de euforia y burbujas, una crisis de pánico y depresión. El diagnostico y tratamiento de esa enfermedad corresponde a unos expertos, los políticos que, como cirujanos sociales, deben encontrar diagnósticos y tratamiento para curar la crisis y retornar al la salud .

Esas tareas son ejercidas por los políticos, bajo las enseñanzas de San Maquiavelo, patrón común de los partidos de derecha e izquierda. Un santo canonizado hace años por Felipe Gonzalez cuando descubrió la ética de la responsabilidad weberiana, como exigencia común de las conductas democráticas que excluía cualquier «demagogia» utópica. Independizar la política de la ética y someterla a la realidad -es decir el mercado-, es el primer mandamiento del catecismo maquiavélico, que prescribe al príncipe la obligación de hacer olvidar al pueblo los juicios morales -calificar la usura como pecado-, convencer a la gente de delegar en expertos sus poderes, para lograr así la sumisión a la caprichosa fortuna. Y hacer olvidar cualquier fantasía de domar el horror económico. De ahí que la llegada de Cascos a la presidencia Asturiana se desvele, desde la academia política terrícola, en ese contexto maquiavelo-weberiano, como el éxito momentáneo del Condotiero que, como un personaje providencial dotado de carisma -en este caso más bien creo de cara dura-, convence al imaginario colectivo de que encarna al salvador de la comunidad, frente a unos enemigos imaginarios que, desde Madrid, buscan la ruina regional.

Junto a esa especie de comedia italiana, que relata la crisis como una enfermedad pasajera que requiere finura política, lo que sorprende al antropólogo marciano es la facilidad con la que la mayoría de la gente de abajo consiente, y sufre, sus tragedias al dictado del mercado, como si de una catástrofe natural se tratase, perdiendo incluso el escaso pensamiento autónomo que durante la prosperidad conservaba. Nuestro marciano ha leído en su libro de historia, que antaño los trabajadores, aún con un escaso nivel escolar, fueron capaces de pensar por su cuenta, creando una cierta autonomía cultural que los vacunaba contra esas monsergas de los de arriba.

Hoy el voto o las huelgas testimoniales como la ultima contra el gobierno Zapatero se han convertido en pseudos-acciones que liquidan la resistencia al discurso dominante. Son ilusiones de una acción que simula tomar la calle y que por ello no promueve la conciencia colectiva sino que la enturbia: se crea la alucinación de un poder del que se carece pero es agitado por los lideres político-sindicales. Cuando se comprueba la falsedad de ese poder y comprueba que la huelga solo trae nuevas negociaciones en ese marco realista-maquiavélico, las gentes entran en un proceso psicológico similar a la Indefensión Aprendida que Seligman describió en los animales de laboratorio a los que hiciesen lo que hiciesen sus acciones no cambiaban su situación de sufrimiento

Junto a ese nihilismo de los falsos empoderamientos prometidos y no cumplidos, la indefensión colectiva se completa con un proceso de desafiliación social que ha destruido cualquier grupo natural y nos ha reducido a individuos sin ningún horizonte colectivo. Las viejas estampas del capitalismo naciente, mostraban las imágenes de individuos que cada mañana iban a ofrecerse a la puerta de las fabricas, donde eran escogidos de uno en uno por un capataz. Crear colectivos, afiliarse en un nosotros con derechos de contratos que equilibraban la propiedad privada, fue el logro de un siglo de luchas que hoy vemos diluirse en una sociedad liquida donde cada uno debe prevenir los riesgos del paro acumulando capital social y cultural. Comprobar el nivel de la derrota, la desaparición de cualquier nosotros popular duradero y su substitución por un aglutinado de individuos, requiere valor y distancia critica frente al discurso reformista que pide votos o huelgas testimoniales ,para seguir negociando la rapidez con que el reino liberal se impone, y cuantas migajas de educación o sanidad sobreviven.

La fe en la contención del todopoderoso mercado para renunciar a ganancias en ambos campos, es una hipocresía. Bruselas puede mandar media docena de burócratas y, tras intervenirnos, dictar privatizaciones continuadas. Pensar que acciones tan modestas como las que se prescriben para el próximo 29 de Marzo, puede frenar la destrucción de los restos del estado del bienestar, requiere una falsa conciencia basada, a mi entender, en un proceso tan común en la psicología individual como la Disonancia Cognitiva. Cuando la realidad se muestra en desacuerdo con las creencias, basta con falsear la realidad acomodándola a nuestro deseo: la prosperidad volverá cuando «salgamos del túnel». De ahí que identificarse con el agresor no sea una rara perversión de los masoquistas, sino la estrategia de las poblaciones resignadas a la servidumbre voluntaria.

Ante un cambio de condiciones sociales tan drástico -ahora sí que a España no la va a conocer ni la madre que la parió- nuestro marciano se asombra de la ceguera de unas poblaciones, que no perciben que ya han sufrido un jaque mate, y que hoy carecen de fuerza para parar los planes liberalizadores: las duras luchas populares en Grecia no han logrado que los burócratas europeístas muevan uno solo de sus dictados.

Mantener las apariencias de resistencias basadas en colectivos con escasa capacidad de sacrificio, continuar los rituales de protestas autolimitadas, se parece mucho a ignorar la irreligiosidad generalizada sacando procesiones.

Para resistir hay que volver a empezar reconociendo la inexistencia de una clase obrera que solo existe mediante la conciencia colectiva. En la Dupont de Asturias ningún trabajador sabe lo que cobra su compañero ya que cada contrato, según su gerente, «es una relación individual entre la empresa y el individuo basada en la productividad, la confianza mutua y la discreción». Si ese es el futuro que nos espera, y que reproduce la situación en que el mercado nació, la miseria o el sufrimiento de las gentes no se transformara en luchas sino en picaresca para resistir el precariado con estrategias de supervivencia individualizada.

Los estudiosos de cómo nació la clase obrera nos muestran los múltiples afluentes de pequeños colectivos que tejieron solidaridades que, desde la marginación del socialismo utópico o las sectas cristianas, cristalizaron en grandes movimientos e impusieron los pactos keynesianos. Hoy como entonces toca reconocer la derrota y volver a empezar.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Tras-la-huelga-seguir-o-reempezar.html