Los desórdenes de alimentación se han considerado como un problema que afecta principalmente a adolescentes y adultos jóvenes. Sin embargo, según estudios recientes, se estima que la edad de inicio de estos trastornos es cada vez menor. Los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia han dejado de ser un problema de salud exclusivo […]
Los desórdenes de alimentación se han considerado como un problema que afecta principalmente a adolescentes y adultos jóvenes. Sin embargo, según estudios recientes, se estima que la edad de inicio de estos trastornos es cada vez menor.
Los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia han dejado de ser un problema de salud exclusivo de adolescentes y adultos jóvenes, para afectar también a la población infantil.
La investigación sobre este tipo de desórdenes en niños es todavía escasa, dispersa y contradictoria, pero los hallazgos disponibles hasta el momento permiten concluir que el número de casos aumenta y que la edad de inicio es cada vez menor.
«Actualmente no hay estudios poblacionales sobre la incidencia de desórdenes de alimentación en menores de trece años. No obstante, algunas encuestas sobre dietas e insatisfacción con la imagen corporal en niños sugieren que sí existe este problema desde edades tempranas», afirmó la nutricionista costarricense Rebeca Hernández.
Alerta amarilla
Los especialistas aún no han logrado definir un conjunto de criterios apropiados para el diagnóstico de estos desórdenes en los niños. Por ello es recomendable iniciar desde edades tempranas una estrategia de prevención centrada en el establecimiento de relaciones saludables con los alimentos y la aceptación de la imagen corporal.
«La alimentación debe cumplir ese papel primordial en el infante de mantenerlo sano y permitir su crecimiento», aseguró la psicóloga Ilanit Kleiman. «Queda en manos de los padres darle el significado correcto y no utilizar los alimentos como medio de recompensa o castigo, o para calmar necesidades variadas. Así se evitará que éstos adquieran un significado emocional.»
De acuerdo con la especialista, lo ideal es desarrollar un esquema de alimentación balanceada junto con actividades recreativas que estimulen un estilo de vida saludable para toda la familia, en el que las palabras salud, bienestar y armonía sean predominantes.
Con ella coincide la nutricionista Karla Barrenechea: «No significa crear un ambiente de obsesión con respecto a las dietas y la apariencia física. Tampoco imponer un estilo de alimentación demasiado restringido. Deben hacerse respetar las reglas establecidas y hacer entender al niño por qué algunos alimentos son sanos y otros dañinos para el organismo, pero sin hacer de éste el único tema de conversación», dijo Barrenechea.
Quizá muchos padres se ven ante el conflicto de acostumbrar a sus hijos a ingerir alimentos sanos y nutritivos como frutas y verduras, mientras los pequeños usualmente prefieren golosinas altas en calorías y pobres en nutrientes.
«Desde el punto de vista de la psicología, no se considera positivo el retiro absoluto de todas aquellas comidas catalogadas como ‘basura’. Los niños deben relacionarse con otros, aprender diferentes habilidades y compartir en ese intercambio social. Si les restringimos estos productos, les privamos también de esa escena social, para ubicarlos en una especie de burbuja no realista», explicó Kleiman.
La especialista sugiere un plan de alimentación equilibrado, es decir, con los tiempos y calidades de alimentos necesarios para cada etapa de desarrollo, pero con espacio para otros productos menos recomendados. Sencillamente, se trata de regular su consumo de modo que sean gustos ocasionales con porciones específicas.
Desde la óptica nutricional, Barrenechea propone una especie de negociación, entre padres e hijos: «Por ejemplo, permitir postres diferentes de las frutas sólo dos o tres veces por semana después de que comieron su almuerzo. En el mercado existen ya muchos productos pensados para niños que son saludables o bajos en grasas».
La nutricionista también dijo que el origen de los trastornos alimenticios puede tener diversas causas. «Las presiones sociales por alcanzar un arquetipo de belleza asociado con la delgadez extrema, la internalización de ese ideal físico y la presencia del sobrepeso aumentan el riesgo de insatisfacción con respecto al propio cuerpo.»
Por otra parte, la nutricionista Rebeca Hernández sugirió a los padres darse cuenta que tanto ellos como los niños son actores del proceso que implica establecer relaciones saludables con la comida. «Los papás tienen la responsabilidad de seleccionar qué alimentos se sirven, el momento y el lugar. Los niños son responsables de decidir si comen o no y qué cantidades.»
Si el problema es la comida en exceso, Hernández recomendó aplicar la «regla de los 20 minutos» cuando los niños comen por mera ansiedad o antojo, sin necesidad de estar hambrientos: «Cuando quieran repetir pídales que esperen 20 minutos; si todavía tienen hambre pueden repetir. Si desean repetir una tercera vez, deben esperar 20 minutos más», puntualizó.
Estrategia de prevención
La nutricionista costarricense Rebeca Hernández considera que, dada la aparición de desórdenes alimenticios a muy corta edad, es imperativo desarrollar una estrategia de prevención desde los primeros años de la infancia.
El plan debe orientarse a establecer una relación saludable con la comida y a fortalecer en los niños una imagen positiva de sí mismos, para que se sientan satisfechos con su apariencia física. A continuación algunas recomendaciones profesionales para implementar desde el hogar.
– Disponer de una oferta variada y nutritiva que incluya alimentos de todos los grupos.
– Definir un horario constante tanto para las comidas formales como para las meriendas.
– Hacer de las comidas una experiencia placentera y evitar la crítica a las elecciones de su hijo.
– Fomentar las comidas en familia, reunidos a la mesa, y evitar que la hora de comer sea frente al televisor, en el cuarto o el automóvil.
– No excederse en ser complaciente y enseñarles a balancear los alimentos.